El verano se acaba. Mañana es, oficialmente, el último día de esta estación del año. Aunque, por suerte o desgracia, a algunos les dura más o menos.
¿Quien no ha tenido un amor de verano? ¿Quién ha perdido la oportunidad?
¿Nunca os habéis arrepentido de no hacer algo?
Hay aventuras que empiezan y acaban el mismo día. Que surgen de la nada o las que siembras la semilla y vas regano para que, cuando florezca, puedas recoger los pétalos sea de golpe o durante años.
Hoy os dejo un relato de estos amores de verano, de estas oportunidades efímeras que una simple frase más picarona o más seria puede abrirte las puertas o cerrártelas por completo.
Masaje en el mar.
La noche ha empezado a refrescar. Hay muchas estrellas y el
mar suena con fuerza. La arena está fría y los sofás del chiringuito me
absorben la energía. Suerte que la camarera hoy está contenta, acaba la
temporada, y por cada cubata que me pido nos tomamos un chupito a su cuenta.
Pero todo esto conlleva un problema: pasado mañana vuelve a
su pueblo. Así que tengo que jugar hoy las cartas que me quedan en la mano si
quiero que, como mínimo, se acuerde de mí.
—Vamos, último chupito antes
de que plegue —Trae un chupito. Ya solo quedamos su jefe, ella y yo. Él está
recogiendo. Yo sentado con ella junto a un chupito de licor de cuarenta y tres
bayas.
—A tu salud rubia.
Nos lo bebemos y se vuelve a
levantar. Pasan cinco minutos y ya no me queda ni una gota de alchool en mi
cubata, pero ella se sienta y me trae otro. Para mi sorpresa ella lleva uno, de
color rojo. Parece dulce.
—Pues ya he acabado. Se acabó
lo bueno.
—Pues yo te veo sin empezar.
Se ríe. Se ríe mucho mientras
me mira.
—Que tonto que eres. ¿Un brindis?
—Venga.
—Por todo lo bueno que tiene
el verano y por la noche que nos queda juntos.
Chocamos los vasos, enlazamos
los brazos y bebemos.
Pasamos un rato hablando de
las anécdotas que hemos visto en el chiringuito.
Empecé a venir con unos amigos
y luego comencé a venir solo de vez en cuando. Hoy es uno de esos días, no
quería que hubiera la posibilidad que cualquiera con pocas luces no quisiera
irse cuando viera el momento.
—Que sepas que a lo de hoy te
he invitado yo.
—¿Y eso por qué?
—Me has hecho el verano más
liviano y muchas veces me has ayudado a recoger y a echar algún que otro
capullo.
—No era por ti. El trato
especial de la camarera más sexy de la costa lo quería para mí.
—Idiotaaaaaa
Se abalanza sobre mí y me
empuja a la arena. Cae encima de mí pero rápidamente se levanta.
—De todas formas tendré que
agradecértelo antes de que te vallas.
—Pues tienes poco tiempo.
Se estiraza durante unos
segundos. Se le nota el cansancio acumulado.
—¿Te duele la espalda?
—Un poco, sí. La tengo molida.
—¿Quieres un masaje como
agradecimiento?
Se queda pensativa. Agacha un
poco la cabeza y me mira desde abajo. Sonríe mientras saca la lengua de forma
muy adorable.
—Me parece muy buen
agradecimiento.
Se levanta, coge el cubata y
se va hacia las hamacas.
—¿Cogemos una?
—Sí, claro.
Cojo mi cubata y voy hacía las
hamacas. Se lo doy para que me lo aguante. Bebe un poco del mío y me guiña el
ojo. Cojo una y la planto en la arena.
Deja los cubatas en la arena y
se quita la camiseta. Lleva un bikini de licra, que se le pega a los pechos y,
por el frio imagino, se le marca perfectamente los pezones. Después se quita el
short y muestra la parte de abajo, que va atada con unos hilos en los laterales
y de adhiere a la piel de la misma forma que la parte de arriba.
La tengo de espaldas, viendo
su esbelto cuerpo. Cintura estrecha, un culo que sobre sale un poco pero sin
destcar y unas piernas lisas y largas. Se gira y se nota el movimiento de sus
pechos, bastantes grandes.
—¿Cómo empezamos? —El tono de
su voz es muy sensual, además que lo dice mientras me guiña el ojo y me saca la
lengua, con la cual se repasa los labios, de los cuales finalmente muerde el
inferior mientras mira hacia abajo.
Estoy erecto y se ha dado
cuenta. Me pongo un poco nervioso pero disimulo.
—Ponte boca abajo.
—Que mal ha sonado perverso.
—Idiota, ¿Quieres el masaje o
no?
—Ya voy, ya voy. No te me
“calientes” —Lo dice con rintintin. Está claro.
Se tumba, con dificultad por
sus pechos, y usa los brazos de almohada mientras mira hacía al derecha. Me pongo
encima de su culo, suavemente. Al bajar rozo con mi pene sus nalgas y ella las
mueve en ese momento.
—¿Estás cómoda?
—Sí, mucho —Contesta mientras
sigue moviendo sus nalgas unos segundos más.
—Pena que no tenga aceite.
—No te preocupes, si eso ya se
nos ocurrirá algo.
Empiezo a masajearle los
hombros. Tras unos segundos les doy unos golpecitos y empiezo a bajar.
—Desabróchame el bikini,
quiero un masaje completo.
“Desabróchame” “masaje
completo” Esas palabras hacen que me palpite la entrepierna.
Se lo desabrocho y empiezo a
masajearle esa zona, pasando las manos por sus costados, rozando los senos. No
dice nada, así que continúo un rato y luego sigo bajando, hasta llegar a la
cintura.
Me levanto y me arrodillo a su
lado para seguir con sus piernas. Empiezo a masajearle por los pies. Se ríe. Le
hago cosquillas. Enseguida subo y en unos minutos llego al muslo. Voy
acercándome a la entrepierna y paso la mano suavemente por el muslo,
rodeándolo, rozándole las ingles.
Se estremece e incluso me
parece escuchar un suspiro lascivo. Yo estoy nervioso, seguro que escucha mis
latidos. Acaricio un poco más cerca, más suavemente. Está húmedo.
—Oye, quiero el masaje
completo —Me sorprende.
—Todo a su tiempo.
Aprieto un poco con el costado
de la mano y subo por sus nalgas, con cuidado y lentamente, por si quiere
pararme. Pero no quiere. No dice nada y empiezo a tocárselas, a masajeárselas.
—Lo haces muy bien.
—Sí, aunque con una tela tan
licorosa es complicado.
Se arrodilla y luego se gira
hacia mí. Se le cae el bikini, dejando sus preciosos pechos al descubierto.
—Eso se puede arreglar —Su voz
se ha vuelto más dulce, más tímida, mientras se quita la parte de abajo del
bikini.
Me levanto, colorado, y con un
pantalón que tiene complejo de tienda de campaña. Me lo mira y se vuelve a
morder el labio mientras su mano automáticamente se acaricia sus labios
inferiores mientras se estremece.
—¿Así mejor?
—Mucho mejor —Mi rostro debe
ser lascivo mientras digo eso y me acarició los pantalones.
Se tumba boca arriba. Cuando dijo
masaje completo lo dijo enserio.
Me vuelvo a sentar encima de
ella, con cuidado. Esta vez mi pene roza su coño rasurado, sin ni un pelo.
Empiezo a masajearle los hombros otra vez y rápidamente bajo hasta sus senos,
los cual toco con suavidad. Le rozo los pezones, le agarro los pechos y los
muevo. Miro su cara y ella me está mirando, lascivamente.
Agacho mi cabeza y empiezo a
besarle las tetas mientras con la lengua hago un recorrido hasta que rodeo los
pezones. Primero el izquierdo y luego el derecho. Succiono un poco y mi mano
derecha empieza a bajar hasta la cintura, para luego pasar por debajo de mí.
Esta húmeda, mucho. Creo que
habrá manchado hasta la hamaca. Le acarició los labios inferiores y se los abro
para golpear levemente su clítoris. Mientras tanto mordisqueo uno de sus
pezones y pellizco el otro.
Empieza a gemir, a
estremecerse. Cuando le meto el dedo corazón lo hace mucho más fuerte.
Me levanto y retrocedo, hasta
el final de la hamaca. Le cojo las piernas y la estiro un poco para que acabe
su coño frente a mi boca, con las rodillas por encima de mi cabeza. Le beso en
los labios: en los de abajo. Los beso como si fuera una boca. Suavemente,
moviendo los labios, hasta que empiezo a usar la lengua para penetrar hasta el
clítoris y seguir besándola. Cuando choca sus rodillas uso mis manos para
abrirle la almeja que esconde su perla y así golpearla con la lengua: de arriba
abajo. Suavemente, arrastrándola.
Empieza a gemir con más fuerza
a medida que aumento la velocidad. Tras un rato empiezo a pasear la lengua en
varias direcciones y a besar el clítoris directamente. Succiono, mordisqueo a
la vez que mis manos se alejan de esa zona para empezar a tocar sus pechos,
empapándolos con su propio flujo, y retorcerle los pezones. Pone sus manos
sobre mi cabeza y empieza a apretarme. Entre lametón y lametón intento coger
aire con la boca, ya que con la nariz me es imposible.
—Más rápido, más rápido.
Le hago caso, pero además
vuelvo a traer la mano izquierda y, sin avisar, le introduzco dos dedos que empiezo
a mover hasta encontrar una zona rugosa, por donde paseo hacía arriba y abajo
éstos.
Cada vez más rápido los dedos.
Cada vez más desbocada la lengua y mis dientes mordisqueando sin parar hasta
que con las manos, en vez de apretar, empieza a apartar al unisón de un orgasmo
que se disputó con las olas el sonido más fuerte.
—Dios… quiero más.
—Te voy a dar lo que quieras.
Se levanta tras unos segundos
y me mira. Me besa. Nos entrelazamos y manchándole la cara de sus propios
flujos empezamos a pelear con la lengua. Mete su mano por dentro del pantalón y
de los calzoncillos. Empieza a tocármela y pronto se arrodilla frente a mí y me
baja los pantalones mientras yo me quito la camiseta y la tiro por la arena.
Pasa sus labios por mis
calzoncillos. Muerde suavemente y juega conmigo hasta que yo mismo me los bajo.
Sonríe, me mira, saca la lengua y se la mete entera sin avisar si quiera. Mueve
la lengua velozmente en el capullo y empieza a chupar bruscamente,
acompañándolo con un masaje en mis bolas doradas.
No esperaba esto, así que no
estoy mentalizado. La obligo a parar para pasar al plato fuerte o no podré
aguantar.
Se ríe y se estira, con las
rodillas alzadas y las piernas abiertas. Me abalanzo sobre ella y la abrazo,
luego empiezo a penetrarla. Entro lentamente pero a cada centímetro ella tira
la cabeza más hacía atrás mientras gime a la vez que mis dientes van apretando
su pezón izquierdo. Una vez la meto entera empiezo a sacarla, lentamente, a la
vez que juego con mi lengua en el pezón que tengo agarrado con os dientes. Ella
sigue a mi pene con su coño. No quiere que la saque más, así que empiezo a
entrar y salir, lentamente, como mi lengua se mueve. Después empiezo a acelerar
y ella empieza a gritar.
—Más, más fuerte. Dame más
fuerte.
Le hago caso. Acelero, voy más
brusco y empiezo a meterla pero hasta el fondo. No aguantaré mucho más.
Me pide más, más y más y le hago caso.
—Estoy a punto de correrme, no
aguantaré más.
—Acelera, puedes hacerlo
dentro —Lo que dice me parece increíble e incluso dudo de haber escuchado bien
entre tanto gemido, pero me lo repite. Acelero más y subo mi boca hasta
besarla, sin embargo la hamaca se desmonta y caemos al suelo.
—¿Estás bien?
Me levanto y la ayudo. Por
suerte la cama se ha caído plana y apenas nos hemos manchado de arena.
—¿Te has corrido?
—No.
No dice nada más. Me la coge y
empieza a besarme mientras no deja de moverla, con mucha suavidad, cada vez más
rápido.
—Sí, sí… no pares… más…
No puedo hablar más, está a
punto de salir. Acelera. Sale, no puedo aguantarlo más y ella no frena. Me
estremezco y retuerzo.
—Qué pena que haya sido hoy,
no hemos podido disfrutar mucho el uno del otro —Sus palabras son tristes, no
puedo dejarla así.
—¿Quién dice que vaya a ser
poco? Ella acaba manchada y yo salpicado, pero da igual. Hay mar, estamos solos
y es nuestro último día de verano. —La noche es joven y nosotros más.
Le agarro la mano y la
levanto. Empiezo a correr, con ella detrás, desnudos, hacia el mar, hacia la
segunda ronda.
No importa que el primero sea
el último si se disfruta como si fuera una vida entera.
Espero que aprovechéis este último día de verano todos los que podáis.
Un saludo y disfrutar de vosotros mismo como queráis y de los demás como os dejen.
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