Buenas tardes/noches.
Varios viajes diarios en tren. Aburridos, repletos en la ida pero solitarios en la vuelta... silenciosos... hasta que un día te despierta y... te pones a mil por lo que ves ante ti.
Tren sin habla.
Las nueve de la noche.
Último tren a interiores: el
mío.
Estudiar en la universidad
me obliga cada día a pasar más de cuatro horas de tren entre idas y venidas. La
vuelta casi siempre en solitario, casi nadie se sube nunca y a medio recorrido
ya se han bajado los pocos que han podido entrar.
Entro y, como me esperaba,
no hay nadie. Me acomodo en un asiento y apoyo mi cabeza en la ventana.
Arranca el tren, empieza el
traqueteo, empieza a acusarme el cansancio y quedó totalmente dormido.
Tengo frio. Una brisa me
despierta. Alguien ha debido de abrir la puerta en una parada para entrar o
salir. Miro el reloj y apenas ha pasado quince minutos. Apenas abro los ojos,
vuelvo a dormirme.
Me parece oír algo más que
los trenes. Afino el oído. ¿Gemidos? Imposible. Abro los ojos, con dificultad,
y miro a mi alrededor. En mi grupo de asientos no hay nadie, en el de al lado
tampoco, pero sí en el que está en diagonal a los míos. Una chica, bastante
joven. Está sentada con los pies encima del asiento, rodillas a la altura de la
cabeza y piernas abiertas. Falda y con las bragas chorreando porque tiene una
de sus manos metiéndose los dedos.
Calza unos zapatos negros,
con calcetines blancos. La falda es azul con cuadros verdes, como el suéter que
lleve. Al lado hay una mochila con una insignia. Su cara lasciva, colorada, con
los ojos negros muy abiertos y fijados en mi regazo que, ahora mismo, está muy
crecido. Boca pequeña, abierta, con lengua afuera. Varias pecas en la nariz y
los mofletes. Cabello largo, negro, con dos trenzas. Está claro que viste
uniforme de colegio, de colegio privado posiblemente.
Me quedo atónito ante la
escena. Ha empezado a tocarse incluso más cuando he abierto los ojos. Se ha
tenido que dar cuenta, y parece que le ha puesto más.
Me reincorporo, se exalta.
Se saca rápidamente la mano de las bragas y baja las piernas. Puedo comprobar
entonces como la falda le llega a las rodillas y como tiene buen busto. Se tapa
la boca con la mano, como ocultando un susto, pero la mano que usa está llena
de sus flujos vaginales y parece no poder aguantar lamerlos. Se pierde en sí
misma mientras chupa sus dedos. Mi mano baja a mi paquete y empiezo a tocarme.
Deja los dedos limpios
mientras que a mí me duele la polla de lo que me aprieta los pantalones. Se
acuerda otra vez de que estoy despierto, me mira pero no tarda en enterarse que
me estoy tocando mientras la contemplo. Su cara es de asombro. Se muerde el
labio mirándome, vuelve a abrir sus piernas y se levanta la falda y sus manos
se deslizan entre ésta hasta pasearse por sus ingles, acariciando de refilón su
coño.
Se muerde más fuerte el
labio, me mira. El paquete, no a mí. Mira mis manos, como me toco, como me
desabrocho el botón y bajo la cremallera. Como me masajeo por encima de los
calzoncillos el bulto palpitante que tengo por su culpa.
Me muerdo el labio, estoy
muy puesto. Quiero meterme la mano en los calzoncillos, pero recuerdo donde
estoy. Que es una desconocida. Esto es una locura.
Ahoga un gemido y cierra los
ojos. Se está apretando el coño mientras se toca con la otra mano los pechos
por encima debajo del suéter. Su lengua no deja de salir y entrar por la
jadeante respiración que tiene. Sus bragas están húmedas, manchadas. Sus ojos
apenas se mantienen abiertos. Se mete los dedos, imagino que incluso
penetrándose, no puede aguantar y se estremece, gimiendo, gozando.
Cuando me doy cuenta tengo
la polla fuera con mi mano e ella, masturbándome mientras la miro. Ella me
contempla entre gemido y gemido. Se aparta las bragas para que vea su coño,
abierto, con sus dedos dentro. Se sube el suéter, sin llegar a quitárselo, para
que vea sus pechos sobresaliendo del sostén, grandes, con los pezones como
puntas de flecha.
Cada vez voy más rápido y
ella cada vez se penetra y gime más. Primera parada desde que nos tocamos, ni
se abren las puertas. Cuando el tren vuelve en marcha no aguanto más y me
levanto y avanzo hasta la esquina del asiento de enfrente, poniéndome a un
metro de ella. La veo mejor, como se muerde el labio, como saca la lengua
mientras mira lascivamente mi polla. Como se toca los pechos y retuerce los pezones.
Como está abierta de piernas metiéndose los dedos y gimiendo. Me corro, gimo, mancho
su mochila. No se inmuta, solo mira mi semen caer desde mi polla, que aún está
erguida.
Se levanta del asiento y se
pone de rodillas. Se arrastra, tocando mi semen del suelo, hasta llegar a mi
polla aún manchada. Empieza a chuparla. No puedo creer lo que me está pasando,
estoy tan puesto que aún la tengo dura. La lame como si fuera un helado de
hielo, como si fuera algo delicado. Cogiéndola con las dos manos, pero sin usar
fuerza, mientras lame desde los huevos al capullo por toda la polla, hasta
limpiarla entera.
Le acaricio la cabeza y
enrollo una de sus trenzas en mi mano, tirando su cabeza hacia arriba Me mira,
veo sus dientes y como su lengua los repasa. Vuelvo a masturbarme y empujo su
cabeza para que mire al frente, a mi polla. Abre la boca, saca la lengua, golpe
con el capullo en ella y luego la penetro mientras sigo teniendo su trenza
agarrada y mi otra mano pasa a su cabeza. La penetro como si fuera un coño, mala
idea, se atraganta. Freno y la saco. Me mira, esta serie. Mi cara muestra
preocupación, la de ella muestra enfado o frustración: no estoy seguro.
Me agarra el culo con las
manos y abre su boca. Empieza a comerme la polla, lentamente avanzando: se la
traga entera. Mi gemido se escucha en todo el tren, así como sus arcadas tras
sacársela. Llora, pero sonríe y me mira satisfecha.
Me vuelve a coger la polla,
me la menea y mientras lo hace pasa la lengua por el capullo. Pasan unos
segundos y empieza a mamarla fuertemente. Otra parada, por la frenada le pego
un pollazo sin querer, aunque no se inmuta. No se ve nadie en la estación y las
puertas no se abren, el tren reanuda la marcha.
Sus labios aplastan mi polla
allá por donde pasan y su lengua después hace estremecerse mientras me rodea y
lame todos los resquicios del pene.
Tiro de su coleta, varias
veces. Me mire, sonríe, y empieza a chuparla locamente. Adentro y a fuera,
haciéndome gemir. Cada vez más rápido. No aguanto más, tiro de la trenza y la
levanto haciendo que suelte mi polla. La beso apasionadamente en un inicio,
pero el tren vuele a parar y hace que de unos pasos atrás. Ella cae y acaba
sentada en un asiento.
Me pongo sobre ella,
levantándole el suéter y tocándole los pechos. Ahora comiéndoselos, mordiendo
sus pezones.
Su mano llega a mi polla y
empieza a masturbármela mientras la otra me acaricia la cabeza Mi mano libre
también va a su entrepierna, muy húmeda, y empieza a tocarla. Comiendo con la
lleva de mis dedos y luego voy introduciéndolos un poco más para abrir sus
labios inferiores y acariciar su clítoris. Empieza a tocarme más rápido y yo
comienzo a penetrarle los dedos, cada vez más rápido. Sus piernas se enredan en
mi espalda y su mano guía mi polla a su coño. La penetro.
Es algo incómodo, suelto mi
mano izquierda de sus pechos y la pongo sobre el cabecero del asiento para
mantener el equilibrio. Ella se aguanta también con una mano en el asiento y
con la otra en mi cuello.
El tren para entre gemidos,
no veo nadie en la estación, pero una de las puertas se abre. Nos quedamos
pálidos, pero en vez de frenar acelero porque la situación me pone mucho y ella
empieza a gemir más. Veo alguien que ha salido de un vagón girarse sorprendido,
creo que no me ha visto. Las puertas se cierran y arranca.
Gime, gime mucho. Más cuando
le mordisqueo el pezón cuando tengo la oportunidad entre tantos movimientos de
sus pechos, de mis pollazos y del propio tren.
Pasan unos minutos y resbalo,
por el sudor, cayendo al suelo. Se ríe y me ayuda a levantarme. Me acaricia la
polla y me besa el cuello. Para, se gira y se apoya contra la ventana del tren,
estando de pie. Saca culo y se echa la falda arriba, dejando sus braguitas
chorreando al aire.
Le aparto con la mano las
bragas y acerco el capullo de mi polla. Entra sola, está muy lubricada. Gime.
Gimo. Empieza a mover sus caderas, circularmente, mientras yo empiezo a
penetrarla.
La cojo de la cintura y
empiezo a penetrarla fuerte mente. Gime, gimo. Una de mis manos se va a sus
pechos y la otra a sus trenzas. Le agarró las dos a la vez y estiro. Gime más,
mucho más fuerte. Pasa una de sus manos hasta su coño, acariciándoselo y,
además, acariciándomela.
El tren está llegando a otra
estación. Hay gente, pero están todos mirando el móvil. Veo una señora frente
nuestro vagón; abre la puerta, entra, se exalta y sale corriendo. Se cierra la
puerta, el tren sale. Le hemos hecho perder el tren. Paramos un momento y nos reímos
pero de la propia risa empieza de nuevo el movimiento que incita a hacerlo.
“Próxima estación…” La mía.
Me pongo nervioso, no quiero parar. Ella lo nota, me ve por el reflejo del
cristal. Se irgue y separa mi polla de su coño. Me acaricia la cara, flexiona
las piernas y empieza a chupármela mientras no aparta la mirada de mi. Me pone
mucho, me muerde el capullo, luego las venas marcadas por su culpa. Pasa la
lengua por toda ella, una y otra vez. Pasan unos segundos mientras hace eso.
Empieza a chuparla, a masajearme los huevos, a palparla con los labios. No
aguanto más, estoy a punto de correrme.
Cada vez gimo más, y más. Se
saca la polla de la boca y se la pone entre los pechos. El sujetador molesta,
se lo arranca. Empieza a masturbármela con sus grandes y esponjosos pechos
mientras mira mi polla con cara lasciva y lengua abierta. Empiezo a correrme.
Apenas sales a presión, imagino que por haberme corrido antes. Sus pechos
se manchan, sus labios también y parte llega a su lengua. El tren para. No deja
de lamerme y limpiármela. Las puertas se abren. Se aparta y se sienta, tocándose
el coño con una mano limpiándose el semen de los pechos con la otra para luego
lamerlo.
Salgo corriendo, con la
polla fuera. Me la guardo, hace frio, se me encoge enseguida. Se cierran las
puertas y ella esta con los pechos pegados a la ventana, mirándome lascivamente.
El tren se marcha, me he dejado mi maleta… Espero que me la devuelva o, como
mínimo, volverme a encontrar con ella.
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