Primero disculparme porque por causas ajenas a mi no pude subir ayer el texto, aún así lo he ampliado para que sea el más largo que he escrito hasta el momento.
Un viernes noche, una película algo subida de tono, un/a amigo/a que le pone un/a actor/riz.
Los lavabos para vosotros solos...
Cine con amigos, lavabos para
adultos.
Viernes noche, cine de oferta
y amigos sin nada que hacer.
El plan está hecho, falta
decidir la película. Las chicas tienen la voz de voto. Hay una con el actor
favorito de todas actualmente. El que enseña el torso siempre que puede aunque
este a sesenta grados bajo cero en mitad de una ventisca.
—Quiero ver esa — Señala,
efectivamente, la del actor que les moja las bragas.
Mis compañeros se rebelan. No
piensan ver con sus novias a un hombre semidesnudo, si no es que llega a
desnudarse.
Debaten, si no es que
discuten, y se aclaran. Las parejas deciden ver una película de terror. La
soltera la de acción sin sentido con torsos al aire libre. También habrá escotes
y me sabe mal dejarla sola en una sala de cine.
—La veré contigo, ¿Te hace?
—¿¡De verdad!?
—Eso, y de paso te la follas
cuando se ponga cachonda
Le doy una colleja. No hace
falta decir nada. Somos los únicos solteros del grupo y no es que hayamos intimado
nunca mucho. Es guapa, cabello largo y negro. Ojos grandes, oscuros también, y
muy liberal en cuanto a todo. La hemos visto liarse con chicas, chicos y todo a
la vez cuando bebe. Viste siempre elegante, enseñando carnes. Hoy va con unos
pantalones rasgados, dejando libre parte de los muslos e incluso viéndose que
no lleva, al menos, bragas. Tanga u otro ya no se puede averiguar a no ser que
se agache. Bambas anchas y de cintura para arriba lleva una camiseta con una
cremallera lateral, ajustada, marcándose los pechos. No lleva sujetador, nunca
lo lleva. Además pendientes largos y pulseras, además de estar siempre
comiéndose algún palo de caramelo o similares.
—¿En serio vienes?
—¿A follarte o a la película? —
Los demás están camino de su sala, pero por las risas imagino que lo han
escuchado.
—¿Había más de una opción?
Interesante — Lo dice entre risas, pero nunca se sabe cuándo habla en serio o
no si hay sexo de por medio.
—Ya veremos las opciones que
hay, a ver en qué película me metes.
—A ver qué vas a querer meter
tú, listillo — Lo dice muy seria, casi parece ofendida, pero su sonrisa pícara
demuestra lo contrario. —Es en la sala uno.
—Vaya, la “mejor” — Mi ironía
muestra mi falta de entusiasmo. Retuerce el hocico y me coge del brazo.
—Pues ahora la vas a ver, sí o
sí.
—Si estamos solos y la
película se sube de tono no me hago responsable.
—¿Responsable de qué? — Sonríe
mientras me mira de reojo.
—De lo que me pidas hacerte,
cachonda — Se queda con la boca abierta. Se para, se ríe un poco y acerca su boca
a mi oreja.
—Si eres tú el que se mata a
pajas pensando en mí, listo —Siempre hemos tenido un tira y afloja cuando
salimos de fiesta porque nos quedamos solos cuando se juntan las parejas, pero
luego nos vamos cada uno por nuestro lado. Será la primera vez que pasemos
tanto tiempo juntos a solas. —Y lo sabes.
Me agarra y me lleva a la
sala.
No me resiste, tampoco me
gustaba ninguna película de la cartelera.
Entramos en la sala. Lo que me
imaginaba. La sala uno de este cine está destinada a las películas de poco
éxito o que ya llevan mucho tiempo en cartelera. Es la más pequeña, la que
tiene la entrada a los baños de ambos sexos junta y en la que apenas entra
nadie.
Sala vacía. Están proyectando
los anuncios. Nos sentamos en el centro de la sala. Se apagan las luces. Oigo
la puerta, la voz de una mujer y a un hombre contestándoles. Ya no estamos
solos.
—Qué pena, ya no estamos solos
— No la veo por la poca luz que hay al estar proyectando créditos ahora mismo
pero estoy seguro de que ha sonreído y sacado la lengua. Me ha parecido
escucharla.
—Ja ja ja.
Empieza la película. Hombre
alto, rubio, cachas y rico. Practica artes marciales y además tiene carisma y
elocuencia. Como no, secretaria sexy que se muere por sus huesos y jadea cada
vez que éste le guiña el ojo. No podía faltar la mujer de la limpieza pechugona
que tiene que fregar siempre que pasa el por lo que ella humedece el suelo y
para colmo no hay malo de la peli, sino mala. Obviamente la vencerá con una
penetración profunda.
Llevamos veinte minutos de
película. Se ha quitado la camiseta varias veces. Una para usarla para coger a
un tiparraco. Otra para que le curen y otra porque tenía calor.
Mi amiga no para de morderse
el labio, acariciarse las piernas y pasarse la lengua por la boca. La señora de
atrás jadea y el hombre creo que está dormido, no quiero saber qué hace la
señora.
—Oye, voy al baño.
—Ni que me tuvieras que pedir
permiso.
—Idiota.
Se levanta, baja por la rampa
y entra a los baños.
Pasan diez minutos. Ahora que
se ha ido y no la escucho a ella oigo mejor los jadeos de la señora y,
definitivamente, el hombre está durmiendo.
Pasan otros diez minutos. No
ha venido todavía. Con el tono que ha cogido la película, los jadeos de la de
atrás y lo que sé que le encanta hacer a mi amiga no puedo imaginarme otra cosa
que no sea una que haga levantarme el ánimo.
Me levanto y rápidamente voy
al baño. He visto a mi amiga en ropa interior alguna vez y entre mi imaginación
y la película seguro que se me ocurre unas buenas imágenes.
Entro en los baños. Tiene una
entrada con una pica y luego gira a la derecha. Desde las puertas no se ve el
cine ni desde éste las puertas. Paso un minuto mirando la puerta de mujeres.
Entro, lentamente, en silencio.
Espejos y varios baños
cerrados. Escucho gemidos en el tercero. Me acerco y apoyo levemente la oreja.
—Sí, sí, vamos perverso
caballero.
Me empalmo, mucho. Perverso
caballero es como me llama siempre. Dice que soy muy amable pero siempre estoy
lanzándole indirectas y obscenidades. Escucho como sus dedos entran y salen en
su húmedo coño y como gime. Bajo la cremallera y me saco la poya.
—Sí… sí…
Me toco solo de escucharla.
Empiezo a pajearme. Pasan tres minutos y me emociono demasiado. No esperaba
esto, así que no puedo parar. Me corro. Intento pararlo con la mano pero no
puedo evitar salpicar al suelo y entra en el baño por la parte de abajo, donde
no cubre la puerta.
Doy dos pasos atrás y abre de
golpe.
Tiene cara de sorprendida, de
no creérselo. Está de pie, con los pantalones bajados. No hay rastro de tanga
ni nada parecido. Los pezones parecen que van a destrozarle la camiseta y por
como esta de arrugada ésta se nota que se ha manoseado. Y hablando de manosear
tiene su mano izquierda aún en su coño, sin dejar de acariciárselo.
—¿Qué.. que haces?
—Lo siento, yo.
Miro al suelo, sus bambas se
han manchado de mi semen. Se agacha y lo toca. Se impregna el dedo índice. Se
lo huele. Lo prueba.
—¿Te has corrido escuchándome?
— Su rostro de sorpresa con una sonrisa desencajada me dejan descolocado.
—Bueno, tú te has tocado nombrándome.
Me mira la entrepierna. Aún
tengo la mano impregnada en semen así como la poya.
—¿Ves cómo eres un perverso
caballero?
Se pasa la lengua por los
labios mientras se me acerca. Se agacha y me coge las manos. Empieza a
lamerlas, a chuparme los dedos.
—¿Qué haces? — Digo entre
gemidos.
—Intento que vuelvas a estar
funcional.
—¿Qué? ¿Por qué?
Para y me mira, sonriendo
pícaramente.
—No te hagas el inocente. No
te ibas a hacer cargo de lo que te pidiera, ¿Verdad?
—No lo estamos.
—Aquí sí.
Diana. No tengo nada que decir
y menos cuando sigue lamiéndome los dedos, cerca de la poya, muy sensualmente.
—¿Y bien? ¿Qué quieres que te
haga?
—Gritar, quiero que me hagas
gritar.
Noto el pálpito en mi flácida
poya. Es capaz de volvérmela a levantar, estoy seguro.
—Deberás hacer algo con lo de
ahí abajo primero.
—Pensaba hacerlo.
En mis dedos tan solo quedan
ya sus babas y, sin dejar de mirarme, empieza a acercar sus labios a mi poya.
Me coge el pellejo con los labios y me lo estira. Hurga en el con la lengua y
saca todo el semen que queda dentro. Se lo traga, me sonríe y me guiña un ojo.
—¿Cómo va?
—Muy bien, seguro que puedes
alzarla.
Me acaricia los huevos,
suavemente y me agarra la poya con una mano mientras la va moviendo para poder
lamerla por todos lados, sin dejar de mirarme y sonriendo en todo momento, muy
lascivamente.
No queda ni una gota de lo que
he soltado. Esta toda pasando por su garganta.
—Ha crecido un poco, ¿Verdad? —
Me la mira mientras se muerde el labio. Más que crecer ha vuelto a su estado
normal. La tengo muy sensible y noto mucho cuando su lengua llega a la carne
oculta en el pellejo. —Pasemos a mayores.
Saca la lengua y cocha mi
polla en ella. Luego la pasea de por la lengua con la mano para finalmente
empezar a chuparla introduciéndosela en la boca y aferrando sus labios a ella.
Me la chupa unos segundos y luego me estira el pellejo para atrás, para volver
a lamer. Apretando fuerte con los labios, rozando con los dientes y pasando su
lengua de arriba abajo mientras no deja de movérmela con su mano suave.
—Dios…
Acelera. Mi nombramiento
divino parece haberle puesto y acelera. Mi poya crece finalmente y se
atraganta. Se la saca, tose. Me mira, sonríe y vuelve a chuparla.
Veo las estrellas. Entre lo
bien que lo hace y lo sensible que la tengo tras haberme corrido na vez es como
si estuviera en el séptimo cielo. Mis tiemblas tiemblan. Se pasa el pelo tras
la oreja y aparta el flequillo. Sigue chupando, cada a vez más rápido. Pasan
varios segundos. Para, en el capullo, y empieza a rodearlo con la lengua y
golpearlo mientras me va dando mordisquitos. Se la saca de la boca y respira
fuertemente.
—Veo que ha crecido.
—Sí, lo ha hecho.
—¿Te acuerdas de lo que te he
pedido?
—Por supuesto.
Le doy la mano, me la coge. La
levanto y la agarro de la cintura. Se quita con los pies los pantalones, las
bambas no. La agarro de la cintura y la desplazo hasta dejarla frente a los
espejos. Su reflejo desnudo muestra un lascivo rostro. Le subo la cremallera de
la camiseta, introduzco mi mano y le manoseo el pecho mientras con la otra le
empujo la espalda para que se incline. Antes de hacerlo se quita la camiseta y
la tira al suelo. Sus pechos no son ni grandes ni pequeños, pero muy firmes.
Sus pezones resaltan y están entusiasmado. Le agarro el pecho izquierdo y ella
apoya las manos en el espejo, inclinándose finalmente. Mi otra mano baja por su
espalda hasta llegar a sus preciosas nalgas mientras mi poya va golpeándole la entrepierna.
—Eres muy travieso.
Me inclino sobre ella mientras
mi mano baja por su culo hasta llegar a sus labios inferiores. Los acaricio y
rodeo mientras acerco mi boca a su oreja.
—No más que tú — Se la muerdo.
Se estremece y quita una mano del espejo para pasársela por debajo y empezar a
acariciarme la poya. —¿Ves?
Juego con sus labios
inferiores mientras le beso el cuello. Los abro, acaricio su mojado interior
con los dedos y ella no deja de jugar con el capullo de mi pene, mientras que
mi otra mano juega con sus pechos; manoseándolos, apretándolos suavemente y
pellizcando sus pezones.
—Vamos, sé que puedes hacerme
gritar.
Me estira de la poya y se
mueve para poner el coño encima pero me aparto y me agacho. Veo como abre los
ojos y me mira por el espejo. Se muerde fuertemente el labio, incluso parece
dolerle, pero se muere d ganas de que haga lo que voy a hacer.
Le cojo el culo, lo alzo y con
los pulgares abro sus labios inferiores completamente, hasta que se tensan y
ella suelta un pequeño gemido. Abro la boca, saco la lengua y acerco mi cara a
su coño. Pongo la lengua en él, tapándolo por completo, y la dejo unos segundos
inmóviles. Gracias a los demás espejos puedo ver como está y ahora mismo no
sabe qué hacer con la boca. Se pasa la lengua, se muerde los labios, me mira…
Muevo la lengua, presionándole
el coño, aplastando el clítoris. Gime ahogadamente mientras aguanta por tener
la boca cerrada. Muevo la lengua mientras sigo aplastando el clítoris. La punta
rodea el orificio por el cual quiere que le meta la poya. Le introduzco la
lengua y la muevo rápidamente. Se desboca, empieza a gemir sin contenerse.
—Sí, sí, vamos sigue.
No deja de mirarme por el
espejo, lo noto. Pero no puedo dejar de contemplar su coño rosado, empapado,
abierto por mis manos y siendo lamido por mi lengua. Solo de pensarlo me pongo
y me pongo. Si no me hubiera corrido lo habría hecho ya, solo por comérselo.
Saco la lenuga y empiezo a
besar la zona donde tiene el clítoris. Pasan unos segundos y baja una de sus
manos. Se mete los dedos. Le muerdo el clítoris. Gime suficiente para que se
haya oído en todo el cine. Aguanto el clítoris con los dientes y empiezo a
golpearlo con la lengua.
—Sí, sí — No deja de meterse
los dedos, de moverlos rápidamente adentro y atrás.
Aparto una de mis manos,
empapada, y empiezo a acariciarle el culo, justo por el otro orificio, lubricándolo
y empujando lentamente. Con cada empujón lo acompaña un pequeño mordisco o le
succiono el clítoris para que ella gima y pierda los estribos, deseando que no
me frene. Quinto empujón: meto el dedo.
Sus piernas tiemblan y se resbala,
acaba sentándose en mi cara. Me exalto y casi asfixio. El dedo del culo se ha
metido hasta el fondo y ha gritado, luego gemido. Lo saco y con las dos
manos le agarro las nalgas, elevándola.
Estoy sentado en el aire, con su coño a unos centímetros de mi boca. Puedo
verla a través del espejo. Se ha asustado, pero ya se ha reincorporado.
—¿Estas bien?
No contesto, empiezo a lamerle
el coño como un perro. No vuelve a preguntar, gime. Acelero y ella empieza a
usar sus manos para magrearse los pechos y tocarse el coño, junto a mi lengua.
Lo veo por el espejo y me veo la poya también, como si no me hubiera corrido.
Como si no me hubiera corrido en años. Se me marcan todas las venas y ella ya
no sabe qué hacer con sus labios y su lengua.
En mitad de los gemidos se
escucha una puerta. Alguien ha entrado en los baños. Pierdo el equilibrio y
caigo de culo, ella encima de mí. Su coño está palpitando encima de mi poya,
pero no es momento para eso. Nos metemos en uno de los baños.
Entra alguien al lavabo de las
mujeres, imagino que la señora de fuera.
—Seguro que esos dos chavales lo están
haciendo y yo con mi marido durmiendo mientras me pongo perraca con la
película.
Los dos abrimos los ojos de
par en par al escucharla. Estamos cara a cara, muy pegados. Escuchamos como se
mete en el baño de al lado, justamente, y como se desabrocha el pantalón, se
baja lo que imaginamos que es la ropa interior, y empieza a tocarse y suspirar
lascivamente.
La chica se muerde el labio.
Pasa los brazos por detrás de mi cuello y acerca sus firmes pechos contra mi
torso. Mis manos pasan por su cintura y acaban en sus nalgas, blandas,
tentadoras. Acerca su boca a mi cuello. Mi poya palpita, choca contra sus
piernas. Ella las mueve y las entrelaza con las mías, quedando su coño rozando
con mi miembro viril.
Me sigue besando el cuello, mordiéndomelo
y yo hago lo mismo con el suyo. Después me aparta la cabeza, me mira y junta
sus labios con los míos.
Nuestras lenguas se desbocan,
así como nuestra vecina de cerdadas. Empieza a gemir la señora y nos pone a
ambos. Pensar que se están tocando a nuestro lado mientras nosotros hacemos lo
propio desnudo y más aún cuando no sabe que estamos aquí.
Las lenguas se descontrolan.
Sobretodo la suya, así como sus dientes que empiezan a mordisquear mis labios.
Sus manos se separan del cuello y bajan hasta mi polla. Las mías se pierden
entre sus nalgas y sus piernas hasta que una se desvía a sus pechos y la otra empieza
a presionar su coño. Aprieto el clítoris, deslizo los dedos rápidamente hacía
arriba y abajo, rozando y rodeando su agujero. Se os meto. Me muerde fuerte y
empieza a pajearme rápidamente. Ahoga un gemido. Le retuerzo los pezones.
Separo mi boca y muerdo su cuello.
Mi lengua baja dibujando un resto
de babas hasta que se encuentra con la mano que sostiene uno de sus pechos.
Parezco un bebe colgando de las tetas de su mano, pero con diferencias. Mi
polla palpita entre sus dedos rozando su coño que cada vez dilato más con mis
dedos esperando para poder metérsela.
—Metemla.
Me susurra al oído mientras se
aparta un poco de mi. Veo su coño y mi polla guiada por su mano. Le agarro la
cintura y ella se apoya en las paredes para elevarse un poco. La penetro. Gime.
Empiezo a moverla para adelante y atrás, entro y salgo. Las paredes del lavabo se
mueven. Ya no se oyen los gemidos de la señora, pero eso nos pone más.
—¿Crees que sigue ahí?
Mi pregunta tarda en recibir
respuesta, pues mi amiga gime mientras sus pechos rebotan frente a mí y su
cabeza casi choca contra la puerta.
—No lo sé, pero por si acaso
dame más fuerte para que se muera de envidia.
Le hago caso, llega a
golpearse la cabeza. Paro un momento y cambiamos de posición.
Me pongo donde el retrete, con
las piernas abiertas. Y ella se pone de espaldas a mí, sacando culo, apoyada en
la puerta.
Le agarro las nalgas y la meto
lentamente, luego acelero. Ella me mira desde atrás, con su cabello corto y su
lengua fuera. Se la muerde mientras esboza una sonrisa lasciva cada vez que
hago que su cuerpo se eche adelante por un pollazo. Le acaricio la cabeza, le
agarro el cabello, se lo estiro. Ella pierde una de sus manos en su entrepierna,
frotándose el clítoris y mira hacía la puerta, gimiendo como un cochinillo
ardiendo.
Me crezco, empiezo a acelerar.
Cada vez más rápido.
—Sí, sí. Dios me queda poco.
—Aguanta cabrón, quiero más de
lo tuyo.
No sé cuánto aguantare. La
puerta se abre, caemos hacía delante y chocamos contra una mujer.
Es mayor, pechos enormes y
firmes y algo de barriga. Las caderas anchas y culo salido, pero esbelto y con
muy buena formas. Vestido de tubo negro, con mucho escote. Medias de rejillas
negras y tacones negros también. Por el espejo se ve que el vestido le deja la
espalda al descubierto. Su cara era de sorpresa, como la nuestra. Pero rápidamente
le cambia el rostro.
Tiene a mi amiga agarrada por
el torso. Yo aún la tengo dentro de ella.
Los ojos negros de la señora
se ven más grandes a través de sus gafas, que parecen de abuela con esa cadena
que pasa por detrás de su cabello largo y negro azabache teñido. Su nariz
puntiaguda hace que sus labios carnosos, rojos como cerezas, muestren una risa
lascivamente diabólica.
—Así que sí estabais haciéndolo
chicos — Nos hemos sin habla, nos ha pillado. —Sois unos chicos muy traviesos.
—Tú te estabas tocando.
Se e había olvidado que mi
amiga no tiene pelos en la lengua y, dicho sea de paso, hoy he descubierto que
en el coño tampoco. Mala respuesta. La laza un poco y le muerde la oreja.
—Lo sé, pero lo mío no podéis
demostrarlo.
—Haremos lo que quieras.
Mi respuesta le llama la atención
y a mi amiga quien gira la cabeza. Inmediatamente la vuelve a girar hacía la
seora, pues su mano está acariciándole el coño.
—Follarme también, quiero
unirme.
—¿Y su marido, puta?
—Durmiendo, y no me llames
nada porque estas cachondísima zorra.
Es cierto. Se ha puesto mucho
cuando la ha tocado. Está más lubricada. No espero ni un segundo y empiezo a metérsela
de nuevo.
—Serás perverso cabrón…
No vuelve a rechistar. Se
vuelve loca por mi polla y la mano de la señora, sabe tocarla. Mi amiga se
agarra de sus pechos y empieza a chupárselos. Pronto una de sus manos empieza a
pasar por debajo del vestido de la señora para meterle sus dedos. Gemimos
todos. La señora va dando pasos hacia atrás, obligándonos a nosotros a dar
adelante.
Acabamos con mi amiga contra
el espejo, otra vez, yo detrás suyo viendo como me la follo duramente y la
señora a un lado. La señora no deja el coño de mi amiga pero se va directo a mi
boca con la suya. Nos besamos apasionadamente.
—Acelera todo lo que puedas,
yo impediré que te corras — Me susurra tras dejar en paz mi lengua. —Hazme caso
— Me repite antes de volver a besarme.
Le hago caso. Acelero. Mis
manos se pierden y empiezo a azotar a mi amiga. Cada vez más rápido. A ella
empiezan a temblare las piernas. El culo no deja de moverse. Me queda poco y
creo que a ella también. La señora me coge la polla y me la saca, metiendo sus
dedos. Con los ojos me señala el culo, y miro a mi amiga. Esta con la boca
abierta y la lengua fuera. Ojos desorbitados que solo piden más. Lo hago.
Penetro lentamente. Grita,
lego gime. Así durante unos segundos hasta que la meto entera. Entra y sale,
cada vez mejor. Es una gozada, esta súper apretado y ella no deja de gemir por
estar siendo penetrada por dos lados.
—Sí, sí, más rápido. ¡Me
corro! — Grita entre gemidos mi amiga. Le hago caso, pero de nuevo la mujer me
saca la polla. Aunque esta vez la vuelve a meter el coño de mi amiga. Luego se
agacha y se sienta debajo de ella, lamiéndole el clítoris mientras le azota el
culo con una mano y con la otra se mete los dedos en su propio coño. —Dios…
Cinco segundos. Desde que la
mujer hace eso pasan cinco segundos hasta que mi amiga se corre. Mientras tiene
el orgasmo sigo penetrándola hasta que ella misma me dice que pare. Entonces es
la mujer quien me agarra la polla y empieza a chupármela. Aparta a mi amiga, quien
apenas se mantiene en pie, y se pone de rodillas frente a mí.
—Dios, dios.
La señora la chupa mucho
mejor. Se centra en el capullo y no deja de rodearlo con la lengua. Lo succiona
y lo babosea. Le da golpes.
—No aguanto.
Hace señas a mi amiga para que
vaya junto a ella. Se pone de rodillas, también a su lado. Las dos me miran con
cara lasciva mientras la señora me la chupa. Me hacen parecer comida, aunque en
cierta forma lo soy.
—Córrete en mi cara cabrón… y
en la suya.
Esas palaras son el detonante
de que pierda mis fuerzas. Empiezo a correrme y tras el primer disparo la mujer
se saca la polla y empieza a dejar que borte mientras no deja de pajeármela.
Las dos cierran los ojos y aren la boca, sacando la lengua. Mancho sus frentes,
sus parpados, sus narices y parte llega a la lengua.
Cuando para mi amiga se lanza
a mi polla para relamer y luego las dos se miran. Se abrazan y empiezan a
besarse. La mujer aún no suelta mi polla, la cual sigue moviendo. Cuando quedan
limpias de nuevo se levantan.
La mujer, sin decir nada, nos
guiña un ojo, nos lanza un beso y se marcha.
—Dios…
—Sí — No me creo lo que hemos
vivido. —Tenemos que venir a ver más películas que te gustan.
Se ríe, me golpea el hombro.
Vuelve a sonar la puerta. La señora se ha ido. Suena de nuevo, instantes
después. Nos alertamos. Entra la señora.
—La película aún no ha
acabado. Ahora quiero que hagáis lo que yo diga.
Sonríe. Nos toca otra sesión
de cine adulto.
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