Una persona amante de la lectura picante, una biblioteca apunto de cerrar, unas estanterías que oculta cualquier gemido... Espero que os guste, pero no humedezcáis mucho los libros ;)
Entre líneas.
Siete y media de la tarde. En
treinta minutos cierro. La última hora en la biblioteca es mortal, sobre todo
ahora que ha acabado el verano y se hace noche enseguida. Aun así, últimamente,
viene una señora de cuarenta y tantos que viene a última hora y a veces tengo
que quedarme unos minutos de más. Espero que hoy no. Tengo ganas de llegar a
casa para desfogarme.
Últimamente se ha puesto de
moda los libros que llaman eróticos, aunque en realidad es porno en el más puro
sentido de la palabra.
Ocho menos cuarto, alguien
entra. La mujer de cuarenta y tantos. Ojeará, leerá y se marchará.
—Buenas tardes — Espero que no
se me note la sonrisa falsa.
—Hola, hola. Buenas tardes.
Siempre saluda exaltada,
nerviosa. Camiseta de cuello ancho, que le baila en la cintura porque le va
justa a causa de sus pechos. Pantalones vaqueros, de pitillo, ajustados,
marcando su tanga y con unos botines que le hacen medir unos centímetros más
que yo. Pelo negro recogido con una cola y maquillaje para hacerla más morena,
destacando sus ojos negros azabache tras unas gafas finas. Pestañas largas,
colorete y unos labios rojos fantasía. Típica madura con ganas de lucir cuerpo
para sentirse observada. No va falta de carnes, pero las tiene bien puestas.
—No tardare.
Me mira, me sonríe y hace un
gesto con la mano, como disculpándose. La miro como sube las escaleras.
Pensándolo bien no me importaría poder desfogarme con ella, que pena que tenga
una sortija de matrimonio.
Pasan unos minutos, son casi
las ocho, y escucho como baja.
—Disculpe, he buscado y
buscado y hay unos libros que no encuentro.
—Dime cuales son y le
confirmaré si los tenemos.
—Es que… son de la parte para
adultos.
Me sorprende. No porque mire
los libros sino porque parece que le de corte decirlo.
—¿Y bien?
—¿Se lo digo aquí, sin más?
—¿Dónde sino? No hay nadie.
—Pero podrían venir. ¿Le
parece si le enseño donde deberían de estar?
Asiento con la cabeza. Es lo
más entretenido que me ha pasado hoy y no voy a desaprovecharlo. Además, tiene
su punto la mujer y su voz se ha vuelto melosa, dulce, aunque sigue exaltada.
Subimos y vamos hasta la zona
para adultos, la que está al fondo a la derecha, en una esquina. Me señala la
zona. Me sorprendo. Es el compañero de la mañana quien coloca todos los libros.
Yo solo anoto y vengo poco por aquí, pero es increíble la cantidad de libros
que faltan.
—Bueno, parece que la mayoría no
están. ¿Cuál es el que busca?
—“Mi objetivo eres tú”
Me aparto y la miro de arriba
abajo.
—Señora, está casada. Lo
siento per…
Se altera.
—No, no, “osea”, quiero decir
que mi objetivo eres tú.
—Pero, ¿Por qué?
Se sonroja, imagino que yo
también lo esto. Frota el anillo y, sin darme cuenta, ya no lo lleva.
—Verá, siempre vengo a leer
unos minutos antes de volver a casa.
—¿Y por qué hoy no?
—Porque no está el libro y
querría tener la misma sensación.
—No puedo hacerle nada. Si me
dice el nombre del libro quizá podría ver si está en el buzón.
Se acerca, dando taconazos.
Pega sus labios a mi oreja y una de sus manos la pone sobre mi pecho.
—Mi objetivo eres tú.
Con la otra mano agarra mi
miembro, totalmente duro.
Doy dos pasos atrás y choco
contra la estantería. Ella sigue con la mano sobre mi pantalón y con la otra me
agarra el hombro mientras sus labios se posan sobre mi oreja. Escucho como abre
su boca, como su saliva se separa y como mueve la lengua. Sus dientes se
aferran al cartílago de mi oreja y su lengua la rodea. Me estremezo y pongo mi
mano sobre su cintura. Mientras su boca baja de mi oreja a mi cuello mi mano
hace lo propio de su cintura a su culo, metiendo la mano por el pantalón,
notando esas nalgas maduras, blandas de tanto manosearse pero bien puestas por
tanto andar.
—¿No vendrá nadie? — Me
pregunta, mirándome lascivamente.
—No, pero he dejado abierto.
—Pues ves a cerrar, pero no me
dejes sola aquí dentro.
Se aparta y se aleja unos
pasos de mí, se apoya en la estantería contraria y se abre de piernas. Se mete
una mano por dentro del pantalón y se chupa los dedos de la otra mientras me
mira.
Es otra mujer, no es como la
tímida que viene siempre. Que saluda, esta unos quince o treinta minutos, y se
va con la misma rapidez.
Bajo rápidamente. En la calle
está oscuro y no se ve a nadie, así que cierro.
Vuelvo a subir. Oigo sus
gemidos y cuando llego al pasillo donde está la veo entre las estantería a
cuatro patas, sin camiseta, mirándome mientras jadea, con una de sus manos metiéndose
los dedos muy bruscamente.
Me desabrocho rápidamente el pantalón
y me saco la poya. Voy hacía ella y le golpe en la cara con mi miembro.
Enseguida saca la mano de su coño y me la coge, con sus dedos viscosos. Noto
todo sus jugos lubricándome mi polla mientras me pajea. Pasa un minuto, empieza
a lamérmela. El maquillaje ya se le ha corrido un poco por el calor, pero sigue
siendo muy morboso ver a esta casada, cuarentona, comiéndomela como ninguna
joven me la ha comido.
Me la agarra con la mano y me
lame el lado contrario, de abajo arriba. Besa primero los huevos, mordisquea el
inicio del falo y luego saca la lengua para pasarla, enterita, hasta el
capullo, donde vuelve a bajar con la lengua pero acompañando con los labios, rodeándome
la poya e introduciéndosela en la boca, pero sin cerrar los labios. Cuando la
mitad está en el interior vuelve a subir su boca, pasando la lengua otra vez,
haciendo que choque con el capullo, para empezar por otro lado. Su mirada tras
los vidrios de las gafas hace que no deje de morderme los labios. Ella no deja
de mirarme. Repite el proceso varias veces.
Cuando vuelve a meterse mi
pene en la boca le agarro la cabeza. Abre los ojos de par en par y veo como me
guiña un ojo. Empujo un poco la cabeza pero enseguida empieza ella misma a
acelerar el ritmo. Me la chupa de arriba abajo a la vez que mueve su mano por
toda mi poya, llegando casi hasta metérsela entera. Le agarro de los pelos,
fuerte, gime, gimo. Sigue chupando y tras unos minutos se para en el capullo. Pasan
tres minutos, para.
Se levanta, se quita los
botines. Se desabrocha el sujetador mientras me ve como me toco delante de ella,
contemplándola. Me guiña el ojo y me lanza un beso. Luego me mira el pene y se
repasa los labios con la lengua, labios que apenas le queda color. Sus pechos
quedan al descubierto. Grandes, maduros, algo caídos pero parecen esponjosos y,
sin embargo, sus pezones parecen estar durísimos.
—¿Te gustan? — Me muerdo el
labio, me encantan. Los quiero probar. —Anda, ven —Me hace señas con la mano —Y
cátalos — Me acerco y me agarra del pene con una mano y yo lo suelto. Me tira
de él. Nuestras frentes chocan. Ahora sin los botines veo que es un poco más
bajita que yo. Nos besamos. No aparta la mano de mi pene. Empieza a moverlo
mientras nuestras lenguas pelean. Mis dos manos se van a sus pechos. Comienzo a
jugar con ellos. Tras unos segundos aparta su boca de la mía y, cogiéndome la
cabeza, me hunde la cara en sus senos. Inmediatamente agarra una mano y me la
pone en su trasero para luego guiarme la otra hasta su coño. No lleva bragas.
Mi lengua se pierde en sus
senos, buscando sus pezones, mientras mis dientes no para de arañar esa
superficie esponjosa y mullida. Mis manos, sin embargo, palpan tanto su culo
como su coño, estando empapado este último.
Pone su mano sobre mi cabeza y
acaricia mi cabello mientras no deja de pajearme con la otra.
—¿Te gustan?
No contesto, he llegado a su pezón
y hay cosas que hacer mejores que hablar. Lo succiono, lo muerdo y agarro con
los dientes y empiezo a golpearlo con la lengua. Gime. Mis dedos empiezan a
rozar rápidamente el clítoris y, por detrás, empiezo a rodear el agujero del
ano entre sus grandes nalgas, también humedecidos y salpicado por su coño.
Gime, empieza a gemir más
cuando mis dedos rozan tanto sus dos orificios inferiores. Meto los dedos, en
los dos a la vez. Me agarra fuerte el pelo y aprieta entre sus pechos mientras
gime aún más fuerte, hasta grita.
—Sí, sí, sí, sigue.
Acelero la penetración en
ambos lados y ella acelera mi paja. Mordisqueo sus pezones para evitar gemir,
pero me es imposible. Lo hace muy bien, con la boca, con las manos, lo hace
divinamente.
Pasan unos minutos y se aparta
de mí.
—Hace calor, deberías
desvestirte — Me quita la camiseta, empezando desde abajo y pasando la lengua a
medida que me la sube. —Eres muy sabroso — Posa sus manos en mi torso y empieza
a chuparme los pezones. Me gusta, extrañamente me gusta. Sus manos van bajando
hasta llegar a mi pene, con ambas, y empieza a moverlo a la vez que muerde el pezón.
Gimo. —Chico malo, no tienes que hacer ruido en la biblioteca.
Se aparta, suelta mi pene y
empieza a bajarse el pantalón. Le cuesta, se pone de espaldas a mí y puedo ver
sus adultas nalgas, pidiendo que las palpe. Logra quitarse el pantalón, agachándose
y dejando su culo al descubierto. Me acerco por detrás y cuando se irgue sus
nalgas absorben mi pene y mis brazos la rodean. Uno va a sus pechos y el otro a
su coño. Mi boca a su cuello. Empiezan las maniobras. Le beso y paso la lengua
por su yugular mientras le amaso los senos y juego con su coño. Ella se abre un
poco de piernas y mi poya pasa entre ellas, rozándole sus labios inferiores.
Empieza a jugar con el capullo, acariciándomelo con sus dedos humedecidos previamente
con su lengua lasciva. Empiezo a pellizcar su clítoris a la vez que los pezones
y ella hace lo propio con el capullo de mi pene. Gemimos los dos. Tira hacía
atrás la cabeza, a la vez que la gira, para que nos podamos comer la boca
mientras seguimos sudando y gimiendo. Pasa un rato, mis gemidos se vuelven más
seguidos y descontrolados. No me queda mucho.
—Chico malo no me dejarás sin
jugo, ¿Verdad? —Se libra de mis brazos y se aparta. Me lleva hasta una de las
estanterías y me acorrala. Se pone de rodillas y empieza a jugar con mi pene
entre sus pechos. —Te gusta, cochino —Golpea mi capullo contra sus pezones
mientras no deja de tocarse el coño y pajearme. Gimo, gimo mucho. Me corro. Me
pajea más rápido, me estremezco, no dejo de gemir y de soltar semen. En sus
pechos, en su cara, en su lengua que saca entera para conseguir más, en sus
gafas…
—Vaya hombretón, me has dejado
chorreando y no me refiero a mis jugos.
Se chupa los dedos, también
manchados de semen y empieza a lamerme otra vez el pene, más dulcemente porque
ahora está sensible, para acabar de chupar todo el semen que le queda mientras
me mira con sus gafas manchadas, tanto que el ojo derecho no se le ve.
Cuando deja de chupar se ve
como mi pene está flácido, aún hinchado pero flácido. Se va hacía sus
pantalones y busca entre los bolsillos. Saca una pastilla y se la pone en la
boca, me besa, me pasa la pastilla y empieza a pajearme, suavemente, mientras
me la trago.
—Tardará unos minutos en los
que jugaremos un rato.
—¿Qué es?
—Viagra, siempre la llevo
encima.
Abro los ojos de par en par,
pero no digo nada. La verdad es que quiero penetrarla. Seguramente la usa con
su marido.
Empieza a chupármela de nuevo,
esta vez haciéndome una cubana. Gozo en placer, más que antes teniendo en
cuenta lo sensible que está.
—Ponte a cuatro patas.
Me sonríe y para de chupármela.
Me hace caso. Me arrodillo detrás de ella y empiezo a acariciar sus nalgas. Las
abro, las cierro, y las amaso como si fuera pan.
—Niño travieso.
Pillo la indirecta. Abro sus
nalgas y dejo libre su coño, pero me fijo en su ano y empiezo a lamerlo. Gime.
Mis dedos se separan de las nalgas y buscan su coño, húmedo, mientras mi lengua
lubrica su ano. Le rozo el clítoris, después meto los dedos, acelero y, sin
avisar, cambio mi boca a su coño, metiéndole la lengua hasta el fondo, mientras
mi mano derecha se va a su orto a meter el dedo corazón al completo y mi otra
mano le pellizca duramente el clítoris.
Gime, entre gemidos escucho
como las gafas caen al suelo, lejos. Las habrá tirado o se habrán caído, da
igual. Pasan tres minutos. Se levanta bruscamente.
—Quiero tu boca y después tú
poya.
Me tira al suelo y empieza a
besarme, estando a cuatro patas sobre mí, mientras me acaricia el pene. Mientras
baja su lengua va girando su cuerpo hasta que hacemos la postura del sesenta y
nueve. Me lame de arriba abajo y yo le mordisqueo el clítoris mientras mis
dedos juegos con sus dos agujeros, haciendo amagos de penetración. Tras varios
minutos noto como se me endurece, momento en que la penetro con los dedos y empiezo
a chuparle el clítoris de arriba abajo duramente. Ella hace lo propio con mi
polla, usando sus manos para pajearla y acariciarme los huevos y su boca para
llegar a tragársela entera. Cada vez voy más rápido en los tres puntos y, con
mi polla en su boca, se corre. Empieza a gemir mientras no deja de morder y
lamer, a la vez que me salpica la cara. No paro, sigo, aún más rápido. Logra
sacarse la poya de la boca y yo me voy arrastrando entre sus piernas, sin parar
de meterle los dedos, para que no pueda reaccionar.
Acabo detrás suyo, de pie, con
ella a cuatro patas y la entero. Le agarro de la cola y empiezo a penetrarla
duramente mientras le abofeteo las nalgas. Ella gime, no dice nada, solo gime.
No sé si el orgasmo aún le dura o está viendo las estrellas, pero yo solo
acelero.
Empiezo a gemir muy
descontroladamente, creo que me correré en breves.
—Dentro del coño no, por
favor.
Apenas la logro entender entre
gemidos, pero lo que tengo claro es que solo me ha restringido el coño. Saco el
pene y le abro las nalgas. Me mira y veo como se muerde el labio.
Coloco el capullo en el ano,
empujo lentamente, hasta que entra. Es un poco estrecho, pero se nota que lo ha
utilizado más veces. Grita y luego gime cuando empiezo a penetrarla velozmente.
Una de sus manos se va a su coño mientras una de las mías a su pecho y la otra
le agarra la nalga como si fuera mi tesoro. No tardo ni dos minutos en llenar
su culo de mi semen, aunque es ella quien gime más de los dos.
Saco mi pene y se levanta.
Estoy agotado, igual que ella. Se viste rápidamente, se arregla el pelo y se
pone la coleta.
—Muchas gracias por el
servicio, vendré más a menudo a por mis libros aquí.
—Si vienes cada noche,
cachonda.
—Pero está vez me he quedado
más —Me guiña el ojo. —Si la próxima vez tienen el libro “mi objetivo eres tú”
quizá me quedé aún más.
Me rio, no sabía que cuando le
pregunte y me dijo eso se refería al titulo del libro. Se va, pero ya vera
cuando le diga el peaje que tiene que darme para que le habrá la puerta.
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