martes, 15 de diciembre de 2015

Tele y manta.

¡Humedos días/tardes/noches! Os traigo uno de los relatos más largos hasta la fecha ;) (tarde pero llega, debemos de dejar de ponernos fechas) Frio, una casa sola, tarde de película, un amigo y una amiga...
Ambos bajo la manta, el frio se vuelve calor...
Empiezan a calentarse el ambiente de la película... empieza a calentarse el ambiente de ambos...
¿Sabéis que sigue?

Os dejo con el relato, espero que os guste ;)


Tele y manta.

11 de Diciembre.

Estamos a  las puertas del invierno. El frío empieza a notarse y la humedad cala los huesos. Son las seis de la tarde y la noche ya ha devorado todo rayo de luz que podría quedar. Se han marchado casi todos para sus casa, tan solo quedamos ella y yo en la plaza porque hemos ido a por unas napolitanas de chocolate, calientes, para merendar un poco.

—Que solitario se ve todo — Dice, mirando alrededor mientras se mancha de chocolate la comisura de la boca.

—Sí, la verdad es que nuestro pueblo en invierno se queda bastante muerto.

—Parece un pueblo fantasma.

—¿Quieres ir dar una vuelta?

—Sí, vamos a movernos un poco y entramos en calor — Me guiña un ojo. Le sonrío.

Con el frio siempre se le emblanquece la piel, que ya es pálida de por sí, y resalta más su rubio cabello y sus ojos azules.

Empezamos a andar por la calle principal de tiendas, que aún están abiertas con algunas personas dentro, aunque escasas. Empieza a soplar viento y ella se pega a mí. Lleva un abrigo ancho, esponjoso, impermeable. Le agarro con el brazo y la pego más a mí. Froto su brazo izquierdo para que entre en calor y luego le molesto moviéndole el gorro de lana que tan bien le queda.

—¡Oye! No te aproveches de tu altura.

—Caya, que me estás robando calor. Es lo mínimo.

—Idiota, si quieres me aparto.

La apretó más fuete hacía mí. Está tiritando. Ella me agarra la cintura por debajo de la chaqueta, para calentarse más. Me roza la cintura con sus guantes, rosas, están calentitos.

—Eres una cebolla.

—Y tú vas muy desabrigado.

—Claro, ¿Si no como ibas a calentarte conmigo? ¿Por encima de una chaqueta helada?

—Ahora tendré que darte las gracias.

—Siempre.

Me saca la lengua, le sonrió. Si supiera que siempre he querido calentarla más que de esta forma.

Seguimos andando, llegamos a la plaza que está cerca de mi casa. Nos sentamos, nos acabamos las napolitanas y hablamos un rato.

—Empieza a hacer frio, ¿No? — Preguntó, preocupado por como tirita. —¿Te acompaño a casa?

—¿Un viernes a las seis y media en casa? Que aburrido, jo.

—¿Y qué quieres hacer?

—No sé, cualquier cosa — Se me acurruca, si no fuera por su chaqueta estaría notando sus pechos en el brazo.

Empieza a solar un viento fuerte y noto como pequeñas gotas d agua me mojan eventualmente la cara.

—Espero que no llueva — Dice mirándome. Tiene los labios un poco cortados, por el frio y la punta de la nariz rojiza.

—Pues parece que sí. Tu casa está a una media hora… — La invitaré a ver una película, para que no se moje… —¿Quiere ver una peli?

—¿Una peli?

—Sí, en mi casa. Eso no sería desaprovechar y así podríamos esperar a que el tiempo amainara.

Se queda mirando al cielo, con los labios apretaos.

—¡Vale! Pero elijo yo la peli.

—Me voy a arrepentir, pero de acuerdo.

Se levanta de un salto, parece contenta. Me levanto con pereza. Vamos hacía mi piso, detrás de la plaza, entramos en el portal y vamos al ascensor.

—Hace años que no voy a tu habitación.

—Y esta vez no irás, vamos a ver la película en el sofá.

—¿¡Qué!? Jo, aguafiestas.

—No te quejes tanto, que eres muy fisgona.

—Uuuuh, ¿Ocultas algo? — Me mira desde abajo, sonriendo, con los brazos en la espalda. —¿Porno?

—Idiota, para eso tengo mi imaginación. No gastaría dinero en eso.

—¿Ah, sí? ¿Y en quien piensas, si se puede saber?

—En ti, lista — La dejo muda, empiezo a reírme. Infla los mofletes y me da un empujón, me rio más fuerte. Se para el ascensor y sale, mostrando rostro enfadado pero adorable. —Vaya, te acuerdas que piso es.

—Venía cada día. Eres tú el de la mala memoria.

—¿Eh? ¿Por qué? Si tengo muy buena memoria.

—Ya, ya, seguro.

Lo dice ariscamente. Espero no haberme olvidado de nada importante. Me espera en la puerta, mirándola, de espaldas a mí. Me acerco por detrás. Se aparta. Abro la puerta. Entra primero.

—Pues aquí también hace frio.

—Porque no tengo la calefacción puesta. ¿La pongo?

—No hace falta, tenemos mantas. ¿Verdad? — Me guiña el ojo.

Andamos por el pasillo hasta llegar al sofá. Ella se sienta. Le paso el mando de la consola para que elija que película alquilaremos, digitalmente.

—Voy a por las mantas. ¿Vas a querer tomar algo?

—No sé, ahora mismo no me apetece comer nada…

Voy a por una manga. La traigo y ella ya está preparada para ver la película. Un romance, que bien. Dejo la manta. Se ha quitado el abrigo. Lleva un suéter que le va ancho y esconde sus manos en las mangas.

—Descálzate si quieres, yo ya lo he hecho — Le digo mientras, realmente, aún estoy descalzándome.

—Vale, gracias.

Se agacha, se le cae el gorro. Me agacho y se lo doy, estamos cara a cara. Se ha vuelto preciosa. Me sonríe. Se quita las botas y deja ver cómo lleva leotardos negros. Se pone bien el pantalón vaquero y vuelve a sentarse.

Nos acomodamos. Nos tapamos. Se apoya en mí. Empieza la película. Pastel, muy pastel. Unos viejos amigos de la infancia que se quieren pero no se dicen nada. De lo aburrida que es no puedo dejar de ir mirando de reojo a mi amiga, quien sí que parece atenta al film, pero parece inquieta. No deja de moverse y, a veces, me agarra el brazo o se zarandea un poco, pudiendo notar sus blanditos pechos.

Se muerde el labio mientras me aprieta más el brazo. Es imposible que no se dé cuenta que la estoy rozando. Se pasa la lengua por los labios. Miro la tele: están enrollándose. Se besan, se estampan contra las taquillas. Él le quita la parte superior de la ropa y le pasa la mano por debajo de la falda. Ella no para de gemir. No tardan en desnudarse y empezar a tener sexo.

Me late el corazón muy fuerte y mi mano se mueve sola. Palpo su barriga mientras mi brazo no deja de acomodarse en sus pechos. Mi pene palpita, crece, se agranda. Le miro de reojo mientras me muerdo el labio inferior: está mirándome. Nos miramos fijamente mientras escuchamos los gemidos de la película, me pongo nervioso. El ambiente está tan denso que se podría cortar con un cuchillo.

—Vo…voy a por algo de… de comer.

Parezco idiota hablando, está claro.

—Va… vale, trá-tráeme agua por favor.

Ella también parece nerviosa.

—Vale, vale.

Voy a la cocina. Lleno un vaso de agua. Me lo bebo. Vuelvo a llenar y lleno otro. Agarro una bolsa de patatas y voy hacía el comedor otra vez.

Dejo la bolsa de patatas y mi vaso de agua en la mesa. Le ofrezco el suyo pero aún no lo quiere así que lo dejo con el mío. La película está en pauso, justo cuando le está comiendo el pene al chico. Me había calmado, pero se me vuelve a levantar.

—¿Entras?

—S-s-sí.

Entro en las mantas. Reanuda la película. El chico se corre en su boca y ella se lo traga todo. Estoy empalmadísimo. Me parece escuchar un ahogado gemido. Miro de reojo. Me está mirando pero enseguida gira la mirada al video.

Me acomodo. Rozo su brazo. Lo tiene al descubierto. Se ha quitado el suéter, no sé qué lleva debajo. Me pongo nervioso y sigo moviéndome. En la película ya han entrado en un aula y el chico está comiéndole el coño mientras ella está en el escritorio del profesor.

Me agarra el brazo. Lleva una camiseta de tirantes, noto sus pechos. Los noto demasiado bien, no sé si lleva sujetador. Mi mano palpa su pierna. No lleva los pantalones ya que toco sus leotardos. Se acomoda, se mueve, su pierna baja por mi mano y mis dedos rozan su ingle.

—¿Ti-tienes calor? — No sé qué decir. Soy imbécil, está claro que sí. Hace calor y estamos tapados.

—¿Por-por qué lo di-dices? — Mi mano aprieta sin querer. Mis dedos sienten lo esponjoso que es su entrepierna. Trago saliva, me pongo tenso. Ella se muerde el labio, se acomoda. Mueve la cadera, empieza a rozar mis dedos. —¿Un poco sí que hace no?

—Un poco, sí — Se sigue moviendo. Mis dedos aprietan y ella agarra más fuerte mi brazo. Noto sus pezones, su raja del coño y como empieza a humedecerse. Oímos unos grandes gemidos, oímos como la chica no deja de gritar y pedir más. Miramos, está el chico follándosela sobre el escritorio. Nos miramos, se muerde el labio, se relame la lengua. Hago lo mismo. Respiro fuerte, ella también. Me suelta el brazo y yo, como acto reflejo, aprieto más su coño. Gime, se le escapa el gemido mientras se curva un poco hacía mí y cierra los ojos. Levanta la cabeza y me mira, cerrando los labios y sonrojada. Una de sus manos se posa sobre mi pierna. Me muevo un poco, me acomodo, y pongo de lado. Su mano ahora roza mi pene. Mi mano acaricia su coño y nuestras caras se acercan. “Dame más fuerte, bésame mientras me follas” Escuchamos.

Nos besamos. Nuestros labios se juntan. Me acaricia la cara y nuestras lenguas se entrelazan. Empiezo a acariciar su cuerpo entero por los lados. Mis dedos recorren desde sus piernas hasta sus hombros. Luego acaricio su cara, su cabello. Ella hace igual. Seguimos besándonos, deja una de sus manos y la mete entre las mantas. Me toca la polla.

Empieza a acariciármela. Me muerde la lengua. Me aprieta el pene. Me muerde el labio. Sus besos se desbocan. Yo gimo. Enloquezco y la tumbo sobre el sofá. Empiezo a besarle el cuello. Nos destapamos. Veo su cuerpo.

Viste una camiseta de tirantes y, finalmente, sí lleva sujetador pero muy fino, sin relleno. Está con los leotardos y se marca perfectamente los labios de su entrepierna. Está húmedo, choreando. Ella me mira, de arriba abajo, y puede ver como tengo el bulto entre las piernas.

Mi rodilla se posa sobre su coño, gime. Mi mano derecha pasa por debajo de su hombro, llegando a acariciar su cabello, mientras mi mano izquierda le agarra la cintura, subiendo lentamente hasta sus pechos.

Me mira, se muerde el labio, sonríe lascivamente. La beso, la beso con pasión y descontrol. Me muerde, le devuelvo el mordisco. Presiono con la rodilla y sus piernas se estremecen. Mis dedos suben hasta agarrar sus senos. Me besa más apasionadamente, así que empiezo a masajeárselos.

Tiene la camiseta y el sujetador pero lo palpo como si no llevará nada. Sus pezones están duros, grandes, redondos. Muy marcados en sus senos que no son para nada pequeños. Nuestras lenguas van acelerado el ritmo y, ras apretar otra vez con la rodilla, acaba separando su boca de la mía y con sus brazos me baja la cabeza. Me gime en la oreja. Me pone muy, muy burro. Su boa se va a mi cuello, me lo muerde, me lo lame, me succiona. Seguro que deja marca. A su vez sus manos se pierden por mi tórax y acaban sacándome la camiseta. Me abraza y me empuja hacia ella. Saco mi mano de sus pechos y la abrazo también. Noto sus senos chocar conmigo y como mi pene se aplasta con su pierna. Parece gustarle ambas sensaciones ya que no deja de mover ambas partes del cuerpo implicadas, aunque para mi pene no es del todo agradable.

—Estoy más calientes que los de la película… — Me susurra al oído. Se me había olvidado completamente. Miro la televisión, ella aprovecha para morderme suavemente la oreja y lamerme el lateral de ésta. Los dos jóvenes están follando contra la pizarra. La chica con las manos apoyada en ésta y el agarrando su cintura y embistiéndola como si no hubiera un mañana. —¿Tú cómo vas de puesto? — Mueve la pierna, sabe perfectamente cómo voy.

Libero mi oreja de su boca y acerco la mía a su oído.

—Compruébalo — Le susurro mientras vuelvo a presionar con mi rodilla, esta vez más fuerte que nunca.

Gime. Vuelvo a apretar mientras le beso el cuello. Gime otra vez. Sus manos van hacía mi cintura y, con algo de dificultad, empieza a palpar mi entre pierna.

—Vale, vas más que la película también.

—Por tu culpa — Le susurro en la oreja.

—¿Por quién crees que estoy chorreando? — Me agarra una mano y me la lleva a su coño. Tiene los leotardos empapados. Mis dedos resbalan por la tela a la vez que ella ahoga gemidos mientras aprieto.

—Tendremos que solucionarlo — Le vuelvo a susurrar. Le muerdo la oreja, lamo el cartílago bajo mis labios por su cuello, mordisqueándolo, hasta que bajo un poco más hasta llegar a sus senos. Los manoseo y mordisqueo por encima de la camiseta de tirantes. Esta se da de sí y empiezan a asomar. Aparto el molesto sujetador y dejo el pecho derecho libre. Rodeo el pezón con la lengua, lentamente, con la punta, rozándolo cada vez más. Mi mano izquierda lo masajea a la vez que lo humedezco mientras mi mano derecha no para de presionar, de distintas formas, su coño a través de los leotardos, llegando a apretar los labios entre ellos como si estuviera pinzándolos.

Ella me masajea el pene con su mano derecha mientras con la izquierda me acaricia la cabeza, filtrando sus dedos por mi pelo. Sus caderas se mueven a medida que la toco y su cabeza no deja de tirar hacia atrás cada vez que voy aumentando la velocidad  de la lengua y los dedos a la vez que aprieta los labios para ahogar su gemido.

—¿Te gusta?

—Me encanta…

Empiezo golpear con la lengua el pezón y empiezo a empujar más con mis dedos su coño, llegando a empujar dentro de su coño. Gime, repetidas veces, mientras me aprieta el cabello. Los golpes al pezón se vuelven mordisquitos y lametones mientras mi mano se va hacía su otro pecho, sacándolo al aire también. Tras hacerlo pongo los dedos en su boca y empieza a chuparlos lascivamente. La miro de reojo, me mira de reojo, me pone. Esta lamiéndolos como si de mi polla se tratase. Los deja bien húmedos y se los saco de la boca aunque ella intenta seguirlos sin éxito, sacando bien la lengua. Aprovecho y se la muerdo, haciéndole un poco de daño pero dándole más placer que otra cosa.

—Travieso, te morderé yo.

—No creas que este ha sido mi único mordisco.

Me mira, sonríe pícaramente. Mis lamidos dedos ya están retorciendo su pezón izquierdo a la vez que van masajeando su pecho, empapándolo de sus propias  babas. Mi boca vuelve al pecho derecho y empieza a morderlo entero, sin pausa. Mis dedos de abajo se filtran por dentro de los leotardos mientras ella no mover su cadera nerviosamente, esperando y deseando que llegará a sus labios inferiores. Llegué. Rozo sus labios, presiono y los abro. Acaricio su interior, su clítoris, rodo su agujero. Gimió.

Esta chorreando, muy húmedo. Mis dedos se deslizan solos y, casi sin querer, penetro su coño con el índice y el corazón. Gime. Se estremece. Subo las rodillas a la altura de mi cintura y aprieta con ellas.

Meto y saco los dedos suavemente. Ella gime y me mira de forma muy lasciva. Mi boca sigue lamiendo y mordisqueando sus pezones, habiendo abarcado ahora los dos pechos mientras mi mano los masajea. Sin embargo tira de mi barbilla y me sube la cabeza a su altura, para besarme, para morderme.

Empiezo a penetrar más deprisa con los dedos mientras que, con la otra mano, jugaba con sus senos. Ella se vuelve loca y no para de mover sus manos por mi cara y mi cabello a la vez que su lengua esta desbocada y sus labios parecen querer devorarme.

Gime entre beso y beso e incluso a veces me hincha la boca al gemir mientras nos besamos. Mis dedos están empapados y empieza a escuchase de forma muy gráfica como entran y salen. Tras unos minutos así se separa de mi boca y empieza a gemir más aún.

—¡Sí, sí, más. Sigue así!

Me pone muchísimo esas palabras gritadas entre gemidos. Empiezo a acelerar. Le bajo los leotardos un poco con la mano que tengo libre y le agarro el culo con ésta misma, palpando su nalga izquierda y ayudándome en ella para aguantarla más firmemente mientas acelero el ritmo de mis dedos. Mis dientes se marcan en su cuello mientras el sofá empieza a mancharse de lo que llega a lubricar. Gime y gime, cada vez más.

—¡Dios, sí, sí! ¡Más rápido, más rápido!

Le hago caso y acelero. Mis labios bajan hasta sus pechos. Empiezo a morderlos, a lamerlos. Aguanto los pezones con los dientes y después los golpeo con la lengua. Ella me hunde la cabeza en ellos mientras me agarra el cabello, casi pareciendo que quisiera arrancármelo. Tras unos segundos de gemidos sigo bajando, aunque rápidamente, para pasar la camiseta mientras me acomodo en el sofá, echándome un poco atrás.

Mis labios se posaban sobre la parte superior de su coño: sobre su clítoris. Nada más ponerlos ahí ahoga un gemido causado  más por el morbo que por el placer. La miro de reojo y ella me mira apasionadamente; jadeando, con la lengua afuera y lamiéndose los dedos de su mano derecha mientras se sobaba los pechos con su mano izquierda.

Sonrió. Se muerde el labio. Abro la boca lentamente, sin dejar de penetrarle con los dedos, saco la lengua y bajo un poco, sin dejar de mirarla, hasta que la punta de ésta roza su húmedo coño. Muevo un poco la lengua, la paseo por la raja, hasta chocar con el clítoris. Se muerde el labio, muy fuerte. Empiezo a presionar con la lengua, a lamerlo, a golpearlo. Luego poso toda la lengua y aplasto y empiezo a moverla aleatoriamente.

Gime y me aprieta la cabeza. Rozo con los dientes varias veces mientras empiezo a besar su coño. Agarro el clítoris con los labios pero de lo mojado que está se resbala. Finalmente uso los dientes. Teniéndolo agarrado empiezo a mover la lengua muy velozmente, a la vez que los dedos entrando y saliendo.

Gime, grita, aprieta mi cabeza con sus rodillas y me la hunde con la mano mientras que con la otra me abre todo lo que puede su coño.

—¡Sí, sí!

Pasan dos minutos. Sale flujos vaginales disparados. Mordisqueo, meto un tercer dedo, gime, gime mucho y aprieta más fuerte.

—¡Me corro!

Y se corrió. Me he empapado la boca y los dedos. Mi nariz está también chorreando. Asomo la cabeza y me mira. Se muerde el labio, me sonríe pícaramente. Se acomoda y se pone de rodillas. Hago lo mismo.

Voy a frotarme la cara pero me agarra y me besa muy apasionadamente. Estamos un rato besándonos. Le paso los brazos por detrás y ella hace lo mismo, acariciándome la cabeza. Tras unos minutos paramos.

—¡Sí, sí, dame más!

Miramos la tele, siguen follando. Ahora se les ha unido la mujer de la limpieza.

—¿Qué película has puesto?

—“Días calurosos tras acabar la clase”

—Yo si que te voy a calentar cuando salgas de clase.

—¿Sí? Ahora quien va a calentarte soy yo — Sonríe y antes de que me dé cuenta tiene sus manos en mi pantalón. Me empuja un poco y acabo sentado sobre el sofá, con los pies encima de éste —. Ayúdame a quitarte el pantalón — No lo dudo y lo hago. Me lo saco en menos que canta un gallo. Mis calzoncillos parecen una tienda de campaña y cautivan esos ojazos de la rubia —. Pinta sabroso… — Abre la boca y saca la lengua. La pone justo donde está la punta. Ahogo un gemido —. ¿Te ha gustado? Cochino — Abre más la boca y me muerde. Vuelvo a ahogar un gemido —. Te vas a enterar.

Me mete su mano, fría, por dentro de los calzoncillos y empieza a masturbarme mientras se coloca bien el cabello. Se relame los labios y enseguida me baja los calzoncillos. Ve mi pene, en todo su apogeo. Ni yo me lo había visto tan grande como hoy, estoy muy puesto.

Resopla, pero no de mala gana sino como cuando resoplas al ver tu plato favorito llegar a la mesa. Se acerca lentamente, mirándome, y saca la lengua. La tengo delante de la polla, la puedo sentir. Le da un lametón. Lento, de abajo arriba, con toda la lengua. Cuando llega al capullo, con la piel tirada atrás por la masturbación, empieza a darle golpecito. Me encanta y se lo hago saber con mis jadeos. Tras un rato jugando con mi pene, golpeándose la cara con él, lamiendo la punta y lamiendo el tronco, se la introduce en la boca y empieza a mamarla.

Gimo. Me mira de reojo, me pone y lo sabe. Acelera mientras se coloca bien el cabello tras la oreja. Su lengua me va golpeando la polla a medida que la mama y con su mano acompaña el movimiento.

—Trae aquí tu coño, es una orden.

Me mira me pega un pequeño mordisquito. Sigue mamándomela durante un rato. Finalmente se la saca.

—Que mandón eres, ni que fuera tu casa.

—Lo es.

—Oh, tu ganas entonces.

Se coloca encima de mí, poniendo su coño encima de mi cara y su boca sobre mi polla. Empieza a chupármela y coloco mis manos en su culo. Empujo un poco y bajo sus labios inferiores hasta mi boca. Empiezo a lamerle el coño y rápidamente una de mis manos se filtra entre sus piernas y comienzo a penetrarle. Se emociona, se descontrola.

Me masturba rápidamente a la vez que me la chupa, me la come, me la muerde y golpea con la lengua. Hace mil y una locuras y cada vez más rápido a medida que mordisqueo su clítoris y penetro con mis dedos su coño.

—Para, para, que voy a venirme — Levanto rápidamente sus caderas y parto de lamérselo, pero ella sigue chupando —. ¿No quieres que te penetre? — Para de golpe y se la saca de la boca, aunque sigue pasando la lengua suavemente.

—¿A qué esperas? Yo ya estoy en posición.

—¿Sin condón?

—Tomo pastillas que son anticonceptivas — Me mira por debajo de su cuerpo —. Puedes echármelo todo dentro — Me guiña el ojo.

Mi dureza aument. Está a cuatro patas, encima de mí pero a cuatro patas. Me deslizo como puedo por el sofá y me colocó detrás de ella. La película ha finalizad, vete a saber cuánto hace.

—No crea que voy a ser gentil.

—¿Te vas a vengar de mis…

No le dejo acabar. La penetró duramente, metiéndosela hasta el fondo de buenas a primeras. Grita, luego gime. Gira la cabeza y me mira, no enfadad sino cachonda. Se muerde el labio y me está diciendo que quiere más, con la mirada. Le azoto el culo. Suelta un pequeño gemido. Empiezo a mover mis caderas, de pie en el sofá.

Empiezo lentamente y mis manos se pasean entre sus nalgas y su cintura, masajeando a medida que se mueven, a la vez que ella se agarra fuete al sofá y empieza a gemir, igual que yo.

Voy cambiando ritmos. Rápido y lento, rápido y lento, pero cada vez más rápido y menos lento.

—¡Sí, sí, más. Dame más!

Mi mano izquierda le agarra el cabello. Tiro de éste para que gire la cara hacía mi y pueda verla disfrutar de mis pollazos. La mano derecha se acopla a la nalga de su mismo lado, agarrándola fuerte.

—Eres un bruto, que o sepas.

—Y te gusta.

—Me encanta — Gime —. Mucho.

Empieza a mover ella también sus caderas. Nos sincronizamos. Gemimos, gemimos mucho. Reposo mi cuerpo sobre el suyo y abro un poco las piernas para poder ir aún más rápido. Ella gime más fuerte, me pide más. Le suelto el cabello y el culo y mis manos van a sus pechos, a retorcérselos.

—¿Te gusta?

—Me encanta, igual que a ti mis pechos — Apenas puedo articular palabras porque intento no correrme —. Puedes correrte cuando quieras. Quiero que me gimas fuertemente en la oreja.

Mierda.

Mierda.

Mierda.

¿Cómo me resisto a eso?

Acelero todo lo que puedo. Aprieto sus pechos. Ella mueve sus caderas. Pongo mi cabeza tras la suya, con la boca apuntando a sus orejas. Ya llega, me queda poco. Gimo más y de forma menos intercalada.

—¡Lo quiero todo dentro!

Me corro. Tengo un orgasmo que habrá hecho que todas las parejas del bloque se pongan a practicar sexo desenfrenado. ¿Los que están solos? A tocarse locamente. No deja de salirme semen. Sigo penetrándola, pero calambres me recorren todo el cuerpo. Sigo gimiendo. Ella me acompaña en los gemidos.

Tras unos segundos saco mi polla. Gime. Y me tumbo como puedo.

—Creo que hemos estado mejor que la película.

—Yo también…

Se pone encima de mí acomodándose.

—Aún suelta semen.

—Y tú aún estás mojada.

Le guiño un ojo, se ríe. Me besa. Separa sus labios. Sonríe y me vuelve a besar. Sus piernas se acomodan junto a las mías y mi polla flácida es casi absorbida por sus húmedos labios inferiores.

—Podríamos poner otra película.

—Pero solo si la vuelves a elegir tú.

La beso y empezamos a taparnos, como podemos, con la manta. Completamente. Para darnos calor a nuestros desnudos cuerpos…

 

Un húmedo saludo.

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