¿Os imagináis encontraros con un/a recepcionista que despierte tus instintos más básico nada más entrar por la puerta del hotel? ¿Enontrarle/a de fiesta? ¿Compartir tragos? ¿Pedir un servicio de habitación completo al llegar al hotel?
Sin más dilación os dejamos con el relato. Pronto tendréis noticias sobre la 3ª antología, sus exclusividades, y actualización sobre la fase uno del proyecto Perverso Caballero.
Servicio de habitación completo.
Verano, calor, vacaciones con
amigos. ¿Qué más se puede pedir? Pues lo que tengo frente a mis ojos.
La recepcionista del hotel es
de nuestra edad y si nos dicen que nos matemos los amigos hasta quedar solo uno
por ella lo hacemos.
Está sentada, mirándonos
fijamente. Tiene un rostro angelical, piel blanca y maquillada para resaltar
sus pómulos, sonrojados, y sus profundos ojos. Cabello largo, que le cae por
encima del hombro, de color rojo cobrizo haciendo que destaque aún más su
blanca piel. Sus finos labios dan ganas de besarla y su sonrisa es cautivadora,
mostrando una dentadura perfecta y las marcas en las mejillas de quien tanto
sonríe, haciéndola adorable a la vez que deseada.
—¡Pero quieres
dar ya las reservas! — me grita uno de mis compañeros, golpeándome el hombro.
—Tranquilo, no
pasa nada — dice con una viva voz, sonriéndome esta vez a mí. No quiero saber
cuántas veces habrá dicho algo y yo no lo habré escuchado por estar embobado
mirándola.
—Aquí tiene,
disculpa. No me había enterado — le dijo sin disimular mi atracción por ella,
mirándola fijamente. El uniforme del hotel le realza los pechos, con un pequeño
y sensual escote. Teclea algo en el ordenador y se levanta. Va a los cajones de
atrás y abre uno de los de arriba, juntando las piernas y marcando un hermoso
trasero enfundado en una minifalda de tubo, de donde salen unas preciosas y
finas piernas guardadas en unas sensuales medias. Mi mente se nubla y empieza a
pensar perversidades de todo tipo. Cuando se gira me muerdo el labio inferior y
veo que me mira con la boca abierta, con sorpresa. Luego deja escapar una
risilla mientras agacha la cabeza, mirándome de reojo, hasta que vuelve a
sentarse.
—Servicio
completo y cuatro habitaciones individuales, estás son vuestras llaves y las
pulseras.
—Sí, por si
alguno pescamos — dije un compañero. La chica se ríe.
—Pero que yo no
os vea ni me entere
—Estaría bien
que lo vieras — murmuro y me mira, mordiéndose la punta de la lengua y
mostrando una tímida sonrisa.
—Que tengáis
suerte — añade mientras me guiña un ojo.
Cogemos las
llaves y vamos a nuestras habitaciones. Quedamos en la mía y nos pasamos más de
treinta minutos comentando lo buena que está la recepcionista y lo que le
haríamos cada uno.
Tras irse cada
uno a su habitación y acicalarse bajamos a cenar al bufet libre del hotel. Nos
ponemos las botas y quedamos en una hora en recepción para salir de fiesta.
Mientras salimos del bufet vemos a la recepcionista que está saliendo del
hotel.
—¡Disculpa! —
grito, asombrando a mis colegas. Ella se para, me mira y sonríe. —¿Sabes de
algún lugar bueno para salir de fiesta?
—Claro, me
conozco todos los buenos — me dice guiñándome un ojo.
—Pues el que
más te guste — contesto, mostrando media sonrisa.
Tras esa
conversación efímera, y que me ha encendido cual cerilla en un bosque seco,
volvemos a las habitaciones con un plan, un lugar y ganas de ligar.
Llega el
momento acordado. Estamos duchados, vestidos y arreglados. Nos damos la mano y
nos miramos fijamente, sabemos que tenemos que hacer. Si uno tiene posibilidad
de ligar con alguna que tiene amigas los demás intentamos entretener a las
amigas hasta que la química haga efecto. Por descontado si tiene posibilidades
de ligar con alguien y solo tiene una compañera o menos los demás nos
desviamos. Conclusión: si uno de nosotros puede triunfar el resto hará lo posible
para que triunfe aunque eso implicase volver andando desde el pueblo de al
lado.
—¿Creéis que
estará la recepcionista? — pregunto, mordiéndome el labio mientras me la
imagino vestida de gala.
—Pues puede
ser, nos dijo el lugar que más le gustaba — contesta uno de mis amigos.
—Más bien se lo
dijo a él, parece que la tienes en el bote — añade otro, pero creo que se
equivoca.
—Más bien me
tiene ella en el bote a mí — digo, ante lo que los cuatro reímos.
Llegamos a la
discoteca y esperamos en la cola mientras tenemos conversaciones banales y
miradas y gestos cada vez que vemos un tipazo pasar cerca de nosotros.
Tras veinte
minutos logramos entrar y nada más poner tres pasos dentro de la discoteca,
cerca de los baños, nos topamos con la recepcionista, aún más deslumbrante,
junto a unas amigas suyas. Nuestras miradas se cruzan, ella se para y sus
amigas lo hacen tras unos pasos.
—¡Ho-hola! —
exclamo torpemente.
—¡La
recepcionista! Tenías razón, este parece un sitio genial — añade uno de mis
amigos.
—¿Veis? Sí es
que tengo buen gusto.
—¿Los conoces?
— pregunta una de sus amigas, a quienes les explica que somos clientes de su
hotel. — Pues hay que celebrar este encuentro, ¿Un chupito? Pero invitáis
vosotros.
—Eh, eh, mira
que lista la chiquilla — ríe uno de mis amigos.
—¿Qué pasa?
Cada uno invita a una, es el destino.
—Tu ya has
elegido a quien invitar, ¿No? — Me dicen, golpeándome mientras les miro con
recelo. Las amigas ríen, la recepcionista me mira sonriente.
—Sí, creo que
invitare a la preciosidad que nos ha atendido hoy — contesto mientras le guiño
un ojo.
—Pues vamos —
añade ella, cogiéndome del brazo y guiándome hacía la barra.
Llegamos todos
a la barra y pedimos los chupitos, de tequila. Nos ponemos la sal en la mano,
lamemos, bebemos y después mordemos el limón. Sacudimos las cabezas y nos
reímos
—¿Te apetece un
baile? — Me dice la recepcionista mientras me tira de la mano hacía la pista.
Esta
sensualmente sexy, divina. Su cabello ondulado con flores decorándolo la hacía
parecer una ninfa. Lleva un vestido claro, creo que blanco aunque por las luces
de la discoteca no lo veía bien, con decorado floral. Era corto, dejando sus
preciosas piernas al descubierto, casi viendo sus preciosos muslos en su
totalidad, mientras que un cinturón marrón, fino, realzaba sus pechos al
llevarlo por debajo de estos. Los hombros los tenía al descubierto y le hacía
un escote increíblemente tentador. Sus senos se mostraban tersos y esponjosos,
blancos como su piel y bellos como su rostro. Su blanca sonrisa invita a besar
sus finos y rojos labios mientras que su mirada te desnuda con sus pequeños
ojos.
—¿Qué te pasa?
¿Te vas a quedar quieto? — me preguntó ante mi embobamiento al contemplarla.
Tan solo sonreí y me puse a bailar, acariciándole la cintura.
Ella tenía
ritmo. Movía los brazos de arriba abajo, haciendo que sus pechos se moviesen,
acercándose y alejándose de mí. Yo le acariciaba la cintura, le agarraba las
manos y le hacía dar vueltas sobre sí misma. A veces quedaba de espaldas a mí,
pegados, rozando con su precioso culo mi entrepierna, la cual notaría sí o sí
que estaba encantada de tener sus nalgas ahí. Estuvimos bailando un buen rato,
cada vez más íntimamente, más lascivamente, y cuando me di cuenta ninguno de
mis amigos y de sus amigas estaban cerca de nosotros.
—¿Quieres otro
chupito? — pregunté susurrándole a la oreja mientras movía su culito entre mis
manos.
—¿Quieres
emborracharme y aprovecharte de mí, travieso? — preguntó con un tono picarón,
mientras pasaba sus manos por mi torso, bajándolas lentamente.
—Y aunque no te
emborraches también — contesté, guiñándole un ojo.
Sonrío y de
nuevo me llevo hasta la barra. Al otro lado estaba uno de mis amigos con una de
las amigas de ella. Él me vio pero la amiga estaba de espaldas a la barra. Me
enseño el pulgar para arriba y acto seguido empezó a comerle la boca y a
magrear a la compañera. Me alegro por él.
Pedimos un
chupito de tequila y nos lo trajeron, junto al limón la sal.
—Vamos a
tomarlo de una manera distinta — Dice mientras se empieza a echar la sal en el
cuello. —Primero chupas mi cuello, luego bebes el chupito y finalmente muerdes
el limón que tengo en la boca — Se coloca dicha fruta entre sus dientes y
respiro, respiro muy fuerte. Mi corazón late y mi entrepierna también, puede
que ésta última de forma más salvaje.
Me acerco
lentamente y paso la lengua por su cuello, por donde ha echado la sal,
escuchando un suspiro lascivo por su parte. Bebo el chupito y pego mis labios a
los suyos, mordiendo el limón, y pasando mi lengua por su boca, luchando contra
la suya, besándola apasionadamente.
Nos tiramos
varios segundos morreándonos hasta que nos separamos.
—Bueno, ¿Qué te
ha parecido el chupito? — me pregunta, mordiéndose el labio.
—Estupendo,
pero aún falta el tuyo — contestó, sonriente, mientras miro de reojo al otro
lado de la barra y veo que mi compañero ya no está.
—Pues vamos a
ello, ponte la sal.
Repetimos el
ritual pero esta vez no nos soltamos tan rápido. Llevo mi mano a su culo y ella
me agarra la cara mientras nos besamos apasionadamente. Cuando nos separamos
nos miramos y pedimos otro chupito. Ya noto como el alcohol recorre mi cuerpo.
Tras ese último trago vamos a la pista de baile y nos ensalzamos con la música
y la euforia. Movimientos varios, roces en cada oportunidad, tocamientos… Su
culo pegado a mi cintura, rozando con sus nalgas mi entrepierna, mientras
aguanto su cintura y me muevo a mismo son que ella…
Pasan las
horas, los chupitos, los besos y los tocamientos. Estamos ardiendo; por el
calor, el alcohol y la pasión. Hace rato que hemos dejado de bailar y solo nos
besamos y magreamos disimulándolo en abrazos mientras movemos las cinturas
levemente de un lado al otro en un intento inútil de parecer que bailamos.
—Oye, ¿No es
hora de ir volviendo? — Me pregunta, sin dejar de pasar su mano por mi torso y
morderse el labio mientras me mira a los ojos.
—Uf, no sé si
sabré volver al hotel…
—Tranquilo,
¿Tenías servicio de habitación completo, verdad?
—Sí… —
contesto, sonriendo.
—Pues yo te
llevo — me dice, guiñándome el ojo. —Pero antes otro chupito más, ¿No?
Efectivamente.
¿Cómo negarse? Nos tomamos el chupito y nos marchamos de las discotecas. Ni yo
pregunto por sus amigas ni ella pregunta por mis amigos.
No tardamos en
llegar al hotel, o eso creo ya que tampoco tengo la noción del tiempo muy
estable.
—Entraré yo y
hablare con la que está de recepcionista y luego te sigo.
—De acuerdo.
Entra, se pone
a hablar y paso yo al cabo de un par de minutos. La espero al final de la
escalera del primer piso y tras estar hablando un rato aparece. Imagino que no
querría que nos viesen entrar juntos, no creo que tengan permitido dormir con
clientes. Me besa ahí mismo y la apoyo contra la pared. Empiezo a magrearle el
culo, por debajo del vestido… me moría de ganas de palpar más sus nalgas y las
agarro a la perfección gracias a que lleva tanga. Suaves, tersas, palpables…
Me muerde el labio, y se pega a mí, pasando
sus piernas entre las mías y rozándose con ellas, notando con mi pene todo su
hermoso cuerpo. Tras varios intentos logro llegar a rozar su coñito, a través del
tanga, con la punta de los dedos. Está húmedo, lo tiene mojado, y yo me empalmo
al oír un ahogado gemido en mi oreja.
—Vamos… — me
susurra y después me muerde mientras se inclina y coloca su entrepierna sobre
mi mano, pudiendo palparle todo el coño. Se lo presiono, jugueteo por encima de
la tela y pellizco levemente. Se agarra a mi espalda y vuelve a ahogar un
gemido. Saco la mano y me la llevo a mi habitación corriendo.
Inserto la
tarjeta mientras ella no deja de acariciarme desde atrás, pasando los brazos
por mis laterales y tocándome… roznado la entrepierna, soplándome en la nuca,
lamiendo con la punta de su lengua mi cuello… Tardo en acertar a abrir.
Cuando abro le
agarro de los brazos y me giro. La beso apasionadamente, agarrándole el culo
hasta casi subirle el vestido entero. La meto para dentro y la pongo contra la
pared. Mis manos suben por su culo hasta llegar a sus manos, las cuales sujeto
contra la pared también. Doy patadas a ciegas para cerrar la puerta mientras le
beso y nos movemos, refregándonos como podemos.
Logro cerrar la
puerta, dando un portazo y posiblemente despertando a más de uno, momento en
que vuelvo a agarrarle las nalgas y la subo. Ella se agarra a mi cuello con sus
brazos y a mi cintura con sus piernas. Es ligera y se acopla muy bien a mí.
Debe de estar notando mi pene rozarse con su húmedo coño porque no deja de
restregarlo contra éste.
La llevo hasta
la cama y la dejo caer, levemente. Me quedo de pie mirándola, contemplando su
belleza y sensualidad. Está apoyada en sus brazos, tumbada, mirándome con una
cara lasciva que quiere lo mismo que yo. Sus piernas están cruzadas y las mueve
lentamente, abriéndolas, mientras sube su vestido sutilmente con sus manos.
Me desabrocho
el pantalón, ella se muerde el labio y abre más sus piernas. Inmediatamente me
vuelve el olor a flores que tiene, un fragante aroma que la hace aún más
irresistible. Parece una sirena que llama a mis más salvajes instintos. Tras
desabrocharme el pantalón me pongo en la cama y la ayudo a abrir sus piernas.
—Que lanzado… —
dice mientras me mira, momento en que bajo la cabeza y la meto por debajo del
vestido, llegando a su húmedo y apetitoso coñito — El servicio de habitación
completo tenía que darl… — gime, no acaba la frase. Mi lengua ya está paseándose
por su tanga mientras mis manos no dejan de acariciar sus piernas.
Paso la lengua
de arriba abajo y ella empieza a suspirar lascivamente mientras acaricia mi
cabeza por encima del vestido. Paso una de mis manos hacia sus muslos y de ahí
hacia su coñito, apartando el tanga para dejar vía libre a mi boca. Lo tiene
depilado, sube y mojado. Muy mojado.
Paso lentamente
la lengua por sus labios y noto como tira del vestido hacía arriba, dejando mi
cabeza y sus preciosas nalgas al descubierto. Sonrió y le soplo, levemente. Se
estremece. Sigo lamiendo lentamente, pero presionando cada vez más, hasta que
mi lengua penetra entre sus labios y empiezan a pasearse por el interior de su
rajita, llegando a rozar su lindo clítoris hasta bajar a su agujero, momento en
que se lo rodeo y gime.
Vuelvo a subir
la lengua hasta su clítoris y empiezo a moverla fogosamente, de arriba abajo, y
miro de reojo su cara sonrojada en su tez blanca mientras se muerde el labio.
Me pone que me
observe tan lascivamente y tras ver como se muerde el labio hago yo lo mismo en
su clítoris. Mordisqueándolo levemente mientras no dejo de mover mi lengua en él.
Gime, gime mucho y se humedece a la vez que pone su mano en mi cabeza y la
aprieta. Le muerdo los labios inferiores, los beso como si fuera su boca e
introduzco los dedos sin previo aviso. Sus rodillas se estampan en mi cabeza y
aprietan mi cráneo a la vez que empuja con su mano. Con la mano que tengo libre
le agarro la nalga izquierda y aprieto, azoto, muevo y masajeo mientras acelero
la penetración con mi dedo índice y corazón a la vez que no dejo de mover la
lengua, arriba y abajo alternándolo con círculos y mordisqueo de vez en cuando
su clítoris. Gime y gime cada vez más. “No pares” “Sigue, más, más” “Voy a
llegar” se repiten y a cada grito acelero el ritmo, penetro más adentro, araño
más sus nalgas y mordisqueo su coño más apasionadamente.
Empieza a gemir
más fuerte, a apretarme el cráneo y rizar sus dedos en mi camello mientras su
coño inunda mis labios. Tras unos segundos en los que no para de estremecerse
me agarra la cabeza con las dos manos y tira de ella.
—¡Te quiero
dentro mio! ¡YA! — Me ordena. Si estaba duro ahora que la veo con esas ganas lo
estoy como nunca antes. Me aparto de sus piernas y me desnudo, cuando me quito
la camiseta ella ya se ha despelotado al completo.
Su cuerpo
blanco es precioso, con unos pezones pequeños, redondos y bien puesto en unos
preciosos pechos. Su cabello recae sobre ellos, haciéndola parecer una ninfa.
Se pone de rodillas sobre la cama y me mira con una sonrisa traviesa, lasciva,
mordiéndose el labio. Pone su mano sobre su torso y me muerde el labio, muy
lentamente, notando cada movimiento que hace con su boca y su mano, la cual
baja hasta mi pantalón y empieza magrearme por debajo de los calzoncillos.
—¿No me querías
dentro ya? — Pregunto, entre jadeos por todo lo que me he esforzado ahí abajo y
por las ganas de meterle el sable en cualquier agujero.
—Sí, y va a ir
adentro — Dice tras lo que me mira, me guiña un ojo y sonríe. Me tira a la cama
y baja sus labios por mi torso, lentamente, pasando también la lengua. Cuando
llega a la cintura me baja un poco los pantalones y los calzocnillos,
lentamente, haciendo que mi pene salga cual muelle y choque en su moflete.
—Chico malo — dice tras lo que empieza a zarandearla contra su lengua, que
tiene fuera, hasta que se la mete entera y empieza a chuparla. Se escucha muy
lascivo y no deja de mirarme. Veo que tiene una de sus manos en su coño, sin
dejar de moverla. Me pone más aún, gimo y me estremezco. Noto su lengua
rodearme el tronco mientras no deja de comérsela de arriba abajo mientras la
masturba con su mano a la vez.
—Dios… que bien
lo haces… — Digo y cierro los ojos. Segundo después noto como la tengo encima.
Ha sido muy veloz en sacársela de la boca y metérsela en su coño a la vez que
gemía. Abro los ojos y la veo mirándome, desde arriba, con la cara colorada y
la boca abierta mientras sube y baja. Esta con las rodillas flexionadas, una
mano en mi torso y la otra en sus pechos. Le quito esa faena y empiezo a
tocárselos con ambas manos.
—Dios… dios,
que dura — dice, pero yo alucino de lo que me aprieta su coño. Noto cada pared
vaginal presionándomela y el placer es inmenso. Magreo sus pechos, juego con
sus pezones y los pellizco. Ella gime y saca la lengua mientras no deja de
mirarme. Pone sus manos finalmente en la cama, apoyándose, mientras aumenta la
velocidad, momento en que empiezo a mover mis caderas al mismo ritmo que ella.
—Sí, sí, dame más — dice mientras se inclina hacía a mí, con la lengua afuera.
—Vas a ver —
digo mientras levanto levemente la cabeza y le muerdo la lengua, tirando un
poco de ella hasta poder besarla a la vez que llevo mis manos a sus nalgas,
agarrándolas, elevando un poco su trasero y haciendo que se levante ínfimamente
para poder empezar a darle como si no hubiera un mañana levantando las caderas.
Nuestras
lenguas se entrelazan a la vez que ahogamos gemidos mientras nos besamos. Cada
vez acelero más, cada vez se oye más fuerte como mi polla llega hasta el fondo,
chocando nuestras carnes, y cada vez estoy más agotado. Tras unos minutos paro
lentamente, aunque sus pechos tardan en dejar de moverse por lo duro y fuerte que
le he estado dando. Separamos nuestros labios y veo como aún está más colorada,
con la mirada lasciva clavada en mí. Me vuelve a besar, lentamente, paseando la
lengua por mis labios y apoyando su mano en mi torso. No deja de darme pequeños
besos mientras yo la penetro muy lentamente, intentando ganar tiempo para no
correrme pronto.
Finalmente se
aparte de encima y se pone contra la pared, a cuatro patas, mientras me mira
desde atrás.
—No te
contengas, dame hasta el fondo — me dice con pequeñas pausas entre palabras,
notándose su cansancio.
No contesto y
voy hacía ella, con cara de vicioso, y hundo mi cara en su trasero. Meto mis
dedos velozmente mientras con los de la otra mano acaricio su clítoris y mi
lengua la paro en su culo, besándole y lubricando su ano.
—No me refería
a… — Intenta decir pero empieza a gemir de nuevo, golpeando la pared como
enfurecida por no poder decir lo que quiere.
—Lo sé… — digo
en un momento en que cojo aire. Tras lamerle el ano un rato y darle bien con
mis dedos me levanto y flexiono las piernas a la vez que alzo su coñito hasta
que su espalda queda inclinada hacia abajo y su culo a la altura de mi cintura.
—Dame… — dice
mientras me mira, agarrada a las sabanas, muy lascivamente… y le hago caso. La
penetro duramente mientras la azoto. No freno ni un momento ante sus gemidos y
respiro fuertemente para intentar aguantar lo máximo posible.
Empiezo a
azotarla, a la vez que agarro sus nalgas y las abro. Para dentro y para afuera,
sin parar, sin sacarla del todo pero metiéndola hasta el fondo.
—Tócate — le
pido.
—¿Qué? — dice
entre gemidos, aunque lo entiendo al segundo intento.
—Que te
masturbes — reitero.
Se muerde el
labio y me mira. La azoto mientras clavo mis ojos en los suyos y sonríe. Lleva
una de sus manos a su coño y empieza a masturbarse, momento en que acelero el
ritmo y llevo mi pulgar izquierdo a su ano, empezando a presionar lentamente.
Gime, gime mucho, igual que yo, pero más alto. Tras varios segundos en los que
penetro lentamente su coño ella va perdiendo la vista centrada y va
estremeciéndose más y más a la vez que se masturba más violentamente.
Una vez el
pulgar dentro no dejo de sacarlo y meterlo a la vez que penetro su coño con mi
pene y araño sus nalgas con los demás dedos.
—Dios, dios,
sí… sí… ¡Más! — Grita entre gemidos. Yo no hablo, me concentro en seguir, pero
cada vez me cuesta más.
Seguimos y no
para de gemir. Cada vez voy más deprisa y cuando me doy cuenta tengo mi torso
apoyado en ella y mi mano derecha tocando sus pechos minetras la izqueirda
sigue penetrando su culo. Estoy apunto de corerme y no dejo de gemir.
—¡Dios, sí, sí!
¡Me vas a matar! — no deja de repetir.
—Estoy a punto,
voy a correrme. Dios — añado yo, con
gran esfuerzo.
—No, no, la
quiero encima mío. No te corras aún — me pide, algo que imagino en mi mente,
llenándola de blanco, y me pone aún más.
Vuelvo a
levantarme y saco el dedo de su culo para agarrar fuertemente sus nalgas y
empujarla hasta el fondo en una última embestida que dura unos segundos en los
que ella pierde el equilibrio y no deja de zarandearse mientras gime a ritmo de
mis polladas, con la mirada perdida y la lengua fuera mientras jadea.
Finalmente saco
el pene y empiezo a masturbarme mientras no dejo de nombrar al de arriba,
momento en que ella se da la vuelta y se acomoda, pasando sus piernas a mi
alrededor y abriendo su coñito mientras se lo acaricia con una mano y con la
otra se toca los labios, abriéndose la boca y sacándose la lengua.
—Apunta bien,
la quiero toda — me dice mientras me guiña un ojo.
No tardo ni dos
segundos tras eso en empezar a correrme, a estremecerme, y me masturbo más
rápido para que salga todo el semen posible. Le doy en al cara, en la lengua,
en el ojo izquierdo hasta llegar a sus pechos, los cuales empapo. Veo como se
traga el de la lengua y empieza a limpiarse con los dedos y a lamerlos mientras
yo aún goteo.
Jadeo, estoy
destrozado, pero ella se pone de rodillas y empieza a chupar los dedos que me
he manchado corriéndome, de forma muy lasciva, cual actriz, hasta pasar a mi
pene y dejarlo limpio por completo en mitad de mi sensibilidad y gemidos de
placer y dolor por igual.
—Dios… madre
mía. ¿Hasta cuándo tengo habitación, dices?
—Creo que
mañana es tú última noche, pero hay ampliación disponible.
—Es tenta… — no
acabo la frase y escuchamos golpes en la pared de al lado, gemidos e la
habitación de enfrente y peticiones lascivas en la habitación del otro lado.
—Va a costar
que durmamos hoy, tus amigos son ruidosos — dice sonriendo.
—No tanto como
tus amigas y, además, ¿Por qué tenemos que dormir?
Sonreímos, le
beso el cuello y ella la oreja mientras me araña la espalda. Nos levantamos y
vamos al baño.
Es hora de una
ducha.