jueves, 13 de octubre de 2016

Relato: Servicio de habitación completo.

¡Buen@s humed@s días/tardes/noches!

¿Os imagináis encontraros con un/a recepcionista que despierte tus instintos más básico nada más entrar por la puerta del hotel? ¿Enontrarle/a de fiesta? ¿Compartir tragos? ¿Pedir un servicio de habitación completo al llegar al hotel?

Sin más dilación os dejamos con el relato. Pronto tendréis noticias sobre la 3ª antología, sus exclusividades, y actualización sobre la fase uno del proyecto Perverso Caballero.


Servicio de habitación completo.

Verano, calor, vacaciones con amigos. ¿Qué más se puede pedir? Pues lo que tengo frente a mis ojos.

La recepcionista del hotel es de nuestra edad y si nos dicen que nos matemos los amigos hasta quedar solo uno por ella lo hacemos.

Está sentada, mirándonos fijamente. Tiene un rostro angelical, piel blanca y maquillada para resaltar sus pómulos, sonrojados, y sus profundos ojos. Cabello largo, que le cae por encima del hombro, de color rojo cobrizo haciendo que destaque aún más su blanca piel. Sus finos labios dan ganas de besarla y su sonrisa es cautivadora, mostrando una dentadura perfecta y las marcas en las mejillas de quien tanto sonríe, haciéndola adorable a la vez que deseada.

—¡Pero quieres dar ya las reservas! — me grita uno de mis compañeros, golpeándome el hombro.

—Tranquilo, no pasa nada — dice con una viva voz, sonriéndome esta vez a mí. No quiero saber cuántas veces habrá dicho algo y yo no lo habré escuchado por estar embobado mirándola.

—Aquí tiene, disculpa. No me había enterado — le dijo sin disimular mi atracción por ella, mirándola fijamente. El uniforme del hotel le realza los pechos, con un pequeño y sensual escote. Teclea algo en el ordenador y se levanta. Va a los cajones de atrás y abre uno de los de arriba, juntando las piernas y marcando un hermoso trasero enfundado en una minifalda de tubo, de donde salen unas preciosas y finas piernas guardadas en unas sensuales medias. Mi mente se nubla y empieza a pensar perversidades de todo tipo. Cuando se gira me muerdo el labio inferior y veo que me mira con la boca abierta, con sorpresa. Luego deja escapar una risilla mientras agacha la cabeza, mirándome de reojo, hasta que vuelve a sentarse.

—Servicio completo y cuatro habitaciones individuales, estás son vuestras llaves y las pulseras.

—Sí, por si alguno pescamos — dije un compañero. La chica se ríe.

—Pero que yo no os vea ni me entere

—Estaría bien que lo vieras — murmuro y me mira, mordiéndose la punta de la lengua y mostrando una tímida sonrisa.

—Que tengáis suerte — añade mientras me guiña un ojo.

Cogemos las llaves y vamos a nuestras habitaciones. Quedamos en la mía y nos pasamos más de treinta minutos comentando lo buena que está la recepcionista y lo que le haríamos cada uno.

Tras irse cada uno a su habitación y acicalarse bajamos a cenar al bufet libre del hotel. Nos ponemos las botas y quedamos en una hora en recepción para salir de fiesta. Mientras salimos del bufet vemos a la recepcionista que está saliendo del hotel.

—¡Disculpa! — grito, asombrando a mis colegas. Ella se para, me mira y sonríe. —¿Sabes de algún lugar bueno para salir de fiesta?

—Claro, me conozco todos los buenos — me dice guiñándome un ojo.

—Pues el que más te guste — contesto, mostrando media sonrisa.

Tras esa conversación efímera, y que me ha encendido cual cerilla en un bosque seco, volvemos a las habitaciones con un plan, un lugar y ganas de ligar.

Llega el momento acordado. Estamos duchados, vestidos y arreglados. Nos damos la mano y nos miramos fijamente, sabemos que tenemos que hacer. Si uno tiene posibilidad de ligar con alguna que tiene amigas los demás intentamos entretener a las amigas hasta que la química haga efecto. Por descontado si tiene posibilidades de ligar con alguien y solo tiene una compañera o menos los demás nos desviamos. Conclusión: si uno de nosotros puede triunfar el resto hará lo posible para que triunfe aunque eso implicase volver andando desde el pueblo de al lado.

—¿Creéis que estará la recepcionista? — pregunto, mordiéndome el labio mientras me la imagino vestida de gala.

—Pues puede ser, nos dijo el lugar que más le gustaba — contesta uno de mis amigos.

—Más bien se lo dijo a él, parece que la tienes en el bote — añade otro, pero creo que se equivoca.

—Más bien me tiene ella en el bote a mí — digo, ante lo que los cuatro reímos.

Llegamos a la discoteca y esperamos en la cola mientras tenemos conversaciones banales y miradas y gestos cada vez que vemos un tipazo pasar cerca de nosotros.

Tras veinte minutos logramos entrar y nada más poner tres pasos dentro de la discoteca, cerca de los baños, nos topamos con la recepcionista, aún más deslumbrante, junto a unas amigas suyas. Nuestras miradas se cruzan, ella se para y sus amigas lo hacen tras unos pasos.

—¡Ho-hola! — exclamo torpemente.

—¡La recepcionista! Tenías razón, este parece un sitio genial — añade uno de mis amigos.

—¿Veis? Sí es que tengo buen gusto.

—¿Los conoces? — pregunta una de sus amigas, a quienes les explica que somos clientes de su hotel. — Pues hay que celebrar este encuentro, ¿Un chupito? Pero invitáis vosotros.

—Eh, eh, mira que lista la chiquilla — ríe uno de mis amigos.

—¿Qué pasa? Cada uno invita a una, es el destino.

—Tu ya has elegido a quien invitar, ¿No? — Me dicen, golpeándome mientras les miro con recelo. Las amigas ríen, la recepcionista me mira sonriente.

—Sí, creo que invitare a la preciosidad que nos ha atendido hoy — contesto mientras le guiño un ojo.

—Pues vamos — añade ella, cogiéndome del brazo y guiándome hacía la barra.

Llegamos todos a la barra y pedimos los chupitos, de tequila. Nos ponemos la sal en la mano, lamemos, bebemos y después mordemos el limón. Sacudimos las cabezas y nos reímos

—¿Te apetece un baile? — Me dice la recepcionista mientras me tira de la mano hacía la pista.

Esta sensualmente sexy, divina. Su cabello ondulado con flores decorándolo la hacía parecer una ninfa. Lleva un vestido claro, creo que blanco aunque por las luces de la discoteca no lo veía bien, con decorado floral. Era corto, dejando sus preciosas piernas al descubierto, casi viendo sus preciosos muslos en su totalidad, mientras que un cinturón marrón, fino, realzaba sus pechos al llevarlo por debajo de estos. Los hombros los tenía al descubierto y le hacía un escote increíblemente tentador. Sus senos se mostraban tersos y esponjosos, blancos como su piel y bellos como su rostro. Su blanca sonrisa invita a besar sus finos y rojos labios mientras que su mirada te desnuda con sus pequeños ojos.

—¿Qué te pasa? ¿Te vas a quedar quieto? — me preguntó ante mi embobamiento al contemplarla. Tan solo sonreí y me puse a bailar, acariciándole la cintura.

Ella tenía ritmo. Movía los brazos de arriba abajo, haciendo que sus pechos se moviesen, acercándose y alejándose de mí. Yo le acariciaba la cintura, le agarraba las manos y le hacía dar vueltas sobre sí misma. A veces quedaba de espaldas a mí, pegados, rozando con su precioso culo mi entrepierna, la cual notaría sí o sí que estaba encantada de tener sus nalgas ahí. Estuvimos bailando un buen rato, cada vez más íntimamente, más lascivamente, y cuando me di cuenta ninguno de mis amigos y de sus amigas estaban cerca de nosotros.

—¿Quieres otro chupito? — pregunté susurrándole a la oreja mientras movía su culito entre mis manos.

—¿Quieres emborracharme y aprovecharte de mí, travieso? — preguntó con un tono picarón, mientras pasaba sus manos por mi torso, bajándolas lentamente.

—Y aunque no te emborraches también — contesté, guiñándole un ojo.

Sonrío y de nuevo me llevo hasta la barra. Al otro lado estaba uno de mis amigos con una de las amigas de ella. Él me vio pero la amiga estaba de espaldas a la barra. Me enseño el pulgar para arriba y acto seguido empezó a comerle la boca y a magrear a la compañera. Me alegro por él.

Pedimos un chupito de tequila y nos lo trajeron, junto al limón  la sal.

—Vamos a tomarlo de una manera distinta — Dice mientras se empieza a echar la sal en el cuello. —Primero chupas mi cuello, luego bebes el chupito y finalmente muerdes el limón que tengo en la boca — Se coloca dicha fruta entre sus dientes y respiro, respiro muy fuerte. Mi corazón late y mi entrepierna también, puede que ésta última de forma más salvaje.

Me acerco lentamente y paso la lengua por su cuello, por donde ha echado la sal, escuchando un suspiro lascivo por su parte. Bebo el chupito y pego mis labios a los suyos, mordiendo el limón, y pasando mi lengua por su boca, luchando contra la suya, besándola apasionadamente.

Nos tiramos varios segundos morreándonos hasta que nos separamos.

—Bueno, ¿Qué te ha parecido el chupito? — me pregunta, mordiéndose el labio.

—Estupendo, pero aún falta el tuyo — contestó, sonriente, mientras miro de reojo al otro lado de la barra y veo que mi compañero ya no está.

—Pues vamos a ello, ponte la sal.

Repetimos el ritual pero esta vez no nos soltamos tan rápido. Llevo mi mano a su culo y ella me agarra la cara mientras nos besamos apasionadamente. Cuando nos separamos nos miramos y pedimos otro chupito. Ya noto como el alcohol recorre mi cuerpo. Tras ese último trago vamos a la pista de baile y nos ensalzamos con la música y la euforia. Movimientos varios, roces en cada oportunidad, tocamientos… Su culo pegado a mi cintura, rozando con sus nalgas mi entrepierna, mientras aguanto su cintura y me muevo a mismo son que ella…

Pasan las horas, los chupitos, los besos y los tocamientos. Estamos ardiendo; por el calor, el alcohol y la pasión. Hace rato que hemos dejado de bailar y solo nos besamos y magreamos disimulándolo en abrazos mientras movemos las cinturas levemente de un lado al otro en un intento inútil de parecer que bailamos.

—Oye, ¿No es hora de ir volviendo? — Me pregunta, sin dejar de pasar su mano por mi torso y morderse el labio mientras me mira a los ojos.

—Uf, no sé si sabré volver al hotel…

—Tranquilo, ¿Tenías servicio de habitación completo, verdad?

—Sí… — contesto, sonriendo.

—Pues yo te llevo — me dice, guiñándome el ojo. —Pero antes otro chupito más, ¿No?

Efectivamente. ¿Cómo negarse? Nos tomamos el chupito y nos marchamos de las discotecas. Ni yo pregunto por sus amigas ni ella pregunta por mis amigos.

No tardamos en llegar al hotel, o eso creo ya que tampoco tengo la noción del tiempo muy estable.

—Entraré yo y hablare con la que está de recepcionista y luego te sigo.

—De acuerdo.

Entra, se pone a hablar y paso yo al cabo de un par de minutos. La espero al final de la escalera del primer piso y tras estar hablando un rato aparece. Imagino que no querría que nos viesen entrar juntos, no creo que tengan permitido dormir con clientes. Me besa ahí mismo y la apoyo contra la pared. Empiezo a magrearle el culo, por debajo del vestido… me moría de ganas de palpar más sus nalgas y las agarro a la perfección gracias a que lleva tanga. Suaves, tersas, palpables…

 Me muerde el labio, y se pega a mí, pasando sus piernas entre las mías y rozándose con ellas, notando con mi pene todo su hermoso cuerpo. Tras varios intentos logro llegar a rozar su coñito, a través del tanga, con la punta de los dedos. Está húmedo, lo tiene mojado, y yo me empalmo al oír un ahogado gemido en mi oreja.

—Vamos… — me susurra y después me muerde mientras se inclina y coloca su entrepierna sobre mi mano, pudiendo palparle todo el coño. Se lo presiono, jugueteo por encima de la tela y pellizco levemente. Se agarra a mi espalda y vuelve a ahogar un gemido. Saco la mano y me la llevo a mi habitación corriendo.

Inserto la tarjeta mientras ella no deja de acariciarme desde atrás, pasando los brazos por mis laterales y tocándome… roznado la entrepierna, soplándome en la nuca, lamiendo con la punta de su lengua mi cuello… Tardo en acertar a abrir.

Cuando abro le agarro de los brazos y me giro. La beso apasionadamente, agarrándole el culo hasta casi subirle el vestido entero. La meto para dentro y la pongo contra la pared. Mis manos suben por su culo hasta llegar a sus manos, las cuales sujeto contra la pared también. Doy patadas a ciegas para cerrar la puerta mientras le beso y nos movemos, refregándonos como podemos.

Logro cerrar la puerta, dando un portazo y posiblemente despertando a más de uno, momento en que vuelvo a agarrarle las nalgas y la subo. Ella se agarra a mi cuello con sus brazos y a mi cintura con sus piernas. Es ligera y se acopla muy bien a mí. Debe de estar notando mi pene rozarse con su húmedo coño porque no deja de restregarlo contra éste.

La llevo hasta la cama y la dejo caer, levemente. Me quedo de pie mirándola, contemplando su belleza y sensualidad. Está apoyada en sus brazos, tumbada, mirándome con una cara lasciva que quiere lo mismo que yo. Sus piernas están cruzadas y las mueve lentamente, abriéndolas, mientras sube su vestido sutilmente con sus manos.

Me desabrocho el pantalón, ella se muerde el labio y abre más sus piernas. Inmediatamente me vuelve el olor a flores que tiene, un fragante aroma que la hace aún más irresistible. Parece una sirena que llama a mis más salvajes instintos. Tras desabrocharme el pantalón me pongo en la cama y la ayudo a abrir sus piernas.

—Que lanzado… — dice mientras me mira, momento en que bajo la cabeza y la meto por debajo del vestido, llegando a su húmedo y apetitoso coñito — El servicio de habitación completo tenía que darl… — gime, no acaba la frase. Mi lengua ya está paseándose por su tanga mientras mis manos no dejan de acariciar sus piernas.

Paso la lengua de arriba abajo y ella empieza a suspirar lascivamente mientras acaricia mi cabeza por encima del vestido. Paso una de mis manos hacia sus muslos y de ahí hacia su coñito, apartando el tanga para dejar vía libre a mi boca. Lo tiene depilado, sube y mojado. Muy mojado.

Paso lentamente la lengua por sus labios y noto como tira del vestido hacía arriba, dejando mi cabeza y sus preciosas nalgas al descubierto. Sonrió y le soplo, levemente. Se estremece. Sigo lamiendo lentamente, pero presionando cada vez más, hasta que mi lengua penetra entre sus labios y empiezan a pasearse por el interior de su rajita, llegando a rozar su lindo clítoris hasta bajar a su agujero, momento en que se lo rodeo y gime.

Vuelvo a subir la lengua hasta su clítoris y empiezo a moverla fogosamente, de arriba abajo, y miro de reojo su cara sonrojada en su tez blanca mientras se muerde el labio.

Me pone que me observe tan lascivamente y tras ver como se muerde el labio hago yo lo mismo en su clítoris. Mordisqueándolo levemente mientras no dejo de mover mi lengua en él. Gime, gime mucho y se humedece a la vez que pone su mano en mi cabeza y la aprieta. Le muerdo los labios inferiores, los beso como si fuera su boca e introduzco los dedos sin previo aviso. Sus rodillas se estampan en mi cabeza y aprietan mi cráneo a la vez que empuja con su mano. Con la mano que tengo libre le agarro la nalga izquierda y aprieto, azoto, muevo y masajeo mientras acelero la penetración con mi dedo índice y corazón a la vez que no dejo de mover la lengua, arriba y abajo alternándolo con círculos y mordisqueo de vez en cuando su clítoris. Gime y gime cada vez más. “No pares” “Sigue, más, más” “Voy a llegar” se repiten y a cada grito acelero el ritmo, penetro más adentro, araño más sus nalgas y mordisqueo su coño más apasionadamente.

Empieza a gemir más fuerte, a apretarme el cráneo y rizar sus dedos en mi camello mientras su coño inunda mis labios. Tras unos segundos en los que no para de estremecerse me agarra la cabeza con las dos manos y tira de ella.

—¡Te quiero dentro mio! ¡YA! — Me ordena. Si estaba duro ahora que la veo con esas ganas lo estoy como nunca antes. Me aparto de sus piernas y me desnudo, cuando me quito la camiseta ella ya se ha despelotado al completo.

Su cuerpo blanco es precioso, con unos pezones pequeños, redondos y bien puesto en unos preciosos pechos. Su cabello recae sobre ellos, haciéndola parecer una ninfa. Se pone de rodillas sobre la cama y me mira con una sonrisa traviesa, lasciva, mordiéndose el labio. Pone su mano sobre su torso y me muerde el labio, muy lentamente, notando cada movimiento que hace con su boca y su mano, la cual baja hasta mi pantalón y empieza magrearme por debajo de los calzoncillos.

—¿No me querías dentro ya? — Pregunto, entre jadeos por todo lo que me he esforzado ahí abajo y por las ganas de meterle el sable en cualquier agujero.

—Sí, y va a ir adentro — Dice tras lo que me mira, me guiña un ojo y sonríe. Me tira a la cama y baja sus labios por mi torso, lentamente, pasando también la lengua. Cuando llega a la cintura me baja un poco los pantalones y los calzocnillos, lentamente, haciendo que mi pene salga cual muelle y choque en su moflete. —Chico malo — dice tras lo que empieza a zarandearla contra su lengua, que tiene fuera, hasta que se la mete entera y empieza a chuparla. Se escucha muy lascivo y no deja de mirarme. Veo que tiene una de sus manos en su coño, sin dejar de moverla. Me pone más aún, gimo y me estremezco. Noto su lengua rodearme el tronco mientras no deja de comérsela de arriba abajo mientras la masturba con su mano a la vez.

—Dios… que bien lo haces… — Digo y cierro los ojos. Segundo después noto como la tengo encima. Ha sido muy veloz en sacársela de la boca y metérsela en su coño a la vez que gemía. Abro los ojos y la veo mirándome, desde arriba, con la cara colorada y la boca abierta mientras sube y baja. Esta con las rodillas flexionadas, una mano en mi torso y la otra en sus pechos. Le quito esa faena y empiezo a tocárselos con ambas manos.

—Dios… dios, que dura — dice, pero yo alucino de lo que me aprieta su coño. Noto cada pared vaginal presionándomela y el placer es inmenso. Magreo sus pechos, juego con sus pezones y los pellizco. Ella gime y saca la lengua mientras no deja de mirarme. Pone sus manos finalmente en la cama, apoyándose, mientras aumenta la velocidad, momento en que empiezo a mover mis caderas al mismo ritmo que ella. —Sí, sí, dame más — dice mientras se inclina hacía a mí, con la lengua afuera.

—Vas a ver — digo mientras levanto levemente la cabeza y le muerdo la lengua, tirando un poco de ella hasta poder besarla a la vez que llevo mis manos a sus nalgas, agarrándolas, elevando un poco su trasero y haciendo que se levante ínfimamente para poder empezar a darle como si no hubiera un mañana levantando las caderas.

Nuestras lenguas se entrelazan a la vez que ahogamos gemidos mientras nos besamos. Cada vez acelero más, cada vez se oye más fuerte como mi polla llega hasta el fondo, chocando nuestras carnes, y cada vez estoy más agotado. Tras unos minutos paro lentamente, aunque sus pechos tardan en dejar de moverse por lo duro y fuerte que le he estado dando. Separamos nuestros labios y veo como aún está más colorada, con la mirada lasciva clavada en mí. Me vuelve a besar, lentamente, paseando la lengua por mis labios y apoyando su mano en mi torso. No deja de darme pequeños besos mientras yo la penetro muy lentamente, intentando ganar tiempo para no correrme pronto.

Finalmente se aparte de encima y se pone contra la pared, a cuatro patas, mientras me mira desde atrás.

—No te contengas, dame hasta el fondo — me dice con pequeñas pausas entre palabras, notándose su cansancio.

No contesto y voy hacía ella, con cara de vicioso, y hundo mi cara en su trasero. Meto mis dedos velozmente mientras con los de la otra mano acaricio su clítoris y mi lengua la paro en su culo, besándole y lubricando su ano.

—No me refería a… — Intenta decir pero empieza a gemir de nuevo, golpeando la pared como enfurecida por no poder decir lo que quiere.

—Lo sé… — digo en un momento en que cojo aire. Tras lamerle el ano un rato y darle bien con mis dedos me levanto y flexiono las piernas a la vez que alzo su coñito hasta que su espalda queda inclinada hacia abajo y su culo a la altura de mi cintura.

—Dame… — dice mientras me mira, agarrada a las sabanas, muy lascivamente… y le hago caso. La penetro duramente mientras la azoto. No freno ni un momento ante sus gemidos y respiro fuertemente para intentar aguantar lo máximo posible.

Empiezo a azotarla, a la vez que agarro sus nalgas y las abro. Para dentro y para afuera, sin parar, sin sacarla del todo pero metiéndola hasta el fondo.

—Tócate — le pido.

—¿Qué? — dice entre gemidos, aunque lo entiendo al segundo intento.

—Que te masturbes — reitero.

Se muerde el labio y me mira. La azoto mientras clavo mis ojos en los suyos y sonríe. Lleva una de sus manos a su coño y empieza a masturbarse, momento en que acelero el ritmo y llevo mi pulgar izquierdo a su ano, empezando a presionar lentamente. Gime, gime mucho, igual que yo, pero más alto. Tras varios segundos en los que penetro lentamente su coño ella va perdiendo la vista centrada y va estremeciéndose más y más a la vez que se masturba más violentamente.

Una vez el pulgar dentro no dejo de sacarlo y meterlo a la vez que penetro su coño con mi pene y araño sus nalgas con los demás dedos.

—Dios, dios, sí… sí… ¡Más! — Grita entre gemidos. Yo no hablo, me concentro en seguir, pero cada vez me cuesta más.

Seguimos y no para de gemir. Cada vez voy más deprisa y cuando me doy cuenta tengo mi torso apoyado en ella y mi mano derecha tocando sus pechos minetras la izqueirda sigue penetrando su culo. Estoy apunto de corerme y no dejo de gemir.

—¡Dios, sí, sí! ¡Me vas a matar! — no deja de repetir.

—Estoy a punto, voy  a correrme. Dios — añado yo, con gran esfuerzo.

—No, no, la quiero encima mío. No te corras aún — me pide, algo que imagino en mi mente, llenándola de blanco, y me pone aún más.

Vuelvo a levantarme y saco el dedo de su culo para agarrar fuertemente sus nalgas y empujarla hasta el fondo en una última embestida que dura unos segundos en los que ella pierde el equilibrio y no deja de zarandearse mientras gime a ritmo de mis polladas, con la mirada perdida y la lengua fuera mientras jadea.

Finalmente saco el pene y empiezo a masturbarme mientras no dejo de nombrar al de arriba, momento en que ella se da la vuelta y se acomoda, pasando sus piernas a mi alrededor y abriendo su coñito mientras se lo acaricia con una mano y con la otra se toca los labios, abriéndose la boca y sacándose la lengua.

—Apunta bien, la quiero toda — me dice mientras me guiña un ojo.

No tardo ni dos segundos tras eso en empezar a correrme, a estremecerme, y me masturbo más rápido para que salga todo el semen posible. Le doy en al cara, en la lengua, en el ojo izquierdo hasta llegar a sus pechos, los cuales empapo. Veo como se traga el de la lengua y empieza a limpiarse con los dedos y a lamerlos mientras yo aún goteo.

Jadeo, estoy destrozado, pero ella se pone de rodillas y empieza a chupar los dedos que me he manchado corriéndome, de forma muy lasciva, cual actriz, hasta pasar a mi pene y dejarlo limpio por completo en mitad de mi sensibilidad y gemidos de placer y dolor por igual.

—Dios… madre mía. ¿Hasta cuándo tengo habitación, dices?

—Creo que mañana es tú última noche, pero hay ampliación disponible.

—Es tenta… — no acabo la frase y escuchamos golpes en la pared de al lado, gemidos e la habitación de enfrente y peticiones lascivas en la habitación del otro lado.

—Va a costar que durmamos hoy, tus amigos son ruidosos — dice sonriendo.

—No tanto como tus amigas y, además, ¿Por qué tenemos que dormir?

Sonreímos, le beso el cuello y ella la oreja mientras me araña la espalda. Nos levantamos y vamos al baño.

Es hora de una ducha.

martes, 6 de septiembre de 2016

Avance de relato: Servicio de habitación completo.

¡Buen@s humed@s días/tardes/noches!

Hoy os traemos el avance de nuestro siguiente relato mientras andamos aún liados con la revisión de la versión física de la segunda antología.

¿Os imagináis entrar en un hotel y que, inmediatamente, quien atiende en recepción despierte tus instintos más básicos? ¿Imagináis que os recomienda una discoteca tras un par de sonrisas cómplices? ¿Imagináis que os encontráis en mitad de la fiesta a esa persona?

Aquí tenéis el adelanto ;)


Servicio de habitación completo.

Verano, calor, vacaciones con amigos. ¿Qué más se puede pedir? Pues lo que tengo frente a mis ojos.

La recepcionista del hotel es de nuestra edad y si nos dicen que nos matemos los amigos hasta quedar solo uno por ella lo hacemos.

Está sentada, mirándonos fijamente. Tiene un rostro angelical, piel blanca y maquillada para resaltar sus pómulos, sonrojados, y sus profundos ojos. Cabello largo, que le cae por encima del hombro, de color rojo cobrizo haciendo que destaque aún más su blanca piel. Sus finos labios dan ganas de besarla y su sonrisa es cautivadora, mostrando una dentadura perfecta y las marcas en las mejillas de quien tanto sonríe, haciéndola adorable a la vez que deseada.

—¡Pero quieres dar ya las reservas! — me grita uno de mis compañeros, golpeándome el hombro.

—Tranquilo, no pasa nada — dice con una viva voz, sonriéndome esta vez a mí. No quiero saber cuántas veces habrá dicho algo y yo no lo habré escuchado por estar embobado mirándola.

—Aquí tiene, disculpa. No me había enterado — le dijo sin disimular mi atracción por ella, mirándola fijamente. El uniforme del hotel le realza los pechos, con un pequeño y sensual escote. Teclea algo en el ordenador y se levanta. Va a los cajones de atrás y abre uno de los de arriba, juntando las piernas y marcando un hermoso trasero enfundado en una minifalda de tubo, de donde salen unas preciosas y finas piernas guardadas en unas sensuales medias. Mi mente se nubla y empieza a pensar perversidades de todo tipo. Cuando se gira me muerdo el labio inferior y veo que me mira con la boca abierta, con sorpresa. Luego deja escapar una risilla mientras agacha la cabeza, mirándome de reojo, hasta que vuelve a sentarse.

—Servicio completo y cuatro habitaciones individuales, estás son vuestras llaves y las pulseras.

—Sí, por si alguno pescamos — dije un compañero. La chica se ríe.

—Pero que yo no os vea ni me entere

—Estaría bien que lo vieras — murmuro y me mira, mordiéndose la punta de la lengua y mostrando una tímida sonrisa.

—Que tengáis suerte — añade mientras me guiña un ojo.

Cogemos las llaves y vamos a nuestras habitaciones. Quedamos en la mía y nos pasamos más de treinta minutos comentando lo buena que está la recepcionista y lo que le haríamos cada uno.

Tras irse cada uno a su habitación y acicalarse bajamos a cenar al bufet libre del hotel. Nos ponemos las botas y quedamos en una hora en recepción para salir de fiesta. Mientras salimos del bufet vemos a la recepcionista que está saliendo del hotel.

—¡Disculpa! — grito, asombrando a mis colegas. Ella se para, me mira y sonríe. —¿Sabes de algún lugar bueno para salir de fiesta?

—Claro, me conozco todos los buenos — me dice guiñándome un ojo.

—Pues el que más te guste — contesto, mostrando media sonrisa.

Tras esa conversación efímera, y que me ha encendido cual cerilla en un bosque seco, volvemos a las habitaciones con un plan, un lugar y ganas de ligar.

Llega el momento acordado. Estamos duchados, vestidos y arreglados. Nos damos la mano y nos miramos fijamente, sabemos que tenemos que hacer. Si uno tiene posibilidad de ligar con alguna que tiene amigas los demás intentamos entretener a las amigas hasta que la química haga efecto. Por descontado si tiene posibilidades de ligar con alguien y solo tiene una compañera o menos los demás nos desviamos. Conclusión: si uno de nosotros puede triunfar el resto hará lo posible para que triunfe aunque eso implicase volver andando desde el pueblo de al lado.

—¿Creéis que estará la recepcionista? — pregunto, mordiéndome el labio mientras me la imagino vestida de gala.

—Pues puede ser, nos dijo el lugar que más le gustaba — contesta uno de mis amigos.

—Más bien se lo dijo a él, parece que la tienes en el bote — añade otro, pero creo que se equivoca.

—Más bien me tiene ella en el bote a mí — digo, ante lo que los cuatro reímos.

Llegamos a la discoteca y esperamos en la cola mientras tenemos conversaciones banales y miradas y gestos cada vez que vemos un tipazo pasar cerca de nosotros.

Tras veinte minutos logramos entrar y nada más poner tres pasos dentro de la discoteca, cerca de los baños, nos topamos con la recepcionista, aún más deslumbrante, junto a unas amigas suyas. Nuestras miradas se cruzan, ella se para y sus amigas lo hacen tras unos pasos, al verla a ella.

miércoles, 27 de julio de 2016

Antología X: Entre Líneas (Vol II de antología X) Ya a la venta en todo el mundo en formato ebook.

¡Buen@s y húmed@s días/tardes/noches!

Sí, lo prometido es deuda:

Ya está a la venta la segunda antología X, recopilando diez relatos de los publicados en el Blog.

A un precio de 0,99€ en europa o 0,49$ en mexico, así como precios equivalentes en el resto del mundo, lanzamos el libro en formato e-book -próximamente en edición física también- y, por supuesto, gratuito para todo aquel que esté subscrito al servicio de Kindle Unlimited.

En las próximas horas subiremos los links para cada país así como facilitaremos un "botón" para acceder a nuestros libros con más facilidad en el blog.

domingo, 24 de julio de 2016

Antología X: Entre Líneas. Portada.

¡Buen@s húmedos días/tardes/noches!

Hoy os traemos la portada de la segunda antología que, dicho sea de paso, se pondrá a la venta en breves (en algunos lugares ya lo está ;))

¿Qué más datos ahí?

Pues bien, será a un precio aún más accesible que la anterior y contendrá diez relatos.

Pronto informaremos de más detalles, así como alguna otra sorpresa.

Espero que os guste la portada.

 
Un saludo :)

viernes, 22 de julio de 2016

Relato: Probando.


¡Buenos húmedos días/tardes/noches!
Finlamente está aquí el nuevo relato y, además, habrán novedades muy, muy pronto, sobre la siguiente antología y sobre la anterior. Estad antetos.
 
Imaginad que estáis cerrando vuestra tienda de ropa y entra una persona a la que te gustaría probarle toda la ropa... y probar quitársela ;)
 
Probando

 

Quedan veinte minutos para cerrar. Mis dos empleadas han plegado ya, tenían una cita importante hoy y las he dejado marchar. Solo quedan dos clientas probándose ropa, con suerte cerrare a tiempo. Qué envidia, ojalá pudiera volver al momento de salir de fiesta y conocer chicos, pero ahora tengo que cuidar de un hijo y convencer a mi marido para que atienda mis carnes un poco en vez de al futbol.

—Buenas tardes — dice una serena voz desde la puerta.

Un calambre recorre mi cuerpo. Castaño, sonrisa celestial y ojos profundos. Es un chico que acaba de entrar a la tienda, vestido con una camiseta, unos vaqueros que le van un poco anchos y unas deportivas. Parece joven con su media melena y deportista por su esbelto cuerpo.

—¿Disculpe? — repite tras ver como mueve la boca varías veces vuelvo en mí, me había quedado anonada.

—Ho-hola, bienvenido — digo torpemente, hacía tiempo que no sentía estos escalofríos.

—¿Me da tiempo de probarme unos pantalones?

—Sí, sí, claro — contestó sonriente, encantada estaría de probárselos yo.

Pasa a la tienda y se pone a revisar pantalones. En el tiempo en que escoge lo miro de arriba abajo infinidad de veces y empiezo a notar cierta humedad entre mis piernas, suerte que la falda de tubo me cubre hasta encima de las rodillas o temería porque se notará la gota caer.

—¡Disculpe! — oigo gritar, desde el mostrador. El chico me mira, sonríe, y me hace unas señas hacía atrás. Me giro y veo una de las clientas que estaban en el probador. Me disculpo, la atiendo y me despido. Al girarme el chico ya no está, imagino que habrá salido sin ver nada que le interesase.

Pasan unos minutos y la otra clienta sale de probador. La atiendo y en cuanto se va cierro las puertas y me dispongo a cerrar.

Me acerco a los probadores, para correr las cortinas del todo ya que odio que queden desplegadas por poco que sea. El tercero está totalmente cerrado, lo abro y automáticamente me muerdo el labio.

Está el chico dentro, que se asusta al verme y tropieza. Se apoya en la pared para no caerse y suelta el pantalón que se estaba probando, desabrochado y mostrando sus calzoncillos rojos y el gran bulto que ocultan.

—Disculpa, disculpa — exclamo tras relamerme los labios. — Pensaba que habías marchado y estaba cerrando.

—Lo siento, he tardado porque intentaba ponerme estos pantalones y no podía… — explica, sonrojado pero sin dejar de mirarme, algo que me hace humedecerme más.

Me estremezco. Verlo así, con el pantalón desabrochado y como se ha puesto erecto nada más verme, imaginando lo que se le habrá pasado por la cabeza, sumándole esa cara roja… Con el hambre que estoy pasado y habiendo cerrado ya mi cuerpo me pide más, más cercanía, más tacto, más acción.

—A ver… es normal chico, déjame a mí — digo, mientras me inclino hacía el. Le veo titubear, dar un paso atrás, pero luego volverlo a dar adelante. Aprieto los brazos para que mis pechos resalten en el escote de la camisa mientras mis manos se dirigen a los botones del pantalón, colocándose lentamente y presionando; rozando sus miembros a través del grueso vaquero… —Creo que estos no son de tu talla, te los ayudare a quitar… — digo mientras le miro desde abajo, mordiéndome el labio, tras hacer un vano intento de abrochárselo. El traga saliva y asiente, pega sus manos a la pared y exhala un lascivo suspiro.

—Gra-gracias… — dice, sin dejar de mirarme el escote, parece que ha funcionado.

—Me pondré cómoda, que con los gemelos que tienes quizá me cuesta quitártelos — explico mientras me subo el vestido de tubo hasta que mis nalgas sean visibles, comprobando que no pierde ocasión para echar un vistazo. Me arrodillo y le miro de reojo, sonriendo, mordiéndome el labio y deseando porque ese mástil me empotre contra el espejo. Me mira y, de reojo, mira hacía la tienda de forma intermitente. Su rostro de deseo y preocupación me humedecen aún más—He cerrado ya, así que no te preocupes. —No te preocupes, pensando que estaba yo sola he cerrado con llave.

—¿Sí…? Vale — traga saliva, pensé que sería más directo pero parece todo un virgencito.

—Es que a veces me gusta relajarme tras el trabajo, ya sabes — digo, guiñándole el ojo y pasándome la lengua por mis labios mientras mi mano derecha acaricia mi escote antes de agarrarle el pantalón. Él sonríe, torpemente, sin poder disimular su mirada a mis pechos.

Acerco la cara, mi nariz casi roza con sus abultados calzoncillos, y empiezo a bajar el pantalón. Con el movimiento, tirando hacía abajo, hago que se mueva y llego a notar su pene en la punta de mi nariz, momento en que pongo morritos y doy un sutil beso que espero que haya notado, aunque por el estremecimiento parece que sí lo ha hecho. Bajo su pantalón hasta sus gemelos y ahí me tiro un minuto o dos intentando bajárselo, ya que los tiene fuertes y al pantalón le cuesta pasar, hasta que finalmente se los quito.

—Bueno, ya está… ahora habría que mirar que pantalón te puede ir bien — digo, sin levantarme, mientras le miro desde abajo y una de mis manos se pasea por mis senos y la otra le acaricia su fuerte muslo izquierdo. — Pero tenemos un problema… — añado mientras me muerdo el labio contemplando el bulto de sus calzoncillos, imaginándome lo palpitante que hay en su interior.

—¿Qué problema…? — dice con torpeza. Sabe cuál es y sabe que voy a solucionárselo.

—Este problema… — Sonrió y rodeo todo lo que puedo con mis dedos su pene, a través de sus calzoncillos — Deberíamos solucionarlo, ¿No? — añado mientras acerco mi cara hasta notarlo en mi mejilla… ya con liquido pre-seminal… — Y parece que rápido…

Oigo como respira, no dice nada. Tiene las manos temblando, seguro que queriéndome agarrar la cabeza para meterme su polla entera en mi boca, algo que me pone a cien. Lo miro de reojo, sonrió mientras saco la lengua y empiezo a jugar con mis dedos… palpando su gran vena palpitante y paseando por la costura del calzoncillo. Oigo como ahoga un gemido y empiezo a ver cómo crece aún más, como se mueve… asomando la punta por su pierna…

—¿Qué tenemos aquí? — pregunto sonriente, casi babeando, mientras acaricio el capullo que asoma… le han operado, está sin prepucio, y tan rosadito como mojado. — Es un problema cada vez más grande — añado a la vez que presiono la cabeza, mojándome la punta del dedo, y finalmente pone una de sus manos en mi cabeza, filtrando los dedos por mi cabello… — ¿Quieres que te ayude? — y me da igual la respuesta, mi mano ya está dentro palpando el caliente pene que tiene, notando como palpita y se expande mientras lo aprieto, a la vez que mis labios descubren su forma a través de los calzoncillos.

—Por-por favor, ayúdame… — dice. Noto su mirada pegada en mi nuca, en mi cuerpo, en mis preciosas nalgas asomando por el vestido… —Ayúdeme lo mejor que sea — añade, tragando saliva. Se va soltando un poco, me gusta, pero su mano se aferra a mi cabello mientras una de las mías empieza a mover su pene y la otra a acariciar su firme y fuerte trasero.

—Vale, pero tendrás que colaborar — digo antes de pasar mi lengua por todo su tronco, saboreando su pene a través de la tela, hasta llegar al capullo que asoma y jugar con la lengua en su puntita… — ¿Me harás caso? — añado mientras le azoto el culo, pasando luego mi mano por dentro de sus calzoncillos para apretar sus duras nalgas.

—Lo que tú me digas, tu eres la dependienta…

—Y la jefa del lugar — añado mientras empiezo a bajarle los calzoncillos desde atrás, sin dejar de mirarle, de ver cómo me está violando con la mirada y notar sus deseos de penetrarme por delante, por detrás y por arriba.

—Y la jefa… — dice tras tragar saliva.

Sigo bajando sus calzoncillos y su pene sale rebotando, golpeándome la mejilla un par de veces y salpicándome en la nariz. Me rio e inmediatamente mis labios se posan en su tronco, frenando su movimiento hasta que queda totalmente inmóvil. Está caliente, palpitante y suave. Mi lengua se pasea por el trozo que tengo agarrado y lo saborea… limpio, con ganas de descargar. Sus manos aprietan mi cabeza, le gusta. Paseo mis labios junto a mi lengua por su tronco. Primero hacía los huevos y luego hacía su cabecita mientras el joven se estremece y me agarra el cabello.

—Esto está muy tenso… — digo mientras paseo mis dedos por su pene y la lengua por debajo del capullo. — Y tiene un olor intenso… — fuerte, como si hubiera estado cachondo durante un mes y no se hubiera corrido. El olor me embriaga, me hace volar a un lugar donde solo me penetran día tras días. Cuando me doy cuenta mi lengua esté paseándose por el capullo. Su líquido pre-seminal es fuerte, algo amargo, pero intenso. Se la limpio sin metérmela en la boca. Lamiéndola entera, incluso por debajo del capullo. Todo esto mientras la sujeto con mi izquierda y le miro a los ojos, fijamente, con una mirada lasciva y provocativa.

Su rostro es impagable. Aprieta los labios y abre sus fosas nasales mientras intenta controlar sus, cada vez más rápidos, latidos del corazón que se notan en cada palpitación de su pene. Tras estar varios segundos rodeando su capullo paseo mi lengua por todo su tronco, rodeándolo y no dejando ningún rincón sin lamer, hasta llegar a sus huevos, donde paso mis labios y mi boca. Los succiono, los chupo, mientras no dejo de masturbarle. Peladitos, cargados, riquísimos.

—Dios… — exclama mientras sigo comiéndome sus testículos. Tras unos segundos vuelvo a su pene y cuando llego a la cabeza de nuevo me meto toda su polla, hasta el fondo, sin avisar. Me dan arcadas, la tiene enorme, pero me mantengo mientras mis ojos lacrimosos le miran. Pasan cinco segundos que siento como un minuto y me la saco, salivándosela entera y tosiendo.

—Dios digo yo… vaya tranca tienes… — no le dejo contestar y me la vuelvo a meter, hasta el fondo otra vez, pero enseguida la saco un poco y empiezo a mamársela como dios, o más bien yo, manda. A mis lascivos movimientos le acompaña mi mano izquierda masturbándole y mi derecha masajeándole los huevos. Sus manos, en cambio, están agarrando mi cabeza y acompañan el movimiento de esta mientras él mira al frente, imagino que habiendo visto el espejo que estará reflejando desde atrás todo lo que pasa… viendo mi culito a la perfección y como chorreo por mi húmedo y semirasurado coñito.

Empieza a gemir más, me encanta, y yo acelero. Noto su polla chocando por mi boca, palpitando, mientras paseo mi lengua por toda ella. A veces me centro en el capullo e incluso lo presiono, otra mordisqueo su tronco mientras uso mi lengua como si un pincel en un lienzo blanco estuviera y otras simplemente me la meto y saco de la boca como si me estuviera follando duramente contra un muro. Dejo de masajearle los huevos y me llevo la mano a mi entrepierna, abriéndolas un poco para asegurarme de que lo ve a través del espejo, y empiezo a tocarme. Filtro mis dedos por mi tanga y empiezo a metérmelos, sin necesidad de empujar por lo mojado que está.

Inmediatamente me mira, mordiéndose el labio, y vuelve a mirar al espejo de forma intermitente. Noto como se pone aún más. Expulsa más líquido pre-seminal y le cuesta más aguantarse los gemidos así como presiona fuertemente mi cabeza. Quiere follarme, quiere follarme duro pero yo necesito una cosa de él antes.

Me la saco de la boca, lamo su punta y luego el tronco, de abajo arriba, salvajemente un par de veces. Inmediatamente después me voy levantando, sin dejar de masturbarle con la mano, hasta ponerme de pie al completo. Es algo más alto que yo, pero como llevo mis tacones tan solo me saca media cabeza.

—Aún tenemos un gran problema entre mis manos y, además, se nos ha colado otro.

—¿Cuál? — Pregunta acercando su cara.

—Que yo también tengo que buscar ropa nueva, ropa interior para ser exactos — digo mientras llevo su mano a mi coño, sobre mi humedecido tanga.

Respira fuerte nada más mojarse los dedos y aprovecho para besarle. Me sorprende. Me agarra la cabeza y pierde sus dedos en mi cabello mientras empieza a presionarme mi, cada vez más, mojado coño y lleva la batuta del beso; comiéndome la boca, filtrando la lengua e incluso mordiéndome los labios. Mi mano va automáticamente a la suya, la que me está tocando el coño, y se la aprieto. Quiero más, deseo más, y el cumple mis suplicas y filtra sus dedos por el tanga hasta llegar a mis labios, abriéndomelos y jugando con ellos mientras mi otra mano sigue masturbándole.

Separa sus labios de los míos y empieza a besarme el cuello, a morderme, mientras acaricia suavemente mi clítoris dando vueltas alrededor suyo. Se me escapan gemidos, noto el calor recorrer todo mi cuerpo y como mis mejillas se sonrojan mientras no dejo de salivar y mi lengua se mueve automáticamente, deseando tener la suya junto a ella, o su pene da igual. La mano que tengo libre se va hacía su cabello, estirándoselo mientras me besa el cuello, mordiéndomelo en determinados momentos. Él, sin embargo, saca la mano que tenía en mi cabeza y, acariciándome la cara, la lleva hasta mis pechos. Me los magrea y me gusta, me los amansa y desabrocha los primeros botones. Noto como salen disparados, por la presión liberada, y como sus dedos se pasean por la superficie de los senos.

—Muérdemelos, tómalos para ti y te ayudaré a encontrar lo que necesitas — le susurró en la oreja. Después se la muerdo, le paso la lengua por ella y noto como clava los dientes en mi cuello, posiblemente mañana deba traer un pañuelo al trabajo.

Me hace caso. Baja sus besos hasta mis senos y empieza a lamerlos y a morderlos. No tarda en bajarme el sujetador. Yo finalmente saco la mano de su pene y me quito la camisa e inmediatamente el sujetador. Con dificultados, eso sí. Sus dedos empiezan a pellizcarme el clítoris, a aplastármelo, a hacerme gemir cada vez más.

Mi cuerpo se estremece mientras su mano agarra mis pechos y su boca muerde mis pechos, los lame, y succiona mis pezones a la vez que los golpea con la lengua, la pasa alrededor suyo e incluso los sujeta con los dientes, poniéndome a mí. Hace locuras con su lengua, la quiero en mi coño, pero también quiero su polla. Desearía tener dos como él ahora mismo para complacer mis más lascivos deseos.

—Dame más pequeño, quiero más de… — Gimo. Antes de acabar la frase me penetra con los dedos. Los noto en mi interior, dos de ellos, moviéndose. Entran y salen mientras se mueven por todo mi interior. Gimo, ardo de pasión. Quiero su poya en vez de sus dedos y la quiero ya, pero no puedo hablar. Solo gimo mientras él come mis pechos y me penetra duramente. Su otra mano se va hasta mi culo, agarrándomelo con fuerza y tirando más de mi coño si cabe. Mis manos rodean su cuello y una de mis piernas se apoya en la banqueta del probador. Giro la cabeza y miro el espejo. Solo ver mi cara me pongo más. Estoy colorada y veo como su fuerte mano agarra sin tregua mi culo, mientras que sus dedos entran y salen. Vuelvo la cabeza hacía el y tiro de su pelo, separándola de mis pechos para besarle apasionadamente. Mis manos se deslizan por su varonil rostro mientras mi lengua se pierde junto a la suya. Acelera, cada vez más rápido, y me cuesta mantenerme en pie de lo bien que me toca. Le muerdo el labio, la lengua, le beso y sigo besándole mientras él me azota y me mete los dedos.

Mi mente está en blanco. Solo sé que estoy gozando y le estoy besando. Noto azotes, noto sus dedos moverse en mi interior y como con su pulgar no deja de jugar con mi clítoris. No sé cuánto tiempo pasamos así, pero no me importaría tirarme mucho más, hasta que casi me corro y aparto mis labios de su boca.

—¡Follame! — Grito, casi escupiéndole en la cara de todo lo que estoy salivando.

Su rostro es un poema. Está con los ojos abiertos y ha dejado de mover sus dedos en mi interior, creo que no se lo esperaba. Sonrío, me pone a mil ese rostro de incertidumbre. Aseguro mi tacón en la banqueta y agarro su pene. Saco la mano de mi coño y dirijo el capullo hacía este, gimiendo en cuanto roza mis labios.

—Un poco… — no puedo acabar la frase. En cuanto su polla roza mis labios él me agarra el culo y me penetra. Del empujón que me da casi me desequilibró, pero antes de volver en sí me empieza a follar duramente. Gime, gime mucho, al igual que yo.

Mi mente se vuelve en blanco durante unos segundos. Me agarra más fuerte del culo y me levanta mientras yo me agarro a su cuello y rodeo con mis piernas su cintura. Noto como mis pechos botan y chocan con su torso mientras que su boca se clava en mi cuello casi tan fuerte como su polla en mi coño. Miro al frente y veo mi cara botando mientras él me folla. Me pongo a mil, le araño, le gimo en la oreja y contemplo como me penetra duramente. No tarda mucho en bajarme y noto como me palpita el coño, caliente e hinchado. Hace mucho que no lo hacía, necesito una pausa. Cambiamos posiciones. Me siento en la banqueta y me abro de piernas.

—Me has dado duro, ahora masajéalo con tu lengua antes de volver a profanarlo… — le digo muy lascivamente, con la lengua fuera, mirándolo apasionadamente.

Se muerde el labio en cuanto ve mi coño. Apoyo mis manos en mis ingles y me abro un poco más de piernas. No deja de mirarlo, me encanta, es tan sucio… Se pone de rodillas y pone sus manos sobre mis muslos, abriendo mis labios inferiores con sus pulgares. Acerca su rostro y… DIOS. Su lengua, por las paredes de mi coño, rodeando el clítoris pero sin tocarlo. Pasea por todos lados, rodeando también el agujero y haciendo amagos de meterme la lengua hasta el fondo.

Mis manos juegan con mis pechos y con su cabello, estoy muy caliente. Oh… me lame el clítoris, de arriba abajo. Suavemente. Intercala con lametones en el agujero, pero sin meter la lengua. Me muerde, los labios, y luego pasa al clítoris. Pequeños mordisco suaves que me estremecen entera, de arriba abajo.

—Sí… más… — jadeo.

Me hace caso. Me mete la lengua en el coño y sorbe. La mueve dentro de mí y no dejo de gemir. Mis dos manos en su cabello, agarrándoselo como si no hubiera un mañana. Tras unos segundos pasa su gran lengua hacia arriba y empieza a lamerme fuertemente el clítoris Lo succiona lo mordisquea e incluso lo agarra con los dientes y lo azota con la lengua.

—Sí… — digo mientras empujo su cabeza hacia mi coño. Noto como empuja con sus manos y, de golpe, me mete dos de sus dedos. Gimo, grito y vuelvo a gemir.

Mueve sus dedos en mi interior, los mete y los saca sin parar mientras no deja de lamerme y morderme el clítoris, pasando su lengua por toda mi raja. Se tira varios segundos hasta que mis manos tiran de su pelo y mis rodillas amenazan con aplastarle el cráneo.

—Para, para… estoy a punto de correrme, métemela.

No lo hace, no para. Le miro entre mis piernas y veo que tiene la mirada fija en mí mientras acelera, tanto con dedos como con la lengua. Me pone a mi l esa mirada. Como la de un crio cuando ha preparado algo y espera ver la reacción de todos. Es la misma mirada solo que comiéndome el coño y fallándome con sus dedos. No aguanto más, me corro. Noto un calambre recorrer mi cuerpo y como salpico su boquita mientras gimo de placer. Si quedaba alguien en el vecindario ya se ha enterado de que no he salido del local. Me voy quedando sin fuerzas, el sigue lamiendo pero más lentamente. Mis manos sueltan su cabello poco a poco mientras mis gemidos se vuelven jadeos.

—Dios… eres un chico malo…

No contesta, se levanta y a medida que lo hace me agarra las piernas hasta tumbarme un poco. Abro la boca y veo su pene aún más duro que antes. Intento decir no, pero en realidad quiero y me callo. Me penetra.

Tengo aún el cuerpo sensible así que grito, grito y grito para luego empezar a gemir de nuevo. Mis pechos no dejan de botar hasta que empieza a cogerlos con una mano, a palparlos, a pellizcarme los pezones. Ha tomado el mando y no deja de gemir junto a mí.

—Más, dame más.

Acelera y noto sus huevos chocar contra mis nalgas mientras me agarra una pierna y me pellizca los pezones. Noto como cada vez gime más y va más rápido.

Pasan unos segundo y vuelve a cogerme las dos piernas, alzándomelas, mientras me da todo lo duro que puede. Se va a correr, lo presiento.

—Lo quiero en mi boca, no te corras aún.

En cuanto escucha eso saca la polla rápido y se aprieta el capullo con sus manos, está a punto.

Me pongo de rodillas y empiezo a masturbársela mientras se la chupo. Se estremece, está apunto de correrse.

—Sí… dios, sí… — grita y noto como inmediatamente su semen caliente y espeso chocan contra mi garganta. Acelero y empiezo a notar como escupe chorro a chorro, acumulándolo en mi boca, en mi lengua. Tras unos segundos no escupe más y, lentamente, saco su polla de mi boca. Lo miro, abro la boca y trago, para que lo vea. Sé que le ponen, me encanta que le ponga.

Sin mediar palabra alzo su pene agarrándolo del capullo y empiezo a lamerlo, hasta dejarlo bien limpio, tragándome todo su semen

—Bueno, parece que hemos resuelto el problema… — dice, sonriendo.

—Sí, pero tendrás que volver mañana — digo mientras me levanto. — hoy ya hemos cerrado — añado mientras me apoyo sobre su torso y pongo mi boca al lado de su oreja — y además, mañana estamos de oferta. Dos por una.

martes, 5 de julio de 2016

Avance de relato: Probando.

¡Buenos húmedos días/tardes/noches!

Aquí el avance del nuevo relato: Probando. El segundo que hacemos desde la vista de una mujer.
En los próximos días colgaremos el texto completo.

Imaginad que estáis cerrando vuestra tienda de ropa y entra una persona a la que te gustaría probarle toda la ropa... y probar quitársela ;)


Probando

 

Quedan veinte minutos para cerrar. Mis dos empleadas han plegado ya, tenían una cita importante hoy y las he dejado marchar. Solo quedan dos clientas probándose ropa, con suerte cerrare a tiempo. Qué envidia, ojalá pudiera volver al momento de salir de fiesta y conocer chicos, pero ahora tengo que cuidar de un hijo y convencer a mi marido para que atienda mis carnes un poco en vez de al futbol.

—Buenas tardes — dice una serena voz desde la puerta.

Un calambre recorre mi cuerpo. Castaño, sonrisa celestial y ojos profundos. Es un chico que acaba de entrar a la tienda, vestido con una camiseta, unos vaqueros que le van un poco anchos y unas deportivas. Parece joven con su media melena y deportista por su esbelto cuerpo.

—¿Disculpe? — repite tras ver como mueve la boca varías veces vuelvo en mí, me había quedado anonada.

—Ho-hola, bienvenido — digo torpemente, hacía tiempo que no sentía estos escalofríos.

—¿Me da tiempo de probarme unos pantalones?

—Sí, sí, claro — contestó sonriente, encantada estaría de probárselos yo.

Pasa a la tienda y se pone a revisar pantalones. En el tiempo en que escoge lo miro de arriba abajo infinidad de veces y empiezo a notar cierta humedad entre mis piernas, suerte que la falda de tubo me cubre hasta encima de las rodillas o temería porque se notará la gota caer.

—¡Disculpe! — oigo gritar, desde el mostrador. El chico me mira, sonríe, y me hace unas señas hacía atrás. Me giro y veo una de las clientas que estaban en el probador. Me disculpo, la atiendo y me despido. Al girarme el chico ya no está, imagino que habrá salido sin ver nada que le interesase.

Pasan unos minutos y la otra clienta sale de probador. La atiendo y en cuanto se va cierro las puertas y me dispongo a cerrar.

Me acerco a los probadores, para correr las cortinas del todo ya que odio que queden desplegadas por poco que sea. El tercero está totalmente cerrado, lo abro y automáticamente me muerdo el labio.

Está el chico dentro, que se asusta al verme y tropieza. Se apoya en la pared para no caerse y suelta el pantalón que se estaba probando, desabrochado y mostrando sus calzoncillos rojos y el gran bulto que ocultan.

—Disculpa, disculpa — exclamo tras relamerme los labios. — Pensaba que habías marchado y estaba cerrando.

—Lo siento, he tardado prque intentaba ponerme estos pantalones y no podía… — explica, sonrojado pero sin dejar de mirarme, algo que me hace humedecerme más.

—A ver… es normal chico, déjame a mí — digo, mientras me inclino hacía el. Le veo titubear, dar un paso atrás, pero luego volverlo a dar adelante. Aprieto los brazos para que mis pechos resalten en el escote de la camisa mientras mis manos se dirigen a los botones del pantalón, colocándose lentamente y presionando, rozando sus miembros a través del grueso vaquero… —Creo que estos no son de tu talla, te los ayudare a quitar… — digo mientras le miro desde abajo, mordiéndome el labio, tras hacer un vano intento de abrochárselo. El traga aslima y asiente, pega sus manos a la pared y exhala un lascivo suspiro.

miércoles, 29 de junio de 2016

Pronto nuevo relato: Provando.

¡Buen@ húmed@s días/tardes/noches!

¿Nunca os ha pasado que mientras os estáis mirando ropa entra una persona que enciende esa llama en vosotros? ¿Qué no deseáis verle probarse ropa, sino quitársela toda ella? ¿Qué esperas que se equivoque de probador y habrá tu cortina? O mejor aún, que tu jefa te mande a revisar los probadores y al abrirlo encuentres a esa persona en mitad del cambio... y no parezca que le desagrade el encuentro.

De esto tratará el próximo relato, en breves tendréis la muestra ;)