Ambos bajo la manta, el frio se vuelve calor...
Empiezan a calentarse el ambiente de la película... empieza a calentarse el ambiente de ambos...
¿Sabéis que sigue?
Os dejo con el relato, espero que os guste ;)
Tele
y manta.
11
de Diciembre.
Estamos
a las puertas del invierno. El frío
empieza a notarse y la humedad cala los huesos. Son las seis de la tarde y la
noche ya ha devorado todo rayo de luz que podría quedar. Se han marchado casi
todos para sus casa, tan solo quedamos ella y yo en la plaza porque hemos ido a
por unas napolitanas de chocolate, calientes, para merendar un poco.
—Que
solitario se ve todo — Dice, mirando alrededor mientras se mancha de chocolate
la comisura de la boca.
—Sí,
la verdad es que nuestro pueblo en invierno se queda bastante muerto.
—Parece
un pueblo fantasma.
—¿Quieres
ir dar una vuelta?
—Sí,
vamos a movernos un poco y entramos en calor — Me guiña un ojo. Le sonrío.
Con
el frio siempre se le emblanquece la piel, que ya es pálida de por sí, y
resalta más su rubio cabello y sus ojos azules.
Empezamos
a andar por la calle principal de tiendas, que aún están abiertas con algunas
personas dentro, aunque escasas. Empieza a soplar viento y ella se pega a mí.
Lleva un abrigo ancho, esponjoso, impermeable. Le agarro con el brazo y la pego
más a mí. Froto su brazo izquierdo para que entre en calor y luego le molesto
moviéndole el gorro de lana que tan bien le queda.
—¡Oye!
No te aproveches de tu altura.
—Caya,
que me estás robando calor. Es lo mínimo.
—Idiota,
si quieres me aparto.
La
apretó más fuete hacía mí. Está tiritando. Ella me agarra la cintura por debajo
de la chaqueta, para calentarse más. Me roza la cintura con sus guantes, rosas,
están calentitos.
—Eres
una cebolla.
—Y
tú vas muy desabrigado.
—Claro,
¿Si no como ibas a calentarte conmigo? ¿Por encima de una chaqueta helada?
—Ahora
tendré que darte las gracias.
—Siempre.
Me
saca la lengua, le sonrió. Si supiera que siempre he querido calentarla más que
de esta forma.
Seguimos
andando, llegamos a la plaza que está cerca de mi casa. Nos sentamos, nos
acabamos las napolitanas y hablamos un rato.
—Empieza
a hacer frio, ¿No? — Preguntó, preocupado por como tirita. —¿Te acompaño a
casa?
—¿Un
viernes a las seis y media en casa? Que aburrido, jo.
—¿Y
qué quieres hacer?
—No
sé, cualquier cosa — Se me acurruca, si no fuera por su chaqueta estaría
notando sus pechos en el brazo.
Empieza
a solar un viento fuerte y noto como pequeñas gotas d agua me mojan
eventualmente la cara.
—Espero
que no llueva — Dice mirándome. Tiene los labios un poco cortados, por el frio
y la punta de la nariz rojiza.
—Pues
parece que sí. Tu casa está a una media hora… — La invitaré a ver una película,
para que no se moje… —¿Quiere ver una peli?
—¿Una
peli?
—Sí,
en mi casa. Eso no sería desaprovechar y así podríamos esperar a que el tiempo
amainara.
Se
queda mirando al cielo, con los labios apretaos.
—¡Vale!
Pero elijo yo la peli.
—Me
voy a arrepentir, pero de acuerdo.
Se
levanta de un salto, parece contenta. Me levanto con pereza. Vamos hacía mi
piso, detrás de la plaza, entramos en el portal y vamos al ascensor.
—Hace
años que no voy a tu habitación.
—Y
esta vez no irás, vamos a ver la película en el sofá.
—¿¡Qué!?
Jo, aguafiestas.
—No
te quejes tanto, que eres muy fisgona.
—Uuuuh,
¿Ocultas algo? — Me mira desde abajo, sonriendo, con los brazos en la espalda.
—¿Porno?
—Idiota,
para eso tengo mi imaginación. No gastaría dinero en eso.
—¿Ah,
sí? ¿Y en quien piensas, si se puede saber?
—En
ti, lista — La dejo muda, empiezo a reírme. Infla los mofletes y me da un empujón,
me rio más fuerte. Se para el ascensor y sale, mostrando rostro enfadado pero
adorable. —Vaya, te acuerdas que piso es.
—Venía
cada día. Eres tú el de la mala memoria.
—¿Eh?
¿Por qué? Si tengo muy buena memoria.
—Ya,
ya, seguro.
Lo
dice ariscamente. Espero no haberme olvidado de nada importante. Me espera en
la puerta, mirándola, de espaldas a mí. Me acerco por detrás. Se aparta. Abro
la puerta. Entra primero.
—Pues
aquí también hace frio.
—Porque
no tengo la calefacción puesta. ¿La pongo?
—No
hace falta, tenemos mantas. ¿Verdad? — Me guiña el ojo.
Andamos
por el pasillo hasta llegar al sofá. Ella se sienta. Le paso el mando de la
consola para que elija que película alquilaremos, digitalmente.
—Voy
a por las mantas. ¿Vas a querer tomar algo?
—No
sé, ahora mismo no me apetece comer nada…
Voy
a por una manga. La traigo y ella ya está preparada para ver la película. Un
romance, que bien. Dejo la manta. Se ha quitado el abrigo. Lleva un suéter que
le va ancho y esconde sus manos en las mangas.
—Descálzate
si quieres, yo ya lo he hecho — Le digo mientras, realmente, aún estoy
descalzándome.
—Vale,
gracias.
Se
agacha, se le cae el gorro. Me agacho y se lo doy, estamos cara a cara. Se ha
vuelto preciosa. Me sonríe. Se quita las botas y deja ver cómo lleva leotardos
negros. Se pone bien el pantalón vaquero y vuelve a sentarse.
Nos
acomodamos. Nos tapamos. Se apoya en mí. Empieza la película. Pastel, muy
pastel. Unos viejos amigos de la infancia que se quieren pero no se dicen nada.
De lo aburrida que es no puedo dejar de ir mirando de reojo a mi amiga, quien
sí que parece atenta al film, pero parece inquieta. No deja de moverse y, a
veces, me agarra el brazo o se zarandea un poco, pudiendo notar sus blanditos
pechos.
Se
muerde el labio mientras me aprieta más el brazo. Es imposible que no se dé
cuenta que la estoy rozando. Se pasa la lengua por los labios. Miro la tele:
están enrollándose. Se besan, se estampan contra las taquillas. Él le quita la
parte superior de la ropa y le pasa la mano por debajo de la falda. Ella no
para de gemir. No tardan en desnudarse y empezar a tener sexo.
Me
late el corazón muy fuerte y mi mano se mueve sola. Palpo su barriga mientras
mi brazo no deja de acomodarse en sus pechos. Mi pene palpita, crece, se
agranda. Le miro de reojo mientras me muerdo el labio inferior: está mirándome.
Nos miramos fijamente mientras escuchamos los gemidos de la película, me pongo
nervioso. El ambiente está tan denso que se podría cortar con un cuchillo.
—Vo…voy
a por algo de… de comer.
Parezco
idiota hablando, está claro.
—Va…
vale, trá-tráeme agua por favor.
Ella
también parece nerviosa.
—Vale,
vale.
Voy
a la cocina. Lleno un vaso de agua. Me lo bebo. Vuelvo a llenar y lleno otro.
Agarro una bolsa de patatas y voy hacía el comedor otra vez.
Dejo
la bolsa de patatas y mi vaso de agua en la mesa. Le ofrezco el suyo pero aún
no lo quiere así que lo dejo con el mío. La película está en pauso, justo
cuando le está comiendo el pene al chico. Me había calmado, pero se me vuelve a
levantar.
—¿Entras?
—S-s-sí.
Entro
en las mantas. Reanuda la película. El chico se corre en su boca y ella se lo
traga todo. Estoy empalmadísimo. Me parece escuchar un ahogado gemido. Miro de reojo.
Me está mirando pero enseguida gira la mirada al video.
Me
acomodo. Rozo su brazo. Lo tiene al descubierto. Se ha quitado el suéter, no sé
qué lleva debajo. Me pongo nervioso y sigo moviéndome. En la película ya han
entrado en un aula y el chico está comiéndole el coño mientras ella está en el
escritorio del profesor.
Me
agarra el brazo. Lleva una camiseta de tirantes, noto sus pechos. Los noto
demasiado bien, no sé si lleva sujetador. Mi mano palpa su pierna. No lleva los
pantalones ya que toco sus leotardos. Se acomoda, se mueve, su pierna baja por
mi mano y mis dedos rozan su ingle.
—¿Ti-tienes
calor? — No sé qué decir. Soy imbécil, está claro que sí. Hace calor y estamos
tapados.
—¿Por-por
qué lo di-dices? — Mi mano aprieta sin querer. Mis dedos sienten lo esponjoso
que es su entrepierna. Trago saliva, me pongo tenso. Ella se muerde el labio,
se acomoda. Mueve la cadera, empieza a rozar mis dedos. —¿Un poco sí que hace
no?
—Un
poco, sí — Se sigue moviendo. Mis dedos aprietan y ella agarra más fuerte mi
brazo. Noto sus pezones, su raja del coño y como empieza a humedecerse. Oímos
unos grandes gemidos, oímos como la chica no deja de gritar y pedir más.
Miramos, está el chico follándosela sobre el escritorio. Nos miramos, se muerde
el labio, se relame la lengua. Hago lo mismo. Respiro fuerte, ella también. Me
suelta el brazo y yo, como acto reflejo, aprieto más su coño. Gime, se le
escapa el gemido mientras se curva un poco hacía mí y cierra los ojos. Levanta
la cabeza y me mira, cerrando los labios y sonrojada. Una de sus manos se posa
sobre mi pierna. Me muevo un poco, me acomodo, y pongo de lado. Su mano ahora
roza mi pene. Mi mano acaricia su coño y nuestras caras se acercan. “Dame más
fuerte, bésame mientras me follas” Escuchamos.
Nos
besamos. Nuestros labios se juntan. Me acaricia la cara y nuestras lenguas se
entrelazan. Empiezo a acariciar su cuerpo entero por los lados. Mis dedos
recorren desde sus piernas hasta sus hombros. Luego acaricio su cara, su
cabello. Ella hace igual. Seguimos besándonos, deja una de sus manos y la mete
entre las mantas. Me toca la polla.
Empieza
a acariciármela. Me muerde la lengua. Me aprieta el pene. Me muerde el labio.
Sus besos se desbocan. Yo gimo. Enloquezco y la tumbo sobre el sofá. Empiezo a
besarle el cuello. Nos destapamos. Veo su cuerpo.
Viste
una camiseta de tirantes y, finalmente, sí lleva sujetador pero muy fino, sin
relleno. Está con los leotardos y se marca perfectamente los labios de su
entrepierna. Está húmedo, choreando. Ella me mira, de arriba abajo, y puede ver
como tengo el bulto entre las piernas.
Mi
rodilla se posa sobre su coño, gime. Mi mano derecha pasa por debajo de su
hombro, llegando a acariciar su cabello, mientras mi mano izquierda le agarra
la cintura, subiendo lentamente hasta sus pechos.
Me
mira, se muerde el labio, sonríe lascivamente. La beso, la beso con pasión y
descontrol. Me muerde, le devuelvo el mordisco. Presiono con la rodilla y sus
piernas se estremecen. Mis dedos suben hasta agarrar sus senos. Me besa más
apasionadamente, así que empiezo a masajeárselos.
Tiene
la camiseta y el sujetador pero lo palpo como si no llevará nada. Sus pezones
están duros, grandes, redondos. Muy marcados en sus senos que no son para nada
pequeños. Nuestras lenguas van acelerado el ritmo y, ras apretar otra vez con
la rodilla, acaba separando su boca de la mía y con sus brazos me baja la
cabeza. Me gime en la oreja. Me pone muy, muy burro. Su boa se va a mi cuello,
me lo muerde, me lo lame, me succiona. Seguro que deja marca. A su vez sus
manos se pierden por mi tórax y acaban sacándome la camiseta. Me abraza y me
empuja hacia ella. Saco mi mano de sus pechos y la abrazo también. Noto sus
senos chocar conmigo y como mi pene se aplasta con su pierna. Parece gustarle
ambas sensaciones ya que no deja de mover ambas partes del cuerpo implicadas,
aunque para mi pene no es del todo agradable.
—Estoy
más calientes que los de la película… — Me susurra al oído. Se me había
olvidado completamente. Miro la televisión, ella aprovecha para morderme
suavemente la oreja y lamerme el lateral de ésta. Los dos jóvenes están
follando contra la pizarra. La chica con las manos apoyada en ésta y el
agarrando su cintura y embistiéndola como si no hubiera un mañana. —¿Tú cómo
vas de puesto? — Mueve la pierna, sabe perfectamente cómo voy.
Libero
mi oreja de su boca y acerco la mía a su oído.
—Compruébalo
— Le susurro mientras vuelvo a presionar con mi rodilla, esta vez más fuerte
que nunca.
Gime.
Vuelvo a apretar mientras le beso el cuello. Gime otra vez. Sus manos van hacía
mi cintura y, con algo de dificultad, empieza a palpar mi entre pierna.
—Vale,
vas más que la película también.
—Por
tu culpa — Le susurro en la oreja.
—¿Por
quién crees que estoy chorreando? — Me agarra una mano y me la lleva a su coño.
Tiene los leotardos empapados. Mis dedos resbalan por la tela a la vez que ella
ahoga gemidos mientras aprieto.
—Tendremos
que solucionarlo — Le vuelvo a susurrar. Le muerdo la oreja, lamo el cartílago
bajo mis labios por su cuello, mordisqueándolo, hasta que bajo un poco más
hasta llegar a sus senos. Los manoseo y mordisqueo por encima de la camiseta de
tirantes. Esta se da de sí y empiezan a asomar. Aparto el molesto sujetador y
dejo el pecho derecho libre. Rodeo el pezón con la lengua, lentamente, con la
punta, rozándolo cada vez más. Mi mano izquierda lo masajea a la vez que lo
humedezco mientras mi mano derecha no para de presionar, de distintas formas,
su coño a través de los leotardos, llegando a apretar los labios entre ellos
como si estuviera pinzándolos.
Ella
me masajea el pene con su mano derecha mientras con la izquierda me acaricia la
cabeza, filtrando sus dedos por mi pelo. Sus caderas se mueven a medida que la
toco y su cabeza no deja de tirar hacia atrás cada vez que voy aumentando la
velocidad de la lengua y los dedos a la
vez que aprieta los labios para ahogar su gemido.
—¿Te
gusta?
—Me
encanta…
Empiezo
golpear con la lengua el pezón y empiezo a empujar más con mis dedos su coño,
llegando a empujar dentro de su coño. Gime, repetidas veces, mientras me
aprieta el cabello. Los golpes al pezón se vuelven mordisquitos y lametones
mientras mi mano se va hacía su otro pecho, sacándolo al aire también. Tras
hacerlo pongo los dedos en su boca y empieza a chuparlos lascivamente. La miro
de reojo, me mira de reojo, me pone. Esta lamiéndolos como si de mi polla se
tratase. Los deja bien húmedos y se los saco de la boca aunque ella intenta
seguirlos sin éxito, sacando bien la lengua. Aprovecho y se la muerdo,
haciéndole un poco de daño pero dándole más placer que otra cosa.
—Travieso,
te morderé yo.
—No
creas que este ha sido mi único mordisco.
Me
mira, sonríe pícaramente. Mis lamidos dedos ya están retorciendo su pezón
izquierdo a la vez que van masajeando su pecho, empapándolo de sus propias babas. Mi boca vuelve al pecho derecho y
empieza a morderlo entero, sin pausa. Mis dedos de abajo se filtran por dentro
de los leotardos mientras ella no mover su cadera nerviosamente, esperando y
deseando que llegará a sus labios inferiores. Llegué. Rozo sus labios, presiono
y los abro. Acaricio su interior, su clítoris, rodo su agujero. Gimió.
Esta
chorreando, muy húmedo. Mis dedos se deslizan solos y, casi sin querer, penetro
su coño con el índice y el corazón. Gime. Se estremece. Subo las rodillas a la
altura de mi cintura y aprieta con ellas.
Meto
y saco los dedos suavemente. Ella gime y me mira de forma muy lasciva. Mi boca
sigue lamiendo y mordisqueando sus pezones, habiendo abarcado ahora los dos
pechos mientras mi mano los masajea. Sin embargo tira de mi barbilla y me sube
la cabeza a su altura, para besarme, para morderme.
Empiezo
a penetrar más deprisa con los dedos mientras que, con la otra mano, jugaba con
sus senos. Ella se vuelve loca y no para de mover sus manos por mi cara y mi
cabello a la vez que su lengua esta desbocada y sus labios parecen querer
devorarme.
Gime
entre beso y beso e incluso a veces me hincha la boca al gemir mientras nos besamos.
Mis dedos están empapados y empieza a escuchase de forma muy gráfica como
entran y salen. Tras unos minutos así se separa de mi boca y empieza a gemir
más aún.
—¡Sí,
sí, más. Sigue así!
Me
pone muchísimo esas palabras gritadas entre gemidos. Empiezo a acelerar. Le
bajo los leotardos un poco con la mano que tengo libre y le agarro el culo con
ésta misma, palpando su nalga izquierda y ayudándome en ella para aguantarla
más firmemente mientas acelero el ritmo de mis dedos. Mis dientes se marcan en
su cuello mientras el sofá empieza a mancharse de lo que llega a lubricar. Gime
y gime, cada vez más.
—¡Dios,
sí, sí! ¡Más rápido, más rápido!
Le
hago caso y acelero. Mis labios bajan hasta sus pechos. Empiezo a morderlos, a
lamerlos. Aguanto los pezones con los dientes y después los golpeo con la
lengua. Ella me hunde la cabeza en ellos mientras me agarra el cabello, casi
pareciendo que quisiera arrancármelo. Tras unos segundos de gemidos sigo
bajando, aunque rápidamente, para pasar la camiseta mientras me acomodo en el
sofá, echándome un poco atrás.
Mis
labios se posaban sobre la parte superior de su coño: sobre su clítoris. Nada
más ponerlos ahí ahoga un gemido causado
más por el morbo que por el placer. La miro de reojo y ella me mira
apasionadamente; jadeando, con la lengua afuera y lamiéndose los dedos de su
mano derecha mientras se sobaba los pechos con su mano izquierda.
Sonrió.
Se muerde el labio. Abro la boca lentamente, sin dejar de penetrarle con los
dedos, saco la lengua y bajo un poco, sin dejar de mirarla, hasta que la punta
de ésta roza su húmedo coño. Muevo un poco la lengua, la paseo por la raja,
hasta chocar con el clítoris. Se muerde el labio, muy fuerte. Empiezo a
presionar con la lengua, a lamerlo, a golpearlo. Luego poso toda la lengua y
aplasto y empiezo a moverla aleatoriamente.
Gime
y me aprieta la cabeza. Rozo con los dientes varias veces mientras empiezo a besar
su coño. Agarro el clítoris con los labios pero de lo mojado que está se
resbala. Finalmente uso los dientes. Teniéndolo agarrado empiezo a mover la
lengua muy velozmente, a la vez que los dedos entrando y saliendo.
Gime,
grita, aprieta mi cabeza con sus rodillas y me la hunde con la mano mientras
que con la otra me abre todo lo que puede su coño.
—¡Sí,
sí!
Pasan
dos minutos. Sale flujos vaginales disparados. Mordisqueo, meto un tercer dedo,
gime, gime mucho y aprieta más fuerte.
—¡Me
corro!
Y
se corrió. Me he empapado la boca y los dedos. Mi nariz está también
chorreando. Asomo la cabeza y me mira. Se muerde el labio, me sonríe pícaramente.
Se acomoda y se pone de rodillas. Hago lo mismo.
Voy
a frotarme la cara pero me agarra y me besa muy apasionadamente. Estamos un
rato besándonos. Le paso los brazos por detrás y ella hace lo mismo, acariciándome
la cabeza. Tras unos minutos paramos.
—¡Sí,
sí, dame más!
Miramos
la tele, siguen follando. Ahora se les ha unido la mujer de la limpieza.
—¿Qué
película has puesto?
—“Días
calurosos tras acabar la clase”
—Yo
si que te voy a calentar cuando salgas de clase.
—¿Sí?
Ahora quien va a calentarte soy yo — Sonríe y antes de que me dé cuenta tiene
sus manos en mi pantalón. Me empuja un poco y acabo sentado sobre el sofá, con
los pies encima de éste —. Ayúdame a quitarte el pantalón — No lo dudo y lo
hago. Me lo saco en menos que canta un gallo. Mis calzoncillos parecen una
tienda de campaña y cautivan esos ojazos de la rubia —. Pinta sabroso… — Abre
la boca y saca la lengua. La pone justo donde está la punta. Ahogo un gemido —.
¿Te ha gustado? Cochino — Abre más la boca y me muerde. Vuelvo a ahogar un
gemido —. Te vas a enterar.
Me
mete su mano, fría, por dentro de los calzoncillos y empieza a masturbarme
mientras se coloca bien el cabello. Se relame los labios y enseguida me baja
los calzoncillos. Ve mi pene, en todo su apogeo. Ni yo me lo había visto tan
grande como hoy, estoy muy puesto.
Resopla,
pero no de mala gana sino como cuando resoplas al ver tu plato favorito llegar
a la mesa. Se acerca lentamente, mirándome, y saca la lengua. La tengo delante
de la polla, la puedo sentir. Le da un lametón. Lento, de abajo arriba, con
toda la lengua. Cuando llega al capullo, con la piel tirada atrás por la
masturbación, empieza a darle golpecito. Me encanta y se lo hago saber con mis
jadeos. Tras un rato jugando con mi pene, golpeándose la cara con él, lamiendo
la punta y lamiendo el tronco, se la introduce en la boca y empieza a mamarla.
Gimo.
Me mira de reojo, me pone y lo sabe. Acelera mientras se coloca bien el cabello
tras la oreja. Su lengua me va golpeando la polla a medida que la mama y con su
mano acompaña el movimiento.
—Trae
aquí tu coño, es una orden.
Me
mira me pega un pequeño mordisquito. Sigue mamándomela durante un rato.
Finalmente se la saca.
—Que
mandón eres, ni que fuera tu casa.
—Lo
es.
—Oh,
tu ganas entonces.
Se
coloca encima de mí, poniendo su coño encima de mi cara y su boca sobre mi
polla. Empieza a chupármela y coloco mis manos en su culo. Empujo un poco y
bajo sus labios inferiores hasta mi boca. Empiezo a lamerle el coño y rápidamente
una de mis manos se filtra entre sus piernas y comienzo a penetrarle. Se
emociona, se descontrola.
Me
masturba rápidamente a la vez que me la chupa, me la come, me la muerde y
golpea con la lengua. Hace mil y una locuras y cada vez más rápido a medida que
mordisqueo su clítoris y penetro con mis dedos su coño.
—Para,
para, que voy a venirme — Levanto rápidamente sus caderas y parto de lamérselo,
pero ella sigue chupando —. ¿No quieres que te penetre? — Para de golpe y se la
saca de la boca, aunque sigue pasando la lengua suavemente.
—¿A
qué esperas? Yo ya estoy en posición.
—¿Sin
condón?
—Tomo
pastillas que son anticonceptivas — Me mira por debajo de su cuerpo —. Puedes echármelo
todo dentro — Me guiña el ojo.
Mi
dureza aument. Está a cuatro patas, encima de mí pero a cuatro patas. Me
deslizo como puedo por el sofá y me colocó detrás de ella. La película ha
finalizad, vete a saber cuánto hace.
—No
crea que voy a ser gentil.
—¿Te
vas a vengar de mis…
No
le dejo acabar. La penetró duramente, metiéndosela hasta el fondo de buenas a
primeras. Grita, luego gime. Gira la cabeza y me mira, no enfadad sino
cachonda. Se muerde el labio y me está diciendo que quiere más, con la mirada.
Le azoto el culo. Suelta un pequeño gemido. Empiezo a mover mis caderas, de pie
en el sofá.
Empiezo
lentamente y mis manos se pasean entre sus nalgas y su cintura, masajeando a
medida que se mueven, a la vez que ella se agarra fuete al sofá y empieza a
gemir, igual que yo.
Voy
cambiando ritmos. Rápido y lento, rápido y lento, pero cada vez más rápido y
menos lento.
—¡Sí,
sí, más. Dame más!
Mi
mano izquierda le agarra el cabello. Tiro de éste para que gire la cara hacía
mi y pueda verla disfrutar de mis pollazos. La mano derecha se acopla a la
nalga de su mismo lado, agarrándola fuerte.
—Eres
un bruto, que o sepas.
—Y
te gusta.
—Me
encanta — Gime —. Mucho.
Empieza
a mover ella también sus caderas. Nos sincronizamos. Gemimos, gemimos mucho.
Reposo mi cuerpo sobre el suyo y abro un poco las piernas para poder ir aún más
rápido. Ella gime más fuerte, me pide más. Le suelto el cabello y el culo y mis
manos van a sus pechos, a retorcérselos.
—¿Te
gusta?
—Me
encanta, igual que a ti mis pechos — Apenas puedo articular palabras porque
intento no correrme —. Puedes correrte cuando quieras. Quiero que me gimas fuertemente
en la oreja.
Mierda.
Mierda.
Mierda.
¿Cómo
me resisto a eso?
Acelero
todo lo que puedo. Aprieto sus pechos. Ella mueve sus caderas. Pongo mi cabeza tras
la suya, con la boca apuntando a sus orejas. Ya llega, me queda poco. Gimo más
y de forma menos intercalada.
—¡Lo
quiero todo dentro!
Me
corro. Tengo un orgasmo que habrá hecho que todas las parejas del bloque se
pongan a practicar sexo desenfrenado. ¿Los que están solos? A tocarse locamente.
No deja de salirme semen. Sigo penetrándola, pero calambres me recorren todo el
cuerpo. Sigo gimiendo. Ella me acompaña en los gemidos.
Tras
unos segundos saco mi polla. Gime. Y me tumbo como puedo.
—Creo
que hemos estado mejor que la película.
—Yo
también…
Se
pone encima de mí acomodándose.
—Aún
suelta semen.
—Y
tú aún estás mojada.
Le
guiño un ojo, se ríe. Me besa. Separa sus labios. Sonríe y me vuelve a besar. Sus
piernas se acomodan junto a las mías y mi polla flácida es casi absorbida por
sus húmedos labios inferiores.
—Podríamos
poner otra película.
—Pero
solo si la vuelves a elegir tú.
La
beso y empezamos a taparnos, como podemos, con la manta. Completamente. Para
darnos calor a nuestros desnudos cuerpos…
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