Espero que os guste el nuevo relato.
Pasillo húmedo
Las diez de la noche. Fin de
horario laboral. Recojo mis cosas, las meto en el maletín, me aflojo un poco la
corbata y cojo la americana.
Me despido de los pocos
compañeros que quedan en la oficina y salgo del edificio corriendo. Cuando me
alejo unos metros freno el ritmo y comienzo a andar, como siempre.
Mala idea, tendría que haber
seguido corriendo. Sin previo aviso empieza a diluviar de forma exagerada. No
pasan dos minutos y las calles están anegadas. Al principio intento cubrirme
con el maletín, pero es inútil.
Recorriendo el borde de la
carretera llego a un paso superior. No lo dudo dos segundos y subo las
escaleras para llegar arriba, que está cubierto.
Por suerte no solo voy a estar
cobijado, sino también acompañado.
Hay una chica parada en mitad
del pasillo, tiritando de frio y empapada, con los brazos cruzados en un
intento inútil de conseguir algo de calor. Tiene el cabello largo, rubio, tan
mojado que le chorrea por la espalda y las gotas rodean sus bonitas curvas
hasta llegar al final de su vestido de tubo, blanco, que tiene pegado
completamente a la piel. Marchando la sensual ropa interior y sus bonitas
carnes. Calza unos tacones rosas pastel, igual que un velo que está en el
suelo, empapado. Debajo parece haber un bolso.
Todavía no se ha dado cuenta
que estoy aquí. Pero bastan dos pasos de mis zapatos empapados para que gire su
mirada.
—Hola.
—Ho-hola.
Debe de estar helada. Me
acerco despacio. Parece ser un poco más joven que yo, pero rondaremos la misma
edad. También parece mucho más guapa que antes, con el agua chorreando por su
cara, por sus pechos y por sus curvas.
Me quito la americana, la
escurro y se la ofrezco.
—Por dentro no está mojada, te
ayudará.
Mala idea para mí, empiezo a
notar la helada brisa que entra, pero ella la necesita más que yo.
—Gracias — Se pone la americana,
pero sigue temblando.
—Te abrazaría, pero creo que
empeoraría la situación.
Lo hace ella. Mi camisa
también está empapada y pegada a la piel, al igual que su vestido. Noto sus
pechos chocando contra mi torso. Con los tacones es casi igual que alta que yo.
—Perdona…
—No, tranquila — Le froto los
hombros para intentar darle calor. Nos pegamos un poco más. Nuestras rodillas
chocan. —Sábado noche y tenemos un plan estupendo, ¿Verdad?
—Ya es mejor que el que tenía,
me han dejado tirada — Me había extrañado que estuviera sola, pero en ningún
momento pensé que fuera porque la habían dejado plantada.
—Bueno… yo tendré que dejar
tirado a mis compañeros, pero desde luego estoy mejor acompañado ahora — Veo
que sonríe. Aún tiembla. Me la acercó más y le froto la espalda.
—¿No vas a llamarles?
—Se me ha empapado el móvil.
De todas formas si les digo que estoy con una chica tan guapa seguro que
insisten en venir y me destrozan mi velada romántica.
Vuelve a reírse. Mi tono
humorístico me salva de parecer que estoy realmente interesado en ella. Su cara
delgada, lisa y pálida por el frio contrasta con sus labios carnosos y rojos
así como con sus ojos azul celeste. Parece una muñeca.
—idiota. Seguro que ibas a
salir de fiesta con los amigos a ligar — Habla algo mejor. Su voz es tranquila,
relajada, pero titubea por el frío.
—Salir de fiesta sí. Ligar ya
no se tanto. Para ligar has de ir con un amigo, si vas con gente para hacer un
equipo de futbol las chicas ni se acercan — La chica vuelve a reírse.
—Bueno, a primera vista y sin
nadie que te empañe me pareces un buen partido para intentar cazar en un sábado
noche.
Creo que me sonrojo, pero por
el frio y lo empapado que estamos aún no sé si se nota. Mejor que no. Le sonrió
y me devuelve la sonrisa.
—¿Tú también ibas a salir de
fiesta?
—Sí, bueno. Había quedado con
un chico —Suspira, mira a abajo. Ha desaparecido su sonrisa, no puedo permitir
esto ni perdonar a ese cabrón.
—Bueno. No sé si valdré, pero
soy un chico.
Se aparta un poco. Puedo notar
como sus pechos se reamoldan a la nueva distancia. Me mira y me sonríe.
—Como te he dicho, eres un
buen partido para intentar cazar en un sábado noche.
—Pues estamos en un sábado
noche.
La miro, me mira. El agua que
cae de su cabello rodea su nariz hasta bajar hasta la boca, donde gotea en el
labio inferior, que no deja de mover. Cierra los ojos. Me acerco. Los cierro
también y junto mi boca con la suya.
La chica me aprieta los
pectorales con sus pequeñas manos con dedos delgados decorados con unas uñas
largas pintadas de rojo. Me araña, me da igual. El beso es pasional, muy
pasional. Quizá por despecho hacia el despojo de persona, si es que se le puede
llamar así, que le ha dejado plantada.
Separamos los labios. Da un
paso atrás. Nos miramos. Nos lanzamos el uno al otro. Los labios vuelven a
chocar, mi americana cae y mis manos acarician su cintura y su cabello mientras
que las suyas parecen querer hacerme un masaje craneal.
No tardamos en presentar a
nuestras lenguas, que se alegran enormemente de conocerse y no dejan de
tumbarse la una a la otra. Tras unos segundos de besos continuados y de mi mano
agarrando fuerte su cintura para no bajar de ahí separamos nuestras bocas.
—¿Quieres que sea un verdadero
sábado noche?
Me mira curiosa. La he pillado
desprevenida.
—¿Cómo que “verdadero”?
Abro el maletín y saco el
móvil, totalmente seco.
—¡Eh! Eso no es lo que me
habías dicho.
—Son trucos de mago, ¿No te ha
gustado?
Sonríe. Espera a ver que hago.
Pongo spotify, programa para escuchar música, y empieza la reproducción de una
lista de canciones de “fiesta sábado noche”
—¿Bailamos?
—No sé, no sé. No bailo con
desconocidos así como así.
—Puedes llamarme perverso
caballero.
—Pues tú me puedes llamar
peligrosa damisela.
—Encantado.
—Igualmente.
Sonreímos. Nos cogemos de la
mano y hago que gire alrededor de mí para luego cogerla por la cintura. Estoy
detrás de ella, moviendo la cintura a la vez que ella mientras con mi mano
derecha le agarro la suya, alzadas, y mi izquierda le coge la cintura mientras
que la suya se mueve al son de la música. Mi entrepierna se pierde en su
esbelto trasero, mientras que éste se mueve volviendo loco. Paso mis labios por
su cuello, por su lado izquierdo, mientras se lo beso ella suspira gime hacia
dentro, intentando ocultar placer.
De pronto da una vuelta sobre
sí misma y empieza a danzar mientras me coge de la corbata. Mueve
hipotónicamente sus caderas mientras sus pechos le acompañan en un movimiento
aún más hipnótico, haciendo que me sea imposible dejar de mirar
intermitentemente las dos partes.
—Tengo mis ojos en la cara. —Su
tono pícaro muestra que no le importa y su sonrisa con la lengua fuera
demuestra que le gusta que me la coma con la mirada. —Aunque hay cosas más
interesantes que ver — Se encorva un poco y deja ver su llamativo escote,
aunque casi me da más curiosidad como se verá su trasero con ese vestido corto
de tubo. —¿Ves?
—No lo suficiente, pero como
tráiler me vende perfectamente la película.
—¿Sí? ¿Quieres ver más?
—De principio a fin.
—Eres muy atrevido, mi
perverso caballero.
—Y usted muy tentadora mi peligrosa
damisela.
Sonríe y se muerde el labio.
Baja sus manos por la corbata mientras ella también se agacha, sin perder
ritmo. Me agarra la cintura y pone su cara a pocos centímetros de mi
entrepierna. Abre la boca y roza los pantalones. Sube otra vez, rápidamente y
me come la boca.
Estoy a cien, ya no siento
frio. Mis manos vuelven a cogerlas, pero esta vez del culo. Noto sus bragas y
sus carnes. Ella aprieta mi torso. Lo tomo como una invitación y una de mis
manos sube hasta sus pechos. Empiezo a tocárselos. Son blandos, pero firmes. Mi
otra mano infiltra dedos por el borde del vestido, queriendo meterlos. Ella me
ayuda con su mano.
Sus bragas están algo holgadas
por el agua, así que directamente le toco el culo helado, pero morboso. Además
de rozar varias veces la zona de su entrepierna, momentos que esconde pequeños
gemidos mientras me besa.
Deja de besarme un segundo y
pega sus labios a mi oreja.
—¿Qué te parece si lo
transformamos en una noche de sábado cien por cien perfecta? — Sus susurros me
estremecen, pero más lo hace su mano agarrándome el paquete.
—Me parece perfecto.
Tras mis palabras mis dedos en
su culo se mueven hasta su coño y empiezan a acariciarlo. No se lo esperaba y
se estremece mientras que, finalmente, gime sin intentar ocultarlo. Algo que me
pone aún más y ella lo nota en su mano, la cual aprieta más. Le beso el cuello
mientras mis dedos se mojan de otro líquido que no es agua y ella intenta
desabrocharme, con éxito, el pantalón.
El agua no deja de sonar, a lo
que se le han sumado truenos. Algo que nos asegura intimidad y espacio para
hacer lo que queramos. Ella no tarda en tomar ventaja de la situación y se
agacha, bajándome los pantalones a la vez que baja ella su cabeza hasta mi
polla.
—¿Esto de aquí dentro es tan
perverso como el caballero?
Me mira esperando una
respuesta, mientras se muerde el labio y baja con sus delicadas manos mis calzoncillos.
—Más que perverso es duro y
algo atroz.
—Tendré que domesticarlo — La
mira. Se pasea la lengua por sus labios.
—Inténtalo si puedes.
Lo hace. Lo intenta. Se la
mete en la boca sin pensárselo dos veces. Ella es más dura que yo. No para de
chupar, de succionar mientras no deja la lengua ni la mano quieta. Le agarro la
cabeza, los pelos, muy fuerte, mientras no deja de moverla de delante a atrás,
rápidamente. Saca la boca y sigue con la mano. Se relame y me mira.
—¿Te gusta?
—Me encanta.
—Te va a gustar más ahora.
Empieza de nuevo, pero esta
vez mirándome. Se escucha como la chupa perfectamente, como sobre sus propias
babas y el pre-semen que ya he soltado. Adelante y atrás, sin parar, acompañado
de la mano. Tras un rato se centra en el capullo y empieza a succionarlo, como
si quisiera apartarlo de mi, para luego chuparlo y rodearlo con la lengua
acompañándolo de mordisquitos. Se la vuelve a sacar y empieza a golpearla
contra su lengua, que deja fuera de su boca.
—¿Quieres más? Di.
—Sí, damisela peligrosa.
—Es peligrosa damisela,
castigado.
Dicho esto empieza a pasar la
lengua por mi pene, pudiendo ver como lo hace, para luego comienza a dar unos
mordiscos que me hacen gemir aún más. Luego para en seco y sube.
—Si quieres que te dé el plato
final tienes que alegrarme a mí también, caballero perverso.
—Es perverso caballero,
castigada.
Paso mi mano por sus piernas y
llego a su coño. Lo acaricio por encima de los labios mientras le mordisqueo el
cuello a la vez que mi otra mano se filtra por el escote y pasa del sujetador
para tocarle directamente los pechos. Gime levemente.
—¿Quién es una chica traviesa
y mojada?
—Yo, caballero.
—Perverso caballero,
apréndetelo.
Abro los labios inferiores con
mis dedos y empiezo a acariciarlo el coño, el clítoris, mientras hago amagos de
metérselos. Le retuerzo e pezón y paseo mi lengua por su cuello. Empieza a
gemir constantemente, pequeños, cogiendo aire, casi hiperventilando. Freno un
poco, me preocupo, pero enseguida me aprieta la polla y empieza a pajearme. No
está mal, está cachonda pérdida. No la critico, yo llevo perdido hace rato.
Entro mi dedo corazón e índice
en su coño, lentamente, y ella deja de pajearme unos segundos y con la otra
mano eme agarra el hombro mientras se estremece e intenta aguantarse en pie.
Gime, gime mucho.
La llevo hasta el muro del
paso y la apoyo contra la pared, así será más fácil que se aguante. Le bajo el
escote para que queden sus pechos fuera, ella se desabrocha el sujetador y se
lo quita, tirándolo al suelo. Empiezo a besarla mientras me apoyo con la mano
izquierda en el muro y con la derecha acelero los dedos que le penetran. Ella
me coge con las dos manos el pene y, mientras me muerde la lengua, no deja de
moverlas.
Se aparta de mí para coger
aire. Yo sigo con su cuello y llego a sus pechos, chupándolos como un bebe
famélico y, de pecho en pecho, mordisqueando sus pezones y azotándolos con la
lengua.
No sé cuántas canciones han
pasado, pero cambiamos inconscientemente de ritmo cada vez que suena una. Acaba
la que está sonando.
—¿Empezamos con el tema final
de la noche?
—Espero que dure unos cuantos
temas.
Se sorprende por mi respuesta
y se muerde el labio inferior mientras se toca su coño con sus dedos delicados.
Se quita las bragas y se quita
el vestido. Se deja los tacones, me pone mil. Cuando deja su vestido
delicadamente en el suelo ve como me he alegrado de ver su esbelto y desnudo
cuerpo. Empieza a lamerla de arriba abajo mientras la agarra con una mano y con
la otra se acaricia el clítoris. Empiezo a gemir y ella acelera en ambos lados,
gimiendo mientras le lleno la boca de carne. Me dejo llevar y agarró su cabeza
y empiezo a, literalmente, follarme su boca. Tras unos segundos me aparta con
las manos y me señala su coño.
—Es aquí donde tienes que
follarme.
Se apoya con las manos en el
muro y su culo queda totalmente expuesto a mí. Me bajo los pantalones y
calzoncillos completamente. Acerco mi pene y empiezo penetrarle el coño
lentamente.
—Estoy suficientemente mojada
entre la lluvia y esto, así que puedes ahorrarte las delicadezas — Sus palabras
suenan entre gemidos. Hago caso y empiezo a penetrarla duramente mientras le
agarro la cintura. — Sí, sí, más duro perverso caballero — Gime mucho más a
medida que acelero y mis manos se mueven una hacía sus pechos y otra se filtra
por sus piernas para llegar a su coño, frotarle el clítoris velozmente mientras
la penetro aún más rápido, apoyando mi torso en su espalda.
Gime cada vez más, al igual
que yo.
—No aguantare mucho.
—Pues quiero mucho más, solo
han sonado dos canciones y media.
Hago un esfuerzo y freno un
poco, para luego volver a acelerar. Pero tras sonar una canción más se me sale.
No me deja meterla de nuevo. Se da la vuelta y me abraza. Me besa la boca y
empieza a pajearme.
—Ha sido divertido.
Su susurro en mi oreja mientras
me toca el pene me frustra. Ha sido divertido pero puede serlo más y lo va a
ser. Empiezo a comerle la boca frenéticamente y la cojo por la cintura. La
elevo.
—Uoooo.
Su exclamación muestra
sorpresa pero sabe de qué va la cosa. Se agarra con sus piernas a mi torso y la
coloco sobre mi polla, penetrándola. Empieza a moverse ella raídamente. Me
apoyo con una mano en la pared mientras le agarro con la espalda en otra. Sus
hombros están apoyados al muro y una de sus manos agarra mi cabeza mientras con
la otra se frota su clítoris.
—¡Sí! ¡Más, más!
Acelero, no paro.
Escucho pasos subiendo una
escalera y de golpe dejan de sonar.
—Sigue, sigue, da igual.
Vuelvo a escuchar pasos,
corriendo. Son varios. Pasan por detrás de mí y bajan las escaleras por las que
yo subí. Cuchicheaban cosas.
—Nos han visto — En realidad
solo la han visto a ella, pero no sé porque me he sentido observado.
—Y me ha puesto mucho.
—Y a mí.
Tras mis palabras le empiezo a
comer el pecho a lav ez que acelero.
—Sí, sí, por dios, sí.
No deja de gemir y creo que se
corre. Sus gritos alocados lo confirman
—Dios, el mejor orgasmo de mi
vida — Me cuesta entenderla entre los jadeos y los gemidos.
—Pues me queda poco.
—Pues para, para.
Tardo un poco en frenar. Es
demasiado a adictivo y su coño parece succionar mi pene. Paro. Se incorpora y
se agacha, de rodillas en el mojado y frio suelo. Me mira con su rubia melena desaliñada
y su cara colorada, además de un rostro muy vicioso.
—Voy a darte el plato final
que te dije antes, perverso caballero.
Mi pene palpita, pero lo hace
más cuando lo introduce en su boca y empieza a rodearla con la lengua para
luego empezar a chupar a delante y atrás mientras pareja con la mano.
No paro de gemir. Estoy a
punto. Deja de chuparla, pero no de moverla. Me mira, aún más viciosa, y abre
la boca sacando la lengua.
Pongo mis manos en el peno y
pone las suyas juntas bajo su cara, abiertas.
—Dámelo todo, mi caballero
perverso.
Me ha puesto tanto que ni le
rectificare. Me empiezo a estremecer. Me corro. No deja de salir y le salpico
en la cara, en la lengua. Escucho y veo cómo va tragando y lamiéndose con la
lengua la cara mientras además le va cayendo en las manos. Cuando paro me la
vuelve a chupar y me la relame, sin dejar que quede ni un resto de mi semen. Se
traga todo lo que queda y me da unos lametones de regalo.
Los restos de su rostro se los
quita con la mano. Se chupa los dedos llenos de semen mientras exhala aliento
de forma muy sutil. Me la volvería a follar, pero me ha dejado seco. Se
levanta, va a besarme. Empiezan a sonar los teléfonos y para.
A ella también le funciona el
suyo, no me lo dijo.
Ambos cogemos los teléfonos y
contestamos. Son mis amigos preguntado por mí.
Acabamos la conversación a la
vez y nos miramos.
—Era el chico con el que había
quedado.
—Lo mismo por mi parte.
—Al final vendrá a buscarme,
aunque pienso enviarlo a la mierda en cuanto me cambie de ropa y me pague una
buena cena.
—Yo me aprovechare de mis amigos.
Van a llegar más tarde. Se estaban disculpando. Si supieran que iba a dejarles
plantados…
—Al final resulta que si eres
un perverso. Disfruta la noche.
—Ya lo he hecho.
—Pues hazlo más si puedes.
Me besa mientras me acaricia
el pene y yo su coño. Tras unos segundos nos separamos, nos ponemos la ropa que
nos hemos quitado y seguimos nuestro camino, bajando cada uno por las escaleras
que había subido el otro.
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