martes, 17 de noviembre de 2015

Moldes de cera.


¡Húmedos días/tardes/noches!
 
Hoy os traemos un relato un poco diferente. Hemos leído como se aguantan varias rondas, ya sea con ayuda o sin, pero no siempre será así...
Una chica/o que te gusta. un cliente con una petición especial. Un trio que no esperas y que te va demasiado grande...
 
Moldes de cera.

Un día más haciendo velas. De varias formas, con varios modelos. Me han llegado a pedir cosas muy surrealistas y hasta usarse a sí mismo de moldes. Es una profesión curiosa.

Mi compañera de trabajos es despampanante. Cabello largo, rubio, con ojos azules y cejas finas casi doradas. Nariz pequeñita y respingona, además de unos labios finos y boca estrecha. Su cuello parece frágil de lo fino que es y sus hombros hacen una curva perfecta. Brazos largos, algo delgados, con unas manos maravillosas: siempre coloradas por trabajar con la cera caliente. Cintura de avispa que contrastan con unos pechos grandes; no enormes, pero sí grandes. Culo respingón, de caderas pequeñas, haciendo una forma casi perfecta a la que le sigue unas piernas largas y preciosas. En verano fue una tortura trabajar con ella ya que siempre estaba empalmado solo por mirarla.  De hecho alguna extranjera bromeó conmigo sobre unos moldes que querían hacer de mí. De ese tipo también se lo decían a ella, a lo que tengo entendido que alguna vez incluso aceptó.

—Hey, apenas me has hablado hoy desde que hemos llegado y queda poco para cerrar — Normal que no le haya dicho nada. Estamos en invierno pero hoy vas más sexy incluso que en verano. Una sudadera fina con un corito con orejas. Unos pantalones de pitillo que le marcan perfectamente el tanga y unos botines con pelo. Poco maquillaje, como siempre se pone, y unos labios rosas y sombra de ojos del mismo color, añadiendo pequeños brillos. Nunca la había visto tan guapa, querría hacer un molde completo de ella. —¡Hay!

—Perdona, estoy un poco ido. — La miro un momento y los ojos se me van, es imposible que pueda hablar con ella sin darle un repaso.

—Sí, ya se ve donde se te ha ido toda la sangre — Mierda. Estoy totalmente empalmado. ¿Se ha dado cuenta? —Que mono poniéndote rojo, pero no quiero saber en qué estarías pensando un pervertido como tú.

Llegados a este punto de perdidos al rio.

—Es culpa de la jefa, por poner compañeras tan sexys.

—¿Así que te parezco sexy? — Posa como si le estuvieran fotografiando mil cámaras, idiota sensual. —¿Quieres practicar moldes conmigo, cariño? — Me guiña el ojo y pone morritos.

Me quedo un segundo sin habla, pero no tardo en reaccionar a la broma y se la sigo.

—Hombre, tendré que practicar mucho para hacer un molde tan perfecto como tú. Además, tiene que quedar idéntico para que luego vaya a juego con el que hagas de mí — Me acerco y la cojo de la cintura. —¿Cuándo empezamos, cielo?

—Si hay que hacer uno de ti quiero empezar por ese —  Sonríe y me coge de la cintura. —Que veo que tienes todo el cuerpo preparado para ello —Me baja la mano por delante del pantalón. Roza mi pene y se abre la puerta de la tienda.

Nos exaltamos, nos separamos. No esperaba eso. Estoy rojo como un tomate. La miro y me guiña el ojo mientras me saca la lengua.

—Buenas tardes.

—Ho-hola, buenas tardes — Contesto nervioso.

—¡Buenas tardes! — Mi compañera, sin embargo, contesta con una sonrisa en la cara. —¿Qué desea?

—Verá, quería pedir unos moldes.

—Vale, como gusté. ¿Cuáles son?

—Veréis… son un poco especiales.

La chica se sonroja.

Ahora que me fijo es bastante mona. Pelo muy corto, con el peinado de un chico, pero con un color platino muy bonito. Ojos azules y de tez blanca, pálida. Nariz pequeña, como su boca, y de labios finos. Algunas pequitas por la nariz y los mofletes. Viste una camiseta de manga larga y parece tener poco pecho. Es delgada, aunque tiene algo más de cintura que mi compañera, y piernas finas con un pantalón tejano ajustado. De calzado unas bambas anchas, negras.

—Bueno, dinos como son y vemos que vamos a hacer.

La chica se acerca al mostrador y acerca la cabeza.

—Quiero unos moldes de mis pechos.

Nos sorprendemos al principio. No por la petición, sino porque no entre en el perfil de quien suele pedírnoslo.

—No es nada raro mujer, no te avergüences — Mi compañera lo dice entre risas. —Yo mismas me los he hecho — Ahora quien está sorprendido soy yo. Sabía que se lo habían propuesto y que alguna vez había bromeado con hacerlo, pero no que se lo había hecho. —¿Quieres pasar conmigo atrás y hablamos del tema?

—Sí, gracias.

—¿Te quedas al cargo? Si necesito ayuda ya te llamo, no te preocupes — Me guiña el ojo y me saca la lengua. Sabe perfectamente que quiero ver sus pechos, estoy seguro.

—Claro, no te preocupes.

Se marchan a la sala de atrás, donde hacemos todos los moldes que nos piden y, a su vez, usamos de almacén.

Pasan unos minutos en los que solo escucho cuchicheos y algunas risas. Mi mente está imaginando perversiones entre las dos mientras se manosean enteras antes de hacerse los moldes. Es como si el mundo exterior hubiera dejado de existir, ya que apenas escucho el barullo de la calle por lo concentrado que estoy en lo que me hace estar empalmado como si estuviera viendo una porno. Además, el que no entre nadie también ayuda a que me olvide de lo de fuera.

—Oye, con la hora que es ves cerrando ya.

—¡Vale!

—Y nos vienes a echar una mano, que tenemos unas dudas.

Seguidamente a eso se escuchan risas. Me da curiosidad.

No tardo en cerrar, pero esta vez echando la llave por dentro en vez de por fuera como solemos hacer. Apago las luces principales, hago caja, guardo las cosas y me dirijo al almacén.

—¡Has tardado muchoooo! — Alarga la “o” mientas me guiña el ojo.

Están las dos ahí frente a frente, sin camiseta, sin sujetador y con los pechos aplastándose entre ellos. —¿Qué pasa, no te gusta la imagen?

—N-n-no es eso…

La chica de cabello rojo está algo colorada, pero no deja e mirarme. Mi compañera no puede esconder la risa. Estoy colorado, empalmado y con ganas de saber qué demonios está pasado. No, miento, no quiero saber que ha pasado sino que va a pasar ahora que tengo esos cuatro pechos delante de mí.

La chica de pelo corto, como pensaba, tiene los pechos pequeños, pero muy firmes y redondeados. La verdad es que su mirada avergonzada y su cara sonrojada, sumando sus pechos al aire, me ponen mucho. A eso le añades los exuberantes pechos de mi compañera chocando con los otros. La sonrisa picarona y mirada perversa de la rubia y me es imposible ocultar mi entrepierna ya que mis manos se van automáticamente a ella, en un intento fallido de acomodarla.

—Creo que le ha gustado la imagen.

—Eso parece.

Se ríen las dos, parece que se burlen de mí.

—¿Qué queríais?

—Verás. Ella al notar el tamaño de mis pechos me ha intentado convencer de que los miso son mejores para el molde.

—Pero ella insiste en que los míos están bien.

—¿A qué tengo razón?

Me quedo en blanco unos segundos.

—Esto… bueno… los dos…

—Va, ven a tocarlos y así lo compruebas — Me vuelve a guiñar el ojo mi compañera. Me muerdo el labio. Ella saca la lengua. —A ella no le importa, de hecho hemos estado hablando y quiere que le digas cuánto vale como molde, señor tasador — La miro inmediatamente, se sonroja y medio sonríe. ¿Señor tasador? ¿Qué diablos se ha inventado ya? —Como nos hagas esperar más… —Su tono se ha vuelto muy sensual y lascivo — Vas a tener que calentaros.

Me acerco a ellas. Se separan, se ponen frente a mí. Los pechos de mi compañera botan un poco al separarse de la presión que le hacia los de la clienta.

—¿Cuál probarás primero?

—Antes quiero saber que le has dicho — Se inclina hacía mi mientras se muerde el labio. —¿Tasar?

—Que eres un experto tasando el cuerpo de una mujer — Me acaricia con una mano el pene, que está totalmente grueso por su culpa. —Sobre todo cuando usas la varilla de tasar. — Me besa la mejilla y vuelve a ponerse recta.

Ya está. Hecho esto tengo casi carta blanca para manosearla entera, al menos a ella. El tonteo que hemos tenido durante el verano ha dado sus frutos y al fino podré probar ese cuerpo que me ha vuelto loco estos meses.

—Empezare por ti, ya que eres quien ha tenido la idea. ¿Os parece bien?

—Por mi encantada.

—Sí, mientras luego me digas cuanto valgo…

La chica no deja de sorprenderme y está más roja que antes. Imagino que ha visto como me ha manoseado y, junto a lo que ha dicho, se habrá puesto cachonda o al menos eso espero.

—Por supuesto, te lo diré — No me mira, pero sonríe. Me acerco a mi compañera y me pongo frente a ella. —A ver si realmente sirven para un molde — Tiene unos pezones grandes, redondos, y parecen muy duros. Sus pechos parecen blandos y esponjosos. Levanto las manos y las acerco lentamente pero, antes de que los toque, ella mi agarra la polla por encima del pantalón y me lame la oreja.

—Aprovecha para medir bien cuanto valgo, quiero que me digas hasta el último céntimo — Me susurra y seguidamente me muerde el cartílago superior de la oreja mientras mientras ahoga un sonido de placer.

No digo nada, simplemente pongo mis manos en sus pechos. Sus pezones asoman entre mis dedos, los cuales amasan sus dos tetas como si fueran cojines. Empiezo a tocarlas, a acariciar sus pezones y pellizcarlos suavemente. Aparto mi vista un momento de esos enormes senos y miro la cara de mi compañera. Tiene los ojos clavados en mí mientras respira fuertemente con la boca abierta, pasándose la lengua por sus labios.

—Indaga un poco más… — Me estampa la cara contra sus pechos, hundiéndomela en ella. Respondo con un mordisco. Gime. Aparta sus manos sobre mí, respiro, vuelvo a morder, gime otra vez. Paso mi lengua por sus senos, mientras se los espachurro. — Así, muerde sin miedo — Lo hago, gime. Muerdo su pezón, lo aprieto con los dientes y lo golpeo con la lengua, gime más y su mano pasa a masajearme el pene. Una de mis manos baja por su cintura y va hasta su culo respingón: su precioso culo. Lo palpo, lo agarro fuerte. Ella me desabrocha el pantalón mientras gime por mis mordisqueos y lametazos. Se enreda un poco en el pantalón. Tiene cinco botones en vez de cremallera y, tras sacarme el segundo, opta por tirar con las dos manos para desabrochármelo. —¿Pensaba que esto te iba a salvar?

—Esperaba que no, querida compañera — Aparto mi cara de sus pechos y la miro. Me devuelve la mirada, me sonríe y saca la lengua. Lanzamos nuestras bocas una a por la otra y empezamos a besarnos. Con una mano le acaricio el cabello rubio mientras que la otra se mete por su pantalón para palpar sus nalgas pobremente protegidas con un tanga. Sus manos, sin embargo, ya están en mi polla. Nos exaltamos. Una mano fría toca su mano y mi polla, nos habíamos olvidado. Cuando miramos abajo vemos a la chica de cabello corto y como se mete mi pene en su boca. Nos mira desde abajo mientras empieza a chupar. Para.

—Os he llamado la atención un par de veces, pero no escuchabais y os ibais poniendo más cachondos así que he decidido ponerme a tasar yo. — Lo ha dicho lentamente, con vergüenza, sonrojando, pero no ha tarado ni dos segundos desde que ha acabado de hablar hasta que me ha empezado a comer, de nuevo, la polla.

Gimo. Mi compañera aprovecha para seguir besándome y para quitarse los pantalones y las bambas. Esta solo con el tanga y en calcetines. Está buenísima. La chica de pelo corto sigue chupándomela, lentamente pero pasando la lengua por toda mi polla, mientras me mira muy inocentemente a la ve que acompaña la mamada con la mano, ya no tan fría. Me pone, me pone mucho. Mi pene no deja de palpitar.

La mano que tenía en el culo de mi compañera pasa a acariciar su coño. La filtro entre el tanga, ya muy húmedo, y empiezo a meter el dedo entre los labios inferiores. Acaricio el clítoris, lo aprieto, gime.

Mi compañera me muerde la oreja, luego desliza la lengua hasta mi cuello y empieza a mordisqueármelo a la vez que la chica de pelo corto empieza a mordérmela también, con mordiscos pequeños pero constantes. Gimo, gimo mucho.

—Déjame algo para mí — Mí compañera se arrodilla y se pone junto a nuestra clienta, quien se saca mi polla de la boca. Me miran las dos, mi amiga sonriendo con la lengua fuera, no puede ocultar su emoción. Mi polla palpita entre sus manos que me masturban y seguidamente empieza a pasear su lengua por mi pene. —Chupa tú también, ayúdame — Le hace caso. Empieza a lamer ella también. Chocan sus lenguas mientras las entrelazan en mi polla. Se besan mientras me chupan el capullo. Mi compañera empieza a mamar en solitario y la chica de pelo corto se levanta y pone a mi lado.

—¿No ibas a tasar mi cuerpo? — Se baja los pantalones y se descalza. Luego, muy sensualmente, se baja las bragas y me mira, cabizbaja, sonrojada —Soy toda tuya.

Mi polla palpita, mi compañera lo nota y empieza a mamármela más. Agarro a la chica de cabello corto por la cintura y empiezo a besarla. Me devuelve el beso inmediatamente. Nuestras lenguas luchan mientras mis manos empiezan a acariciarle sus pechos y su coño. Está aún más mojada que mi amiga y mis dedos se filtran sin quererlo en su coño, penetrándola y haciendo que pare de besarme, para gemir. Mi boca se traslada a sus pechos, donde empiezo a mordisquear sus pezones y bajo la otra mano al coño también, para acariciarle el clítoris mientras la penetro.

La chica empieza a gemir, gime mucho y no deja de lubricar. Mi amiga deja de mamármela y pasa su boca al coño de la clienta. Empieza a lamerle el clítoris. Mientras yo le abro los labios con una mano mientras sigo penetrándola. Ella gime, gime mucho. La posición es algo incomoda, pero se vuelve aún más retorcida. La clienta empieza a masturbarme cuando mi compañera empieza a mordisquearle el clítoris. Tras unos segundos, con la mano que tiene libre, me sube la cabeza y me besa. Gime ahogadamente mientras nuestras lenguas chocan, se estremece, se tambalea. Se corre.

—Dios…

—¿Te ha gustado el tasador?

—Y tú también, tasadora.

—Pues aún queda un plato fuerte.

—Chicas, no sé si aguantaré mucho más. Me ha puesto mucho y no esperaba que esto pasara…

—Bueno, pues entonces saquemos otro tipo de cera, ¿Te parece?

La clienta asiente con la cabeza y luego me mira. Sonríe, aprieta los labios y luego se los muerde.

Las dos se arrodillan y empiezan a mamármela. El ritmo lo lleva mi compañera, que me agarra el pene con la mano, mientras las dos van lamiendo y se turnan para chuparla entera unas cuantas veces. Pasan  cinco minutos y empiezo a estremecerme. Mi amiga toma mi polla y empieza a chupármela rápidamente. Empieza a salir y veo como se la saca y sigue moviéndomela mientras las dos esperan bajo el capullo, con la boca abierta y la lengua fuera: mirándome. Empiezo a correrme y los primeros disparos manchan sus caras para luego empezar a dejar caer sobre sus lenguas el semen. Oigo como se lo tragan e, inmediatamente, empiezan a lamerme para limpiarme.

—Está riquísimo.

—¿Verdad que sí? Ya te he dicho que tiene una buena varilla.

Me la dejan impecable. Se levantan y empiezan a besarse entre ellas, luego me besan a mí y empezamos a manosearnos durante un rato. La chica para, se viste y se despide.

—Pásate mañana a esta hora si quieres el molde.

—Vale, me lo pensare.

Le acompañamos a la puerta, se la abrimos y después mi amiga cierra por dentro. No creo que quiera irse sin que le dé el premio gordo…

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