Aquí un adelanto del próximo relato:
Un año, un año sin follar. Lo
he intentado todo. En fiesta, en páginas de cita, con aplicaciones e incluso
pagando y siempre, siempre ha sucedido algo. Todo parece ir bien, los
preliminares nos calientan siempre y cuando vamos a empezar algo sucede. A la prostituta
que contrate le entró un cólico. Con la estudiante que me ligue en una
discoteca nos pilló la madre y, aun así, cuando la convencí para que se uniera
y ya estábamos los tres chorreando apareció el marido. A la policía que me
estaba a punto de tirar en mí auto le robaron el suyo y así con un sinfín de
cosas.
Finalmente voy a hacer algo
que nunca creí que se me ocurriría. Hace medio año recibí un vale para una
revelación con la pitonisa más famosa de todas, famosa por ser la joven con más
aciertos de la historia, según la televisión y su anuncio.
Hoy es el día. Aparco en la
entrada de su casa, donde hace las visitas. Es grande, en mitad de un jardín
inmenso con grandes partes de arena bien arreglada, como los jardines zen. En
el centro, un poco antes de la puerta, hay un pequeño estanque con un puente de
madera, rojo, rodeado de sauces llorones. Una vez en la puerta pico al timbre.
El sonido es normal, para mi sorpresa. Esperaba algo más siniestro.
No tardan en abrirme. Lo hace
una chica, aparentemente joven. Mi pene palpita al verla. Es bajita, con el
pelo largo pero recogido en una cola. Su tez es morena y lleva un velo naranja,
trasparente, por encima de la frente hasta la nariz pero se puede apreciar su
fina cara y sus labios pequeños y brillantes. Lleva vestuario de danza del
vientre, todo del mismo color. Sus sutiles pechos se embellecen gracias a los
cascabeles que le cuelgan haciendo mirar su barriga, plana además de fina. El
velo de la entrepierna, trasparente también,, dejando ver unas braguitas muy
ajustadas, tanto que se le marcan los labios inferiores hacen que la
imaginación de uno vuele. Va descalza, pero con unas tiras que suben desde el
tobillo hasta debajo de la rodilla rodeándole la pierna.
—Buenas tardes — escucho con
dificultad. No quiero saber cuántas veces me lo habrá dicho. Me he quedado
anonadado mirando su belleza.
—Ho-hola, buenos días — digo
algo nervioso, aunque ya es bien entrada la tarde.
—¿Tiene cita?
—Sí, aquí est… — No acabo la
frase y su mano se va a mi bolsillo delantero derecho. Doy un paso atrás de la
sorpresa y noto como los dedos de la mano hurgan en mi bolsillo. Me roza el
pene, y justo en ese momento me palpita. Me muero de vergüenza, debe de notar
lo caliente que estoy al verla. Pasan unos segundos y saca la cita.
—Sí, ya sabía que estaba aquí.
Muy bien, sígame.
—¿Es usted la pitonisa?
Me mira con cara de asombro,
inmediatamente sonríe cerrando los ojos fugazmente.
—Me halaga caballero, soy su
aprendiz pero algún día deseo poder si quiera igualarla.
Estad atentos ;)
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