jueves, 21 de abril de 2016

Relato: De urgenicas.

¡Buenos días/tardes/noches!

Imaginad: es tarde, de madrugada, y tienes un corte muy feo que invita a que te hagan unas curas. El/la doctor/a te pone mientras te mira por encima de sus gafas y no puedes evitar mostrárselo inconscientemente hasta... que decide curarte ;)

Espero que disfrutéis de este relato y os humedezcáis bien.


De urgencias.

Las tres de la mañana. Volviendo del trabajo se le ha caído a un borracho una botella de cerveza y me ha cortado el muslo, creo que me van a tener que hacer puntos, aunque me han dicho que no es grave. Estoy en la sala de espera de urgencias, soy el siguiente.

Dentro está una chica muy guapa, joven, y que iba con tan solo el blusón de pijama. Parecía tener mucha fiebre, que envidia del doctor que la esté tratando.

Pasan varios minutos, al fin sale la chica. Esta mejor, más risueña y parece que la fiebre le ha bajado. Me sonríe y se marcha, con unos papeles en la mano que imagino serán recetas.

—Joven, enseguida viene mi compañera y te atiende — dice el doctor mientras se marcha por el larguísimo pasillo. Mete la llave en un portón, la abre, y se marcha por el mientras éste se cierra.

¿Tengo un tajo en la pierna y se va a buscar a otro? Al menos que sea guapa, puestos a agonizar que sea teniendo buenas vistas.

Pasan dos minutos, esto desesperando un poco. No me gustan los hospitales ni los médicos de cabecera, menos aun de noche en un pasillo esperando y completamente solo. Se oye el portón por donde se marchó el doctor, giro la cabeza inmediatamente.

Sale la enfermera. No, no es una actriz porno como podría haber soñado pero la bata de médico le da morbo. Aunque pensar que va a pasar la aguja y el hilo por mi pierna me lo quita totalmente.

Es bajita, algo más de metro y medio. Tiene la cara redondita y cabello largo, recogido en una cola, de color castaño. Lleva gafas de color negras, cuadradas y anchas, de pasta. La bata le va un poco ajustada. Tiene donde agarrarse, un poco anchita, aunque no deja ver si tiene barriga o no. Lo que si se le nota es sus tetas. No por su tamaño, sino porque lleva los botones de la bata de arriba desabrochados y se ve como botan por los andares que tiene: firmes y de paso grande, a pesar de ser pequeñita. No se aprecia si lleva camiseta debajo, sostén o que, aunque eso hace que recupere el morbo y el palpitar de mi polla haga que el pantalón me roce la herida. Suspiro y aprieto los dientes.

—¿Te duele mucho? — pregunta, con voz aguda. La tengo delante. Estando yo sentado parece más alta.

—Es que me ha rozado el pantalón — contesto mientras la miro a la cara. Agacha la mirada y me mira de cintura abajo, yo me deleito con mi imaginación y sus pechos: me vuelve a palpitar.

—Vamos a pasar a dentro — dice, lentamente. Por el silencio que hay puedo escuchar hasta el ruido de sus labios separarse y de su lengua moverse. Tiene la boca pequeñita, como su nariz. Me fijo mejor en su rostro y tiene los ojos castaños. En la nariz un pequeño agujero, seguramente de un pendiente, mientras la oreja izquierda esta abarrotada de agüeros y en la derecha tiene tan solo un par. Seguramente se los quita para trabajar.

—¿Vas a entrar o no? — pregunta de nuevo, me había quedado en babia.

—Sí, disculpa.

—No pasa nada, lo raro sería que a estas horas estuviéramos lucidos.

Me va a coser, espero realmente que ella si esté lucida. Aunque si que tiene cara de acabarse

Entramos en una habitación en el pasillo. Se pone frente a la camilla y se me queda mirando, de arriba abajo. No disimula y queda incluso descarado porque mueve la cabeza sin pudor alguno.

—¿A qué esperas? — me pregunta, mientras se remoja los labios con la lengua.

—¿Eh? ¿Qué pasa? ¿Me tumbo? — Parezco idiota, se me nota el nerviosismo. La pierna me duele y he fantaseado demasiado con ella en tan poco tiempo. Además su lengua pasando por sus pequeños y finos labios no ayuda.

—Hombre, primero tendrás que quitarte los pantalones para que te mire la pierna. No querrás que yo te los baje, ¿No? — Se le escapa media sonrisa. Vuelvo a fantasear, mierda. Me muerdo el labio inferior, disimulando con la respiración.

—Hombre, si me aseguras que no me harás daño casi lo prefiero — contestó, se me acelera el corazón. Quizá haya sido muy atrevido. Se ríe.

—Me vas a dar faena a estas horas, ¿Eh? ¿Cómo te has hecho esto? — Se acerca a mí, parece que va a bajaremos. No me lo creo.

—Un borracho ha estampado una botella a mi lado y me saltó un cristal — contesto, nervioso, mientras flexiona las piernas frente de mí, quedando su cara frente los botones de mi pantalón.

—Vaya, si estaba llena no habrá ni que desinfectar — Dice mientras pone las manos sobre el texano, mi pene se pone erecto totalmente. Desde esa postura puedo ver sus senos. No lleva camiseta, aunque sí sujetador, pero desde arriba puedo verle hasta los pezones.

—¿De-de verdad? — preguntó, iluso de mí. Sé de sobras que no, pero estoy en blanco.

—Por supuesto que sí — dice mientras se ríe — que inocente eres — añade a la vez que alza la mirada. Me ve mordiéndome el labio y seguro que se ha dado cuenta que le miraba los pechos. Sonríe y vuelve la mirada al pantalón. Abre el botón y baja la cremallera. No puedo evitar ponerme mucho más caliente. Baja la cremallera hasta abajo y abre el pantalón. El bulto de mi pene sale por su propio pie, palpitando frente la cara de la enfermera. —¿Aquí no te habrás cortado, no? — pregunta entre risas y pasándose la lengua por debajo de los dientes superiores. —Calma vaquero, que hay que curarte — añade tras golpeándome el pene con el nudillo del dedo corazón. Veo que me mira de reojo, desvió la mirada y me caliento mucho más. Me baja los pantalones, me roza la herida y suelto un suspiro de dolor. —Lo siento, perdona. Lugo te lo compensare en las curas… te lo prometo — el tono de eso último es tremendamente dulce, sensual incluso. — Va, saca los pies y túmbate.

Primero me descalzo, cruzando las caras mientras yo me agacho y ella se levanta, cruzando miradas, para después acabar de quitarme los pantalones. Me duele al moverme, el corte está feo. Me tumbo y ella empieza a preparar gasas, agujas, hilo, agua oxigenada y yodo.

—¿Me vas a poner anestesia? — preguntó. Siempre he odiado odas las agujas, excepto la mía claro.

Me besa en la mejilla, de improviso, sin avisar. —Por el momento deberás conformarte con esa anestesia — dice a la ve que me guiña el ojo. —Voy a desinfectártela.

Empieza con las curas. Son los quince minutos más largo de toda mi vida. Cuando deja de coser, limpia la herida y me la venda sigue acariciándome la pierna.

—Estás muy tenso, vamos a hacer que el músculo se relaje un poco. Será mejor para la herida — Me dice mientras me mira de reojo, por encima de las gafas.

—¿No tendrás pacientes que atender?

—No ha sonado el timbre. ¿Tienes prisa?

—No, no — Prisa dice, si por mi fuera me quedaba toda la noche con ella hasta que se me volvieran a abrir los puntos. —Masaje cuanto quiera — añado sin pensar.

—Cuanto quiera eh…  — Vuelve a pasarse la mano por la lengua y sube sus frescas y pequeñas manos por mi pierna, pasando los dedos por encima de los calzoncillos y rozando con la punta de sus dedos mi pene para luego llevarlos hacía la otra pierna. —¿Te has puesto tenso en otros lugares, eh? — sonríe. Me pone mucho. Sus gafas, su mirada directa, su boca pequeña y su cabello recogido. Así como saber que no lleva camiseta debajo de la bata y lo manejable que puede ser siendo tan pequeñita. Me la follaría ahora. Mi pene lo sabe, palpita anunciándolo, y estoy seguro que ella se ha percatado de como la miro. —Va, va, no te pongas tan tenso — sigue hablando, pasando sus dedos por encima de mi pene otra vez. Esta vez apretando un poco más. —¿Por qué tan callado? Mi compañero está en su turno de sueño — dice mientras se acerca a mi cara, pegando su boca a mi oreja mientras me acaricia la cabeza con una mano y con la otra sigue acariciándome el pene, ya humedecido con el líquido pre-seminal. —Puedes decirme lo que quieras — susurra en mi oído.

Me estremezco. Mi mano derecha va automáticamente sobre su mano derecha, la que acaricia mi pene, he inmediatamente me giro a ella. — Ahí aún no me has hecho curas — Mi corazón palpita tanto que no le hace falta ninguna herramienta para escucharme el pulso. Mi mano aprieta la suya, la cual empieza a masajearme el miembro mientras me mira, sonriendo lascivamente, por encima de sus gafas.

—¿Y crees que necesita curas? — Me pregunta, sin quitarme el ojo de encima, mientras empieza a agarrarme la polla por encima de los calzoncillos, con su pequeña pero firme mano. — Pues tendré que tratarla.

Me besa la oreja y baja sus labios por el cuello, mojándomelo con la punta de la lengua y hace que me estremezca. Separa su boca de mi cuando llega al cuello de la camisa y, lentamente, avanza hacía mi cintura, paseando su mano sobre mi torso vestido. La contemplo de espaldas. La bata también la tiene un poco ajustada por la cintura. Sus nalgas no se aprecian bien, pero la bata cuela: seguro que tiene un trasero de esos que deseas que bailen sobre ti. Sus piernas son pequeñitas, así como su calzado e, imagino, sus pies.

—¿Se te ha puesto más duro? Me va a costar cogerla solo con una mano — Vuelvo a la realidad. Aparto la vista de su trasero y veo que me está mirando mientras se muerde el labio. —¿También voy a tener que quitarte los calzoncillos?

—Los tienes más a mano, mujer — Estoy más calmado. Mucho más excitado, pero algo más calmado. Ella sonríe, se muerde el labio y empieza a quitarme los calzoncillos mientras se apoya en mi cintura, dejando su cara justo al lado de mi pene, el cual rebota en cuanto lo libera y le golpea en las gafas. —Vaya, está muy rígido, vamos a tener que liberar tensiones.

—Lo que vea conveniente, usted es la que sabe — le digo mientras levanto un poco la espalda, para ver la preciosa escena de mi pene apoyado en sus gafas y sus labios rozándolo despacio, con ternura, mientras abre la boca y su aliento choca contra el tronco de mi pene. Me estremezco, mi pierna recién cosida me duele pero ahora como si se me abren después y me los tiene que curar otra vez. —Shh, calma, calma — me dice mientras me echa el aliento. Noto como saca la lengua y la posa sobre mi tronco. Se desliza sobre él; primero hacía abajo, luego hacía arriba, hasta parar debajo del capullo. Rodea éste y empieza de nuevo a pasar la lengua por todo el tronco mientras lo aguanta con su pequeña mano y, con la otra, se aguanta en la camilla mientras se acomoda.

Sus pechos se apoyan en mi cintura y culo queda más descubierto al estar semi-tumbada. La bata se le levanta por abajo y me deja ver unos leotardos ceñidos, a los que mi mano derecha va sin pensarlo.

—¿Qué tocas, vas a ser un paciente malo? — pregunta, muy sensualmente entre lametón y lametón.

—Espero ser el peor paciente que ha tenido — contesto mientras subo mi mano hasta sus grandes y blandas nalgas.

Cuando aprieto su nalga veo como sus piernas se tambalean, se estremecen a la vez que su lengua sube hasta el capullo de mi miembro y empieza a lamerlo, más rápidamente, hasta que se aleja unos pasos más y empieza a comérmela.

Me incorporó un poco, para poder llegar a seguir tocándole el culo, y ella empieza a acelerar su mamada. Mi mano se pierde entre sus nalgas, filtrando los dedos por la entrepierna hasta empezar a acariciar su húmedo coño. Se le marcan las bragas, pero están tan húmedas que parecen papel de fumar. Mis dedos se empapan rápidamente a pesar de estar tocándola por encima de los leotardos y noto como ella aprieta mi pene, engrandecido por su culpa, con sus labios al no poder abrir más la boca mientras su lengua no deja de rodearlo y lamerlo por todos lados.

Mis gemidos ahogados parecen ponerle, pues acelera en cuanto los escucha, mientras empiezo a intentar hundir mis dedos en su coño a través de los leotardos y noto como le pone, pues me choca sus dientes en la polla cada vez que presionó el botón de calentar.

Tras unos minutos de intensa mamada se vuelve a mover, sin dejar de comérmela, poniéndose justo al lado mi entrepierna y, colocando ambas manos sobre la camilla, empieza a bajar e intenta tragársela toda. Me mira, con las gafas mal puestas y pequeñas lágrimas en los ojos, y yo me muerdo el labio. Sigue bajando hasta metérsela entera y chocar la pequeña barbilla de su redondeada cara contra mis huevos. Le dan arcadas y la saga, dejándomela llena de babas y jadeando mientras se coloca las gafas y vuelve a mirarme por encima de ella, poniéndome a mil.

Me siento rápidamente, frente a ella, y la beso. Nuestras lenguas pelean entre ellas, aun con sus jadeos, mientras le quito la bata. Efectivamente, solo lleva el sostén en la parte de arriba. La bata empieza a caerse por su propio peso pero mis manos llegan a sus pechos antes que ésta toque el suelo mientras que las suyas rodean mi polla mientras me masturban. Noto como palpita entre sus pequeñas manos y como ella aprieta al unisón mientras la agita de arriba abajo. Nos seguimos besando mientras mis manos se pierden por debajo de su sujetador. Tiene los pechos blandos, firmes, algo más pequeños de lo que esperaba, pero suficientemente grandes para que mis dedos se pierdan mientras las aprieta.

Pasamos unos minutos así, notando como cada vez nos ponemos más calientes. Nos mordemos los labios, le pellizco los pezones y me masturba más rápido. Mis labios pasan a su cuello, pero por la diferencia de altura y al estar sentado en la camilla se me hace incómodo. La empujo un poco y me bajo de la camilla, poniéndome de pie, importándome poco el dolor.

—Parece que las curas están dando efectos — dice mientras se muerde el labio y toca los pechos, masajeándoselos, dejándose el sujetador por encima de sus senos. — Pero aún tengo que asegurarme de que no recaiga — añade, acercándose a mí y flexionando las rodillas. Pone su mano derecha sobre mi barriga, por debajo de la camiseta que no tardo ni dos segundos en quitarme. Me empuja levemente y me apoyo, si sentarme, en la camilla. Ella me mira desde abajo, por encima de sus gafas, mientras se ríe con la lengua afuera y su mano izquierda jugando son mi pene, golpeándose la cara, la lengua e incluso las gafas. —¿Tú crees que aguantará el tratamiento?

—Seguro que… — No acabo la frase. Empieza a chupármela muy salvajemente. Me la masturba con su izquierda mientras se la traba con la boca, succionando, escuchándose la saliva chocar con el capullo de mi polla. Mis manos automáticamente rodeando su cara, cogiéndola por los laterales como si fuera a arrancársela de lo que aprieto, por lo mucho que me pone. Ahogo mis gemidos para que no se escuchen mientras ella lleva su mano derecha a su coño, por dentro de los leotardos.

Miro hacia abajo y puedo ver sus bragas, y parte de su culo. Los leotardos se le han bajado al flexionar las piernas. Luego vuelvo la mirada a ella y veo que me la está comiendo con los ojos pegados en mí. Cruzamos la mirada, noto como intenta sonreír, y acelera. Tras unos segundos se saca la polla de la boca, haciendo efecto látigo hasta que le vuelve y le da en el moflete. Empieza a darle lametazos, muy salvajemente, mientras no deja de mirarme. Me pone a mil. Sigue haciéndolo, hasta roza con sus dientes y le da pequeños bocados. No aguanto más, me voy a follar su boca.

Le agarro la cabeza más firmemente todavía y cuando me lame el capullo aprovecho para metérsela en la boca. Empiezo a mover las caderas, ella simplemente me mira y mueve su lengua mientras le doy pollazos en la boca. Agarro su cola de caballo fuertemente, noto que le estira porque cierra momentáneamente un ojo, y sigo con ello. Acelero y empiezo a gemir, ella me agarra las nalgas fuertemente y empieza a empujarlas. Quiere más, lo sé, así que acelero y empiezo a metérsela más adentro, hasta que finalmente vuelve a tener arcadas y las saco.

—Sí que pareces el peor paciente que he tenido — dice entre jadeos.

—Perdona, me he emocionado — digo, también jadeando, mientras no dejo de mirarla.

—No hay nada que disculpar, salvaje — contesta pasándose la lengua por sus dientes mientras se aprieta uno de sus pechos y se estremece a la vez que no deja de tocarse su coño, esta vez por encima de los leotardos.

Se levanta y, mientras lo hace, se quita el sostén. Veo sus pechos botar por el movimiento de alzarse y se queda quita frente a mí, masajeándome la polla. Mi boa vuelve a su cuello y de ahí empieza a bajar a sus pechos. Mis manos se pierden por su cintura y empiezan a bajar sus leotardos, algo a lo que ella me ayuda. Aprieto sus nalgas y ciño sus bragas y, éstas, finalmente también se las quita. Mi boca succiona sus pechos mientras mi lengua juega con sus pequeños, pero duros, pezones. Mis manos pasan de su culo a su entrepierna, acariciando sus labios inferiores, empapados, mientras ella empieza a gemir y agarrarme con sus pequeñas manos mi cabeza, perdiendo sus dedos entre el pelo que agarra y su boca empieza a mordisquear mis orejas.

Comienzo a jugar con su clítoris y a hacer amagos de penetrarla con los dedos mientras no dejo de mordisquearle los pezones. Ella baja una de sus manos, mientras ahoga sus gemidos, hasta mi polla y empieza a moverla a la vez que no deja de estremecerse y empujar su cintura contra la mía, chocando mi polla con ella.

—Me-mételos… vamos, mételos — dice entre gemidos y le hago caso inmediatamente.  Se estremece y se resbala un poco, haciendo que mis dedos entren más bruscamente; tres de ellos, de golpe, pero de lo húmeda que está entran con facilidad. Gime más. —Dios, sí, sigue así — Ya da igual el ruido así que empiezo a morderle más bruscamente los pechos, a acelerar mis dedos mientras ella me lame el cuello y me pajea como puede, entre gemido y gemido. —Más, más, sigue así que me voy a correr — me susurra en la oreja mientras me masturba más rápido.

Bajo mi otra mano a su coño y, mientras le meto los dedos con una, le pellizco el clítoris con la otra. Tiene un clítoris grande, algo salido, así que es fácil acariciarlo y pellizcarlo. Se estremece y empieza a apretarme la polla. Baja su otra mano e incluso parece que la utilice de apoyo, agarrándola para aguantarse, mientras no deja de masturbarme, no aguantare mucho más sin correrme. Yo acelero tanto los dedos con los que la penetro como los que uso para acariciarle el clítoris mientras sus cortitas, pero firmes, piernas se tambalean cada vez más a la vez que aumenta el volumen de su gemido.

—Sí… Sí… — Empieza a gritar, pero la interrumpo besándola apasionadamente. Empiezo a gemir también, igual que ella, entre beso y beso mientras ambos aceleramos. Se separa de mi boca. —¡Dios, siiiií….! — empieza a sacar la lengua y respirar fuerte. Se está corriendo y yo no puedo aguantarme y la sigo. Mi semen se esparce por sus manos y su barriga mientras las mías se empapan como si debajo de una lluvia estuvieran. Empiezo a frenar, al igual que ella, hasta que saco los dedos.

—Das buenas curas… — digo, sonriendo y jadeando.

—Aún no he acabado — Me dice, con las gafas otra vez mal puestas. Se las coloco bien, se muerde el labio, me mira y se pone de rodillas. Se relame los dedos, hasta limpiárselos y luego se los pasa por la barriga, quitando el semen que le he dejado y chupándolos. — Bueno, hay que limpiar los utensilios antes de utilizarlos — dice antes de empezar a lamerme, como una perrita, la polla. Empieza por el capullo y luego al tronco, para enseguida subir al capullo y metérsela entera. Me estremezco y gimo, la tengo muy sensible tras correrme, pero eso parece que a ella le pone y acelera. Tras unos minutos así se la saca de la boca, haciendo mucho ruido, y sube. Me acaricia la cara y me da un beso. Se da la vuelta, me agarra del pene y me hace seguirla hasta la mesa. —Esto aguantará mejor. — Se sube a ella, con un poco de dificultad, ys e estira. —Haz que tenga cinco orgasmos más, así llegaré a los diez.

—¿Diez?

—Sí, antes he tenido cinco — Sonríe. No sé si se está quedando conmigo o me lo dice en serio, pero la verdad es que me ha puesto otra vez a cien. Mi flácido pene se endereza de nuevo y no tardo en agarrarle la pierna y empezar a besarla. — Ui, ui, donde vas tan acelerado… — Le aparto la pierna y meto mi cabeza como puedo. Ella se reincorpora un poco y se acomoda, poniéndose en el ángulo perfecto para poder morderle, chuparle y lamerle ese coño tan húmedo. Empiezo a mordisquearlo y no tardo en meterle los dedos. A toda velocidad, sin calentamientos. Gime, gime mucho y me agarra la polla, la cual me pajea velozmente mientras me estremezco por lo sensible que la tengo.

Mis dedos entran solos y se mueven como quieren, tengo cuatro metidos y su clítoris entre mis dientes. Tras unos minutos empieza a apretar las rodillas hasta engancharme la cabeza. Pasan milésimas de segundos y vuelve a chorrear, creo que se ha corrido. No digo nada, ella tampoco. Me agarra del pelo y me estira, se lo que significa: montármela.

Subo sobre la mesa y me pongo encima suyo. Le acaricio los pechos y luego la cara, la beso Mi pene roza su coño, ella mueve las piernas y yo la cintura… la penetro. Gime y me muerde la oreja, luego vuelve a besarme y empiezo a penetrarla. Lentamente, unos segundos, pero enseguida acelero.

La empotro contra la mesa de tal forma que su culo rebota hasta el punto en que puedo meter una mano entre sus nalgas y empiezo a jugar con sus carnes mientras la otra mano pasa de sus pechos a su cuello y, separando los labios, meto rápidamente dos dedos en ella los cuales rodea sensualmente con su lengua mientras la mia se va hasta 0su s pezones.

No dejo de moverme, ella me ayuda, mientras mordisqueo sus pechos y ella mis dedos. Gime, gimo, no paramos.

—Dios, dios, me estoy corriendo  — Dice, ya van siete. —Sigue… sigue.. — Saco mis dedos de su boca y se la tapo con la mano mientras me alzo. Saco la otra mano de entre sus nalgas y me apoyo en la mesa para empezar a penetrarla mucho más rápido. Nuestros ojos no dejan de mirarse. Sus gafas rebotan a la vez que la mesa no para de sonar como si de martillazos le estuvieran dando. Logra abrir la boca lo suficiente para morderme el dedo, muy fuerte, mientras ahoga un inmenso gemido — Van ocho.

—Vamos a aprovechar esa cola de caballo que tienes tan despeinada — digo mientras me separo de ella.

—¿Qué vas a hacerme… perrito? — pregunta, muy lascivamente, mientras se pone a cuatro patas.

—La perra vas a hacer tú.

Le cojo del cabello y coloco mi poolla en sus nalgas. La paseo entre ellas y, finalmente, la meto en su coño. Estiro del cabello para que traiga su cara lo más cerca de la mía mientras me apoyo sobre su espalda, para que nuestras lenguas jueguen mientras no dejo de penetrarla a la vez que la azoto.

Cuando tiene las nalgas rojas como la sangre que empieza a salir de la herida cosida paso esa mano a sus pechos, pegándome aún más a su cuerpo, mientras acelero. Retuerzo sus pezones y tiro de su pelo mientras le llamo el cuello, las orejas y la espalda. Gime, gime mucho. Una de sus manos se la lleva a su coño, donde empieza a acariciarse el clítoris y, tras hacerlo, la otra falla y se resbala. Su culo queda subido, y le agarro las dos nalgas mientras vuelvo a embestirla, esta vez cual salvaje, haciendo que su cara rebote en la mesa hasta que se vuelve a correr.

Jadea, igual que yo. Estamos sudando a mares, pero le falta un orgasmo todavía. La pierna me duele mucho, pero empiezo a penetrarla otra vez. Tras unos segundos ella me para, se gira y me abre sus piernas.

—Quiero verte como me follas.

Me tiro sobre ella. Mi sangre mancha la mesa y pronto sus piernas pero mi polla esta manchándola a ella. Me estoy corriendo casi nada más meterla solo de ver la cara de viciosa que tiene mientras me mira sobre sus gafas y se pasa la lengua por sus labios a la vez que sus dedos acarician el tronco de mi pene mientras entra y sale y su gran y jugoso clítoris. En cuanto nota la leche correr por su interior empieza a frotarse más fuete hasta que, junto a mi, se corre.

—Y ahora… — dice tras varios segundos. — es hora de hacerte nuevas curas…

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