Espero que os guste el nuevo relato oficinista ;)
Lo que usted diga, jefa.
8 de la mañana.
Primero en fichar.
Voy a la oficina de la
gerente. Tengo que entregarle los informes de ventas del mes pasado. Siempre
está en la oficina. Viene antes que nadie y se va la última. Pone mucha
dedicación y es muy trabajadora pero… muy estricta y sé que, aunque haya dado
lo mejor de mí, me caerá bronca.
Pico en la puerta y abro. Se
exalta y pega un pequeño grito, no se esperaba mi presencia.
—Que susto. Tan puntual como
siempre — Pone las manos sobre el escritorio, parecen algo sudadas y noto que
hace algo de calor en su oficina. —¿Qué quieres?
—Le traigo los informes sobre
las ventas de los libros del mes pasado.
—A ver. Cierra la puerta y
tráelos.
Dejo los informes encima de la
mesa. Los coge con su mano izquierda y con la derecha se baja un poco las
gafas. Me mira de arriba abajo, por encima de las gafas, y vuelve a ponérselas
bien mientras suspira.
—Hoy estarás solo durante casi
toda la mañana.
—¿Y eso?
—Al ser principio de mes no
hay faena y les he recortado a los otros horas. Pensaba que a ti también,
disculpa.
—No pasa, así podré trabajar a
solas sin que nadie moleste.
—¿A solas? Yo estaré por aquí.
—Pero usted no molesta.
Vuelve a mirarme. Espero que
no se note mucho el peloteo. Va mirando los informes y a mi intermitentemente.
Abre levemente los labios pintados de carmín y se ve cómo se muerde la punta de
la lengua.
—Han sido buenas ventas — Se
acaricia su cabello corto, media melena que le llega a la nuca, negro y liso. —Has
hecho buen trabajo de marketing.
—Gracias — Tardo en contestar.
No esperaba un alago. Es el primero que me ponen. —Intentare hacerlo mejor.
—Seguro que puedes, hoy
podremos centrarnos en cómo mejorar nuestra relación en el trabajo para así ser
más eficientes — No me esperaba algo así. ¿Nuestra relación laboral? No sé cómo
puedo mejorar más, espero estar a la altura. —No te quedes pasmados, que
empiezas mal. ¿Qué te parece?
—Me parece bien, pero no sé
cómo podríamos hacerlo.
—Hay muchas formas, yo te
enseñare — Se desabrocha un botón de su camisa blanca. Sus pechos empujan ésta
y deja verse un escote que había estado oculto desde que tengo uso de razón.
—Puedes volver a tu trabajo.
Tengo que ver que tenemos que hacer próximamente.
—De acuerdo, estare
trabajando. Cualquier cosa me dice, jefa.
—De acuerdo, empleado — Se
pasa la lengua por los labios. Está más rara de lo habitual.
Vuelvo a mi mesa. Enciendo el
ordenador y comienzo a repasar las publicaciones que tenemos pendiente. Hay
varios libros de fantasía, romances y algunos eróticos. El próximo que
publicaremos, de hecho, es uno de éstos últimos. Me leo la sinopsis y partes
del libro para saber cómo enfocar la campaña de marketing. Es picante y he de
reconocer que me pone. Varias situaciones donde un hombre y una mujer tienen
aventuras. En algunas de ellas ni se conocen, en otras tienen una relación
laboral o directamente es con el familiar de la pareja de uno.
Me he empalmado, mi miembro se
ha erguido hasta el punto de hacerme daño por culpa de los pantalones vaqueros
ajustado que nos obliga la jefa a llevar. Me desabrocho el primer botón. Aquí
ahora hace el mismo calor que en la oficina de la gerente. Sigo leyendo y algo
se postra en mi espalda, me asusto.
—¿Qué haces? — Son los pechos
de la jefa. Tiene su cabeza por encima de mí y esta mirando la pantalla.
—No, no es lo que parece.
Estoy leyendo el libro para ver cómo venderlo.
Me mira a los ojos con los
suyos. Son negros, profundos, intimidantes. Acompañado con un maquillaje cálido
y el color de sus labios hacen un conjunto lleno de confianza y atrayente.
Después mira hacía más abajo, donde tengo el miembro palpitante. Espero que no
se de cuenta.
—¿Este es el siguiente libro?
—Sí.
—Vale, ven al despacho.
Levanta y se aparta de mí. Se
dirige al despacho luciendo una espalda firme y delgada. La camisa le aprieta
un poco, quizá por los pechos que tiene que son bastante grandes. Su corta
falda de tubo de cuero negra le marca unas caderas y unas nalgas tentadoras.
Además de esas medias negras unidas, posiblemente a sus bragas, por un ligero y
esos altos tacones negros la hacen ser una jefa que todo hombre soltero desearía,
pese a lo estricta que es.
Entra al despacho y en ese
momento me levanto yo. No sé si es por lo que he leído o por cómo está la jefa
y el estar a solas con ella pero no dejo de imaginarme como la empotro contra
su escritorio.
Entro en el despacho. Esta ella
sentada, con un botón más desabrochado y dejándose ver un poco de su sujetador
además de un gran canalillo entre sus pechos.
—El próximo libro a publicitar
es erótico, ¿Verdad?
—Sí, uno de varias aventuras
sexuales centrado en fetiches populares.
—¿Y cómo piensas publicitarlo?
—Aún no había pensado en ello.
—¿Has tenido experiencias así?
— Coge un bolígrafo con una mano mientras se rasca los pechos por el escote con
la otra. —¿Sí o no?
—No.
—Pues te va a costar
publicitarlo — Da golpes con el boli y se le cae bajo el escritorio. — Deberías
buscarte una aventura.
—Creo que podré con ello, jefa
— Me agacho a coger el bolígrafo. En cuanto de rodillas y meto la cabeza bajo
la mesa abre sus piernas y tensa su corta falda Veo sus bragas. Negras con
formas de mariposas y rejillas en sus alas, dejando ver todo. Efectivamente el
ligero sube hasta estas.
—¿Lo ves?
—S-s-sí.
Baja su mano derecha y
acaricia su coño con sus dedos de uñas largas y rojas.
Me doy un golpe en la cabeza y
salgo, tras varios segundos.
—¿Estás bien? — Se levanta y
se acerca a mí. Con los tacones es más alta que yo y veo como mira mi cabeza.
Luego vuelvo al vista al frente y ella se pone de puntillas, tocándome la
cabeza, poniéndome los pechos frente a los ojos. —No veo nada.
—Es-estoy bien.
No puedo evitar mi nerviosismo
y mucho menos el que hay en mi entrepierna.
—A ver más atrás — Se encorva
ara mirarme la parte de atrás de la cabeza y pone los pechos a medio centímetro
de mí. Pierde el equilibrio y le agarro por donde puedo; la cintura y el culo,
pero no es suficiente y caemos. Ella encima de mí. Sus pechos en mi cara y mi
rodilla en su entrepierna.
—¿Está bien jefa?
—Sí, sí — Se aparta un poco.
Tiene las gafas mal puestas, pero enseguida se las pone bien. —Entonces nunca
has tenido una aventura, ¿Verdad? — Me acaricia la barriga mientras se muerde
la lengua tras decírmelo.
—No, nu-nunca.
—Pues parece que quieras vivir
una — Me roza con la rodilla la entrepierna. Me aprieta el pene.
—¿Por qué lo dice, jefa?
Acerca su boca a mi oreja.
Escucho como sus labios se separan, como respira y como su lengua se mueve
entre su saliva.
—Porque eso es algo que
tenemos que solucionar — Me estremezco. Separo la cabeza unos centímetros de la
suya. Esta con la cabeza un poco agachada, mirándome por encima de las gafas.
Con la boca abierta y la lengua inquieta entre sus labios. La mano de la
barriga llega hasta la cintura y la otra la coloca encima de la mía,
cogiéndola. Acto seguido coloca mi mano en sus muslos. —Falta aún un rato para
que lleguen y no podemos hacer mucho sin el resto del equipo, así que me parece
que lo mejor es introducirte en el mundo de las aventuras.
—¿Por qué yo, jefa? — Debe de
notar las palpitaciones de mi pene ya que tiene la mano rozándomelo. Noto sus
feromonas y las ganas de sexo que tiene.
—Eres mi mejor empleado. Te
entregas a fondo, nunca llegas tarde y no te importa hacer horas extras.
—Pero… ¿Y su marido? — Nunca
lo he visto, ni ella ha hablado de él, pero aunque no tenga una sortija es de
dominio público que está casada.
—De viaje en algún lado y con
mi coño desatendido, algo que vas a solucionar tú ahora — Se levanta. Le veo
las bragas y lo humedecidas que están. El líquido se resbala por sus piernas
lentamente.
—No puedo jefa, no debo.
Pero lo deseo, pero esto es
superior a mí. Siempre he sido tímido y nunca he sido de los de dar el primer
paso y menos con alguien superior a mí.
—Debes, o esto te dolerá mucho
si no lo vacías — Me pisa con la punta del zapato, suavemente, el pene. Me lo
mueve mientras se muerde el labio. —Además, te lo ordena t jefa. ¿Vas a
desobedecerme? — Trago saliva, no logro encontrar aliento para responder y mi
sangre se acumula abajo como para pensar que hacer. —¿Cuánto te falta por pagar
del coche? — Me la ha jugado, asiento. Sabe que no puedo perder el trabajo y
que por eso me esfuerzo tanto. No es solo el coche. También tengo los estudios
y el piso de alquiler. —Pues vas a atender lo que mi marido tiene tan
desatendido.
Da unos pasos y se queda
encima de mi cara, de pie, pudiéndole ver el coño. Se sube la falda estrecha y
deja las bragas al aire y se sienta en el aire.
—Adelante, empleado del mes.
—¿Qué quieres… — Antes de que
acabe la pregunta me conduce mis manos a su culo y luego me empieza a acariciar
la barriga. Tiene un equilibrio increíble.
—Tendrás que reincorporarte un
poco.
Tiene razón. Me acomodo y
contraigo un poco mi cuerpo, levantando el torso hasta tener la nariz husmeando
en su entrepierna.
—¿Así jefa?.
No me responde con palabras.
Me acaricia la cabeza y me la hunde en sus bragas. Huele muy fuerte. Está muy húmedo.
Aprieto sus nalgas con mis manos, fuerte, mientras las nuevos y empiezo a dar
besos a su coño.
—Así, sí, cariño.
Su voz es lujuriosa y pausada,
como si cogiera aire para cada palabra. Además se le oye chasquear la lengua
entre la saliva cada vez que dice algo y eso me pone. Empiezo a usar mi lengua
y mis manos empiezas a perderse entre su culo y sus piernas. Las acaricio, las rodeo
y rozo el coño a medida que beso, lamo y agarro con los dientes las bragas.
—Sí, lo haces bien — Pero ella
lo hace mejor. Ha creado este ambiente muy bien. Ella me puso el libro que
tenía que publicar, ella se ha ido desabrochando los botones y ella ha caldeado
el ambiente. Lo tenía planeado, estoy seguro. O al menos eso quiero creer mara
tener más confianza.
—¿Le estoy complaciendo, jefa?
—Sí, de momento si querido… —
Me empieza a acariciar el pene a través del pantalón y lo agarra con fuerza.
Duele por lo apretado que está pero me pone muchísimo e intento bajarle las
bragas. Me azota las manos. —No chico, eso no es lo que toca — Se levanta de
nuevo y da unos pasos atrás. Me mira fijamente, mientras se muerde los labios.
Me indica que me levante. Lo hago.
Estamos cara a cara y mis
manos se van para su culo. Le cojo una nalga y con la otra mano le acaricio la
barriga y voy subiendo hasta sus pechos. Los acaricio, los palpo, mis dedos se
filtran por su sujetador y uno de los botones sale disparado, dejando fuera de
la camisa los dos pechos bien sujetados.
El botón me ha dado en el
cuello. Tengo una pequeña arcada por el golpe, pero la visión ante mis ojos
hace que no me importe.
—Vaya, pobre. ¿Te has hecho
daño? — Me agarra la cabeza y me la hunde en sus senos. Mis manos están apretándolos
para delicia de mi cara. —¿Te sientes mejor, querido?
No puedo contestar. Apenas
respirar. Me saca la cabeza. Sonríe y me lleva hasta un rincón de la oficina.
Ella se pone espaldas contra la pared y yo cara a ella, estando delante de las
ventanas cerradas con las cortinas. Empieza a agacharse sensualmente hasta que
su nariz se topa con el bulto de mi pantalón.
—¿Te aprieta?
—Un poco, la verdad.
—¿No será por mi culpa?
—Sí, jefa.
Me muerde a través del pantalón.
Me desabrocha el botón y baja la cremallera, luego baja el pantalón y empieza a
pasar la lengua por los calzoncillos mientras palpa con sus manos mi pene. Lo
vuelve a morder y luego se levanta un poco hasta dejar los pechos contra éste.
Palpita, muchísimo. Ella no deja de pasar la lengua por sus labios y mordérsela
mientras me mira con cara viciosa. Me pone mucho esa mirada a través de las
gafas con esa cara cada vez más lasciva.
—Pues aún no es el momento.
Tendrás que ganarte tu sueldo — Se levanta y me empuja la cabeza abajo. Me
agacho y se abre de piernas. Se quita el ligero y se baja las bragas —Hazme
gritar, es una orden.
Su vello púbico está solamente
rodeando sus labios. Bien afeitado, como si lo protegiese. Alzo mi cabeza hasta
meter la nariz entre sus labios. Huele bien. Está muy mojado. Se escucha como
ella respira por la boca apretando los dientes. Está a la espera de que paso a mayores.
Me acomodo. Me pongo de
rodillas y coloco mis manos en su ingle. Con los pulgares comienzo a acariciar
los alrededores de los labios mientras los voy besando poco a poco. Pone una
mano sobre mi cabeza. Abro sus labios inferiores y enreda sus dedos en mi
cabello. Quiere que pase ya a la acción.
Saco la lengua y la acerco
lentamente, para que vaya notando como se acerca. Cuando rozo su coño ahoga un
gemido y coloca la otra mano en mi cabeza. Empiezo a lamerle el coño. De abajo
arriba, pasando por el clítoris. Como un perro bebiendo agua. Cada vez más
rápido. Gime fuertemente. Empiezo a lamerle de arriba abajo sin separar la
lengua. Suelta monosílabos como “uuuhh” “ohhh” “siii” entre otros a medida que
muevo mi lengua de diferentes formas. Bajo los pulgares un poco y abro su coño
y empiezo a dar vueltas sobre el agujero con mi lengua.
—Métela, métela.
Meto la lengua y la muevo. Está
muy espeso y es incluso sabroso. Luego la saco y empiezo a golpear el clítoris
a la vez que introduzco dos dedos en su coño. Empieza a gemir descontroladamente.
Me pone. Me pierde. Empiezo a besar su coño como si fuera una boca, con mi
lengua danzando por él y mordisqueando el clítoris a cada rato. Ella se
estremece, sus piernas no dejan de moverse y sus manos cada vez empujan más mi
cabeza. Finalmente me saca la cabeza estirándome del pelo.
La miro, me mira. Tiene la
mirada perdida, la lengua fuera y los labios mordidos.
Me aparto y me levanto. Le
acaricio los labios con mi mano húmeda por su coño y acerco mi boca, pero se
aparta.
—No te he pedido que hagas
eso, no te olvides quien manda.
Impresionante. Hace un segundo
parecía fuera de sí, pero sigue perfectamente en ella. Yo sin embargo he
perdido la timidez y parezco otra persona. Es una profesional, se nota que es
la jefa.
Empieza a desabrocharme la
camisa y me la quita. Se apoya en mi torso con una mano y con la otra baja
hasta los calzoncillos. Me los baja, aunque le ayudo. Agarra mi pene y empieza
a hacerme una paja mientras acerca sus labios a mi oreja.
—La tienes dura.
—Por usted, jefa.
—Pues hay que solucionarlo.
Se aparta y se doblega hasta
darle un beso en el capullo. Luego se vuelve a erguir y, pene en mano, va hasta
su escritorio arrastrándome. Apoya sus dos manos en la mesa y saca culo.
Después gira la cabeza y con sus ojos me indica que quiere que la penetre.
—¿Está segura?
—¿Te echas atrás ahora?
No contesto. Agarro mi pene
con una mano y con la otra ayudo a abrir su coño.
Voy a meterla, pero me para.
—Te estoy enseñando el culo,
¿No?
Me fijo y lo tiene igual de húmedo,
posiblemente porque el coño le haya chorreado entero. La miro sorprendido y
asiente con la cabeza. Introduzco mi polla en su coño y ella grita. Primero
parece que de dolor pero luego se nota que es de placer.
—Más rápido, y azótame.
Le hago caso. Acelero, le
azoto y ella resbala con las manos y choca con sus pechos en la mesa. No freno,
no me preocupo, no me lo ha pedido. Estira sus brazos y se queda con el torso
estirado. No me gusta, quiero ver como rebotan sus pechos. Le cojo del pelo y
la alzo.
—¿Así tratas a tu jefa…? Muy
bien querido, así me gusta.
Empieza a moverse ella también,
me vuelve loco. Me coge la mano con la que le azoto y me la pone en su pecho
mientras ella mueve más rápido sus caderas. Mi pene se acaba saliendo.
—¿Vuelvo al culo?
—No, ahora al coño. Pero mucho
más duro, mucho más fuerte.
Le hago caso. Voy todo lo
rápido que puedo e intento controlarme. No sé cuánto aguantare. El sujetador es
incómodo, así que se lo quito con la mano con la que le agarraba el pelo y,
después, la pongo también en sus pechos. Le retuerzo los pezones mientras no
dejo de meterla y sacarla.
—Más, más.
Acelero. Sus tacones se
deslizan para los lados. Pierde el equilibrio y le cojo una pierna para que no
se caiga. Ahora está en una postura más morbosa. Con una pierna agarrada es más
fácil metérsela y a su vez está un poco de lado. Puedo verla con la lengua
afuera y sus pechos rebotar. Retuerzo
duramente su pezón y después le agarró la cabeza. Se la acerco a la mía y
empiezo a besarla localmente. Me devuelve el beso y las lenguas se funden en
una.
Finalmente parece fuera de sí,
pero de nuevo me sorprende cuando coge la mano con la que le retuerzo los
pezones y la pone en su coño. Coloca con gran precisión dos de mis dedos sobre
su clítoris. Empiezo a cortárselo, acelerando en cuestión de segundos hasta
llegar a una velocidad igual con la que me la follo.
—Sí, sí, me corro — Sus gritos
me vuelven loco y yo también voy a correrme. —¡Pero tú no! — Es una orden, se
me corta, pero ella empieza a gemir cada vez más fuerte, con la lengua fuera,
así que vuelvo a colocar mis labios junto a los suyos y me da el mejor beso de
mi vida mientras no deja de gemir.
—Para, aparta — Lo ha dicho
con dificultad tras varios segundos gimiendo. — Toca tu sueldo.
Dejo de penetrarla, me aparto.
Se agacha y se pone como si fuera a mear en el suelo… y lo parece porque aún
chorrea flujo vaginal. Su mirada lasciva se centra en mi pene, el cual agarra y
empieza a lamer de lado a lado, de principio a fin hasta introducirlo en su
boca.
—Jefa, no aguantare mucho.
Dice algo con la polla en la
boca, pero no lo entiendo. Se centra en el capullo. Lo envuelve con la lengua y
lo golpea con ésta a la vez que lo succiona y mordisquea. Mientras sigue con
eso empieza a paseármela, haciendo que cada vez se introduzca más pene en su
boca. Finalmente acelera y empieza a chuparla como una salvaje. Moviendo la
lengua en el interior de su boca por toda la polla y metiéndosela entera, pero
no de forma lenta, sino rápida. Creo haber rozado hasta su campanilla. Tiene
arcadas, pero no para. Sigue. Gimo, gimo mucho y para. Empieza a moverla por
encima de su boca, con la lengua fuera. Golpea mi pene contra su lengua mientras
no deja de pajearme hasta que no puedo más. Me corro. Me corro y empapo sus
gafas y su cara de semen. Ella traga lo que puedo y luego se relame.
Dejo de correrme, pero aún
tengo el pene con semen. Vuelve a chupármela hasta que no deja ni gota.
—Bueno, ya sabes cómo puedes
vender esto, ¿Verdad? — Se levanta mientras se escucha como se traga todo lo
que he soltado. —Ahora vuelve al trabajo — Ese último susurro en la oreja hace
que no se acabe de bajar el poderío de mi entrepierna, pero hago caso sumiso.
Me visto y salgo de la oficina. Me siento frente al ordenador y en escasos
minutos empiezan a llegar compañeros.
Pasan 4 horas. Queda poco para
plegar. Sale la jefa de su oficina. No lleva los ligeros. Se me acerca y se
apoya en mi espalda, con la cabeza por encima como antes.
—Dentro de diez minutos te
quiero en mi despacho, tenemos que hablar sobre la promoción de la antología X.
Espero que os haya gustado y espero que paséis un día húmedo ;)
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