viernes, 23 de octubre de 2015

Correr y correr y correrse.

Salir a correr, volver empapado, subir en el ascensor con el/la nuev@ vecin@ y ofrecerle ducharse en tu casa porque se ha dejado las llaves...

Espero que os guste, dulces y húmedos días ;)

Correr y correr y correrse.

Siete y media de la mañana.

Llueve a cantaros.

Me ha pillado la lluvia justo cuando empezaba a correr, suerte que no estoy lejos de casa. Corro deprisa pero con cuidado, para llegar lo antes posible a casa.

Llego al portal, justo llega una vecina que se mudó hace poco, de mi edad aproximadamente. Está empapada y por la vestimenta imagino que también salió a correr.

Lleva su cabello, rubio natural, recogido con una cola y una diadema negra, fina. Sin maquillar, pero con sus ojos azules y cejas bien arregladas radiantes, además de su pequeña nariz a juego con sus labios, aunque carnosos, pequeños.  Viste un top negro, con los costados rosa, que le deja la plana barriga al aire y de cintura abajo viste unas mallas, yendo a juego con el top. Su calzado son bambas normales, rosa chicle. La ropa está pegada. Si de por sí es ajustada con el agua deja poco a la imaginación.

—¡Hola!

Jadea mucho, parece estar cansada.

—Veo que también te ha pillado la lluvia.

—Sí… — Va a su buzón, lo abre verticalmente. Debe de estar roto, ya que no usa llave y por lo general se abren como una puerta normal. —Mierda, me lo imaginaba.

—¿Sucede algo?

—Me he dejado las llaves y mi madre no vuelve hasta el mediodía. Dios, voy a pillar una pulmonía.

Me mira mientras se muerde el labio, parece muy preocupada.

—Si quieres puedes pasar a mi casa y te pegas una ducha, sino puede que si que cojas un resfriado.

—¿De verdad? ¿No te molestare?

—No, vivo solo y hasta las doce no tengo clase.

—¿Estudias?

—Y trabajo, pero es lo de menos ahora. Démonos prisa o nos resfriaremos los dos.

—¡Gracias! — Me abraza saltando a mi cuello. Noto sus pechos, también sus pezones afilados como escarpia. —Me salvas el día — No sé qué responder, me ha pillado por sorpresa y mi frio pene empieza a notar calor. Se separa y yo me dirijo a la escalera. —¿Podemos ir en ascensor? Con lo torpe que soy seguro que me resbalo por las escaleras.

—Claro.

Llamo al ascensor, se coloca a mi lado mientras esperamos. Es más bajita que yo, apenas me llega por los hombros. No tiene mucho pecho, pero acorde con su esbelto cuerpo, mientras que sus caderas se ven algo anchas para su cintura de avispa, algo que no me desagrada.

Llega el ascensor. Entro primero, ella se coloca delante de mí.

—¿Qué piso es?

—El quinto.

Pica y las puertas se empiezan a cerrar.

—Con lo lento que es me da tiempo hasta a hacer el calentamiento.

Me rio, la verdad es que yo estoy ya caliente por su culpa.

—Es cierto.

Empieza a estirarse de brazos, pasamos el primer piso.

Sigue con la cintura, doblándola a los lados y extendiendo los brazos, pasamos el segundo.

Sigue con la cintura, colocándose las manos en ella y haciéndola girar, como si estuviera jugando con un aro gigante. Su mojado trasero roza varias veces mi chándal, chocando con mi pene. Pasamos el tercero.

Vuelve a extender los brazos y se dobla hasta tocar el suelo. Su culo se apoya definitivamente en mi pene. Pasamos el cuarto.

—Espero que no te moleste — Está moviendo el culo a la vez que los brazos, haciendo que me empalme. Es imposible que no se de cuenta.

—No, no… en absoluto.

Pasamos el cuarto. Se levanta a la vez que da un pequeño paso atrás, con su culo clavándose en mi miembro. Llegamos al quinto, el ascensor para bruscamente, se resbala y la cojo por la cintura. Junto mi pelvis a ella y mi empalmado pene se adapta a la forma de sus nalgas. Palpita, sus nalgas se mueven por encima de él, palpita más y creo rozar su coño.

—Gracias — Se gira sin apartarse un centímetro. Ahora definitivamente estoy tocando su coño con el pene. —Ya te debo dos — Me guiña el ojo y sale del ascensor.

Vamos hasta la puerta de mi casa, dejando un rastro mojado. Abrimos y le acompaño por el pasillo hasta llegar al comedor.

—El baño está en la primera puerta del pasillo desde aquí, puedes entrar tu primero.

—Ahí, no me parece justo. Es tu casa, vas a resfriarte.

—Tranquila, así me da tiempo a preparar un poco de ropa y toallas.

—¿De verdad no te importa?

—De verdad.

Se va al baño. Tras unos minutos escucho como enciende la ducha.

Voy al patio de luz, que se accede desde la cocina que también está en el pasillo. Me desnudo y meto la ropa en la lavadora. Salgo de la cocina y me cruzo con mi vecina, fuera del lavabo, con una toalla envuelta en el cuerpo.

Me quedo sin habla, me mira de arriba abajo. Yo hago lo mismo. Sus lisas y mojadas piernas se muestran hasta los muslos, donde empieza la toalla que justo acaba en un bonito, aunque pequeño, escote al que sigue unos estilizados hombros y cuelo seguidos de un bonito rostro mojado que ahora lleva el pelo suelto y revuelto.

—Vaya… — Me mira la entrepierna, empalmada totalmente.

Tardo en percatarme de lo que está mirando y del estado en el que está.

—¡Ah! Lo siento.

—Yo si que quiero sentirlo…

—¿¡Qué!?

Me sorprendo, pero ella también se exalta. Parece haber hablado sin pensar. Pero lejos de sonrojarse me mira y se muerde el labio. Se suelta la toalla y se abalanza sobre mí.

—Dúchate conmigo — Me susurra a la oreja mientras sus brazos rodean mi cuello. —Así no pasaremos frio — Me acaricia el pene con una de sus manos, crece más, se calienta más él, ella y yo.

—No responderé ante lo que haga.

—No quiero que respondas, sino que lo hagas.

Le muerdo el cuello, se estremece, gime. Le cojo la mano y me la llevo al baño, entramos en la ducha. La enciendo, agua caliente, aunque tarda en salir a la temperatura deseada nosotros creamos el ambiente.

Me mira con cara inocente, dese abajo, con la boca abierta, pero mordiéndose intermitentemente el labio inferior. Acerco mi boca a la suya pero la desvió a su cuello en el último momento. Mientras le agarro fuerte los dos brazos, contra su cuerpo, empiezo a morderle y poco a poco mis bocados suben hasta llegar a la oreja. Gira bruscamente la cabeza y me muerde el labio. Se suelta gracias a estar mojada y resbaladiza. Aprovecho para agarrar sus carnosas nalgas y azotarla un par de veces mientras le agarro con los dientes la lengua.

Me empieza a acariciar bruscamente el pene. Gimo. Le azoto. Gime. Separo nuestras bocas y vuelvo al cuello, besándolo esta vez, hasta que llego a sus pechos donde empiezo de nuevo a morder y lamer. Senos y pezones, indiscriminadamente, sin control, mientras ella no deja de pajearme, cada vez más rápidamente. Una de mis manos pasa a su coño, donde su propia húmeda empieza a predominar.

Me empieza a morder el cuello ella mientras con la mano que tiene libre me araña la espalda. Suelta mi polla y levanta su pierna izquierda, subiéndola hasta mi cintura, haciendo que mi pene roce su coño. Le abro los labios inferiores con mis dedos y ella guía mi polla a su interior. Empiezo a penetrarla a la vez que nuestras bocas se reencuentran. Nuestras lenguas luchan y los dientes de ambos quieren morderlas, pero es ella quien me la agarra esta vez. Me agarra la cara con sus dos manos mientras no dejo de penetrarla duramente y empieza a besarme como una posesa, perdiendo el control, mordiéndome el labio y la lengua, metiéndome la suya hasta la garganta. Para tener la boca tan pequeña puede abrirla mucho y esconde una gran lengua.

Pese a lo bruta que es me pone mucho y empiezo a penetrarla más duramente, agarrándole las nalgas y azotándolas alguna que otra vez. Sus manos pasan de mi cara a mi espalda y me la araña.

Empieza a seguir el ritmo de mi penetración moviendo sus caderas, haciendo que los dos gimamos como locos. Si alguien quedaba durmiendo en el bloque ya lo hemos despertado.

Pasan unos minutos, paramos. Se da la vuelta y se apoya en la pared, sacando el culo. Empiezo a masajearle las nalgas, pasando los dedos por su coño y su ano. Cojo el jabón y se lo hecho por encima, especialmente por el ano que, poco a poco, va dilatándose.

—¿Qué quieres hacerme ahí, pillín?

No contesto con palabras, sino con la polla. Le penetro sin aviso. Grita. Sigo, adentro y afuera, mientras con una mano le tapo la boca, apoyándome sobre su espalda, y con la otra le froto fuertemente el clítoris. Me muerde los dedos, le suelto la boca, gime. Me reincorporo y empiezo a penetrarle rápidamente a la vez que le azoto con una mano y le agarro fuertemente el culo con la otra. Ella no deja de gemir, pone una de sus manos contra la pared y con la otra empieza a frotarse fuertemnte el coño. Cada vez gime más y más rápido, yo tampoco dejo de hacelro.

—¡Me corro, me corro! — Se frota más rápido, la penetro más y le coloco los dedos de mi mano derecha en la boca mientras con la izquierda le retuerzo los pezones del pecho. —Síiii… — Empieza gritando para luego ir bajando el tono a medida que la “í” se alrga.

Le tiemblan las piernas, saco mi polla de su culo y en ese momento emite un gemido ahogado.

Se pone de pie, con dificultades, se gira y me besa con pasión. Después va bajando su lengua por mi cuelo y hasta llegar a los pezones, donde se para para succionarlos. Sigue su camión hasta acabar de rodillas.

En una mano tiene el jabón, que se echa en los pechos para luego tirarlo al suelo. Se frota los senos con su mano y después me da un beso en la polla. Seguidamente saca pecho y empieza a pajearme entre sus tetas.

—¿Te gusta?

—Me encanta.

Aumenta la apuesta chupándomela a la vez que me pajea con sus pechos, cada vez más rápido. Son suaves, blandos, esponjosos. Es increíble lo rápido que lo hace. A veces le sale la boca y suena como una botella descorchándose. Aprovecha para escupir agua que traga por la ducha y de nuevo empieza a chupar.

No aguantaré mucho, lleva diez minutos pasando su lengua, mordiendo, succionando. Se le vuelve a salir.

—No tienes que responder de tus actos.

Vuelve a chupar. Le agarro la cabeza y saco la polla de sus tetas. Empiezo a mover mi pelvis como si me la estuviera follando. Ella cierra un ojo, imagino que por lo bruto que voy, sin embargo no deja de mover la lengua mientras se toca los pechos y el coño.

Esa imagen, junto a su lengua y lo duro que la estoy penetrando hace que no pueda más, Me corro, fuertemente, en su boca. Tose mientras sigo penetrándola, pero noto como sigue lamiendo y traga. Empieza a salirse semen por las comisuras de la boca, pero sigo sacando por mi polla y moviéndola en su interior. Acabo, estoy agotado, pero ella coge mi polla con la mano y empieza a lamerla como si fuera un helado.

—Todo es para mí, se siente.

Sigue lamiendo, me estremece, gimo y veo como le gusta tener el control.

—Eres un chico malo.

Me muerde, repetidas veces. Empieza a jugar con ella, ahora que está algo flácida.

—Parece que ya estamos…

—No. No voy a parar hasta que me dejes igual de empapada que la lluvia…

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