tu con ella, a solas, en el local donde enseña pintura...
Espero que os guste y os humedezca el nuevo relato ;)
Clases de pintura.
Tengo que buscar para mi
sobrina algo de extraescolares porque ya no puedo hacerle de canguro y siempre
le ha parecido bien la pintura. Tras mirar varios anuncios encuentro uno
llevado por madre e hija, con muchos años de experiencia y con clases centradas
para niños.
No me han cogido el teléfono
así que voy sin avisar.
Llego al local donde hacen
las clases. Pico a la puerta y está se abre un poco. No contesta nadie, así que
entro.
—¿Hola?
Nadie contesta.
Estoy en la recepción y a la
derecha hay un pequeño pasillo. Me adentro en él y hay varias puertas, con una
al fondo en la que hay luz. Me asomo, tiene cristalera. Veo la sala de su
interior: Lleno de taburete, lienzos y, al fondo, un escritorio con una despampanante
chica morena tumbada hacía arriba, desnuda. Con una de las rodillas alzada y la
otra pierna estirada. Una mano sobre su plano vientre y la otra echada atrás,
apuntando a la pared con su dedo índice. Su cabello castaño y ondulado cae por
el costado del escritorio.
Me quedo en shock. Si
estuviera pegado a la puerta habrían escuchado como picaba con mi miembro en
ella de lo rápido que se ha levantado.
—Mírame un momento.
Esa voz no sé de dónde
viene. Me fijo en la sala y veo que al fondo, en la pared contraria al
escritorio, hay una señora de buen ver pintando. Miro de nuevo a la chica
desnuda y ella gira la cara, me ve. Se exalta.
—¿Pasa algo?
—Sí, paremos mama.
Doy unos pasos atrás, no sé
qué hacer. Ella señala a la puerta y la madre también me ve. Salgo del pasillo
hasta donde estaba lo que parecía ser la recepción.
Pasa un minuto escaso y
escucho como se abre la puerta y se cierra. Oigo los pasos de las dos, viniendo
hacía donde estoy. Preparo una disculpa para en cuanto las vea aparecer.
—Perdón — Hago una
reverencia. —Piqué a la puerta y se abrió y al no ver a nadie busque para ver
si encontraba a quien lo llevaba.
—Mira que te tengo dicho que
cierres la puerta con llave, hija.
—Disculpa, sabes que soy una
despistada.
La chica desnuda se ha puesto
un vestido blanco con encaje en la zona de debajo de sus pechos, además de
tener estos alzados y sujetos con unas costuras con forma de ramas, aunque hay
una parte sobresalida que son sus pezones y no ninguna costura. El vestido le
llega a las rodillas. Calza unas bailarinas. Sus piernas son finas, parecen de
seda, con una piel con un poco de color. El repaso se me hace inevitable.
Cuando vuelvo la vista arriba, pasando por su enorme escote, veo sus ojos
castaños protegidos por unas gafas de pasta, cuadrada, grandecitas, que se
aguantan sobre una nariz perfectamente centrada y una sonrisa blanca, grande y
con las muescas en la piel de sonreír a menudo.
—Lo siento de veras — Digo de nuevo, antes de que puedan ponerme
mala cara por mirar a la hija de arriba abajo, aunque la madre también tiene
buen tipo. Será de herencia.
—No te preocupes, culpa
nuestra. Además, así se acostumbra por si algún día la cogen de modelo para
pintar desnuda.
—¡MAMA!
—Sí hija, sí. Asúmelo, yo ya
no motivo tanto como antes.
—Señora, más de uno quisiera
pintarla desnuda.
Se ríe y se sonroja.
—Pero seguro que ella motiva
más.
—Bueno, con un modelo así
sabría mal no dibujar bien, desde luego.
—Estoy aquí, ¿Sabéis?
Intenta ocultar la sonrisa,
pero su rostro muestra que se ha sonrojado.
—¿Y por qué estás aquí? — La
madre me pregunta mientras me da un repaso de arriba abajo sin disimulo alguno,
ahora me siento un poco mejor por habérselo dado yo a la hija.
—Veréis, estoy buscando
clases de pintura para…
Suena un móvil. La madre de
lo saca de los pechos mientras la hija se pone la mano en la frente y reniega
con la cabeza.
—¿Sí? Vale, ahora voy para
allá — Cuelga. —Es tu padre, cariño. ¿Puedes encargarte tú?
—Sí mama.
—Os cierro la puerta para
que no os molesten, vaya a ser que os asustéis.
Creo que me ha guiñado un
ojo. Se marcha, cierra con llave y me quedo a solas con la hija, que se le ve
un poco nerviosa y a mí se me debe de ver cómo me cuesta apartar la vista de
sus pechos.
—Hablabas de una sobrina,
¿No?
—Sí. Tiene siete añitos y le
gusta mucho pintar. Normalmente la cuido yo, pero en breves empezare a estudiar
y no puedo.
—¿Oh? ¿Y qué estudiarás?
—Programación de
videojuegos.
—Entiendo. — Se enrolla uno el pelo en el dedo índice mientras
me mira, repasándome ahora ella. —Si necesitáis alguna ilustradora ya
sabes.
Sonríe, parece decirlo muy
sinceramente.
—¿Ya tendrás tiempo entre
tantas clases y desnudos?
Vuelve a reírse, sonrojándose
un poco.
—Aquí ayudo a mi madre con
las clases y los desnudos, bueno, me gusta más dibujarlos que ser dibujada.
—¿Sí? Qué pena, con lo
bonito que deben de ser los dibujos de tu cuerpo.
—Oye, que mis dibujos
también son preciosos.
—Pero si el modelo es de
buen ver mejor, ¿No?
—Por supuesto, si quieres te
lo demuestro — Levanta la barbilla con orgullo, parece decirlo en serio. Me ha
pillado desprevenido. —¿Qué? Tú ya me has visto desnudo, no es justo si yo no.
Parece decirlo
inocentemente, pero en su mirada veo deseo o eso quiero creer. La verdad es que
estoy empalmado desde que la he visto y solo pudiendo ver sus pezones e imaginándome
que tampoco lleva bragas bajo ese puro vestido blanco es imposible que se me
baje la hinchazón.
—Vale, veamos las artes de
la que enseñará a mi sobrina
—Pues ven hacía aquí — Se va
de espaldas, guiñándome los ojos y llamándome con el dedo índice, contrayéndolo
hacía ella.
La sigo hasta la sala donde
estaba con su madre. Entra ella primero, luego yo.
—¿Dónde me pongo?
—Apoyado en el escritorio,
ven — Voy al escritorio, me acompaña. —Ahora te diré como ponerte.
Puesto ya lo estoy y ahora
enseguida lo verá.
—¿Me desnudo?
—Por favor.
Me contempla apretando los
labios, respirando fuerte pero silenciosamente. Sus manos se agarran el vestido,
lo arrugan. Empiezo a quitarme la ropa. Primero el suéter. Me cuesta sacármelo y
ella me alluda, poniendo una de sus manos sobre mi torso. Son suaves, blandas,
frias.
—Tienes buen cuerpo para ser
dibujado.
—Tú me superas.
Me desabrocho el pantalón,
de cinco botones, y la polla, embutida en los calzoncillos, sale de golpe al
liberarse de la presión. Ella mira atónita mientras me quito los pantalones,
con la boca abierta.
La miro, desvía su mirada. Sonrío
y veo como me mira de reojo mientras me quito los zapatos y, inmediatamente
después de los calcetines, me quito los calzoncillos. Mi pollas parece un
muelle se pone reta, erecta y mostrando
la vena mejor que nunca. Ver sus pezones afilados a través de su vestido y como
va rozando las piernas, deseando que no lleve bragas, han hecho que se me ponga
aún más dura que cuando ella estaba como yo.
—¿Te sorprende? ¿Qué
esperabas que me pasara tras ver ese cuerpo tuyo?
—Idiota exagerado.
—Para nada, quien esta buena
lo está y tú eres de esa. — Se acerca a mí, mirándome fijamente. —¿Cómo me
pongo?
—Parece que mucho — Se ríe,
igual que yo. —Ahora te digo.
Me palpa la cara, luego el
pecho. Baja la mano por el torso y me agarra la cintura. La mano hace el gesto
de bajar y para en un último momento. La miro, me mira.
—Palpo para ver las
proporciones de tu cuerpo.
—Palpa lo que quieras, ahora
soy TÚ modelo.
Se le oye palpitar y a mi
debe de estar notando como el corazón me va a mil. Sus manos heladas se han
vuelto cálidas sin perder ápice de suavidad mientras baja por la ingle, rodeándome
la entrepierna hasta que sus dedos empiezan a escalar por mi pene.
Me aguanto un gemido, lo
ahogo, pero mi polla palpita entre sus manos, sobretodo cuando presiona la vena.
—Es increíble… — Se agacha,
la contempla.
—¿El qué?
—Lo marcada que está la vena
y… bueno… cómo reacciona.
—Puede reaccionar aún más, según
como la palpes…
Lo dejo caer. La situación
es perfecta. Me la está tocando, me la está palpando. Me he puesto demasiado,
no me controlo. El líquido preseminal asoma.
Me vuelve a mirar, mi
corazón va a mil. Abre la boca y la acerca a la punta de la polla. Posa sus
labios en el capullo e inmediatamente se la introduce en la boca. Su lengua
roza la vena y empieza a lamérmela entera. Con la boca abierta se traga la
mitad, luego se la saca.
—Ya veo cómo reacciona…
Pasa la lengua por sus
labios y vuelve a introducirse mi pene en su boca. Me masturba con la mano a la
vez que me la chupa, apretando y rozando fuete con los labios mientras marea su
lengua alrededor de mi polla.
Parece gustarle, la otra
mano empieza a deslizarse por sus pechos, tocándoselos. Alargo mi mano hacía
abajo y llego también, a uno de ellos, pasándolo por dentro del vestido hasta
que su enorme pecho sale de éste. Es enorme, con pezón pequeño, tacto
gelatinoso: muy blando.
—No es justo que solo yo
esté desnudo.
Me mira, por encima de las
gafas, sin dejar de comérmela. Esta tres minutos sin parar y luego se saca la
polla de la boca. Se levanta, sin soltármela.
—Pues desvísteme.
Le quito los tirantes del vestido
y se lo bajo hasta que tiene los dos pechos libres, momento en el que paro. Los
palpo, son blandísimos.
—Esto también está bien
palparlo.
—Pues pálpalos todo lo que
quieras — Me susurra en la oreja mientras empieza a masturbarme con más ímpetu.
Los toco, los amanso, hundo
mi cara en ellos y empiezo a lamerlos. Ella gime. Mi lengua rodea sus pezones,
velozmente, chocando a veces con ellos. Tras unos segundos baboseándoselas pego
un pequeño mordisquito, ella me aprieta la polla y gime. No sé si le ha dolido,
le ha gustado o ambas cosas.
—¿No palparás más cosas?
Se le nota acalorada. Su
melena está desbocada y su mirada se ha vuelto lasciva. Ya no parece tan
inocente y risueña. Pero me gusta, sonrió.
Giro sobre nosotros y la
pongo a ella de espaldas al escritorio.
Empiezo a bajarle el vestido
y cuando lo tiene en el suelo mis ojos se iluminan: no lleva bragas. Tiene el
coño al air, con un poco de bello, rasurado, por encima de la raja. Le doy un
beso, suspira placenteramente. Le doy otro, apretando un poco más, ahoga un sonido
erótico. Se lo doy con lengua y finalmente gime. Sus labios se abre al paso de
mi lengua y sus piernas se separan. Mis labios empiezan a besar su clítoris como
si de una boca se tratase y empiezo a acariciarle el culo, muy terso, con mis manos.
Aprieto con la lengua, acelero, la paso desde el inicio del agujero de su coño
hasta golpear el clítoris, de arriba abajo, varias veces. Gime, gime mucho. Tras
varios minutos haciéndole perrerías con la lengua mis dientes chocan contra su
clítoris, apretándolo entre ellos, mordisqueándolo.
Me estira del pelo, hacia
arriba. Me levanto, nos besamos. Sus labios son muy suaves, es como besar una
superficie esponjosa, como cuando comes un flan.
Mi polla está rozando su
coño húmedo. No puedo evitar mover la cintura y ella empieza a hacer lo mismo.
Sus manos me la agarra y con sutileza, y sentándose un poco sobre el
escritorio, se la introduce ella misma.
Me emociono, no pregunto si
quiera y empiezo a embestirla. Ella pasa sus brazos sobre mi cuello y pone su
boca al lado de mi oreja, donde empieza a gemir. Mis labios besas su cuello, lo
muerden, a la vez que la penetro duramente. Poco a poco voy moviendo mi cabeza,
besando y mordiendo por donde pasa, hasta que la aparto un poco y me pongo
frente a sus pechos. Ella sabe que hacer: me hunde la cara en ellos.
Acaba estirada sobre el escritorio
y yo encima de ella. Espero que aguante.
Fallo de cálculos, quien no
aguanta soy yo.
—Mierda, mierda, me voy a
correr.
—Puedes dentro, no te
preocupes.
Esas palabras me quitan toda
esperanza de poder soportarlo. Me corro. Acelero, voy más brusco. Las patas del
escritorio se resienten y se les oye quejarse. Ella gime, gime locamente, yo
también. Al final reculo y empiezo a masturbarme mirándola. Ella se da cuenta,
se levanta y empieza a tocarse los pechos mientras me mira por encima de las
gafas. Se agacha y pone los senos a la altura de mi polla. Me la masturbo con
ellos, chocando con sus pezones y hundiéndolos en ellos. Gimo, gimo mucho,
grito, me corro, chorreo sus pechos, le salpico en la lengua y las gafas.
—¿Esto cuenta como pintura?
Se ríe.
—Idiota. Eres un cerdo, ¿Por
qué no has acabado dentro?
—Porque yo aún tengo algo
que hacer ahí.
Se queda perpleja. La
levanto y soy yo quien se agacha. Le abro con los pulgares de las dos manos el
coño y empiezo a lamerle el coño. Me centro en el clítoris, pasando la lengua
por él, de arriba abajo y de abajo a arriba, repetidas veces y con toda la
superficie de la lengua, rápido, muy raído, y presionándolo fuerte. Ella no se
lo espera, se pone una mano en la boca pero no logra evitar el gemido. No paro,
acelero, esta vez aguantando su clítoris con los dientes y pasando la punta de
la lengua por encima suyo, haciendo círculos, mientras los dedos índice y
corazón de mi mano derecha están en el interior de su coño, con la yema de los
dedos acariciando velozmente esa parte rugosa a la vez que con la mano que me
queda libre no dejo de retorcerle y pellizcarle los dos pezones que, gracias a
que ella con sus manos aprieta sus pechos, puedo tocar a la vez. Gime, cada vez
más, a la vez que yo acelero todo. Gime, gime. Me pide más, se lo doy. Me duele
la mandíbula porque mi lengua se vuelve loca con su clítoris así como mi boca
entera. Succiono, golpeo, presiono, mordisqueo, a la vez que mis dedos no dejan
de masturbarla y sus pechos, con mi semen aún, no deja de ser pellizcados.
Se corre. Noto un chorro
impactando en mi cara. Se corre mucho y gime, gime más que se corre. Me agarra
la cabeza, los pelos, me los estira pero me estampa contra su coño, donde no
dejo de lamer y rozar con los dientes a la vez que no paro de masturbarla
mientras, la mano que tenía en los pechos, le agarro una de las piernas para
que no caiga por perder el equilibrio.
Me hace parar, ya lo tiene
sensible. Nos sentamos. Descansamos unos minutos en silencio.
—Tu sobrina puede aprovechar
la oferta.
—¿Qué oferta?
—Una que estreno hoy, en la
que no tendrá que pagar nada.
Sonrió, sonríe. Nos
vestimos. Salimos y cuando vamos a recepción vemos un lienzo, con un dibujo
suyo y mío follando. A trazos inacabados, con pocos detalles. La puerta de la
tienda está sin la llave echada. Nos miramos, nos besamos, me marcho.
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