¡Húmedos días/tardes/noches!
Hoy os traemos un relato un poco diferente. Hemos leído como se aguantan varias rondas, ya sea con ayuda o sin, pero no siempre será así...
Una chica/o que te gusta. un cliente con una petición especial. Un trio que no esperas y que te va demasiado grande...
Moldes de cera.
Un día más haciendo velas. De
varias formas, con varios modelos. Me han llegado a pedir cosas muy
surrealistas y hasta usarse a sí mismo de moldes. Es una profesión curiosa.
Mi compañera de trabajos es
despampanante. Cabello largo, rubio, con ojos azules y cejas finas casi
doradas. Nariz pequeñita y respingona, además de unos labios finos y boca
estrecha. Su cuello parece frágil de lo fino que es y sus hombros hacen una
curva perfecta. Brazos largos, algo delgados, con unas manos maravillosas:
siempre coloradas por trabajar con la cera caliente. Cintura de avispa que
contrastan con unos pechos grandes; no enormes, pero sí grandes. Culo
respingón, de caderas pequeñas, haciendo una forma casi perfecta a la que le
sigue unas piernas largas y preciosas. En verano fue una tortura trabajar con
ella ya que siempre estaba empalmado solo por mirarla. De hecho alguna extranjera bromeó conmigo
sobre unos moldes que querían hacer de mí. De ese tipo también se lo decían a
ella, a lo que tengo entendido que alguna vez incluso aceptó.
—Hey, apenas me has hablado
hoy desde que hemos llegado y queda poco para cerrar — Normal que no le haya
dicho nada. Estamos en invierno pero hoy vas más sexy incluso que en verano.
Una sudadera fina con un corito con orejas. Unos pantalones de pitillo que le
marcan perfectamente el tanga y unos botines con pelo. Poco maquillaje, como siempre
se pone, y unos labios rosas y sombra de ojos del mismo color, añadiendo
pequeños brillos. Nunca la había visto tan guapa, querría hacer un molde
completo de ella. —¡Hay!
—Perdona, estoy un poco ido. —
La miro un momento y los ojos se me van, es imposible que pueda hablar con ella
sin darle un repaso.
—Sí, ya se ve donde se te ha
ido toda la sangre — Mierda. Estoy totalmente empalmado. ¿Se ha dado cuenta? —Que
mono poniéndote rojo, pero no quiero saber en qué estarías pensando un
pervertido como tú.
Llegados a este punto de
perdidos al rio.
—Es culpa de la jefa, por
poner compañeras tan sexys.
—¿Así que te parezco sexy? —
Posa como si le estuvieran fotografiando mil cámaras, idiota sensual. —¿Quieres
practicar moldes conmigo, cariño? — Me guiña el ojo y pone morritos.
Me quedo un segundo sin habla,
pero no tardo en reaccionar a la broma y se la sigo.
—Hombre, tendré que practicar
mucho para hacer un molde tan perfecto como tú. Además, tiene que quedar
idéntico para que luego vaya a juego con el que hagas de mí — Me acerco y la
cojo de la cintura. —¿Cuándo empezamos, cielo?
—Si hay que hacer uno de ti
quiero empezar por ese — Sonríe y me
coge de la cintura. —Que veo que tienes todo el cuerpo preparado para ello —Me
baja la mano por delante del pantalón. Roza mi pene y se abre la puerta de la
tienda.
Nos exaltamos, nos separamos.
No esperaba eso. Estoy rojo como un tomate. La miro y me guiña el ojo mientras
me saca la lengua.
—Buenas tardes.
—Ho-hola, buenas tardes — Contesto
nervioso.
—¡Buenas tardes! — Mi
compañera, sin embargo, contesta con una sonrisa en la cara. —¿Qué desea?
—Verá, quería pedir unos
moldes.
—Vale, como gusté. ¿Cuáles
son?
—Veréis… son un poco
especiales.
La chica se sonroja.
Ahora que me fijo es bastante
mona. Pelo muy corto, con el peinado de un chico, pero con un color platino muy
bonito. Ojos azules y de tez blanca, pálida. Nariz pequeña, como su boca, y de
labios finos. Algunas pequitas por la nariz y los mofletes. Viste una camiseta
de manga larga y parece tener poco pecho. Es delgada, aunque tiene algo más de
cintura que mi compañera, y piernas finas con un pantalón tejano ajustado. De
calzado unas bambas anchas, negras.
—Bueno, dinos como son y vemos
que vamos a hacer.
La chica se acerca al
mostrador y acerca la cabeza.
—Quiero unos moldes de mis
pechos.
Nos sorprendemos al principio.
No por la petición, sino porque no entre en el perfil de quien suele
pedírnoslo.
—No es nada raro mujer, no te
avergüences — Mi compañera lo dice entre risas. —Yo mismas me los he hecho —
Ahora quien está sorprendido soy yo. Sabía que se lo habían propuesto y que
alguna vez había bromeado con hacerlo, pero no que se lo había hecho. —¿Quieres
pasar conmigo atrás y hablamos del tema?
—Sí, gracias.
—¿Te quedas al cargo? Si
necesito ayuda ya te llamo, no te preocupes — Me guiña el ojo y me saca la
lengua. Sabe perfectamente que quiero ver sus pechos, estoy seguro.
—Claro, no te preocupes.
Se marchan a la sala de atrás,
donde hacemos todos los moldes que nos piden y, a su vez, usamos de almacén.
Pasan unos minutos en los que
solo escucho cuchicheos y algunas risas. Mi mente está imaginando perversiones
entre las dos mientras se manosean enteras antes de hacerse los moldes. Es como
si el mundo exterior hubiera dejado de existir, ya que apenas escucho el
barullo de la calle por lo concentrado que estoy en lo que me hace estar
empalmado como si estuviera viendo una porno. Además, el que no entre nadie
también ayuda a que me olvide de lo de fuera.
—Oye, con la hora que es ves
cerrando ya.
—¡Vale!
—Y nos vienes a echar una
mano, que tenemos unas dudas.
Seguidamente a eso se escuchan
risas. Me da curiosidad.
No tardo en cerrar, pero esta
vez echando la llave por dentro en vez de por fuera como solemos hacer. Apago
las luces principales, hago caja, guardo las cosas y me dirijo al almacén.
—¡Has tardado muchoooo! —
Alarga la “o” mientas me guiña el ojo.
Están las dos ahí frente a
frente, sin camiseta, sin sujetador y con los pechos aplastándose entre ellos. —¿Qué
pasa, no te gusta la imagen?
—N-n-no es eso…
La chica de cabello rojo está
algo colorada, pero no deja e mirarme. Mi compañera no puede esconder la risa.
Estoy colorado, empalmado y con ganas de saber qué demonios está pasado. No,
miento, no quiero saber que ha pasado sino que va a pasar ahora que tengo esos
cuatro pechos delante de mí.
La chica de pelo corto, como
pensaba, tiene los pechos pequeños, pero muy firmes y redondeados. La verdad es
que su mirada avergonzada y su cara sonrojada, sumando sus pechos al aire, me
ponen mucho. A eso le añades los exuberantes pechos de mi compañera chocando
con los otros. La sonrisa picarona y mirada perversa de la rubia y me es
imposible ocultar mi entrepierna ya que mis manos se van automáticamente a
ella, en un intento fallido de acomodarla.
—Creo que le ha gustado la
imagen.
—Eso parece.
Se ríen las dos, parece que se
burlen de mí.
—¿Qué queríais?
—Verás. Ella al notar el
tamaño de mis pechos me ha intentado convencer de que los miso son mejores para
el molde.
—Pero ella insiste en que los
míos están bien.
—¿A qué tengo razón?
Me quedo en blanco unos
segundos.
—Esto… bueno… los dos…
—Va,
ven a tocarlos y así lo compruebas — Me vuelve a guiñar el ojo mi compañera. Me
muerdo el labio. Ella saca la lengua. —A ella no le importa, de hecho hemos
estado hablando y quiere que le digas cuánto vale como molde, señor tasador —
La miro inmediatamente, se sonroja y medio sonríe. ¿Señor tasador? ¿Qué diablos
se ha inventado ya? —Como nos hagas esperar más… —Su tono se ha vuelto muy
sensual y lascivo — Vas a tener que calentaros.
Me
acerco a ellas. Se separan, se ponen frente a mí. Los pechos de mi compañera
botan un poco al separarse de la presión que le hacia los de la clienta.
—¿Cuál
probarás primero?
—Antes
quiero saber que le has dicho — Se inclina hacía mi mientras se muerde el
labio. —¿Tasar?
—Que
eres un experto tasando el cuerpo de una mujer — Me acaricia con una mano el
pene, que está totalmente grueso por su culpa. —Sobre todo cuando usas la
varilla de tasar. — Me besa la mejilla y vuelve a ponerse recta.
Ya
está. Hecho esto tengo casi carta blanca para manosearla entera, al menos a
ella. El tonteo que hemos tenido durante el verano ha dado sus frutos y al fino
podré probar ese cuerpo que me ha vuelto loco estos meses.
—Empezare
por ti, ya que eres quien ha tenido la idea. ¿Os parece bien?
—Por
mi encantada.
—Sí,
mientras luego me digas cuanto valgo…
La
chica no deja de sorprenderme y está más roja que antes. Imagino que ha visto
como me ha manoseado y, junto a lo que ha dicho, se habrá puesto cachonda o al
menos eso espero.
—Por
supuesto, te lo diré — No me mira, pero sonríe. Me acerco a mi compañera y me
pongo frente a ella. —A ver si realmente sirven para un molde — Tiene unos
pezones grandes, redondos, y parecen muy duros. Sus pechos parecen blandos y
esponjosos. Levanto las manos y las acerco lentamente pero, antes de que los
toque, ella mi agarra la polla por encima del pantalón y me lame la oreja.
—Aprovecha
para medir bien cuanto valgo, quiero que me digas hasta el último céntimo — Me
susurra y seguidamente me muerde el cartílago superior de la oreja mientras
mientras ahoga un sonido de placer.
No
digo nada, simplemente pongo mis manos en sus pechos. Sus pezones asoman entre
mis dedos, los cuales amasan sus dos tetas como si fueran cojines. Empiezo a
tocarlas, a acariciar sus pezones y pellizcarlos suavemente. Aparto mi vista un
momento de esos enormes senos y miro la cara de mi compañera. Tiene los ojos
clavados en mí mientras respira fuertemente con la boca abierta, pasándose la
lengua por sus labios.
—Indaga
un poco más… — Me estampa la cara contra sus pechos, hundiéndomela en ella.
Respondo con un mordisco. Gime. Aparta sus manos sobre mí, respiro, vuelvo a
morder, gime otra vez. Paso mi lengua por sus senos, mientras se los
espachurro. — Así, muerde sin miedo — Lo hago, gime. Muerdo su pezón, lo
aprieto con los dientes y lo golpeo con la lengua, gime más y su mano pasa a
masajearme el pene. Una de mis manos baja por su cintura y va hasta su culo
respingón: su precioso culo. Lo palpo, lo agarro fuerte. Ella me desabrocha el
pantalón mientras gime por mis mordisqueos y lametazos. Se enreda un poco en el
pantalón. Tiene cinco botones en vez de cremallera y, tras sacarme el segundo,
opta por tirar con las dos manos para desabrochármelo. —¿Pensaba que esto te
iba a salvar?
—Esperaba
que no, querida compañera — Aparto mi cara de sus pechos y la miro. Me devuelve
la mirada, me sonríe y saca la lengua. Lanzamos nuestras bocas una a por la
otra y empezamos a besarnos. Con una mano le acaricio el cabello rubio mientras
que la otra se mete por su pantalón para palpar sus nalgas pobremente
protegidas con un tanga. Sus manos, sin embargo, ya están en mi polla. Nos
exaltamos. Una mano fría toca su mano y mi polla, nos habíamos olvidado. Cuando
miramos abajo vemos a la chica de cabello corto y como se mete mi pene en su
boca. Nos mira desde abajo mientras empieza a chupar. Para.
—Os
he llamado la atención un par de veces, pero no escuchabais y os ibais poniendo
más cachondos así que he decidido ponerme a tasar yo. — Lo ha dicho lentamente,
con vergüenza, sonrojando, pero no ha tarado ni dos segundos desde que ha
acabado de hablar hasta que me ha empezado a comer, de nuevo, la polla.
Gimo.
Mi compañera aprovecha para seguir besándome y para quitarse los pantalones y
las bambas. Esta solo con el tanga y en calcetines. Está buenísima. La chica de
pelo corto sigue chupándomela, lentamente pero pasando la lengua por toda mi
polla, mientras me mira muy inocentemente a la ve que acompaña la mamada con la
mano, ya no tan fría. Me pone, me pone mucho. Mi pene no deja de palpitar.
La
mano que tenía en el culo de mi compañera pasa a acariciar su coño. La filtro
entre el tanga, ya muy húmedo, y empiezo a meter el dedo entre los labios inferiores.
Acaricio el clítoris, lo aprieto, gime.
Mi
compañera me muerde la oreja, luego desliza la lengua hasta mi cuello y empieza
a mordisqueármelo a la vez que la chica de pelo corto empieza a mordérmela
también, con mordiscos pequeños pero constantes. Gimo, gimo mucho.
—Déjame
algo para mí — Mí compañera se arrodilla y se pone junto a nuestra clienta,
quien se saca mi polla de la boca. Me miran las dos, mi amiga sonriendo con la lengua
fuera, no puede ocultar su emoción. Mi polla palpita entre sus manos que me
masturban y seguidamente empieza a pasear su lengua por mi pene. —Chupa tú
también, ayúdame — Le hace caso. Empieza a lamer ella también. Chocan sus lenguas
mientras las entrelazan en mi polla. Se besan mientras me chupan el capullo. Mi
compañera empieza a mamar en solitario y la chica de pelo corto se levanta y
pone a mi lado.
—¿No
ibas a tasar mi cuerpo? — Se baja los pantalones y se descalza. Luego, muy
sensualmente, se baja las bragas y me mira, cabizbaja, sonrojada —Soy toda
tuya.
Mi
polla palpita, mi compañera lo nota y empieza a mamármela más. Agarro a la
chica de cabello corto por la cintura y empiezo a besarla. Me devuelve el beso
inmediatamente. Nuestras lenguas luchan mientras mis manos empiezan a
acariciarle sus pechos y su coño. Está aún más mojada que mi amiga y mis dedos
se filtran sin quererlo en su coño, penetrándola y haciendo que pare de
besarme, para gemir. Mi boca se traslada a sus pechos, donde empiezo a
mordisquear sus pezones y bajo la otra mano al coño también, para acariciarle
el clítoris mientras la penetro.
La
chica empieza a gemir, gime mucho y no deja de lubricar. Mi amiga deja de
mamármela y pasa su boca al coño de la clienta. Empieza a lamerle el clítoris.
Mientras yo le abro los labios con una mano mientras sigo penetrándola. Ella
gime, gime mucho. La posición es algo incomoda, pero se vuelve aún más
retorcida. La clienta empieza a masturbarme cuando mi compañera empieza a
mordisquearle el clítoris. Tras unos segundos, con la mano que tiene libre, me
sube la cabeza y me besa. Gime ahogadamente mientras nuestras lenguas chocan,
se estremece, se tambalea. Se corre.
—Dios…
—¿Te
ha gustado el tasador?
—Y
tú también, tasadora.
—Pues
aún queda un plato fuerte.
—Chicas,
no sé si aguantaré mucho más. Me ha puesto mucho y no esperaba que esto pasara…
—Bueno,
pues entonces saquemos otro tipo de cera, ¿Te parece?
La
clienta asiente con la cabeza y luego me mira. Sonríe, aprieta los labios y
luego se los muerde.
Las
dos se arrodillan y empiezan a mamármela. El ritmo lo lleva mi compañera, que
me agarra el pene con la mano, mientras las dos van lamiendo y se turnan para
chuparla entera unas cuantas veces. Pasan
cinco minutos y empiezo a estremecerme. Mi amiga toma mi polla y empieza
a chupármela rápidamente. Empieza a salir y veo como se la saca y sigue
moviéndomela mientras las dos esperan bajo el capullo, con la boca abierta y la
lengua fuera: mirándome. Empiezo a correrme y los primeros disparos manchan sus
caras para luego empezar a dejar caer sobre sus lenguas el semen. Oigo como se
lo tragan e, inmediatamente, empiezan a lamerme para limpiarme.
—Está
riquísimo.
—¿Verdad
que sí? Ya te he dicho que tiene una buena varilla.
Me
la dejan impecable. Se levantan y empiezan a besarse entre ellas, luego me
besan a mí y empezamos a manosearnos durante un rato. La chica para, se viste y
se despide.
—Pásate
mañana a esta hora si quieres el molde.
—Vale,
me lo pensare.
Le
acompañamos a la puerta, se la abrimos y después mi amiga cierra por dentro. No
creo que quiera irse sin que le dé el premio gordo…
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