viernes, 30 de octubre de 2015

Clase de pintura.

Una persona desnuda que quiere pintar cuerpos desnudos...
tu con ella, a solas, en el local donde enseña pintura...
Espero que os guste y os humedezca el nuevo relato ;)


Clases de pintura.

Tengo que buscar para mi sobrina algo de extraescolares porque ya no puedo hacerle de canguro y siempre le ha parecido bien la pintura. Tras mirar varios anuncios encuentro uno llevado por madre e hija, con muchos años de experiencia y con clases centradas para niños.

No me han cogido el teléfono así que voy sin avisar.

Llego al local donde hacen las clases. Pico a la puerta y está se abre un poco. No contesta nadie, así que entro.

—¿Hola?

Nadie contesta.

Estoy en la recepción y a la derecha hay un pequeño pasillo. Me adentro en él y hay varias puertas, con una al fondo en la que hay luz. Me asomo, tiene cristalera. Veo la sala de su interior: Lleno de taburete, lienzos y, al fondo, un escritorio con una despampanante chica morena tumbada hacía arriba, desnuda. Con una de las rodillas alzada y la otra pierna estirada. Una mano sobre su plano vientre y la otra echada atrás, apuntando a la pared con su dedo índice. Su cabello castaño y ondulado cae por el costado del escritorio.

Me quedo en shock. Si estuviera pegado a la puerta habrían escuchado como picaba con mi miembro en ella de lo rápido que se ha levantado.

—Mírame un momento.

Esa voz no sé de dónde viene. Me fijo en la sala y veo que al fondo, en la pared contraria al escritorio, hay una señora de buen ver pintando. Miro de nuevo a la chica desnuda y ella gira la cara, me ve. Se exalta.

—¿Pasa algo?

—Sí, paremos mama.

Doy unos pasos atrás, no sé qué hacer. Ella señala a la puerta y la madre también me ve. Salgo del pasillo hasta donde estaba lo que parecía ser la recepción.

Pasa un minuto escaso y escucho como se abre la puerta y se cierra. Oigo los pasos de las dos, viniendo hacía donde estoy. Preparo una disculpa para en cuanto las vea aparecer.

—Perdón — Hago una reverencia. —Piqué a la puerta y se abrió y al no ver a nadie busque para ver si encontraba a quien lo llevaba.

—Mira que te tengo dicho que cierres la puerta con llave, hija.

—Disculpa, sabes que soy una despistada.

La chica desnuda se ha puesto un vestido blanco con encaje en la zona de debajo de sus pechos, además de tener estos alzados y sujetos con unas costuras con forma de ramas, aunque hay una parte sobresalida que son sus pezones y no ninguna costura. El vestido le llega a las rodillas. Calza unas bailarinas. Sus piernas son finas, parecen de seda, con una piel con un poco de color. El repaso se me hace inevitable. Cuando vuelvo la vista arriba, pasando por su enorme escote, veo sus ojos castaños protegidos por unas gafas de pasta, cuadrada, grandecitas, que se aguantan sobre una nariz perfectamente centrada y una sonrisa blanca, grande y con las muescas en la piel de sonreír a menudo.

—Lo siento de veras — Digo de nuevo, antes de que puedan ponerme mala cara por mirar a la hija de arriba abajo, aunque la madre también tiene buen tipo. Será de herencia.

—No te preocupes, culpa nuestra. Además, así se acostumbra por si algún día la cogen de modelo para pintar desnuda.

—¡MAMA!

—Sí hija, sí. Asúmelo, yo ya no motivo tanto como antes.

—Señora, más de uno quisiera pintarla desnuda.

Se ríe y se sonroja.

—Pero seguro que ella motiva más.

—Bueno, con un modelo así sabría mal no dibujar bien, desde luego.

—Estoy aquí, ¿Sabéis?

Intenta ocultar la sonrisa, pero su rostro muestra que se ha sonrojado.

—¿Y por qué estás aquí? — La madre me pregunta mientras me da un repaso de arriba abajo sin disimulo alguno, ahora me siento un poco mejor por habérselo dado yo a la hija.

—Veréis, estoy buscando clases de pintura para…

Suena un móvil. La madre de lo saca de los pechos mientras la hija se pone la mano en la frente y reniega con la cabeza.

—¿Sí? Vale, ahora voy para allá — Cuelga. —Es tu padre, cariño. ¿Puedes encargarte tú?

—Sí mama.

—Os cierro la puerta para que no os molesten, vaya a ser que os asustéis.

Creo que me ha guiñado un ojo. Se marcha, cierra con llave y me quedo a solas con la hija, que se le ve un poco nerviosa y a mí se me debe de ver cómo me cuesta apartar la vista de sus pechos.

—Hablabas de una sobrina, ¿No?

—Sí. Tiene siete añitos y le gusta mucho pintar. Normalmente la cuido yo, pero en breves empezare a estudiar y no puedo.

—¿Oh? ¿Y qué estudiarás?

—Programación de videojuegos.

—Entiendo. — Se enrolla uno el pelo en el dedo índice mientras me mira, repasándome ahora ella. —Si necesitáis alguna ilustradora ya sabes.

Sonríe, parece decirlo muy sinceramente.

—¿Ya tendrás tiempo entre tantas clases y desnudos?

Vuelve a reírse, sonrojándose un poco.

—Aquí ayudo a mi madre con las clases y los desnudos, bueno, me gusta más dibujarlos que ser dibujada.

—¿Sí? Qué pena, con lo bonito que deben de ser los dibujos de tu cuerpo.

—Oye, que mis dibujos también son preciosos.

—Pero si el modelo es de buen ver mejor, ¿No?

—Por supuesto, si quieres te lo demuestro — Levanta la barbilla con orgullo, parece decirlo en serio. Me ha pillado desprevenido. —¿Qué? Tú ya me has visto desnudo, no es justo si yo no.

Parece decirlo inocentemente, pero en su mirada veo deseo o eso quiero creer. La verdad es que estoy empalmado desde que la he visto y solo pudiendo ver sus pezones e imaginándome que tampoco lleva bragas bajo ese puro vestido blanco es imposible que se me baje la hinchazón.

—Vale, veamos las artes de la que enseñará a mi sobrina

—Pues ven hacía aquí — Se va de espaldas, guiñándome los ojos y llamándome con el dedo índice, contrayéndolo hacía ella.

La sigo hasta la sala donde estaba con su madre. Entra ella primero, luego yo.

—¿Dónde me pongo?

—Apoyado en el escritorio, ven — Voy al escritorio, me acompaña. —Ahora te diré como ponerte.

Puesto ya lo estoy y ahora enseguida lo verá.

—¿Me desnudo?

—Por favor.

Me contempla apretando los labios, respirando fuerte pero silenciosamente. Sus manos se agarran el vestido, lo arrugan. Empiezo a quitarme la ropa. Primero el suéter. Me cuesta sacármelo y ella me alluda, poniendo una de sus manos sobre mi torso. Son suaves, blandas, frias.

—Tienes buen cuerpo para ser dibujado.

—Tú me superas.

Me desabrocho el pantalón, de cinco botones, y la polla, embutida en los calzoncillos, sale de golpe al liberarse de la presión. Ella mira atónita mientras me quito los pantalones, con la boca abierta.

La miro, desvía su mirada. Sonrío y veo como me mira de reojo mientras me quito los zapatos y, inmediatamente después de los calcetines, me quito los calzoncillos. Mi pollas parece un muelle  se pone reta, erecta y mostrando la vena mejor que nunca. Ver sus pezones afilados a través de su vestido y como va rozando las piernas, deseando que no lleve bragas, han hecho que se me ponga aún más dura que cuando ella estaba como yo.

—¿Te sorprende? ¿Qué esperabas que me pasara tras ver ese cuerpo tuyo?

—Idiota exagerado.

—Para nada, quien esta buena lo está y tú eres de esa. — Se acerca a mí, mirándome fijamente. —¿Cómo me pongo?

—Parece que mucho — Se ríe, igual que yo. —Ahora te digo.

Me palpa la cara, luego el pecho. Baja la mano por el torso y me agarra la cintura. La mano hace el gesto de bajar y para en un último momento. La miro, me mira.

—Palpo para ver las proporciones de tu cuerpo.

—Palpa lo que quieras, ahora soy TÚ modelo.

Se le oye palpitar y a mi debe de estar notando como el corazón me va a mil. Sus manos heladas se han vuelto cálidas sin perder ápice de suavidad mientras baja por la ingle, rodeándome la entrepierna hasta que sus dedos empiezan a escalar por mi pene.

Me aguanto un gemido, lo ahogo, pero mi polla palpita entre sus manos, sobretodo cuando presiona la vena.

—Es increíble… — Se agacha, la contempla.

—¿El qué?

—Lo marcada que está la vena y… bueno… cómo reacciona.

—Puede reaccionar aún más, según como la palpes…

Lo dejo caer. La situación es perfecta. Me la está tocando, me la está palpando. Me he puesto demasiado, no me controlo. El líquido preseminal asoma.

Me vuelve a mirar, mi corazón va a mil. Abre la boca y la acerca a la punta de la polla. Posa sus labios en el capullo e inmediatamente se la introduce en la boca. Su lengua roza la vena y empieza a lamérmela entera. Con la boca abierta se traga la mitad, luego se la saca.

—Ya veo cómo reacciona…

Pasa la lengua por sus labios y vuelve a introducirse mi pene en su boca. Me masturba con la mano a la vez que me la chupa, apretando y rozando fuete con los labios mientras marea su lengua alrededor de mi polla.

Parece gustarle, la otra mano empieza a deslizarse por sus pechos, tocándoselos. Alargo mi mano hacía abajo y llego también, a uno de ellos, pasándolo por dentro del vestido hasta que su enorme pecho sale de éste. Es enorme, con pezón pequeño, tacto gelatinoso: muy blando.

—No es justo que solo yo esté desnudo.

Me mira, por encima de las gafas, sin dejar de comérmela. Esta tres minutos sin parar y luego se saca la polla de la boca. Se levanta, sin soltármela.

—Pues desvísteme.

Le quito los tirantes del vestido y se lo bajo hasta que tiene los dos pechos libres, momento en el que paro. Los palpo, son blandísimos.

—Esto también está bien palparlo.

—Pues pálpalos todo lo que quieras — Me susurra en la oreja mientras empieza a masturbarme con más ímpetu.

Los toco, los amanso, hundo mi cara en ellos y empiezo a lamerlos. Ella gime. Mi lengua rodea sus pezones, velozmente, chocando a veces con ellos. Tras unos segundos baboseándoselas pego un pequeño mordisquito, ella me aprieta la polla y gime. No sé si le ha dolido, le ha gustado o ambas cosas.

—¿No palparás más cosas?

Se le nota acalorada. Su melena está desbocada y su mirada se ha vuelto lasciva. Ya no parece tan inocente y risueña. Pero me gusta, sonrió.

Giro sobre nosotros y la pongo a ella de espaldas al escritorio.

Empiezo a bajarle el vestido y cuando lo tiene en el suelo mis ojos se iluminan: no lleva bragas. Tiene el coño al air, con un poco de bello, rasurado, por encima de la raja. Le doy un beso, suspira placenteramente. Le doy otro, apretando un poco más, ahoga un sonido erótico. Se lo doy con lengua y finalmente gime. Sus labios se abre al paso de mi lengua y sus piernas se separan. Mis labios empiezan a besar su clítoris como si de una boca se tratase y empiezo a acariciarle el culo, muy terso, con mis manos. Aprieto con la lengua, acelero, la paso desde el inicio del agujero de su coño hasta golpear el clítoris, de arriba abajo, varias veces. Gime, gime mucho. Tras varios minutos haciéndole perrerías con la lengua mis dientes chocan contra su clítoris, apretándolo entre ellos, mordisqueándolo.

Me estira del pelo, hacia arriba. Me levanto, nos besamos. Sus labios son muy suaves, es como besar una superficie esponjosa, como cuando comes un flan.

Mi polla está rozando su coño húmedo. No puedo evitar mover la cintura y ella empieza a hacer lo mismo. Sus manos me la agarra y con sutileza, y sentándose un poco sobre el escritorio, se la introduce ella misma.

Me emociono, no pregunto si quiera y empiezo a embestirla. Ella pasa sus brazos sobre mi cuello y pone su boca al lado de mi oreja, donde empieza a gemir. Mis labios besas su cuello, lo muerden, a la vez que la penetro duramente. Poco a poco voy moviendo mi cabeza, besando y mordiendo por donde pasa, hasta que la aparto un poco y me pongo frente a sus pechos. Ella sabe que hacer: me hunde la cara en ellos.

Acaba estirada sobre el escritorio y yo encima de ella. Espero que aguante.

Fallo de cálculos, quien no aguanta soy yo.

—Mierda, mierda, me voy a correr.

—Puedes dentro, no te preocupes.

Esas palabras me quitan toda esperanza de poder soportarlo. Me corro. Acelero, voy más brusco. Las patas del escritorio se resienten y se les oye quejarse. Ella gime, gime locamente, yo también. Al final reculo y empiezo a masturbarme mirándola. Ella se da cuenta, se levanta y empieza a tocarse los pechos mientras me mira por encima de las gafas. Se agacha y pone los senos a la altura de mi polla. Me la masturbo con ellos, chocando con sus pezones y hundiéndolos en ellos. Gimo, gimo mucho, grito, me corro, chorreo sus pechos, le salpico en la lengua y las gafas.

—¿Esto cuenta como pintura?

Se ríe.

—Idiota. Eres un cerdo, ¿Por qué no has acabado dentro?

—Porque yo aún tengo algo que hacer ahí.

Se queda perpleja. La levanto y soy yo quien se agacha. Le abro con los pulgares de las dos manos el coño y empiezo a lamerle el coño. Me centro en el clítoris, pasando la lengua por él, de arriba abajo y de abajo a arriba, repetidas veces y con toda la superficie de la lengua, rápido, muy raído, y presionándolo fuerte. Ella no se lo espera, se pone una mano en la boca pero no logra evitar el gemido. No paro, acelero, esta vez aguantando su clítoris con los dientes y pasando la punta de la lengua por encima suyo, haciendo círculos, mientras los dedos índice y corazón de mi mano derecha están en el interior de su coño, con la yema de los dedos acariciando velozmente esa parte rugosa a la vez que con la mano que me queda libre no dejo de retorcerle y pellizcarle los dos pezones que, gracias a que ella con sus manos aprieta sus pechos, puedo tocar a la vez. Gime, cada vez más, a la vez que yo acelero todo. Gime, gime. Me pide más, se lo doy. Me duele la mandíbula porque mi lengua se vuelve loca con su clítoris así como mi boca entera. Succiono, golpeo, presiono, mordisqueo, a la vez que mis dedos no dejan de masturbarla y sus pechos, con mi semen aún, no deja de ser pellizcados.

Se corre. Noto un chorro impactando en mi cara. Se corre mucho y gime, gime más que se corre. Me agarra la cabeza, los pelos, me los estira pero me estampa contra su coño, donde no dejo de lamer y rozar con los dientes a la vez que no paro de masturbarla mientras, la mano que tenía en los pechos, le agarro una de las piernas para que no caiga por perder el equilibrio.

Me hace parar, ya lo tiene sensible. Nos sentamos. Descansamos unos minutos en silencio.

—Tu sobrina puede aprovechar la oferta.

—¿Qué oferta?

—Una que estreno hoy, en la que no tendrá que pagar nada.

Sonrió, sonríe. Nos vestimos. Salimos y cuando vamos a recepción vemos un lienzo, con un dibujo suyo y mío follando. A trazos inacabados, con pocos detalles. La puerta de la tienda está sin la llave echada. Nos miramos, nos besamos, me marcho.

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