martes, 31 de mayo de 2016

¡Lista de Relatos de Perverso Caballero!

¡Buenos húmedos días/tardes/noches!

Como ya llevamos varios relatos (y una publicación) hemos pensado en listar todos, así como enlazarlos al relato en sí, para que sea más sencillos acceder a ellos y disfrutarlos, ya sabéis ;)

Aquí tenéis la lista para disfrutarlos.

1-Masaje y Mar
2-Sexo Rodado
3-Paso Húmedo
4-Lo que usted diga, jefa
5-Cine con amigos, lavabos para adultos
6-Follada a ciegas
7-Masaje completo
8-A través de las mascaras
9-Reunión de padres (exclusivo de antología x vol. I)
10-Fiesta tras la fiesta (exclusivo de antología x vol I)
11-Final Feliz
12-Futuro Inmediato
13-Entre líneas
14-Correr y correr y correrse
15-Tren sin habla
16-Clase de pintura
17-Matar el tiempo
18-¡Ay la madre!
19-Moldes de cera
20-Je t'aime & 'ahabak
21-Tele y manta
22-De urgencias
23-Ni una palabra
24-Probando
25-Servicio de habitación completo

Y estad atentos porque en breves nuevo relato, más noticias sobre la próxima actualización y otras publicaciones de interés para nuestras húmedas mentes.




















jueves, 26 de mayo de 2016

Relato: Futuro inmediato.

Buenos húmedos días/tardes/noches!

Aquí os traemos el nuevo relato.
Imaginaros que cada vez que vais a follar pasa algo que os impide hacerlo. Tantas veces seguidas que pensáis que tenéis un mal de ojo y, justamente, tenéis una lectura de manos y sanación gratuita... y, además, os abre la puerta una persona que os tiraríais inmediatamente pero... su juef@ está mejor aún...

Futuro Inmediato.

Un año, un año sin follar. Lo he intentado todo. En fiesta, en páginas de cita, con aplicaciones e incluso pagando y siempre, siempre ha sucedido algo. Todo parece ir bien, los preliminares nos calientan siempre y cuando vamos a empezar algo sucede. A la prostituta que contrate le entró un cólico. Con la estudiante que me ligue en una discoteca nos pilló la madre y, aun así, cuando la convencí para que se uniera y ya estábamos los tres chorreando apareció el marido. A la policía que me estaba a punto de tirar en mí auto le robaron el suyo y así con un sinfín de cosas.

Finalmente voy a hacer algo que nunca creí que se me ocurriría. Hace medio año recibí un vale para una revelación con la pitonisa más famosa de todas, famosa por ser la joven con más aciertos de la historia, según la televisión y su anuncio.

Hoy es el día. Aparco en la entrada de su casa, donde hace las visitas. Es grande, en mitad de un jardín inmenso con grandes partes de arena bien arreglada, como los jardines zen. En el centro, un poco antes de la puerta, hay un pequeño estanque con un puente de madera, rojo, rodeado de sauces llorones. Una vez en la puerta pico al timbre. El sonido es normal, para mi sorpresa. Esperaba algo más siniestro.

No tardan en abrirme. Lo hace una chica, aparentemente joven. Mi pene palpita al verla. Es bajita, con el pelo largo pero recogido en una cola. Su tez es morena y lleva un velo naranja, trasparente, por encima de la frente hasta la nariz pero se puede apreciar su fina cara y sus labios pequeños y brillantes. Lleva vestuario de danza del vientre, todo del mismo color. Sus sutiles pechos se embellecen gracias a los cascabeles que le cuelgan haciendo mirar su barriga, plana además de fina. El velo de la entrepierna, trasparente también,, dejando ver unas braguitas muy ajustadas, tanto que se le marcan los labios inferiores hacen que la imaginación de uno vuele. Va descalza, pero con unas tiras que suben desde el tobillo hasta debajo de la rodilla rodeándole la pierna.

—Buenas tardes — escucho con dificultad. No quiero saber cuántas veces me lo habrá dicho. Me he quedado anonadado mirando su belleza.

—Ho-hola, buenos días — digo algo nervioso, aunque ya es bien entrada la tarde.

—¿Tiene cita?

—Sí, aquí est… — No acabo la frase y su mano se va a mi bolsillo delantero derecho. Doy un paso atrás de la sorpresa y noto como los dedos de la mano hurgan en mi bolsillo. Me roza el pene, y justo en ese momento me palpita. Me muero de vergüenza, debe de notar lo caliente que estoy al verla. Pasan unos segundos y saca la cita.

—Sí, ya sabía que estaba aquí. Muy bien, sígame.

—¿Es usted la pitonisa?

Me mira con cara de asombro, inmediatamente sonríe cerrando los ojos fugazmente.

—Me halaga caballero, soy su aprendiz pero algún día deseo poder si quiera igualarla.

—Seguro que lo consigue — digo sonriendo. A alguien tan bello hay que subirle la moral siempre que se pueda, sobre todo cuando no parece importarle haber notado mi pene palpitante por ella.

—Venga, sígame.

Se gira y empieza a caminar. Por detrás se puede ver su fino pero carnoso culo, tapado con un preciosísimo tanga atado con unos lazos tentadores de sacar.

Sigo su sensual movimiento por un pasillo hasta llegar a lo que parece una sala de estar. Un gran sofá con un sillón a cada lado, todos marrones. Una mesa pequeña, de cristal, con un plato lleno de piedras de distintos colores. Un fuerte aroma suave, algo dulce, embriaga el lugar. No hay televisión, tan solo cortinas tapando una venta y, frente al sofá, una puerta cerrada.

—En cuanto acabe con la clienta que tiene ahora le atenderá a usted, siéntese donde esté más cómodo.

—Oh, muchas gracias — digo mientras me siento en el sofá, en el centro, a la vez que no dejo de mirar a la joven aprendiz. Es imposible no mirar la belleza de la chica, tan sensual.

—¿Está cómodo? ¿Quiere alguna cosa? — Me pregunta. Y tanto, querría empotrarla en el sofá en el que estoy sentado, que pena que eso no me lo vaya a ofrecer.

—Oh, es que es la primera vez que vengo a un lugar de estos. No sé qué se hace exactamente.

—¿Y por qué ha venido? Quizá pueda ayudarle mientras espera la gran visita — se acerca sensualmente, poniendo una pierna frente a la otra mientras anda como si fuera una modelo. Se pone frente de mí, entre la mesa y mi cuerpo, y flexiona las rodillas. Sus pechos son más grandes de lo que parecían y, además, no lleva sujetador. Sus pezones se le marcan perfectamente. Le cuento mis preocupaciones y me coge la mano. Tiene la piel suave y unas manos frías pero blandas, delicadas. Sus uñas, algo largas, muy cuidadas y sus labios brillan. — Vaya… no estoy segura, porque aún no lo domino del todo, pero puede que algunas de tus preocupaciones cambien — Me dice mientras me mira a los ojos. En la posición en la que está en altamente sensual y espero que no se note que tengo el mástil alzado. Sin embargo, esa revelación, no sé cómo tomármelo. ¿Algunas de mis preocupaciones? Lo único que quiero últimamente es follar. ¿Significa eso que follare? Se abre la puerta que hay frente a nosotros antes de que pueda preguntar. La aprendiz se levanta exaltada y se aleja velozmente. Me señala guardar silencio mientras me guiña un ojo, imagino que en referencia a lo que ha hecho. Asiento con la cabeza y veo a una señora salir de la habitación. Parece mayor que yo, pero es esbelta. Uniformada, con una plaquita y una carpeta que pone “bufete de abogados” Agradece varias veces a alguien que están en la habitación de donde sale y después hace una reverencia, lo repite con la aprendiz, y se despide. Ni me ha visto.

—Enseguida es tu turno — dice la joven mientras hace una reverencia y entra en la habitación de donde ha salido la mujer. Cierra la puerta y la sala se queda en silencio. Pasan unos minutos donde el silencio se apodera del lugar. Se vuelve a abrir la puerta, sale la aprendiz y me señala con el brazo izquierdo que pase. — Ya puede pasar, están todos los preparativos listos — No me gusta cómo suena eso de preparativos, pero que se le va a hacer. Me levanto y entro, no sin antes mirar otra vez de arriba abajo a la joven.

Es una pequeña habitación. Hay una mesa en el centro, con un mazo de cartas, un cubil que parece contener dados y una pluma de tinta metida en su tintero. Dos sillas, una a cada lado, acolchadas y con reposabrazos. En el fondo hay una camilla y allí está la que imagino será la pitonisa, de espaldas. Cabello largo, negro, que le baja hasta media espalda. Parece llevar una camisa blanca, así como una falda negra de tubo, ajustadas, tapando su culo respingón y marcando bien las nalgas de forma individual. Medias, marrones y unos tacones negros. Huele más fuerte que en el resto de la casa, a un olor menos dulzón pero mucho más agradable.

Tras de mi entra la aprendiz y cierra la puerta. Me exalto y giró la cara inmediatamente.

—¿Te he asustado?

—Sí, perdón por exaltarme. ¿Esta vez no esperas afuera?

—Tranquilo — dice una voz serena, la de la pitonisa. Una voz serena y agradable, me recuerda a la de mi profesora de historia. Giro la cabeza hacía ella y veo que se está girando mientras sigue hablando. — esta vez ha insistido en que quiere ver como resuelvo tu problema — explica e, inmediatamente, vuelvo a girar la cabeza hasta la joven, sorprendido y con los ojos bien abiertos. Me guiña un ojo y me saca la punta de la lengua. — Además, la habitación está insonorizada solo para que no se oiga que pasa en su interior, así que si alguien llama lo oirá y podrá salir.

—Insonorizada… — murmuró mientras vuelvo mi mirada a la pitonisa. Esta girada totalmente. Efectivamente, como pensaba, viste una camisa blanca muy ajustada. Tanto que tiene los tres primeros botones desabrochados, pero no porque tenga unos pechos enormes –que no son pequeños- sino porque la camisa es apretada. Aun así se le puede ver los pechos e incluso la parte superior del sujetador. Su rostro es sereno, firme, con unas finas gafas negras, metálicas, y unos ojos negros como el carbón, muy profundos. Su nariz es estrecha, pero algo larga, mientras que sus labios son algo gruesos y pintados de un rojo intenso. Tiene mechones por delante de la cara, haciéndola más mística y, sobretodo, más sensual.

—Claro, así nadie se puede enterar si alzamos el habla hablando de tus intimidades — explica la aprendiz. Tiene sentido, la verdad es que me quedo aliviado aunque se me va a hacer raro explicar esto ante dos mujeres.

—Siéntese, por favor. Espero que no tenga problema con que mi aprendiz.

—No, por supuesto que no. Faltaría más — como para que me importase con lo buena que está, pena que se quede detrás de mí y no pueda ver a las dos juntas, aunque mi mente ya ha empezado a fantasear y mi pene está que no cabe en su gozo.

—Por favor, extienda su mano — Le hago caso y me la coge. También tiene las uñas largas, más que la joven, y de color negras con brillos violeta. Empieza, con su dedo índice, a seguir las líneas de mi mano. Pasa unos segundos así y después sonríe y mira al frente, a su aprendiz. — Ya entiendo porque querías ver cómo resolvemos este caso — Dice, entre una risa aguda y traviesas. — Veo que has estado un tiempo en austeridad.

—Bueno, yo no diría austeridad.

—¿No? Aquí veo que ha estado sin sexo.

—Sí, pero no porque yo lo haya decidido. Siempre ha pasado algo que ha impedido que acabe la faena empezada.

—¿Sí? ¿Cómo qué? En tu mano veo varios sucesos desgraciados, pero no pensé que estarían relacionadas con tus actos sexuales.

Empiezo a contarle ejemplos. Tras el primero me pide otro y así sucesivamente. Veo que se muerde el labio y se pasa la lengua por éstos varias veces a medida que hablo y le explico todos los sucesos, uno por uno, desde que empiezo a besar hasta que pasamos al sexo oral o incluso primeras penetraciones con los dedos.

—Ya veo, tiene algo bastante oscuro sobre ti.

—¿Sí? ¿De verdad? ¿Tiene solución? — pregunto preocupado. Al principio me mostraba escéptico, pero ha acertado con el problema y con las desgracias, aunque no en su totalidad ni en conjunto.

—Sí, déjame antes consultar las cartas para ver cuán grande es la sombra que se proyecta sobre ti y tu pene.

Asiento con la cabeza. Me suelta la mano, que había tenido agarrada todo el tiempo, y empieza a barajar las cartas que tenía sobre la mesa. Tras unos segundos empieza a voltear las cartas sobre la mesa. Veo una torre, una serpiente y otras tantas pero no tengo ni idea de que significa. Cuando deja de echar cartas las mira y abre los ojos de par en par. Hace señas a su aprendiz para que se acerque y las mira también, sorprendiéndose de igual manera.

—Maestra…

—Sí, tenemos que actuar ya. Podremos resolverlo.

—¿Qué, qué sucede? — pregunto asustado. Su cara muestra espanto. Los ojos bien abiertos, mirándose, mientras la pitonisa se muerde el labio y la aprendiz aprieta los dientes.

—Es largo de explicar. Vamos, ven. Túmbate en la camilla — dice la maestra mientras se levanta. Al hacerlo sus pechos rebotan, se mueven muy fluidamente, saltando un botón más de la camisa y mostrando prácticamente todo el sujetador, así como la aréola de éste.

—¿Me tumbo? — preguntó, nervioso, mientras me levanto.

—Sí, pero quítate la ropa. Rápido — añade la aprendiz. Su maestra le mira y le guiña un ojo, Hacen un buen y rápido trabajo. Les hago caso, y me quedo en calzoncillos. —¿Así está bien?

—No, tiene que ser todo — contesta la pitonisa. —Además, él también quiere salir — Se refiere claramente a mi pene. En cuanto ha dicho “todo” me he imaginado a mí con ellas desnudo y no he podido evitar volver a empalmarme pese a lo nervioso que estaba. — Ayúdale, va.

Antes de que pueda decir algo al respecto tengo a la aprendiz de rodillas en frente de mí, bajándome los calzoncillos lentamente. Sus dedos son fríos pero su mirada, fija en mi entrepierna, me calienta hasta el punto de que mi pene sale, rebotando, de los calzoncillos por su propia cuenta y le golpea la frente. Me quedo sin habla mientras ella se para un instante, fugaz pero palpable, donde respira pero enseguida sigue con su labor de desnudarme por completo. Cuando acaba se levanta mis ilusiones de una mamada imprevista se desvanecen. Ella ni se ha inmutado al ver mi pene, erecto, con la vena marcada y más grande que nunca. Me meten prisa y me tumbo en la camilla.

—Vale, ahora cierra los ojos. Vamos a librarte de este mal y de tus preocupaciones — dice la maestra mientras pasa sus manos por encima de mi cuerpo, sin tocarme. — Fíjate bien, tienes que aprender a hacer este tipo de trabajo lo mejor posible — le dice a su aprendiz.

—¿Yo solo cierro los ojos?

—No, pero ya sabrás que hacer cuando toque.

Pasan unos segundos. Noto sus manos por encima de mi cuerpo, noto esa presión. También siento cerca a la aprendiz, por detrás de mi cabeza. Una mano se posa sobre mi pecho y otra sobre mi barriga. Por la distancia de la punta del dedo y la uña que siento en mis carnes estoy seguro de que es la pitonisa. Ahora sería un momento perfecto para verle ese par de pechos bien puestos que tiene.

Mierda, mi pene no deja de palpitar. Tengo que intentar dejar de pensar en cosas, pero solo me viene a la mente estas dos bellezas desnudas frente de mí.

—Tranquilo, pronto empezará — dice la maestra mientras presiona mi pecho y acaricia mi barriga. La mano del pecho presiona levemente mientras va moviéndose hacía mi cuello y la de la barriga acaricia en círculos… cada vez más cerca de mi pene. Finalmente lo roza y, poco a poco, sus dedos van rodeándolos. Se me corta la respiración un segundo cuando sus dedos se cierran en torno a mi miembro viril, agarrándolo, pero vuelve a respirar cuando estos empiezan a deslizarse hacia arriba y hacia abajo. — Contempla bien, querida aprendiz, aquí radican todos sus males — ¿Todos mis males? ¿En mi pene? ¿Qué le pasa? Cada vez estoy más nervioso y el hecho de no poder relajarme y que mi pene no deje de palpitar no me ayudan. — Y así es como se ha de empezar el ritual — Noto el cabello de la maestra sobre mi cuerpo, caer sobre mi pene, mientras algo humedece el capullo de éste. Inmediatamente noto algo húmedo, blando, posarse sobre él y empezar a moverse. Ahogo un gemido. — Las paredes están acolchadas, tranquilo — dice con mi pene en la boca. Sus labios me aprietan el tronco y su lengua me lo humedece entero. Tras unos segundos empieza a masturbarme más rápidamente con las manos y, con la parte final de la lengua, la que es más rugosa, empieza a presionar en el capullo. Me encanta, me pone mucho. Mi mano derecha se van automáticamente a su cabeza y paso los dedos entre su cabello.

—¿Esto es lo que debo hacer? — digo mientras abro los ojos, quedándome atónito ante lo que veo: los pechos totalmente desnudos de la aprendiz, con sus pezones bien rígidos. En ese momento vuelve a meterse mi pene en su boca, chupando rápidamente, y ahogo un gemido. La miro y veo como me contempla de reojo mientras me la mama. — Lo tomare como un sí… — digo mientras vuelvo a mirar hacia arriba. La aprendiz está mirando fijamente a su maestra como me come el pene, algo que me pone aún más, y decido ir a por todas. Parece que sí era verdad que me iban a quitar mis preocupaciones.

Quito la mano derecha del cabello de la pitonisa, poniendo la izquierda en su lugar, y empiezo a acariciar la pierna de la aprendiz. Ésta da un paso atrás y me mira. Inmediatamente mira a su maestra, sigo la mirada y veo como está le guiña el ojo.

—Bueno, ¿Cómo va el tratamiento? — pregunto, mientras intento aguantar los gemidos para poder conectarme en hablar.

—¿Eh? ¿Cómo dices? — pregunta, algo nerviosa, mientras mi mano derecha sube por su pierna. Es algo incómodo, pero solo por comprobar si lleva puesto el tanga vale la pena.

—Digo que si el tratamiento está dando efecto — insisto. La maestra saca finalmente la polla de su boca, no sin antes pasar toda su lengua por el capullo, presionándolo, algo que hace que me estremezca y gima mientras veo como la aprendiz se muerde el labio mientras me contempla. Mi mano también sube a causa del placer, hasta llegar a la ingle y rozar sus labios inferiores, bajo el pareo, totalmente al descubierto.

—Sí, el tratamiento está surtiendo efecto. De hecho ya has expulsado algo — imagino que se refiere al flujo pre seminal, pero de lo bien que me la estaba chupando ni me he dado cuenta. — Pero debemos seguir.

—¿Tú aprendiz ayudará?

—Sí se ve capaz…

Ambos la miramos y ella nos mira, intermitentemente, mientras se muerde el labio. Se guita el velo que tenía en la cara, mostrando unos ojos color miel, enloquecedores, y una fina y tersa nariz. Me mira fijamente justo cuando empiezo a juguetear con sus labios. Ahoga un gemido, noto su humedad, y se inclina hasta poder besarme. Su lengua es pequeña, pero sabe moverla bien. Y la lengua de su maestra es larga, tanto que me lame el pene de abajo arriba en un visto y no visto, algo que ha empezado a hacer ahora.

—Hay que lamer bien primero, sino no es capaz de salir todo — dice antes de volvérsela a meter en la boca, toda entera. Tras unas arcadas se la saca, babeando, y se separa de ella — Ven aquí a ver si sabes hacerlo — le dice a la aprendiz. Ésta separa sus labios de los míos, no sin antes que se los muerda, y va hacia mi pene. — ¿Puedes levantarte? — me pregunta, algo que hago sin mediar palabra. — Ahora, querida, arrodíllate y empieza a lamerla. — Mientras, tú y yo vamos por otros trotes.

Me acaricia el torso con la mano derecha mientras con la izquierda acaba de desabrocharse la camisa, todo esto sin quitarme ojo de encima. Mirándome por encima de las gafas mientras se muerde el labio. Le agarro el culo con mi mano izquierda, rodeándola con el brazo y acercándola a mí. Sus pechos se mueven y uno de sus pezones asoma mientras chocan contra mi cuerpo. La beso. Nuestras lenguas chocan entre ellas y se entrelazan al instante. Me muerde el labio, duele pero me gusta, mientras mi mano palpa sus nalgas. Con la mano izquierda tengo cogido el cabello de la aprendiz, quien ha empezado a comerme el pene muy velozmente, paseando su lengua por todo el tronco y rozando con sus dientes el capullo, haciendo que me estremezca.

—¿Te duele? — pregunta la joven, sacándose el pene de la boca. Empujo con la mano su cabeza, para que siga chupándola. Espero que sea suficiente respuesta. Eso parece, vuelve a comérmela pero ahora con mucho más fervor, con muchas más ganas. Se escucha como sorbe y ahoga gemidos de placer mientras empieza a tocarse su húmedo coño a la vez que me la come.

—¿Qué te parece mi aprendiz? — me pregunta la pitonisa, mientras separa sus labios de los míos. —Le he enseñado personalmente a hacer todos estos trucos… — me susurra en la oreja. Me la muerde. Pasa su lengua por mi cuello y vuelve a subir hasta mi boca. Me agarra la cabeza, me coge el cabello, y me la hunde en sus pechos. — Pero el plato fuerte te lo daré yo.

Sus pechos son suaves y blandos. Mi nariz se aplasta en ellos pero mi lengua los saborea a la perfección. La filtro por debajo el sujetador hasta llegar a su pezón, el cual relamo hasta la saciedad.

Le quito la falda, se la bajo hasta los pies, y empiezo a masajearle el coño a través de las bragas. Está húmedo, más de lo que esperaba.

La aprendiz sigue chupando, pero ahora además me masajea los testículos de una forma muy agradable. Separo la mano que tenía en su cabeza y la llevo instintivamente a los pechos de su maestra a la vez que separo mi cabeza y vuelvo a besar a ésta, más apasionadamente que antes. Tras varios segundos separa sus labios otra vez de mi. Me coge ambos brazos y los aparta de su cuerpo. Levanta sus pies, se acaba de quitar la falda y da unos pasos atrás. Su cuerpo es bellísimo. Esbelto. Con carne donde agarrar pero bien puesta, unos pechos acordes: ni grandes ni pequeños. Y un rostro sensual que sería capaz de seducir al más escéptico de los científicos.

—Que encendido vas…. — dice mientras sigue dando unos pasos atrás mientras se quita la camisa a la vez que yo he colocado mis manos en la cabeza de su aprendiz, poniéndome más cómodo frente a ésta y acompañando los movimientos de su boca con mi caerá: en definitiva que me estoy follando a su boca, cada vez más rápido. — ¿Por qué no vas entrando en materia más “profunda” con mi aprendiz mientras acabo de ponerme cómoda? — pregunta, dejando clara su insinuación, mientras se aprieta las gafas y se relame los labios.

Su aprendiz se saca, lentamente, mi pene de la boca. Le da unos lametones más y después se levanta. La beso sin pensarlo, me tiro a sus labios brillantes. El velo que lleva me hace cosquillas, pero me pone demasiado como para quitárselo, al igual que el pareo, o como se llame, que lleva de cintura para abajo. Las manos de ellas van directas a mi pene, ambas, que empiezan a masturbármelo, mientras que las mías se reparten en su coño y sus pechos. Nuestras lenguas se entrelazan, al igual que mi dedo índice con su clítoris. Noto como ahoga gemidos y como me masturba cada vez más rápido.

Tras pocos segundos tengo los dedos empapados, así como mis labios. Separo mi boca de la suya y empiezo a morderle el cuello, suavemente, con mucha lujuria y, así, veo a su maestra sentada en la mesa mientras se masturba contemplándonos. Me pongo aún más y mis dedos penetran a la joven, quien se estremece y gime en mi oreja, aunque de no estar la habitación insonorizada le habría escuchado todo el vecindario. Empiezo a penetrarla, cada vez más rápido, mientras su maestra hace lo propio consigo misma, gimiendo las dos. Tras varios segundos así saco mi mano del coño de la joven  y la aparto, un poco brusco.

Me dirijo hacía la pitonisa, quien haber sus piernas dándome la bienvenida. La embisto con mi pene, metiéndola bruscamente, moviendo la mesa y haciendo que grite entrecortadamente. Sus piernas me rodean la espalda y empiezo a moverme lenta, pero profundamente. Metiéndosela todo lo que puedo mientras agarro su espalda y empiezo a besar su cuello. Pasa sus brazos por mi cuello y empieza a mover su cadera a la vez que la mía, dando así mucho más placer.

—No te contengas, acelera… — me susurra en la oreja. Le hago caso inmediatamente, empiezo a acelerar hasta el punto en que, por la velocidad, parece que esté golpeando la mesa. — Ven con nosotros, únete a la fiesta — dice, imagino que a la aprendiz. Segundos después escucho besos y noto el cuerpo desnudo de la joven detrás de mí. Me pone mucho, tanto que empiezo a acelerar más e intentar meterla todo lo posible hasta que golpeo con el culo a la chica. — Vaya, vaya, tendrás que ir con cuidado. Ven aquí, súbete a la mesa. —Dice mientras se estira en la mesa. Ahora se mueve toda ella a cada empujón.

La joven sube a la mesa y se coloca encima de su maestra, pero mirándome a mí. Coloca el coño a pocos centímetros de los labios de la pitonisa, quien empieza a lamérselo mientras le agarra las nalgas, golpeándoselas de vez en cuando, y ella empieza a besarme mientras se aguanta como puede en la mesa. Veo sus pechos botar, como si fuera a ella a la que estuviera penetrando, pero el coño de la pitonisa me tiene tan obsesionado que hasta los besos de la joven me parecen los de ella.

Tras varios minutos mi polla sale. Aprovechan para recolocarse… ambas en pompa. Sus dos culos son increíbles. El de la pitonisa es más grande, pero el color moreno de la joven lo hace infinitamente más sensual. Ellas empiezan a besarse, a acariciarse, y veo como los dedos de una se van al coño de otra. Tengo una mano en cada extremo, una por culo, mientras pienso que tirarme antes.

—Empieza por ella, déjame a mí para el final… — dice la pitonisa, así que empiezo fallándome su coño primero, duramente. Grita y gime, imagino que no se lo esperaba. — Serás… — No acaba la frase, porque grita otra vez antes de que saque mi pene y lo coloque rápidamente en el coño de su aprendiz a la vez que la azoto. Mis dedos, en cambio, están penetrando el coño de la pitonisa. Estoy varios segundos así y luego cambio, alternando pene y dedos entre ambas mientras que la mano libre las azota sin miramientos. Ellas se besan, se tocan, pero los tres gemimos. No aguantare mucho, entre tantos gemidos y con la escena actual más todo lo previo mi mente está completamente rota.

Pasan minutos, más de lo que esperaba, y yo empiezo a gemir más y más.

—¿Estás acabando? — Pregunta la maestra.

—No, pero casi.

—Pues espera…

Saco el pene inmediatamente y ella se gira boca arriba. La aprendiz se pone sobre de ella y empeian a besarse. Yo me masturbo mientras veo la escena. Los pechos chocnado, las piernas de ambas abriéndose paso entre ellas mientras rozan sus coños a la vez que sus manos acarician sus cuerpos de igual forma que sus lenguas se entrelazan.

—¿A qué esperas? Sigue fallándome — dice la pitonisa. — Y cuando estés a punto de acabar échanoslo todo.

Coloco mi pene en su coño y lo penetro, lentamente. Mis manos se agarran al culo de la aprendiz y meto el hocico en él. Con la lengua llego a su coño, lamiéndole el clítoris. Acelero, cada vez más, mientras ambas gimen.

—Sí, sí, dame más… — empieza a decir mientras la joven solo gime. Sabe que estoy apunto.

Efectivamente. Tras escasos segundos separo la cara del culo de la joven y empiezo a gemir. Saco mi pene del coño y empiezo a masturbarme. Antes de que me de cuenta están las dos estiradas boca abajo con la cara bajo mis huevos y la boca abierta, sonriendo, mirándome. Eso hace que me corra en ese instante.

Sale mucho semen, a presión. Las mancho enteras de cintura arriba, pero sobretodo intento que caiga en su cara, en su boca, en la lengua. Gimo y sigo hasta que no puedo más, momento que me acerco a la silla.

—Vaya, pues va a ser que tenías razón… se me han ido las preocupaciones.

—Sí, pero aún tenemos que asegurarnos de que no vuelvan — dice la pitonisa, lamiendo el semen de los pechos de su aprendiz.

—Cierto, creo que le harían falta más sesiones. ¿Verdad maestra?

—Sí, la siguiente en unos minutos…

Suspiro, pero cuando me doy cuenta tengo mi mano en mi pene otra vez mientras las miro lamerse mutuamente para no dejar gota de semen encima  de ellas.
 
Espero que os haya gustado ;)

martes, 24 de mayo de 2016

Avance de relato: Futuro Inmediato.

Una penuria, demasiado tiempo sin sexo y una lectura gratuita de futuro... junto a bellezones sin iguales...

Aquí un adelanto del próximo relato:


Un año, un año sin follar. Lo he intentado todo. En fiesta, en páginas de cita, con aplicaciones e incluso pagando y siempre, siempre ha sucedido algo. Todo parece ir bien, los preliminares nos calientan siempre y cuando vamos a empezar algo sucede. A la prostituta que contrate le entró un cólico. Con la estudiante que me ligue en una discoteca nos pilló la madre y, aun así, cuando la convencí para que se uniera y ya estábamos los tres chorreando apareció el marido. A la policía que me estaba a punto de tirar en mí auto le robaron el suyo y así con un sinfín de cosas.

Finalmente voy a hacer algo que nunca creí que se me ocurriría. Hace medio año recibí un vale para una revelación con la pitonisa más famosa de todas, famosa por ser la joven con más aciertos de la historia, según la televisión y su anuncio.

Hoy es el día. Aparco en la entrada de su casa, donde hace las visitas. Es grande, en mitad de un jardín inmenso con grandes partes de arena bien arreglada, como los jardines zen. En el centro, un poco antes de la puerta, hay un pequeño estanque con un puente de madera, rojo, rodeado de sauces llorones. Una vez en la puerta pico al timbre. El sonido es normal, para mi sorpresa. Esperaba algo más siniestro.

No tardan en abrirme. Lo hace una chica, aparentemente joven. Mi pene palpita al verla. Es bajita, con el pelo largo pero recogido en una cola. Su tez es morena y lleva un velo naranja, trasparente, por encima de la frente hasta la nariz pero se puede apreciar su fina cara y sus labios pequeños y brillantes. Lleva vestuario de danza del vientre, todo del mismo color. Sus sutiles pechos se embellecen gracias a los cascabeles que le cuelgan haciendo mirar su barriga, plana además de fina. El velo de la entrepierna, trasparente también,, dejando ver unas braguitas muy ajustadas, tanto que se le marcan los labios inferiores hacen que la imaginación de uno vuele. Va descalza, pero con unas tiras que suben desde el tobillo hasta debajo de la rodilla rodeándole la pierna.

—Buenas tardes — escucho con dificultad. No quiero saber cuántas veces me lo habrá dicho. Me he quedado anonadado mirando su belleza.

—Ho-hola, buenos días — digo algo nervioso, aunque ya es bien entrada la tarde.

—¿Tiene cita?

—Sí, aquí est… — No acabo la frase y su mano se va a mi bolsillo delantero derecho. Doy un paso atrás de la sorpresa y noto como los dedos de la mano hurgan en mi bolsillo. Me roza el pene, y justo en ese momento me palpita. Me muero de vergüenza, debe de notar lo caliente que estoy al verla. Pasan unos segundos y saca la cita.

—Sí, ya sabía que estaba aquí. Muy bien, sígame.

—¿Es usted la pitonisa?

Me mira con cara de asombro, inmediatamente sonríe cerrando los ojos fugazmente.

—Me halaga caballero, soy su aprendiz pero algún día deseo poder si quiera igualarla.
 
Estad atentos ;)

viernes, 20 de mayo de 2016

5 Fantasías que deberiamos cumplir según el diario el país.

¡Buenos húmedos días/tardes/noches!

Todos tenemos fantasías sexuales. Desde las más normales a las más extrañas pasando por querer acostarse con el/la padre/madre de tu amig@ que tanto te pone o quedarte encerrado en el ascensor con tu vecin@ nuev@ del segundo así como incluso ver a tu pareja practicar sexo con otra persona o ser violado, hay gustos para todos para que engañarnos. ¿Alguien dijo necrofilia?

Un articulo en la web del país nos habla de ello y nos dicta lo que, según su criterio, son 5 fantasías que no deberíamos perdernos por nada del mundo (y sí, hay alguna polémica aunque con "comillas")

1- El primero de todos es uno que figura en la lista de casi todos los amantes del sexo, que no lo hayan practicado previamente claro, e incluso en los que no son tan amantes del sexo. ¿Qué cual es? UN TRÍO.

Sí, un trío, algo tan sencillo a priori pero que parece que luego da reparo de intentarlo (una vez empiezas no hay espacio para la vergüenza) Ahora, ¿Con otra persona de tu mimo sexo, con dos del sexo opuesto o las tres del mismo? E aquí la cuestión.

2- Practicar el sexo con una persona del mismo genero. Bueno, no sé yo si esto entraría en "fantasías" o "cosas que debes de hacer" ya que, sí de buenas a primeras, no te atrae el genero opuesto dudo mucho que tengáis fantasías de acostaros, pero bueno sí ellos lo dicen...

3- ¿Os hace gracia cuando intentáis preguntar algo o indicar una dirección a alguien que no habla ni una sola palabra de vuestro idioma? Pues imagínate para acostaros. Sí, todo a base de gemidos, placeres y la relación sumiso-dominante. ¿El orgasmo será universal o habrá uno por idioma? ;p

4 -Sexo tántrico, mejor lo leéis vosotros mismos aquí.

5- ¿Nunca habéis tenido una persona cuyo nombre os da igual y lo único que queréis es empotrarla o que te empotre contra la encimera? Esa que no quieres ni saber que le gusta, que solo quieres fallártelo duramente día sí y día también. Pues una aventura, una relación meramente sexual sin importar lo demás, es el que cierra el articulo.

Os dejo el enlace para que leáis más a fondo la visión del columnista que es, cuanto menos, interesante y más trabajada del resumen que hemos hecho aquí y sí, pronto traeremos nuestra propia lista :D

http://smoda.elpais.com/placeres/5-fantasias-sexuales-que-deberias-cumplir-antes-de-morir/


miércoles, 18 de mayo de 2016

Relato: Final Feliz.

¡Buenos húmedos días/tardes/noches!

Último cliente del día, masaje completo.

Ves como se acomoda, como se calienta a causa de tus manos... como no le importa que le toques, que le hagas un masaje completo real...


Final Feliz.

Ya solo me falta uno. Mi compañera le está haciendo los preparativos y la primera fase para que después vaya yo a hacer el trabajo duro.

Dos mujeres y un hombre me han tocado hoy, ahora creo que hay otro dentro.

Me encanta mi trabajo pero cada vez se me hace más cuesta arriba aguantar las ganas de tocar esos penes o esos sensibles senos. Encima no puedo esconder con la bata que llevamos. Los pezones se me endurecen y si se fijaran seguro que alguna vez verían como se me humedecen las piernas de vez en cuando. Escucharles como jadean de placer mientras les masajeo e incluso ver cómo, a veces, también se les endurecen los pezones, se le humedecen las bragas o, incluso, como se levanta el mástil por debajo de los calzoncillos… es demasiado.

Acabaré haciendo una locura y saltarán las alarmas. Encima sé que eso no quiere decir que ellos quieran hacer nada, solo que están nerviosos porque una chica les toquetee el cuerpo.

—¡Oye! — grita mi compañera, me asusto. Me giro  la veo cabreada. — Te he llamado cuatro veces, ¿Dónde estás?

—Perdón, perdón, me he perdido en mis pensamientos.

—Sí, en tus pensamientos… — dice mientras me mira los pechos, se me han empitonado. — La jefa me ha dicho que hoy vendrá más tarde. Que cierres sin ella.

—Oh, vale. Voy a por el chico. Acuérdate de echar la llave al salir.

—Sí, sí, y tú vete despertando.

Se marcha al vestidor y yo me voy a la sala donde está el chico.

Abro despacio, sin que la puerta suene, y cierro de la misma forma. Está tumbado, de espaldas arriba. Tiene unos hombros anchos y unos brazos firmes, es atlético. Encima no tiene mucho bello, pero no está depilado. Eso me encanta.

Me acerco a la barra que tenemos y me embadurno las manos de aceite especial. Inmediatamente pongo las manos en su espalda y las paseo por ella, embadurnándola toda con delicadeza, despacio. Se estremece un poco, por el cambio de temperatura, pero enseguida se acomoda otra vez. Llevo mis dedos a su cintura y acabo de untarle el aceite, pasando la punta de mis dedos por la franja de los calzoncillos. Me encanta hacerlo, sobretodo cuando están boca arriba y en ese momento a veces no pueden ocultar su miembro viril. Vuelve a estremecerse y mueve su cintura. Me muerdo el labio, puedo ver como intenta colocar su pene en una posición cómoda tras que le haya crecido un poco.

—¿Te habías quedado dormido?

—Oh, no, no que va. ¿Eres la que estaba en recepción?

—Sí, el masaje te lo doy yo. Mi amiga ya se ha marcado.

—Oh, qué bien.

—¿Qué bien?

—Nada, nada — me contesta nervioso y moviendo la cabeza. Suerte que no me ha mirado porque quizá se fuera asustado al ver como muerdo mi labio inferior mientras masajeo sus hombros sin poder parar de pensar en cómo será ese pene acomodándose.

Pasan los minutos y acabo de masajearle toda la espalda. Paso a las piernas, las cual embadurno también, y empiezo por el pie. Así, poco a poco, voy subiendo hasta las ingles, algo que me encanta y estoy seguro de que a él también ya que, a medida que subo, se va acomodando alguna que otra vez.

—¿Se siente bien? — pregunto mientras me acerco a sus ingles.

—Mucho, muy bien — me dice con voz relajada.

—Me alegro — añado justo cuando rozo sus ingles con la punta de mis dedos índice y corazón. Se estremece.

—Lo ha-haces muy bien — dice, ahora nervioso.

—Espero hacerlo mejor aún — rio disimuladamente mientras aprovecho para pasarme la lengua por los labios más que mordidos. Agarro sus muslos bien y les doy un último manoseo antes de pedirle que se dé la vuelta.

Se gira y mis ojos se abren como plato. Él está un poco retraído, parce que le avergüenza, pero yo no puedo evitar de mirar como su pene alza sus calzoncillos hasta tal punto que puedo ver parte de sus testículos.

—Di-disculpa, es que con el calor que hace aquí, la comodidad y el masaje...

—No te preocupes — digo mientras aprieto mis labios y paso mi mano por su brazo. — Eso es que estoy haciendo bien el masaje — añadió mientras le miro, con una sonrisa lasciva.

El respira fuerte. Se muerde levemente mientras muerde su firme labio y me mira con sus ojos castaños, profundos. Mueve la cabeza para quitarse el flequillo de delante de los ojos y se acomoda.

—¿Tienes más clientes después de mi? — Me pregunta mientras embadurno su tórax, con unas abdominales humildes debajo, seguramente hace poco que hace ejercicio, y unos pelos que adornan el perfecto torso.

—Eres mi último cliente, además hoy cierro yo.

No contesta, simplemente veo, de reojo, que me mira de arriba abajo, parándose en los puntos clave: mis senos y sus pezones endurecidos así como la raja de la bata por donde asoma mis piernas, más que húmeda tras ver ese mástil alzando la vela. Tras llenarle de aceite desde la cintura hasta el cuello empiezo a masajearlo por el pecho, lentamente, mientras no puedo evitar mirara cada cierto rato su palpitante pene que me provoca ilusiones infinitas llenas de sexo y lujuria.

Paso a sus abdominales, las palpo todas ellas y sin dejarme ningún rincón. Bajo los dedos, lentamente, hasta el borde de sus calzoncillos. Instintivamente se me meten por la parte levantada a causa del pene y rozo su tronco. Aparto los dedos enseguida al darme cuenta de lo que estoy haciendo.

—Disculpa, con el aceite se me resbalaron los dedos.

—Ah, tranquila. Pensaba que entraba en el masaje.

¿De verdad ha dicho eso? Le palpita más que antes e incluso diría que ha crecido. La jefa va a tardar en llegar hoy, quizá pueda estrenar un nuevo servicio especial.

—Claro, a fin de cuentas el masaje es completo.

—¿Ah, sí? — pregunta nervioso. Creo que en realidad lo está deseando. — Pe-perfecto entonces.

No puedo creer su nerviosismo. Su porte, su cara bien tallada y ese hoyuelo en la barbilla le dan un atractivo increíble. Quizá es que nunca ha estado en una situación así, pero yo tampoco y lo único que hago es pensar en las ganas que tengo de hacerlo con él pero vamos a tener que ir paso a paso si quiero que el servicio especial se estrene con éxito.

—Vamos a continuar — Dijo mientras meto mis manos por sus calzoncillos, agarrando suavemente el tronco del pene. Se estremece y suelta un pequeño gemido. El aceite hace que mis manos envuelvan rápidamente su pene casi por completo quedando solo el capullo por encima del dedo indicie de mi mano derecha. — Está un poco tenso — mentira. Un poco no. Noto como palpita en mis manos y no dejo de apretar. — Vamos  a relajarlo.

—¿Co-cómo?

—Como mejor se hacerlo — digo sin siquiera mirarle. Me muerdo el labio mientras empiezo a masajearle el pene, de arriba abajo, suavemente mientras oigo como él agarra las sabanas y ahoga un pequeño gemido que me pone mucho más caliente de lo que estaba. Voy acelerando un poco y mi mano izquierda la llevo hacía sus testículos, acariciándolos suavemente. Tras unos segundos masturbándole poso mi dedo índice sobre la punta de su capullo. Se estremece y gime. Su mano se pega a mi pierna por la raja de la bata, pego un pequeño bote del susto y me inclino hacía el. Su mano sube por mi muslo, está caliente, pero yo lo estoy más.

Me inclino un poco más y levanto el culo, para facilitarle el camino mientras mis labios se acercan a sus abdominales. Sus dedos suben por mi pierna y rozan mis bragas, estoy totalmente húmeda. Para en seco, pero yo sigo.

Su mano esta inmóvil y me muro de ganas de que me toque el culo. Me muerdo el labio y le miro, él está contemplándome.

—Es parte del servicio completo, puedes seguir — le digo, deseando que me haga caso… y lo hace. Pasa sus dedos por debajo de mis bragas y noto como me aprieta mi carnosa nalga izquierda. Uno de sus dedos sigue la viscosidad de mis flujos bajiales hasta la ingle, rozándome los labios inferiores. — Puedes seguir, yo voy a empezar el masaje a fondo — digo mientras abro mis piernas, bajando un poco, para que mi coño se pose sobre sus mano mientras le bajo los calzoncillos y su pene choca contra mi nariz — ya que esto requiere medidas a fondo… — añado antes de abrir la boca, sacar la lengua y empezar a lamer. Esta duro, rígido pero a la vez blando. Mi lengua presiona sobre su tronco y lame hacía arriba, saboreando la extraña mezcla entre el aceite y su piel así como oliendo un fuerte olor que viene del líquido pre seminal y que me extasía. Su mano aprieta mi muslo y dos de sus dedos presionan los labios inferiores de mi coño, humedeciéndoselos, pero creo que no se ha dado cuenta. Instintivamente ahogo un gemido y empiezo a lamer más rápido mientras le aguanto el pene con la mano y lo empujo hacía mi lengua. — Sigue muy tenso… pero yo también me estoy poniendo tensa. ¿Me podrás ayudar?

—Claro… — Su voz esta más calmada, más templada, no como la mía que es totalmente lasciva. Mi lengua sube hasta su capullo, al descubierto, pasando la punta por debajo y haciendo que se estremezca tanto que me agarra el culo con fuerza, poniéndome más. Subo la lengua hasta la punta del mástil y presiono con fuerza, notando como el líquido pre-seminal me la empapa y hace que saboreé un fuerte, amargo y delicioso sabor sucio. — Me encanta… — me dice y empieza a jugar con mis labios inferiores. Mis piernas tambalean por la sorpresa, no esperaba que fuera tan directo por cómo ha sido hasta ahora.

—Sí… masajéame los labios.

—Y masajéame tú con tus labios.

Me gusta cómo está siendo el rumbo. Esa aclaración me pone a cien me muerdo el labio y abro la boca lentamente cerca de su capullo a la vez que empujo su pene lentamente hacía mi boca. Saboreando el momento como si fuera el instante en que estás  a punto de probar caviar por primera vez. Le oigo respirar fuerte y vuelve a sorprenderme, me agarra la cola del pelo. Está claro que es lo que quiere. Me meto velozmente el capullo de su pene en mi boca. Retuerzo mi lengua en su palpitante pene y me la trago todo lo que puedo nada más empezar, para que sepa que es un buen masaje masturbador.

Gime y me estira del pelo mientras me empieza a acariciar el clítoris, le ha costado encontrarlo. Estoy empapada y me gusta mucho como me lo acaricia, me lo pellizca y me empieza a meter los dedos. Dos de golpe, apretados que empuja y mueve por mi interior. Me saco la polla inmediatamente de la boca y empiezo de nuevo a lamerla y saborear su tronco y esa vena ancha que tiene.

Lamo cada vez más rápido y se la cojo con ambas manos y hasta muerdo. Intercambio a ratos metiéndomela en la boca a la vez que se la masturbo. Me tiro varios segundos así, el cada vez gime más y me empieza a masturbar más eufóricamente. Sus dedos se vuelven loco en mi interior, tanto que mis piernas no dejan de tambaleare y tengo alguna arcada mientras se la chupo porque no controlo bien ni freno a tiempo, pero eso no me detiene. Succiono, mordisqueo, lamo y sorbo haciendo gran ruido mientras me tira del pelo cada vez más.

—Dios, si sigues así… — Me mete un dedo más y acelera. ¿Si sigo así que? ¿Se correrá? Quiero y a la vez no, sin embargo mis manos y mi boca van más deprisa que mis pensamientos, sobretodo porque por culpa de sus dedos tengo la mente en blanco.

Sus dedos empiezan a empujar mis paredes vaginales mientras chorreo y mi lengua no deja de retorcerse alrededor de su polla mientras succiono y voy de arriba abajo, metiéndomela todo lo que puedo y lo más rápido que sé junto a mis manos agarrándosela fuerte palpando sus movimientos, sus venas y notando como el flujo empieza a circular.

—Sí, sí, dios… — Me tira fuerte del cabello y sé que es la señal. Siempre he querido que esto me pasase en el trabajo y finalmente mi cuerpo caliente verá hecho realidad su sueño. No paro, sino que acelero. Empieza a fluir a borbotes su semen. Caliente, pringoso, amargo y delicioso. Sale muchísimo, pero no dejo escapar ni una gota. Me cuesta respirar pero mis dientes y mi lengua están gozando casi más que yo. Sigue emanando, a cada chupada, pero cada vez menos. —Dios, lo siento. No he podido pararlo. — Y ni lo ha intentado, a mí no me engaña. Intento decirle que no se preocupe, pero tengo la boca tan llena de carne que dudo que se haya enterado. Me saco el pene de la boca, ahora se lo digo bien, y acabo de limpiar su pene con mi lengua. Esta flácido, pero aún grande. Es como esos consoladores baratos que encuentras en cualquier expendedor. Me lo trago todo y me levanto, haciendo que sus dedos se deslicen hacía fuera de mi húmedo coño, algo que me fascina.

—No creas que esto acaba aquí — Le digo mientras le sonrió.

—Perfecto, aunque no sé cuándo podré volver — contesta, en clara referencia a su flácido pene.

—Para eso tengo una solución — una solución de aceites y hierbas vigorizantes, junto a un masaje. Me acerco al mueble donde hay varias cosas de las que me ha preparado mi compañera pero él me agarra desde atrás y me embiste contra él.

—Tú eres la solución — me dice mientras giro la cabeza. Su mirada se ha vuelto lasciva y me pone a mil mientras pasa su mano por debajo de mi bata, acariciándome el coño, así como noto su pene, endureciéndose de nuevo, empujándome las nalgas. Empieza a besarme el cuello y a introducirme sus dedos. Su otra mano esta desabrochándome la bata y yo empiezo a retorcerme mientras le empujo con mi culo y me agarro en el mueble. —¿Ves cómo funciona? — me dice mientras acelera con los dedos y gimo, mucho. No esperaba que me viniera por detrás y tampoco esperaba no tener el dominio de la situación. No me disgusta, me pone.

—Parece que la que tiene que ser relajada ahora soy yo — digo entre gemidos justo cuando me acaba de desabrochar la bata. Me saca los dedos de mi interior, brutamente, y ambas manos van directas a mis pechos, por debajo del sujetador. —¿Te gustan?

—Me encantan, están blandos y son grandes — dice mientras me los agarra bien y me los amasa, como si fuera pan, haciendo pasar mis pezones entre sus dedos y apretándolos constantemente. — Y ahora me toca masajearte a ti.

—¿Servició completo? — pregunto, con vos lasciva, mientras le miro de reojo.

—Servicio completo, señorita — Me muerde la oreja. Me estremezco y me muevo como puedo hasta tirar la bata al suelo. Estoy en ropa interior y con los zapatos del trabajo mientras él está con su pete entre mis nalgas. Mi mano derecha se va automáticamente a su pene mientras me aguanto con la izquierda. Empiezo a masturbarle, me inclino un poco y hago que choque contra mis húmedas bragas. Por su parte el sigue mordiéndome la oreja, el cuello, besándomelo y apretándome los pechos. —¿Quieres un poco de aceite natural en tus pechos, para mejorar el masaje?

—Por favor, sí… — Gimo, gimo mucho. Su mano derecha ha ido directamente a mi coño y mi cabeza se ha quedad en blanco. Me mete dos dedos, a una velocidad vertiginosa, mientras le agarro el pene y apenas puedo movérselo de lo que estoy sintiendo. Además de eso empieza a retorcerme los pezones con la otra mano y a lamerme, con toda su lengua, el cuello. Se tira así varios segundos, o minutos, no lo sé. Saca los dedos y ahora pasa toda su mano por mi coño, abriéndome los labios, pellizcándomelos y haciendo amagos de entrar que no hacen otra cosa que ponerme más y hacerme gemir. — Creo que ya está — dice mientras vuelve su mano a mis pechos, embadurnándolos de mi flujo vagina. — Este aceite es de muy buena calidad.

—Estoy segura… — digo mientras muevo mis ya débiles piernas para bajarme las bragas, o lo que queda de ellas. Su pene se escapa de mis manos y empieza a empujar mis nalgas, golpeándolas, vuelvo a cogérselo y se lo guio hacía mi coño, resbalándose por encima de mis labios a causa de lo húmedo que está. — También debemos lubricarlo a él, ¿No te parece?

No contesta, solo respira fuerte y ahoga gemidos. Empieza a acelerar su pene por mis labios y jugar más bruscamente con mis pechos. Me roza el clítoris y no puedo evitar gemir de nuevo. Me gusta, me gusta mucho. Muevo mis piernas y mi culo, para que vaya más rápido, para que me lo roce más. Chillo. Ha entrado, todo su pene ha entrado bruscamente y me ha empujado contra el mueble. Se queda quieto, con él dentro, sin decir nada. Empiezo a mover mis caderas, cada vez más rápido y enseguida lo entiende. Acelera él también, nos sincronizamenos, y empiezo a gemir.

—¡DIOS, SÍ, SÍ! — gritó mientras no deja de penetrarme.

—Vamos a ver… — dice el entre gemidos también.

Suelta mis pechos y me agarra suavemente de la barbilla y me ira para atrás, me levanta, mientras dirige su mano derecha a mi clítoris, a mis labios, acariciándomelo y pellizcándolo a la vez que me penetra. Mi mente está en blanco, solo noto como su pene empuja mis paredes vaginales y como mi clítoris no deja de recibir estímulos. Veo costosamente su mano que me sostiene la barbilla, entre empujón y empujón, y muevo la cabeza hasta llevarme sus dedos a la boca. Entran dos; el corazón y el índice, y mi lengua se pierde en ellos.

—Dios, como me pones — escucho decirle. Yo solo gimo, cada vez más y él, a cada gemido, acelera.

Pasamos unos minutos así y de golpe, sin aviso, me saca el pene de dentro y su mano de mi boca. Me da la vuelta y me agarra, me eleva y me sienta en el mueble.

—Vamos a finiquitarte esto — dice mientras acerca su boca a la mía. Me adelanto y le acerco la cabeza para besarlo. Nuestras lenguas no dejan de entrelazarse mientras mis piernas se enredan en su espalda y su pene empieza a penetrarme. Mi culo no deja de deslizarse por el mueble y éste no para de crujir mientras el capullo de su pene se estampa dentro de mí a una velocidad de vértigo. Mis pechos botan, sus manos me agarran el culo y no deja de empujar. Me muerde la lengua, el labio, la lengua otra vez. Aparto la boca y empezó a gemir.

—Sí, sí, dame más así — grito desesperada. — Más, más, — añado. Estoy a punto de correrme.

Él, sin decir anda, lleva una de las manos que agarra el culo a mi cintura y, con su pulgar, empieza a acariciarme el clítoris a la vez que acelera la penetración. Su boca me muerde el cuello, salvajemente, dejándome marcas casi seguro. Me da igual, ahora mismo me da igual todo, solo quiero que  me estampe contra el mueble. Falta poco, muy poco.

Se abre la puerta, veo a mi jefa. Se asombra, y mi cara no puede ser más de gozo. Él cliente parece haberse dado cuenta a causa de mis gritos, que no hacen más que aumentar. Veo como la jefa se lleva una de sus manos a la falda, a su entrepierna, mientras se muerde el labio. Mi mente se ha roto, ya no aguanto más. El que me pille, el verla ahí mirando como follo en su clínica, hacen que me corra.

—Sí, SÍ, SÍ ¡DIOS! ¡DIOS! — No paro de gritar y el no para de darme.

—Yo también me voy a correr, dios, dios.

Empieza a gemir. Noto como todo su semen, caliente, se mezcla con mis jugos vaginales dentro de mi coño y no para, no frena, cualquiera diría que lleva días sin correrse y tan solo hace unos minutos que me tragué, por arriba, todo su semen. Sigue empujando, sigue gimiendo y yo me agarro ferozmente a su espalda. Me levanta y sigue dándome, hasta que se queda sin fuerzas y, con cuidado, me deja otra vez en el mueble. Le sonrió, le beso y respiro.

Mi jefa tose, él cliente se asusta y se gira. Se queda paralizado mientras yo le abrazo por detrás, moviéndole el pene, a la vez que mi jefa, ya desnuda, se le acerca.

—Servicio completo, te lo dije… — le susurró en la oreja.

Espero que os guste ;)

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sábado, 14 de mayo de 2016

Avance del siguiente relato: final feliz.

En unas horas estará el relato completo pero, por el momento, os dejamos con este avance. Estrenamos nuevo punto de vista, nuevo narrador: desde los ojos (y clítoris) de una mujer.
Espero que os guste ;)

—Es parte del servicio completo, puedes seguir — le digo, deseando que me haga caso… y lo hace. Pasa sus dedos por debajo de mis bragas y noto como me aprieta mi carnosa nalga izquierda. Uno de sus dedos sigue la viscosidad de mis flujos bajiales hasta la ingle, rozándome los labios inferiores. — Puedes seguir, yo voy a empezar el masaje a fondo — digo mientras abro mis piernas, bajando un poco, para que mi coño se pose sobre sus mano mientras le bajo los calzoncillos y su pene choca contra mi nariz — ya que esto requiere medidas a fondo… — añado antes de abrir la boca, sacar la lengua y empezar a lamer. Esta duro, rígido pero a la vez blando. Mi lengua presiona sobre su tronco y lame hacía arriba, saboreando la extraña mezcla entre el aceite y su piel así como oliendo un fuerte olor que viene del líquido pre seminal y que me extasía. Su mano aprieta mi muslo y dos de sus dedos presionan los labios inferiores de mi coño, humedeciéndoselos, pero creo que no se ha dado cuenta. Instintivamente ahogo un gemido y empiezo a lamer más rápido mientras le aguanto el pene con la mano y lo empujo hacía mi lengua. — Sigue muy tenso… pero yo también me estoy poniendo tensa. ¿Me podrás ayudar?

—Claro… — Su voz esta más calmada, más templada, no como la mía que es totalmente lasciva. Mi lengua sube hasta su capullo, al descubierto, pasando la punta por debajo y haciendo que se estremezca tanto que me agarra el culo con fuerza, poniéndome más. Subo la lengua hasta la punta del mástil y presiono con fuerza, notando como el líquido pre-seminal me la empapa y hace que saboreé un fuerte, amargo y delicioso sabor sucio. — Me encanta… — me dice y empieza a jugar con mis labios inferiores. Mis piernas tambalean por la sorpresa, no esperaba que fuera tan directo por cómo ha sido hasta ahora.

—Sí… masajéame los labios.

—Y masajéame tú con tus labios.

Me gusta cómo está siendo el rumbo. Esa aclaración me pone a cien me muerdo el labio y abro la boca lentamente cerca de su capullo a la vez que empujo su pene lentamente hacía mi boca. Saboreando el momento como si fuera el instante en que estás  a punto de probar caviar por primera vez. Le oigo respirar fuerte y vuelve a sorprenderme, me agarra la cola del pelo. Está claro que es lo que quiere. Me meto velozmente el capullo de su pene en mi boca. Retuerzo mi lengua en su palpitante pene y me la trago todo lo que puedo nada más empezar, para que sepa que es un buen masaje masturbador.

Gime y me estira del pelo mientras me empieza a acariciar el clítoris, le ha costado encontrarlo. Estoy empapada y me gusta mucho como me lo acaricia, me lo pellizca y me empieza a meter los dedos. Dos de golpe, apretados que empuja y mueve por mi interior. Me saco la polla inmediatamente de la boca y empiezo de nuevo a lamerla y saborear su tronco y esa vena ancha que tiene.

Lamo cada vez más rápido y se la cojo con ambas manos y hasta muerdo. Intercambio a ratos metiéndomela en la boca a la vez que se la masturbo. Me tiro varios segundos así, el cada vez gime más y me empieza a masturbar más eufóricamente.

viernes, 6 de mayo de 2016

Muy interesante hace un articulo la mar de curioso.


¡No solo de relatos vamos a vivir! (que pronto habrá uno ;))
Os propongo otro tipo de lectura, una "Muy Interesante" que habla sobre la duración de un acto sexual. ¿Cuanto creéis que debe durar para ser plenamente satisfactorio? ;P


Aquí os dejo el link.

http://www.muyinteresante.es/salud/sexualidad/articulo/cuanto-tiempo-debe-durar-una-relacion-sexual-351460636671