Espero que os guste, dulces y húmedos días ;)
Correr y correr y correrse.
Siete y media de la mañana.
Llueve a cantaros.
Me ha pillado la lluvia
justo cuando empezaba a correr, suerte que no estoy lejos de casa. Corro
deprisa pero con cuidado, para llegar lo antes posible a casa.
Llego al portal, justo llega
una vecina que se mudó hace poco, de mi edad aproximadamente. Está empapada y por
la vestimenta imagino que también salió a correr.
Lleva su cabello, rubio
natural, recogido con una cola y una diadema negra, fina. Sin maquillar, pero
con sus ojos azules y cejas bien arregladas radiantes, además de su pequeña
nariz a juego con sus labios, aunque carnosos, pequeños. Viste un top negro, con los costados rosa,
que le deja la plana barriga al aire y de cintura abajo viste unas mallas,
yendo a juego con el top. Su calzado son bambas normales, rosa chicle. La ropa
está pegada. Si de por sí es ajustada con el agua deja poco a la imaginación.
—¡Hola!
Jadea mucho, parece estar
cansada.
—Veo que también te ha
pillado la lluvia.
—Sí… — Va a su buzón, lo
abre verticalmente. Debe de estar roto, ya que no usa llave y por lo general se
abren como una puerta normal. —Mierda, me lo imaginaba.
—¿Sucede algo?
—Me he dejado las llaves y
mi madre no vuelve hasta el mediodía. Dios, voy a pillar una pulmonía.
Me mira mientras se muerde
el labio, parece muy preocupada.
—Si quieres puedes pasar a
mi casa y te pegas una ducha, sino puede que si que cojas un resfriado.
—¿De verdad? ¿No te
molestare?
—No, vivo solo y hasta las
doce no tengo clase.
—¿Estudias?
—Y trabajo, pero es lo de
menos ahora. Démonos prisa o nos resfriaremos los dos.
—¡Gracias! — Me abraza
saltando a mi cuello. Noto sus pechos, también sus pezones afilados como
escarpia. —Me salvas el día — No sé qué responder, me ha pillado por sorpresa y
mi frio pene empieza a notar calor. Se separa y yo me dirijo a la escalera. —¿Podemos
ir en ascensor? Con lo torpe que soy seguro que me resbalo por las escaleras.
—Claro.
Llamo al ascensor, se coloca
a mi lado mientras esperamos. Es más bajita que yo, apenas me llega por los
hombros. No tiene mucho pecho, pero acorde con su esbelto cuerpo, mientras que
sus caderas se ven algo anchas para su cintura de avispa, algo que no me
desagrada.
Llega el ascensor. Entro
primero, ella se coloca delante de mí.
—¿Qué piso es?
—El quinto.
Pica y las puertas se
empiezan a cerrar.
—Con lo lento que es me da
tiempo hasta a hacer el calentamiento.
Me rio, la verdad es que yo
estoy ya caliente por su culpa.
—Es cierto.
Empieza a estirarse de
brazos, pasamos el primer piso.
Sigue con la cintura,
doblándola a los lados y extendiendo los brazos, pasamos el segundo.
Sigue con la cintura,
colocándose las manos en ella y haciéndola girar, como si estuviera jugando con
un aro gigante. Su mojado trasero roza varias veces mi chándal, chocando con mi
pene. Pasamos el tercero.
Vuelve a extender los brazos
y se dobla hasta tocar el suelo. Su culo se apoya definitivamente en mi pene.
Pasamos el cuarto.
—Espero que no te moleste —
Está moviendo el culo a la vez que los brazos, haciendo que me empalme. Es
imposible que no se de cuenta.
—No, no… en absoluto.
Pasamos el cuarto. Se
levanta a la vez que da un pequeño paso atrás, con su culo clavándose en mi
miembro. Llegamos al quinto, el ascensor para bruscamente, se resbala y la cojo
por la cintura. Junto mi pelvis a ella y mi empalmado pene se adapta a la forma
de sus nalgas. Palpita, sus nalgas se mueven por encima de él, palpita más y
creo rozar su coño.
—Gracias — Se gira sin
apartarse un centímetro. Ahora definitivamente estoy tocando su coño con el
pene. —Ya te debo dos — Me guiña el ojo y sale del ascensor.
Vamos hasta la puerta de mi
casa, dejando un rastro mojado. Abrimos y le acompaño por el pasillo hasta llegar
al comedor.
—El baño está en la primera
puerta del pasillo desde aquí, puedes entrar tu primero.
—Ahí, no me parece justo. Es
tu casa, vas a resfriarte.
—Tranquila, así me da tiempo
a preparar un poco de ropa y toallas.
—¿De verdad no te importa?
—De verdad.
Se va al baño. Tras unos
minutos escucho como enciende la ducha.
Voy al patio de luz, que se
accede desde la cocina que también está en el pasillo. Me desnudo y meto la
ropa en la lavadora. Salgo de la cocina y me cruzo con mi vecina, fuera del
lavabo, con una toalla envuelta en el cuerpo.
Me quedo sin habla, me mira
de arriba abajo. Yo hago lo mismo. Sus lisas y mojadas piernas se muestran
hasta los muslos, donde empieza la toalla que justo acaba en un bonito, aunque
pequeño, escote al que sigue unos estilizados hombros y cuelo seguidos de un
bonito rostro mojado que ahora lleva el pelo suelto y revuelto.
—Vaya… — Me mira la
entrepierna, empalmada totalmente.
Tardo en percatarme de lo
que está mirando y del estado en el que está.
—¡Ah! Lo siento.
—Yo si que quiero sentirlo…
—¿¡Qué!?
Me sorprendo, pero ella
también se exalta. Parece haber hablado sin pensar. Pero lejos de sonrojarse me
mira y se muerde el labio. Se suelta la toalla y se abalanza sobre mí.
—Dúchate conmigo — Me
susurra a la oreja mientras sus brazos rodean mi cuello. —Así no pasaremos frio
— Me acaricia el pene con una de sus manos, crece más, se calienta más él, ella
y yo.
—No responderé ante lo que
haga.
—No quiero que respondas,
sino que lo hagas.
Le muerdo el cuello, se
estremece, gime. Le cojo la mano y me la llevo al baño, entramos en la ducha.
La enciendo, agua caliente, aunque tarda en salir a la temperatura deseada
nosotros creamos el ambiente.
Me mira con cara inocente,
dese abajo, con la boca abierta, pero mordiéndose intermitentemente el labio
inferior. Acerco mi boca a la suya pero la desvió a su cuello en el último
momento. Mientras le agarro fuerte los dos brazos, contra su cuerpo, empiezo a
morderle y poco a poco mis bocados suben hasta llegar a la oreja. Gira
bruscamente la cabeza y me muerde el labio. Se suelta gracias a estar mojada y
resbaladiza. Aprovecho para agarrar sus carnosas nalgas y azotarla un par de
veces mientras le agarro con los dientes la lengua.
Me empieza a acariciar
bruscamente el pene. Gimo. Le azoto. Gime. Separo nuestras bocas y vuelvo al
cuello, besándolo esta vez, hasta que llego a sus pechos donde empiezo de nuevo
a morder y lamer. Senos y pezones, indiscriminadamente, sin control, mientras
ella no deja de pajearme, cada vez más rápidamente. Una de mis manos pasa a su
coño, donde su propia húmeda empieza a predominar.
Me empieza a morder el
cuello ella mientras con la mano que tiene libre me araña la espalda. Suelta mi
polla y levanta su pierna izquierda, subiéndola hasta mi cintura, haciendo que
mi pene roce su coño. Le abro los labios inferiores con mis dedos y ella guía
mi polla a su interior. Empiezo a penetrarla a la vez que nuestras bocas se
reencuentran. Nuestras lenguas luchan y los dientes de ambos quieren morderlas,
pero es ella quien me la agarra esta vez. Me agarra la cara con sus dos manos
mientras no dejo de penetrarla duramente y empieza a besarme como una posesa,
perdiendo el control, mordiéndome el labio y la lengua, metiéndome la suya
hasta la garganta. Para tener la boca tan pequeña puede abrirla mucho y esconde
una gran lengua.
Pese a lo bruta que es me
pone mucho y empiezo a penetrarla más duramente, agarrándole las nalgas y
azotándolas alguna que otra vez. Sus manos pasan de mi cara a mi espalda y me
la araña.
Empieza a seguir el ritmo de
mi penetración moviendo sus caderas, haciendo que los dos gimamos como locos.
Si alguien quedaba durmiendo en el bloque ya lo hemos despertado.
Pasan unos minutos, paramos.
Se da la vuelta y se apoya en la pared, sacando el culo. Empiezo a masajearle
las nalgas, pasando los dedos por su coño y su ano. Cojo el jabón y se lo hecho
por encima, especialmente por el ano que, poco a poco, va dilatándose.
—¿Qué quieres hacerme ahí,
pillín?
No contesto con palabras,
sino con la polla. Le penetro sin aviso. Grita. Sigo, adentro y afuera,
mientras con una mano le tapo la boca, apoyándome sobre su espalda, y con la
otra le froto fuertemente el clítoris. Me muerde los dedos, le suelto la boca,
gime. Me reincorporo y empiezo a penetrarle rápidamente a la vez que le azoto
con una mano y le agarro fuertemente el culo con la otra. Ella no deja de
gemir, pone una de sus manos contra la pared y con la otra empieza a frotarse
fuertemnte el coño. Cada vez gime más y más rápido, yo tampoco dejo de hacelro.
—¡Me corro, me corro! — Se
frota más rápido, la penetro más y le coloco los dedos de mi mano derecha en la
boca mientras con la izquierda le retuerzo los pezones del pecho. —Síiii… —
Empieza gritando para luego ir bajando el tono a medida que la “í” se alrga.
Le tiemblan las piernas,
saco mi polla de su culo y en ese momento emite un gemido ahogado.
Se pone de pie, con
dificultades, se gira y me besa con pasión. Después va bajando su lengua por mi
cuelo y hasta llegar a los pezones, donde se para para succionarlos. Sigue su
camión hasta acabar de rodillas.
En una mano tiene el jabón,
que se echa en los pechos para luego tirarlo al suelo. Se frota los senos con
su mano y después me da un beso en la polla. Seguidamente saca pecho y empieza
a pajearme entre sus tetas.
—¿Te gusta?
—Me encanta.
Aumenta la apuesta chupándomela
a la vez que me pajea con sus pechos, cada vez más rápido. Son suaves, blandos,
esponjosos. Es increíble lo rápido que lo hace. A veces le sale la boca y suena
como una botella descorchándose. Aprovecha para escupir agua que traga por la
ducha y de nuevo empieza a chupar.
No aguantaré mucho, lleva
diez minutos pasando su lengua, mordiendo, succionando. Se le vuelve a salir.
—No tienes que responder de
tus actos.
Vuelve a chupar. Le agarro
la cabeza y saco la polla de sus tetas. Empiezo a mover mi pelvis como si me la
estuviera follando. Ella cierra un ojo, imagino que por lo bruto que voy, sin
embargo no deja de mover la lengua mientras se toca los pechos y el coño.
Esa imagen, junto a su
lengua y lo duro que la estoy penetrando hace que no pueda más, Me corro,
fuertemente, en su boca. Tose mientras sigo penetrándola, pero noto como sigue
lamiendo y traga. Empieza a salirse semen por las comisuras de la boca, pero
sigo sacando por mi polla y moviéndola en su interior. Acabo, estoy agotado,
pero ella coge mi polla con la mano y empieza a lamerla como si fuera un
helado.
—Todo es para mí, se siente.
Sigue lamiendo, me
estremece, gimo y veo como le gusta tener el control.
—Eres un chico malo.
Me muerde, repetidas veces.
Empieza a jugar con ella, ahora que está algo flácida.
—Parece que ya estamos…
—No. No voy a parar hasta
que me dejes igual de empapada que la lluvia…
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